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Monzón, la biografía
EL HOMBRE Y SU REPERCUSION
Foto: Carlos Monzón fue el boxeador más grande de todos los tiempos.
Carlos Irusta, una de las plumas más lúcidas del periodismo especializado en boxeo, habla del libro que escribió sobre la vida del ex campeón mundial de peso mediano. Entre otras cuestiones, explica por qué considera al santafesino como el mejor púgil argentino de todos los tiempos.
Publicada el en Entrevistas

El 30 de julio de 2017 se cumplieron 40 años de la última pelea de Carlos Monzón. Quizá tenga que ver con eso. O tal vez con que el 8 de enero de 2018 se recordará un nuevo aniversario, el número 23, de la trágica muerte del ex campeón del mundo de peso mediano. Vieja manía del periodismo deportivo esa de pretender anclar toda publicación en la lista de las efemérides. Carlos Irusta (69), uno de los especialistas en boxeo más prestigioso del país, prefiere no darle tantas vueltas al asunto: “A veces las cosas se dan porque se dan, sin demasiadas explicaciones”, sostiene el autor de “Monzón, la biografía definitiva”, el libro que repasa la vida del púgil santafesino, ícono del deporte argentino y mundial de los años ‘70.

“Hacía rato que tenía ganas de hacerlo y unos amigos me presentaron un proyecto de Editorial Planeta, que quería sacar una colección de libros sobre personajes, entre ellos Monzón. Inmediatamente dije que sí”, afirma el hombre que se desempeñó en el semanario deportivo “El Gráfico” durante casi cuatro décadas (1975-2013) y que en la actualidad es columnista de ESPN y Radio La Red y director de la revista “Ring Side”.

-¿Qué es “Monzón, la biografía definitiva”?

-En realidad no creo que ninguna biografía sea definitiva, por lo que, en todo caso, la calificación más bien tiene que ver con un recurso promocional. No es un libro de boxeo, sino que es un libro sobre un boxeador. Abarca muchas cosas, ya que ubica a un personaje en un contexto histórico determinado, con todo lo que eso significa. Habla de un hombre que, habiendo sido boxeador, pasó del barro a los palacios de Montecarlo y del Madison Square Garden de Nueva York a la cárcel. Es una historia apasionante, con muchos condimentos que la hacen diferente a muchas otras, ya que también reúne pasión con conmoción.

-¿Sintetiza la historia de Monzón la parábola de la vida de la gran mayoría de los boxeadores?

-Yo creo que la historia de Monzón es mucho más grande que cualquier parábola. Por lo general, en el caso del boxeo, lo que vemos es un recorrido más o menos parecido en la mayoría de los protagonistas, que tiene que ver con un origen humilde, un ascenso y una caída que es producto del boxeo mismo, como puede ser el caso de (José María) Gatica. En esa coyuntura, casi siempre se vuelve a la miseria por la propia decadencia deportiva y por una mala administración de las fortunas que se amasaron. Pero en la vida de Monzón las cosas transcurren por caminos no convencionales: hay algunas de aquellas cosas recurrentes, pero también hay un homicidio, y luego hay un accidente… Es una historia diferente a todas las demás.

Deportista nacional

“Tengo muy presente una nota, para ‘El Gràfico’, que les hice a Monzón y Susana Giménez junto a Alberto Massi”, sostiene Irusta cuando la charla se vincula con Córdoba. Massi es un exboxeador nacido en San Luis, que desde muchos años vive en Río Cuarto y que ostenta la “chapa” de haber sido el último que le ganó a Monzón arriba del ring, el 9 de octubre de 1964 en el Córdoba Sport. Luego el santafesino se tomaría revancha con creces, ganándole a Massi otros tres combates –uno en Santa Fe, otro en San Francisco y el último nuevamente en el Córdoba Sport- y con el tiempo ambos irían dejando la rivalidad de lado para hacerse grandes amigos.

“En eso el boxeo es distinto al fútbol, donde se generan tremendas pasiones y uno termina deseando fervientemente que el otro pierda. Pero más allá de la historia con Massi y un par de peleas más, no hay muchas otras cosas que enganchen la trama de mi libro con Córdoba. Sucede que Monzón fue santafesino pero se convirtió en un deportista argentino a partir del triunfo ante (Nino) Benvenuti. Aquella victoria –el 7 de noviembre de 1970 en el Palazzetto dello Sport de Roma, por el título mundial, lo convirtió en un héroe muy grande, en una gran figura nacional”, argumenta Irusta.

-¿Fue Monzón el campeón mundial menos pensado de Argentina?

-Quizá hubo otros casos similares en la historia de nuestro boxeo, como el de Nicolino (Locche) con Paul Fují en Japón (12 de diciembre de 1968) o el de Carlos Baldomir ante Zab Judah en Estados Unidos (7 de enero de 2006), pero si vamos a los hechos Carlos no era un gran candidato. Benvenuti era realmente un gran campeón y estaba peleando en su casa. Los únicos que confiaban en que Monzón iba a ser campeón del mundo eran él, su entrenador Amilcar Brusa y el promotor “Tito” Lectoure.

-Aquel nocaut en el 12º asalto fue uno de los más impactantes de la historia del boxeo mundial.

-Uno no se cansa de ver las imágenes de la TV y sigue siendo impactante, porque Carlos lo llevó de un rincón al otro, lo fue acomodando para sacar el derechazo y cuando llegó la descarga fue un estallido en la cabeza de Benvenutti. Fue una mano tremenda. A tal punto que el italiano se desarmó en el ring como un muñeco al que le cortan los hilos.

-¿Fue Monzón el más grande boxeador argentino de todos los tiempos? Hay mucha gente del boxeo que pone en ese sitial al mendocino Pascual Pérez, que fue campeón mundial y campeón olímpico.

-Para mí Monzón fue el más grande, porque hay un tema que excede a los títulos, a las estadísticas y hasta a las cualidades técnicas. Los puristas del boxeo, obsesivos y minuciosos, dan cuenta de Pascual Pérez como el mejor púgil de la historia de nuestro país, pero yo creo que dentro del análisis  también hay que poner en la balanza la repercusión que tuvo el campeón. Quizá para muchos Tony Bennet fue más que Frank Sinatra o Carlos Gardel no haya sido el mejor cantante de su tiempo, pero hay que mirar más allá y analizar otras cuestiones. El hombre es él y su repercusión. Eduardo Mallea fue un gran escritor que tuvo nuestro país y es prácticamente un desconocido, mientras que Roberto Arlt escribía hasta con errores de ortografía y la gente se apasiona con él. En el fondo hay que tener en cuenta el todo. En una probeta, si analizamos como tiraba el jab de izquierda o como pegaba con la derecha, Pascual Pérez era impecable. Pero si analizamos en un contexto más amplio, no sé si estamos hablando del más grande boxeador argentino de todos los tiempos. Monzón tuvo siempre un rendimiento muy bueno y muy parejo. Y más allá de todo lo que generaba, fue extraordinario como boxeador y como campeón, a tal punto que es considerado como uno de los mejores pesos medianos de la historia.

El mito trágico

Cuando colgó los guantes, tras vencer por puntos al colombiano Rodrigo Valdez en el Stade Louis II de Montecarlo, Monzón sumaba 14 defensas exitosas de su título mundial y 100 peleas como profesional, con 87 victorias (59 por nocaut), 3 derrotas, 9 empates y una sin decisión. Su carrera pugilística había arrancado el 7 de febrero de 1963, en el gimnasio del club Ben Hur de Rafaela, con un triunfo ante Ramón Fernández. Más allá del boxeo, la vida del santafesino transitaría por los sets de filmación, los romances apasionados, las ostentaciones, los vínculos con figuras del Jet set internacional, los escándalos, los estrados judiciales y el descrédito popular, hasta que un accidente automovilístico lo convirtió en otro de los mitos trágicos argentinos. Aquel 8 de enero de 1995, Monzón volvía a la cárcel de Las Flores, donde cumplía la última parte de su condena a 11 años de prisión por el asesinato de su esposa Alicia Muñiz, ocurrida el 14 de febrero de 1988, ya que estaba con el régimen de salidas transitorias. Tenía 54 años.       

“Los argentinos tenemos esa curiosa costumbre de recordar las muertes y Monzón se sumó a la gran lista de muertes impensadas y trágicas que tiene la historia de nuestro país. Le faltaba muy poco para salir en libertad, estaba a punto de saldar su deuda con la sociedad. Lo habían condenado por el delito de homicidio simple, ya que en aquella época todavía no existía la figura penal del femicidio”, refiere Irusta.

-¿Cómo recuerda el día de la muerte de Monzón?

-La muerte de Monzón fue un impacto muy grande. Recuerdo que estaba en casa sin hacer nada, porque ya estaba de vacaciones, y me llama Osvaldo Ricardo Orcasitas, (periodista de la revista  “El Gráfico” que escribía con el seudónimo O.R.O. y que fue uno de los pioneros de la Liga Nacional de Básquetbol), quien me preguntó si estaba sentado. Recién cuando le contesté que sí, me dijo “Murió Monzón”. Le pedí  un tiempo para darme un baño y salir a la redacción porque sabía que iba a estar toda la tarde escribiendo. Empecé mi nota diciendo: “No derramé una lágrima por él, era un profesional y me hubiese entendido…”. No me puse triste. Tenía miedo que si salía de la cárcel no le fueran a perdonar que estuviera libre, aunque hubiera saldado sus cuentas con la ley, Pensaba que tarde o temprano alguien lo iba a provocar y que Carlos iba a terminar peor. Se le iba a hacer muy difícil seguir viviendo en el país con ese lastre. Al final Monzón murió en su tierra, y en libertad. No sé si Dios se apiadó de él.

-¿Cree que Monzón fue una persona feliz?

-Yo creo que nadie es feliz del todo en la vida. Seguramente lo habrá sido en las victorias arriba del ring, en su noviazgo con ‘Pelusa’ (Mercedes Beatriz García, la primera esposa del excampeón), en la crianza de sus hijos, en su romance con Susana (Giménez)… Pero terminar en la cárcel fue un final muy duro para él, más allá de que siempre dijo que era inocente y que no había matado a Alicia, aunque él sabía muy bien que no era así. Imaginate que Monzón se llevaba el mundo por delante, era el ‘número uno’, todos le rendían pleitesía, tenía siempre el mejor lugar en los mejores restaurantes, y de pronto tuvo que pasar a pedir permiso para ir a un baño o un patio, o hacer una fila para tomar un mate cocido.

Quedado especial

Además de presenciar grandes combates de la historia del boxeo (Leonard-Hagler, Alí-Spinks, Holyfield-Tyson, De la Hoya-Chavez, Maidana-Maiweather o Galíndez-Rossman), el periodista Carlos Irusta participó en las coberturas de los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987 y los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. También hizo una experiencia con el fútbol durante el Mundial de Francia 1998, integrando la redacción de “El Gráfico Diario”, que seguía al detalle las incidencias de aquel certamen que tenía una masiva presencia argentina en los medios de comunicación y no solo en los programas especializados, sino también en los noticieros de los principales canales de TV y hasta en los programas de entretenimiento.

“Nunca había trabajo en un diario, con la obligación de buscar algún tema, hacer una viñeta y entregarla en tiempo y forma. Yo tenía un programa de radio a media tarde, así que andaba con los tiempos justos y era todo un desafío. Formamos un pequeño equipo de trabajo, junto con un remisero, un productor y un fotógrafo, y la urgencia de buscar personajes y situaciones nos llevó muchas veces a lugares insólitos”. Aquella vez, Irusta fue uno de los pocos periodistas de su medio que estuvo afectado a la cobertura de la XVI Copa del Mundo de la Fifa pero trabajando desde Buenos Aires. Por ese motivo, firmaba su columna con su nombre y apellido y una llamativa leyenda: quedado especial. “La verdad es que nos pasó de todo, pero disfruté mucho aquella experiencia”, refiere Irusta, quien ahora disfruta de una inédita vivencia profesional: la presentación de “Monzón, la biografía definitiva” en diferentes lugares del país.

“Para mí es un mundo nuevo, ya que nunca había escrito un libro. Sí había publicado una recopilación de notas hechas para ‘El Gráfico’, que no tuvo mucha difusión y que prácticamente pasó inadvertida. Pero esta experiencia es diferente y la verdad es que la estoy pasando muy bien. Hicimos presentaciones en lugares emblemáticos como “El Quincho de Chiquito”, el restaurante de Santa Fe donde está el monumento a Monzón, con muchos exboxeadores y amigos. Y en Buenos Aires tuve la suerte de estar junto a Sergio ‘Maravilla’ Martínez, que hizo un esfuerzo enorme para poder acompañarme. En Córdoba compartí la presentación con dos tipos a los que quiero muchísimo, como ‘Falucho’ Laciar y ‘Martillo’ Roldán. En esos lugares surgen muchos recuerdos y anécdotas, a tal punto que ya podría escribir un segundo libro de Monzón con todo lo que fui cosechando”, destaca el autor.

-¿Y qué me puede decir del boxeo actual?

-La verdad es que no andamos bien. En el ámbito internacional tenemos a  Brian Castaño (campeón interino superwelter AMB), aunque en un segundo orden de expectativas; a Juan Carlos Reveco y a Omar Narváez, que ya están en el otoño de sus carreras (ambos tendrán nuevas chances mundialistas en 2018); y a Lucas Matthysse, al que le queda un poco más de tiempo. No hay valores en ascenso y las figuras son muy pocas.

Hugo Caric
- Periodista -