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Exclusivo: el testimonio de un joven que fue detenido 20 veces por aplicación del Código de Faltas de la Provincia de Córdoba
“La Policía quiere que seas un barrote más de la comisaría”
Por | Fotografía: Nerina Bertola
Foto: Valdemar Puebla sufrió veinte detenciones por aplicación del Código de Faltas de Córdoba.
En un lapso menor de dos años, Valdemar Puebla fue detenido 17 veces por aplicación del Código de Faltas. La décimo octava detención fue por robo y se judicializó. “Estaba harto de que me metieran en cana al pedo y decidí hacer bardo, porque lo mismo me iban a meter preso”, explica. Perdió el trabajo y se hizo adicto a las drogas, pero un día decidió cambiar y acudió a Remar para recuperarse. Estuvo un año en San Luis y en enero volvió a Rio Cuarto. Empezó a trabajar de cadete y a cursar el secundario a la noche, pero ya lo detuvieron dos veces por “merodeo”. Su caso figura en el informe “Mirar tras los muros”, elaborado por la Comisión Provincial de la Memoria y los Observatorios de Derechos Humanos de las universidades de Córdoba y Río Cuarto
Publicada el en Crónicas

Valdemar Puebla tenía doce años cuando la policía lo detuvo por primera vez. Estaba jugando con su hermano mayor y otros chicos en el Boulevard Roca cuando vieron que un colchón se prendía fuego en una mueblería. Ingresaron al local para intentar apagarlo, pero el dueño no les creyó y llamó a la policía. Se los llevaron a la comisaría y, como eran menores, desde allí los trasladaron a su casa. Nunca imaginó que aquél recuerdo de niñez se convertiría diez años más tarde en una recurrente pesadilla: a sus 22 años suma la misma cantidad de detenciones sobre sus espaldas (19 por aplicación del Código de Faltas y tres por causas judiciales). Flaco, alto, de ojos claros, pintón, entrador, Valdemar no da con la tipología social que estigmatiza a “los chicos de la gorra”, blanco predilecto de la policía cordobesa para engordar las estadísticas que, en el razonamiento oficial, merman la inseguridad.

Valdemar ya no usa gorra, ni zapatillas con los cordones desatados, ni pantalones “cancheros”. Se viste lo más “normal” que puede, casi con la sobriedad propia de un adulto. ¿La razón? No quiere volver a ser detenido por la policía.

El informe “Mirar tras los muros”, publicado el año pasado por la Comisión Provincial de la Memoria y los Observatorios de Derechos Humanos de las universidades nacionales de Córdoba y Río Cuarto, detalla el caso de Valdemar como uno de los más emblemáticos de la aplicación del Código de Faltas de Córdoba, denunciado por inconstitucional al permitir un ejercicio abusivo del poder de policía y desconocer garantías constitucionales tan elementales como el derecho a un abogado, el debido proceso y que sea un juez y no un comisario quien dicte sentencia.

En el informe Valdemar figura como Tomás, porque no quería hablar y su madre –que brindó el testimonio- respetó su decisión.   

La primera vez que detuvieron a Valdemar por aplicación del Código de Faltas fue el 14 de agosto de 2011. El joven recuerda bien aquél episodio: “Yo me había comprado una motito y nos juntamos a tomar en la casa de un pibe. Como a las tres de la mañana decidimos ir al boliche, Morena, que estaba –todavía está- en la calle Fotheringam, al frente del museo. Como yo estaba puesto le pedí al otro pibe que manejara la moto y se metió en contramano la media cuadra que separa el boliche de la calle Constitución. Cuando llegamos el policía que estaba en la puerta nos preguntó qué estábamos haciendo manejando en contramano y nos llevó presos a la comisaría de Banda Norte”. Valdemar no estaba manejando. Igual le aplicaron la figura contravencional de “conducción peligrosa”.

Valdemar volvió a ser detenido en noviembre. Iban tres en una moto. Otra vez “conducción peligrosa”. Y “merodeo”. Estuvo preso tres días. En enero de 2012 fue detenido otra vez. Al ser reincidente, la detención se amplió a diez días. Perdió el trabajo.

“Las detenciones siguieron, cada vez con mayor frecuencia. Las figuras de “merodeo”, “conducción peligrosa”, “escándalo en la vía pública” y “resistencia a la autoridad” fueron las más utilizadas (…) En varias detenciones incluso se le aplicó más de un artículo del Código de Faltas. Y hubo casos que rozaron el absurdo, como la acusación de “merodeo” por estar a metros de su casa o “conducción peligrosa” cuando no estaba en posesión de un vehículo”, resume el informe “Mirar tras los muros”.

Valdemar esboza una media sonrisa cuando recuerda otro episodio: “Volvíamos por Laprida, cerca de la Cueva del Caño de Escape, y llevábamos la moto a pie porque nos quedamos sin nafta, pero igual la policía nos llevó por conducción peligrosa”.

Otra de las detenciones se produjo en la ex Oleaginosa Río Cuarto. La policía lo encontró fumando junto a un amigo dentro del predio y los detuvo sin que ofrecieran la menor resistencia. “¿Por qué no salen corriendo así les puedo pegar un tiro en la espalda?”, les sugirió el uniformado.

Una tarde estaba en la plaza del Centro Cultural El Andino y la policía lo arrestó sin más, delante de todos, a plena luz del día. Fue la primera vez que sintió vergüenza. “Había un montón de gente que flauteaba (sic), que se quejaba y les decían que porqué me llevaban preso si no estaba haciendo nada. Estaba tomando una gaseosa con la moto al lado y me llevó por conducción peligrosa. Era pleno día, estaba lleno de gente, pasé un verguenzón”, recuerda.

Fueron diecisiete detenciones entre agosto de 2011 y noviembre de 2013. Estuvo en las comisarías de los barrios Abilene, Banda Norte, Alberdi y en la propia Alcaidía de la Unidad Regional N°9. Le llegaron a aplicar hasta 60 días de arresto, aunque las apelaciones presentadas por sus padres redujeron siempre la condena.

“El trato en la Alcaidía es malo. El trabajo de ellos es que uno esté detenido y chau. Pero algunos hacen lo que quieren. Hay algunos policías que son manos largas y otros que no. Me han detenido de noche, de día. La última detención fue hace poco. Había ido a barrio Jardín Norte porque quería comprar una moto, la fui a ver y cuando me iba a la parada del colectivo, a la Marcelo T de Alvear, pasaron dos policías. Yo iba solo caminando y me di cuenta que me iban a parar, pero no le di importancia, no quise salir corriendo porque no había hecho nada. El patrullero pegó la vuelta y frenó. No es la primera vez que me pasa. Les dije que no estaba haciendo nada, que no tenía nada, pero en realidad sí pasa, porque así se  manejan ellos. Me acusaron de merodeo y negativa a identificarme. Llamaron por radio y dijeron “acá está Valdemar”. Yo estaba sin documento, no lo uso porque si lo llego a perder después es un lío sacarlo de nuevo. Me llevaron a la Alcaidía y me dieron 19 días de arresto por merodeo”.

Unas semanas antes, la policía lo fue a buscar a la casa de un amigo suyo, donde buscó refugio para escapar de un grupo de vecinos exaltados que lo acusaban de intento de robo. “Tuve una bronca con una gente del barrio Alberdi y salí corriendo porque me perseguían con cuchillos y palos. Llamaron a la policía y me llevaron a la comisaría del Alberdi. Me metieron tentativa de hurto, pero yo no había hecho nada. Me llevaron preso y me hicieron el barquito”.

Valdemar conoce casi todas las comisarías de Río Cuarto. Es curioso: la arbitrariedad policial terminó llevándolo en forma casi inexorable al sinuoso camino del delito y la adicción: “Cuando me detenían al principio era al pedo, porque no hacía nada. Después me llené de resentimiento y pensé “bueno, ya que me llevan en cana siempre, que me lleven por alguna razón”, se justifica.

Cuando pasaba por su peor momento se cruzó con otro pibe que se había recuperado de su adicción y le dio el dato de Remar, un centro cristiano de rehabilitación. “Me cansé de estar preso, de vivir con problemas, de vender cosas que no eran mías. Decidí irme. Estuve en Remar, en San Luis, y me recuperé de las adicciones. Ahora no me drogo más. Decidí volver a Rio Cuarto porque acá está mi familia y quise rehacer mi vida desde cero. Estoy estudiando en la escuela a la noche. Antes era más pibe y me la mandaba, me entendés, pero me rescaté. Pero acá la policía es re ortiva y no te dejan caminar. Te quieren acostumbrar a que vivas en ese sistema inmundo y seas un barrote más de la comisaría”.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -