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Adiós a la década ganada
El muro (y los cosos de al lao)
Por | Fotografía: Telam
Foto: Cristina cierra un ciclo virtuoso de la política argentina.
La despedida de Cristina Fernández de Kirchner ante una multitud cierra un ciclo virtuoso, un paréntesis en una historia que hoy vuelve al oprobio de un país gobernado por sus dueños.
Publicada el en Crónicas

10 de diciembre de 2015, hora 0. Ya está. Con la histórica plaza llena de pueblo que despidió a una Presidenta que lo "mira a los ojos", se terminó un largo recreo de 12 años de anormalidad. Adiós a los cisnes negros de la política. Ahora volveremos a tener un país normal, donde el estable poder real coincida en un cien por ciento con el circunstancial poder político. Donde los medios de comunicación hegemónicos puedan dedicarse a su esencial tarea de entretener y despolitizar y no deban agitar a sus audiencias contra gobernantes que amenazan intereses propios y de aliados.

Además, con Mauricio Macri y quienes bailaban entre los globos amarillos del festejo, tendremos un gobierno frívolo, aristócrata de cotillón, de conchetos porteños y caretas cordobesistas, que reemplazarán las odiadas (¿o envidiadas?) cadenas nacionales de Cristina Fernández por el karaoke discursivo del telefrompter, el gobernando para un sueño, el marketing berreta de la felicidad individual.

En todo caso, el insólito desenlace judicial de la pulseada por la transición le otorgará 12 horas de encanto liberal clásico, con la fugaz presidencia de Federico Pinedo, nieto del Federico Pinedo ministro de Economía de Agustín P. Justo e ideólogo del pacto Roca-Runciman, “estatuto del coloniaje”, símbolo de la “década infame”. ¿Será esta extraña circunstancia el augurio de una tercera década infame?

Pero lo peor no es la forma, sino el contenido. Lo peor es que el gobierno del Estado argentino será –volverá a ser–, sin resistencias ni matices, de un modo voluntario y entusiasta, esa “junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, como definieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista.

Ya que estamos, a quienes dicen leer y practicar este texto, en breve les quedará claro que las opciones presidenciales no eran lo mismo. Aunque en los 90 Macri y Daniel Scioli hayan sido gemelos ideológicos, llegaban a esta elección representando proyectos distintos. Y ni siquiera por su libre albedrío, sino porque mientras tanto habían pasado dos décadas de historia, una historia más acelerada que cuando los del Manifiesto nos ayudaron a entenderla, un tiempo en el que pasaron muchas cosas, traumáticas y esperanzadoras, que cambiaron la historia y la política argentina.

Quien los hubiera leído, no podía ignorar la historia y al entrar al cuarto oscuro dejar de advertir que aunque ambos le parecieran malos, uno lo era mucho más. Se supone que el materialismo histórico y dialéctico incluye al realismo. En esta encrucijada política, ¿qué clase de realismo fue votar en blanco o impugnar el voto? Salvo que apostaran a acentuar las contradicciones para que “cuanto peor, mejor”. Salvo que hace rato estén practicando tiro e instrucción guerrillera en algún campo clandestino.

Mientras tanto, algarabía en la bolsa de Wall Street, en los pabellones de lesa humanidad, en los diarios Clarín y la Nación y las revistas Gente y Noticias, en los barrios privados... Euforia entre los Magnetto, Grondona, Pando, Legrand, Etchecopar, Giménez… Dime quién festeja y te diré quién eres.

Es que para la derecha es una oportunidad única, un “ahora o nunca”. Como el ejército realista que en 1810 armó el ex virrey Santiago de Liniers en esta Córdoba que ahora empujó a la presidencia al más popular representante de la oligarquía de la historia argentina. Para ella, Macri representa el atávico y postergado anhelo de un candidato electoral ganador. Eso que no lograron durante el siglo XX, cuando se veían obligados a golpear la puerta de los cuarteles para “congelar salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas”, como escribió Rodolfo Walsh.

Por eso este voto no solo sinceró una fractura, que no inventó el kirchnerismo, sino que obedece a la profunda y estructural injusticia social que existe en la Argentina desde su creación como país. Además, levanta un muro entre la riqueza y la pobreza, entre la política y la anti-política, entre la soberanía –imperfecta, limitada y contradictoria, pero soberanía al fin– y la obediencia debida al mercado global y las corporaciones, entre la solidaridad y el sálvese quien pueda, entre hermanastras caceroleras y cenicientas con Asignación Universal por Hijo.  

Así lo demuestra ese mapa electoral que tras el 22N muestra una Argentina igual a la camiseta de Boca Juniors –oh casualidad–, con una franja amarilla central que pinta a las provincias ricas –y Jujuy–, esas que así renuncian a financiar un país genuinamente federal, que así se niegan a sostener con la coparticipación a otras que ahora volverán a ser “inviables”. Más aún cuando el fallo de la Corte Suprema exime al macrismo del costo político que le depararía acatar el mandato de esa franja amarilla que no quiere compartir los beneficios del modelo de monocultivo y agronegocios, modelo que después del fallido intento de 2008 el kirchnerismo no pudo, no supo o no quiso desmontar.

Entonces, la mentada grieta es en realidad un muro que separa a la Argentina opulenta de la Argentina excluida, como el de la Franja de Gaza, como el de la frontera entre México y Estados Unidos, como el que levantará Europa tras los ataques del 13 de noviembre en París. Un muro intangible, pero real.

El 22N no triunfó el cambio, triunfaron los constructores de muros, económicos, políticos y culturales. Por eso, en vez de bailar la Noche Mágica de Tan biónica, Mauricio debería bailar The Wall de Pink Floyd, porque todo indica que él será otro ladrillo en la extensa pared de la injusticia social y la entrega nacional.

En el tango Los cosos de al lao, los vecinos bailan por el retorno de la piba y el bautismo de su purrete. En el escenario de los globos amarillos, los cosos bailan por el retorno del muro. Ojalá los pichones de cisnes negros aprendan (aprendamos) pronto a volar por sobre él.

Alexis Oliva
- Periodista -