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Miguel Rohrer ofreció hacerse un examen de ADN
Las dos caras del "francés"
Por | Fotografía: Gentileza Yanina Cubría.
Foto: Miguel Rohrer habló largo y tendido con los periodistas.
Lejos de la soberbia de su primera declaración, el empresario Miguel Rohrer se presentó ante el fiscal Daniel Miralles para que cotejen su ADN con las muestras halladas en la escena del crimen. Dijo que es inocente, tomó distancia de su relación con la familia Macarrón y minimizó su poder económico.
Publicada el en Crónicas

Casi una década después de su primera declaración en la causa Dalmasso, el sospechoso Miguel Rohrer (a) “el francés” enfrentó a la prensa sin la altanería que mostró en enero de 2007, cuando increpó a una periodista preguntándole si ella tenía amantes. Aquél exabrupto fue su forma de refutar los rumores que lo sindicaban como supuesto amantes de la víctima y lo llevaron a declarar como testigo ante el fiscal Fernando Moine –el inefable Javier Di Santo se había tomado vacaciones- en la Unidad Regional N° 9.

Altanero, provocador y soberbio, dijo que en la vida “había intereses” y prometió que llevaría adelante una investigación propia para saber quién lo había implicado en el crimen y así limpiar su buen nombre y honor. Sin embargo, al poco tiempo vendió su mansión en el country San Esteban, cerró las oficinas de la multinacional Del Monte y emigró definitivamente de Río Cuarto. En el historial de su Facebook –en el que practica un furioso antikirchnerismo- hay un prolongado paréntesis en blanco entre los años 2006 y 2009.

En enero de 2007, cuando no habían pasado ni dos meses del crimen de Nora Dalmasso, Rohrer relató ante el impávido fiscal Moine los pormenores de su increíble coartada, que incluye un azaroso periplo vehicular con pinchadura de cubierta, desabastecimiento de combustible y embotellamiento de tránsito por el show de Shakira en Buenos Aires. Los testigos que confirmarían su coartada -aquél viernes trágico estaba invitado a una cena a la que no asistió- son todos de entrecasa: su empleada doméstica, su esposa, su hijo y su nuera. “El francés” tampoco pudo probar que el automóvil Audi que tenía en aquella época –y que un testigo dijo haber visto dirigiéndose a Río Cuarto a toda velocidad la noche del crimen- estaba en una concesionaria de Buenos Aires para su venta.

La primera declaración del “francés” coincidió con el desembarco estelar del comisario Rafael Sosa y su troupe en la causa. Por orden del fiscal general de José Manuel De la Sota, Gustavo Vidal Lascano, se sumaron en esos días dos fiscales como auxiliares de Di Santo: Marcelo Hidalgo y Moine. El resultado fue la imputación e inmediata detención del “perejil” Gastón Zárate.

Una espontánea pueblada –el “perejilazo”- hizo que el juez de control dispusiera la inmediata libertad del perejil, que siguió imputado. Poco tiempo después se probó que la estadía en el coqueto Hotel Opera de Sosa y sus oficiales era solventada por el entonces vocero del viudo, Daniel Lacase; y que el “testigo clave” que  había sindicado a Zárate como el homicida, Carlos Curiotti, tenía un fuerte retraso cognitivo y había “confesado” tras permanecer horas encerrado y amenazado por los uniformados.

Los fiscales riocuartenses Walter Guzmán –hoy con un pedido de juicio político por su escandalosa actuación en el caso Sabena- y Julio Rivero –ascendido a fiscal de Cámara- se encargaron de que la operación política de la administración De la Sota no tuviera mayores consecuencias: Guzmán desactivó la causa por “apremios ilegales” –pese a que el juez de control rechazó su pedido de archivarla- y a Rivero lo asaltó una “duda insuperable” que frustró el procesamiento de Lacase, Sosa y compañía en la causa por “admisión de dádivas” del jefe policial.

Las sospechas sobre Rohrer se reactivaron en noviembre del año pasado, cuando el fiscal federal Enrique Senestrari envió a tribunales una serie de escuchas a ex agentes de la SIDE que indicaban que el “francés” –a quien mencionaban como “Bin Laden”- habría estado en las inmediaciones de la ciudad la noche del crimen.

Los sérpicos mediterráneos no podían salir de su asombro al constatar que, pese a la contundencia del informe de la empresa CTI que obraba en el expediente, Rohrer se explayaba a sus anchas relatando su increíble coartada sin que el fiscal atinara siquiera a interrumpirlo. Sugestivamente, los policías del área comunicaciones rechazaron el informe técnico de las antenas aduciendo que no se puede reconstruir el movimiento de un celular si no ha sido previamente intervenido. Un absurdo. Esos mismos policías policías –detalla el informe de Senestrari- serían imputados tiempo después en otra causa por falsificar órdenes judiciales para pinchar teléfonos.

Ante la prensa –y presumiblemente ante el fiscal-, Rohrer tomó distancia de la familia Macarrón –dijo que los veía tres veces al año como mucho-, negó tener llave de la casa de Villa Golf y se presentó como un productor agropecuario que “mete los pies en la bosta”. Desmintió categóricamente haber visto al pintor Gastón Zárate y expresó un curioso reclamo al periodismo: recuperar su apodo. “Soy el ruso Rohrer, no el francés”, aclaró ante la sorpresa de sus interlocutores quien fuera uno de los primeros sospechosos del crimen de Nora Dalmasso.

En un breve diálogo con la prensa al abandonar tribunales, el fiscal Miralles dijo que los testimonios que está tomando en estos días apuntan a consolidar la acusación contra Marcelo Macarrón, imputado por el “homicidio calificado agravado por el vínculo” de su esposa.

En su desesperación, los abogados del viudo apuntaron sus cañones contra el “francés” y enviaron a declarar ante Miralles al hijo y una prima de la víctima, que volvieron a presentar a Nora Dalmasso como una mujer infiel e insinuaron que tenía una relación extramatrimonial con Rohrer.

En los próximos días se sabrá si Miralles ordena la extracción de sangre del “francés”, como pidió la defensa de Macarrón, o lo imputa por falso testimonio y/o como partícipe necesario en base a las pruebas aportadas en noviembre último por la Justicia Federal de Córdoba y las que obran en el expediente desde enero de 2007.

Por ahora, el único imputado sigue siendo Marcelo Macarrón.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -