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Payamédicos
El poder de la risa
Por | Fotografía: Gentileza Lucía Goddin.
Foto: Los payamédicos procuran llevar alegría a los enfermos, mejorando su estado emocional.
Fundada en 2002 por el psiquiatra José Pellucchi, la organización Payamédicos se extiende por todo el país. En Río Cuarto, Patricia Menard y María Lucero coordinan a los voluntarios de la ciudad, que superan el centenar de anotados.Una actividad solidaria que apuesta a mitigar el padecimiento de los enfermos a través del humor y los juegos.
Publicada el en Entrevistas

Entre el silencio y la quietud, máquinas y cables, ambos blancos y jeringas puntiagudas, el paciente espera. Es todo lo que puede hacer. Espera que llegue el enfermero para que le suministre una nueva dosis del medicamento que calme el dolor o la visita diaria de un familiar cercano. Algunos esperan la hora de la muerte. El paciente aguanta. Aguanta no estar en su casa, la comida con mala fama del hospital, la incomodidad de ir al baño. De repente, alguien toca la puerta de la habitación. Por un rato, un grupo de personas vestidas de manera estrafalaria inundan de colores y fantasía esa monótona espera. Llegan los payamédicos.

Los payamédicos son un grupo de voluntarios que contribuyen a fortalecer la salud emocional del paciente a través de diferentes técnicas, basadas en el vestuario, los colores y las actividades que proponen durante la intervención. Los “payas” (mote que utilizan y prefijo de la mayoría de las palabras de su vocabulario) no son personas necesariamente relacionadas con la medicina. Y su trabajo es ad honorem.

En pleno centro de Río Cuarto, un miércoles por la noche, se realiza la primera reunión del año de los payamédicos de la ciudad. En contraste con lo colorido del atuendo de los “payas”, el encuentro se da en un edificio gris, casi sin luz y hasta un poco tenebroso. Allí, en un salón perteneciente a la Secretaría de la Juventud de la Municipalidad y minutos antes del comienzo de la reunión, están Patricia Menard (61) y María Victoria “Mariví” Lucero (27), formadoras de Payamédicos Río Cuarto.

Es común relacionar a los payamédicos con el hospital, pero las formadoras explican que también realizan intervenciones en otros espacios. En muchos casos su actividad no es del todo entendida. “Una vez nos invitaron al festejo del día de Reyes para que les repartiéramos regalos a los niños. Les explicamos que nosotros no regalamos nada, que no somos payasos ni hacemos animación. Lo nuestro es una técnica terapéutica. Algunos no lo entienden y hasta se enojan”, dice Lucero.

Produciente

Uno de los principales conceptos con el que los payamédicos guían su intervención está referido al paciente, quien es denominado como “produciente”. “La concepción que se tiene del paciente es que no puede hacer nada más que aguantar todo lo que venga, entonces nosotros hacemos que participe. Le proponemos juegos, cantos, bailes con las manos. Les preguntamos qué hacen, qué les gusta, y guiamos la intervención en torno a eso, por lo que tenemos que jugar mucho con lo espontáneo. Queremos que produzca, por eso lo llamamos produciente”, explica Lucero, mientras Menard saluda a la gente que ingresa al salón.

Al principio entran pocos, pero a medida que se acerca la hora de la reunión son más y todos la buscan a ella. “Mucha gente que comenzó el curso en otro momento, o que se inició con otro grupo, vuelve ahora y por eso ya me conocen”, cuenta Menard, risueña.

- ¿Por qué se unieron a Payamédicos?

- Patricia Menard: Siempre sentí que si tenía un tiempo podía ayudar en ámbitos como este. Mucha gente que se acerca nos cuenta que ha vivido una experiencia con un payaso, un payamédico, o alguien que los fue a visitar al hospital, o a algún familiar, y que eso los marcó, les dejó algo. Por eso vienen a conocer de qué se trata. Hay gente que incluso llega por recomendación de su psicólogo, otra que viene porque quiere ayudar a niños hospitalizados, pero ese es un gran foco de confusión. Nosotros no sólo trabajamos con niños, sino que abarcamos todas las edades.

- María Lucero: En mi caso tuve una mala experiencia en el hospital con un familiar, a tal punto que no quería saber nada con ese lugar. Decía que, si me tenía que morir sin ver a un médico, iba a hacerlo. Tiempo después una amiga me contó sobre un curso de Payamédicos en Córdoba y la acompañé. Me copó ayudar desde mi lugar a una persona que estuviera en una situación jodida, aunque después entendí que esto abarca mucho más.

Las dos mujeres se complementan en la organización de las actividades de los “payas”. La tranquilidad de Menard se amalgama con el ímpetu de Lucero. El fruto de su trabajo se puede apreciar durante las intervenciones, pero ese mundo fantástico tiene un antes y un después, en el que los payamédicos afrontan el mundo real. El choque ocurre, generalmente, con los miembros del hospital.

“Cada vez más la medicina tradicional reconoce la influencia de lo emocional en la salud, pero todavía es muy estructural. A veces nos encontramos con mucha rigidez. Te pueden decir que vayas, que el director del hospital está de acuerdo, pero cuando vas a comenzar la intervención te encontrás con que no te pueden decir qué tiene el paciente”, afirma Menard con resignación.

Antes de entrar a escena, los payamédicos buscan conocer la patología del futuro “produciente”. “Por lo menos necesitamos saber qué le duele, porque puedo llegar y proponerle un juego de fútbol imaginario y por ahí el paciente está enyesado en una pierna hace dos meses, entonces la intervención no sale bien”, cuenta Menard, ahora con indignación. Ambas formadoras coinciden en que quieren avanzar, pero les ponen trabas. De todas formas, siempre buscan lo positivo hacia adentro del grupo. Si hay un lugar complicado buscan la mejor forma de entrar.

Emociones

En la formación que ellas dictan se hace hincapié en el tratamiento de las emociones. “Lo que pasa en el hospital o en cualquier lugar de intervención, le pasa al ‘paya’ y no a nosotros. Tratamos de resguardarnos bajo la nariz y bajo nuestro vestuario. Cuando estamos cambiados, dejo de ser por un momento Mariví y me pongo en mi papel. Entonces todas las situaciones que se vivan ahí y que te hagan rememorar, quedan en el traje del ‘paya’. A mí me ha pasado de irme mal a mi casa por algo que pasó en ese momento, pero siempre lo trabajamos con el grupo de intervención”, cuenta Lucero.

El optimismo es fundamental en la intervención de los payamédicos. Ellos dejan de lado los problemas cotidianos, lo que se vive en la sociedad. Al entrar a la habitación inician una fantasía en la que los conflictos no rozan al “paya”. Tras saludar a una mujer con un bebé en brazos que llega a la reunión, Menard explica que el payamédico tiene que saberlo todo: “No existe el ‘no’ para los ‘payas’. Si el paciente pregunta algo, se le responde como sea. Por eso trabajamos mucho la espontaneidad y la naturalidad en la intervención y cuidamos mucho el lenguaje. Hoy en día usamos muchas palabras negativas para connotar algo bueno, como ‘mortal’ o ‘te cago amando’. ¿Por qué decimos eso? Es una cuestión que, aunque la tengamos incorporada, a la otra persona le puede afectar y nosotros tenemos que ser lo más positivos posible”.

Menard le pasa la palabra con la mirada a Lucero que, en un acto de coordinación que parece ensayado, explica el sentido de su vestuario: “No utilizamos colores muy oscuros ni pasteles. Siempre tenemos colores vivos e intensos. Eliminamos el rojo porque remitía a la sangre, pero lo seguíamos usando en la nariz. Hasta que un produciente lo remarcó, le llamó la atención que lo usáramos en el centro de la cara, y a partir de ahí se cambió”.

La fundación a nivel nacional de Payamédicos fue en 2002, de la mano del psiquiatra José Pellucchi, quien actualmente es el coordinador general. Diez años después, Menard realizó el primer curso dictado en Río Cuarto. El grupo inicial se desarmó y sólo quedó ella, pero con los años se sumó más gente. En 2015, Menard hizo el curso de formación. Lo dicta Pellucchi y consiste en una semana intensiva de capacitación en la que se brindan los lineamientos necesarios para adaptar la formación a distintos formatos.

Lucero realizó el curso de payamédico en 2014 y el de formación en 2017, en Buenos Aires. Recuerda que tenían actividades desde muy temprano hasta entrada la noche. “Es increíble, aprendés un montón. Se trabajan no sólo aspectos teatrales, sino también emocionales”, cuenta la joven formadora.

Payapasos

Para realizar una intervención, los payamédicos pasan por una serie de etapas ya establecidas, que deben cumplir sí o sí e implican situaciones antes y después de encontrarse con el paciente/produciente.

La primera etapa es el “payapase”: todavía sin su vestuario, recolectan toda la información que puedan sobre el paciente. Dependen en gran medida de la predisposición que muestran los enfermeros o médicos del hospital para dar esa información. Se centran en buscar patologías, dolores y sensaciones del paciente.

La segunda etapa es la “payaintervención”: una vez que tienen la mayor cantidad de datos posibles, se procede a la puesta en personaje. Cuando están cambiados, entran en escena y realizan la intervención.

La tercera etapa es el “payabalance”: se realiza inmediatamente después de terminar la intervención y de sacarse el traje de “payas”. Dejan por escrito todo lo que pasó dentro de la habitación o del lugar donde se llevó a cabo la intervención, desde lo que hizo y dijo el produciente hasta lo que sintió cada uno de los payamédicos que fueron parte. De esta forma tienen toda la información para pasar a la cuarta etapa.

La última etapa solía llamarse “desdramatización” pero, en función de eliminar los elementos negativos del lenguaje, pasó a llamarse “payagrafía”: consiste en aplicar distintas técnicas -como por ejemplo el dibujo- en las que se pueda canalizar lo que se vivió durante la intervención y poder comunicar las emociones. Puede realizarse un día diferente al de la intervención, pero tiene que ser con el grupo que estuvo con el produciente, ya que lo que sintió un “paya” puede haberle pasado también a otro. Esta etapa solía contar con la presencia de un psicólogo o un psiquiatra -que podía ser o no payamédico-, pero hace tres años Pellucchi integró estas técnicas a los cursos de formación y desde entonces son los mismos “payas” los que las realizan.

En minutos el salón se llena. Cada persona que entra saluda a Menard y algunas también a Lucero antes de buscar asiento. La mayoría son mujeres, pero de edades diversas. Varias llegan acompañadas de sus hijos. Actualmente hay 107 payamédicos anotados en Río Cuarto, pero a las convocatorias no asisten más de 15. El compromiso grupal será uno de los ejes centrales a tratar en la reunión que está por comenzar. Menard se para frente a todos, saluda y con voz serena y dulce, dice:

- Bienvenidos a la primera reunión del año de Payamédicos Río Cuarto, espero que estén todos muy bien.

Bruno Aricó
- Estudiante de Comunicación Social -