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Fútbol y política
¿A qué juegan los gobernantes?
Por | Fotografía: Internet
Foto: La presidenta Cristina Fernández terminó con el monopolio de la televisación del fútbol codificado.
De Rivadavia a Cristina, la relación entre los políticos y el deporte en un repaso lleno de anécdotas y curiosidades.
Publicada el en Crónicas

Al lado del sillón que heredaría su nombre, Bernardino Rivadavia siempre solía tener a mano un tablero de ajedrez. Los testimonios de la época aseguran que el primer presidente argentino (1826-1827) dedicaba bastante tiempo a mover peones, caballos, torres y alfiles, aunque el paso del tiempo dejaría bien en claro que su deporte favorito fue firmar onerosos y desfavorables empréstitos, como el que siendo ministro de Gobierno de Buenos Aires acordó con la compañía británica Baring Brothers, por la friolera de un millón de libras, y que recién sería saldado 80 años más tarde.

Un siglo después, en la localidad bonaerense de Benito Juárez, otro Bernardino Rivadavia irrumpiría en el mundo del automovilismo. Era Juan Manuel Fangio, quien en su juventud apeló a ese seudónimo para evadir el permiso paterno e iniciar con un auto prestado, al que le terminó fundiendo el motor una vuelta antes de ver la bandera a cuadros, una extensa y gloriosa carrera que lo consagraría quíntuple campeón de la Fórmula 1.

Volviendo a los gobernantes, habría que esperar hasta comienzos del Siglo XX para vincularlos más estrechamente con el deporte, más allá del interés que Domingo Faustino Sarmiento demostró por los partidos de pelota vasca, aunque sin asistencia perfecta, mientras ejerció la primera magistratura entre 1868 y 1874.

A Julio Argentino Roca, responsable del exterminio de los aborígenes en la Patagonia bajo el eufemismo de conquistador del desierto, le quedó “la chapa” de primer presidente en ejercicio que presenció un partido de fútbol en nuestro país. Fue el 26 de junio de 1904, en la cancha del Club Sociedad Sportiva y ante 8 mil espectadores, cuando el Southampton de Inglaterra goleó 3-0 al mítico Alumni de los hermanos Brown. También se ganó el mote de “instigador del primer acto oficialmente conocido de soborno en el fútbol”, que le confirió el periodista deportivo Dante Panzeri al aludir a un partido amistoso que un seleccionado argentino jugó en Río de Janeiro ante un combinado local, para conmemorar un aniversario del Grito de Ipiranga. En el entretiempo de aquel encuentro, que los jugadores visitantes ganaban claramente, Roca bajó hasta el vestuario y dijo: "Muchachos, hay que ser más diplomáticos...”. Jorge Gibson Brown, el capitán del elenco argentino, sería el encargado de poner las cosas en su lugar: “Disculpe, Presidente, pero una cosa es la política y otra cosa es el deporte”. El resultado no sufriría modificaciones.

Roca (1980-1986 y 1898-1904) también fue creador de la Sociedad Hípica Argentina y socio fundador del Tiro Federal Argentino –cuyo primer presidente fue Aristóbulo del Valle, uno de los pilares de la Unión Cívica Radical– junto a varios hombres que también ejercieron la primera magistratura del país: Roque Sáenz Peña, Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini y Marcelo T. de Alvear.

En el caso de Pellegrini también sobresalieron la afición al billar y la pasión por el turf. Fundador y primer presidente del Jockey Club, el Gran Premio más importante del calendario hípico argentino lleva su nombre desde 1887.

De José Evaristo Uriburu (1895-1898) se sabe que fue un gran impulsor de la esgrima. Y de Manuel Quintana (1904-1906), que tuvo el privilegio de ser uno de los primeros miembros del Comité Olímpico Internacional (COI). A José Figueroa Alcorta (1906-1910) se lo emparenta con el fútbol y se lo recuerda por haber invadido el campo de juego, junto a cientos de personas, cuando Alfredo, otro de los hermanos Brown, anotó el tanto de la victoria del representativo de  Argentina ante su similar de Sudáfrica, en un encuentro de camaradería. Según el escritor Osvaldo Soriano, “Figueroa Alcorta, con su actitud, marcó la primera vez que un presidente usó al fútbol para acercarse al pueblo”.

A Hipólito Yrigoyen, en cambio, no se le conocen mayores antecedentes en la materia, aunque el deporte sin dudas marcaría a fuego su existencia: su padre murió presenciando un partido de pelota vasca, mucho antes de que él llegara a hacer doblete en el  sillón presidencial (1916-1922 y 1928-1930).

Marcelo T. de Alvear, primero antecesor y después sucesor de Yrigoyen, fue denominado por el periodista Ariel Scher como “el sportsman argentino”. Entre otras múltiples actividades, Alvear (1922-1928) practicó esgrima y tiro, y también participó en la primera competencia automovilística que se realizó en el país, en 1901. Aquella vez se quedó con las ganas de cruzar la meta victorioso, aunque tras la carrera se dio el gusto de ganarle un improvisado mano a mano al aviador y estanciero Aarón de Anchorena.

“Dale campeón”

El primer quiebre institucional en el país llegó inmediatamente después de la primera Copa del Mundo de la Fifa, y lo que vino después, la denominada “Década Infame”, coincidió con los tiempos de la profesionalización del fútbol y de otras prácticas deportivas en el territorio argentino. Pero tuvieron que pasar dos décadas, hasta las primeras presidencias de Juan Domigo Perón (1946-1955), para que gobierno y deporte empezaran a tener un vínculo más estrecho.

Durante su formación en la Escuela Militar, el creador del Partido Justicialista había practicado gimnasia, esgrima, atletismo, fútbol y boxeo. Ya como mandatario y “Primer Deportista” mantendría un estrecho contacto con los más destacados representantes de las disciplinas más populares, traería a la Argentina la edición inaugural del Mundial de Básquetbol (1950) y los primeros Juegos Panamericanos de la historia (1951), y pondría en marcha un ambicioso plan de formación deportiva a través de los denominados “Juegos Evita”. Así como en su primera gestión financió las campañas de los pilotos Juan Manuel Fangio y José Froilán González en las pistas europeas, de su último mandato (1973-1974) se recuerda el viaje relámpago que hizo desde la Residencia de Olivos hasta el Autódromo de Buenos Aires cuando le avisaron que Carlos Reutemann estaba a punto de ganar la competencia de Fórmula 1. Aquella vez “el Lole” se quedaría sin nafta a dos vueltas del banderazo final y recibiría como premio consuelo una lapicera de manos del mandatario nacional, con la que años después firmó el acta de su primera asunción como gobernador de Santa Fe.

Remiten a la figura de Perón el logotipo del Mundial ’78 –la dictadura militar intentó cambiarlo cuando advirtió que estaba inspirado en el gesto típico del “General” con sus brazos abiertos, pero la Fifa se opuso por motivos comerciales- y el cántico de “dale campeón, dale campeón” que cada tanto resuena en las tribunas con los inconfundibles acordes de la marcha peronista.

Arturo Frondizi, el presidente constitucional que sucedió a la llamada Revolución Libertadora (1958-1962) fue el primero en llegar al sillón de Rivadavia con un pasado de futbolista federado. Quienes lo habían visto defender los colores de Almagro en la década del ’30, inclusive llegando a integrar el banco de suplentes del equipo de primera, acreditaban sus dotes de marcador central “tiempista” y lo recordaban jugando con una boina al estilo de Severino Varela, el mítico delantero uruguayo que jugó para Boca Juniors en los albores del siglo pasado.

En el caso de Arturo Humberto Illia (1963-1966) es conocido que las corporaciones que apuntalaron su derrocamiento se esmeraron en exponerlo ante la sociedad como un presidente “lento”. Como parte de esa campaña de desprestigio hasta se lo llegó a emparentar con la imagen de una tortuga. Pero muy pocos saben que, paradójicamente, el dirigente radical descolló como un veloz wing izquierdo cuando estudiaba Medicina en la Universidad de La Plata y defendía los colores del Club Atlético Estudiantes. Muy identificado con Talleres de Córdoba, en sus últimos años de vida el ex mandatario nacido en Pergamino y radicado en Cruz del Eje solía asistir con asiduidad a La Boutique de barrio Jardín o al Estadio Córdoba para presenciar los partidos que protagonizaba el elenco albiazul. Otro que anduvo por las canchas cordobesas, pero en este caso jugando al rugby, fue Héctor Cámpora, quien ejerció la presidencia entre el 25 de mayo y el 13 de junio de 1973, y cuya prematura renuncia allanó el camino hacia un tercer mandato de Perón. “El Tío” se dedicó a “la ovalada” mientras era estudiante de Odontología de la Universidad Nacional de Córdoba, y en el Club Atlético Universitario, el mismo que años atrás había albergado en sus equipos de fútbol a un juvenil delantero que después descollaría en la política provincial, Amadeo Sabattini. La institución de barrio Observatorio también quedaría en el recuerdo de otro político cordobés, Fernando De la Rúa, quien en sus tiempos de Presidente de la Nación  (1999-2001) llegó a declarar su simpatía “por un club de mi provincia que no existe más”, lo que generó el asombro y el enojo de los simpatizantes de la entidad que sigue vivita y coleando, y que tiene una escuela modelo de deportes.

Tiempos modernos  

“Juega al tenis, baloncesto, fútbol y tenis de mesa. Practica boxeo y aprende a jugar al golf. Corre carreras de automóviles, pilotea aviones y acompaña al campeón de motonáutica... En los descansos de su intensa actividad deportiva, Menem atiende los problemas y las razones de Estado”. En su edición del 6 de noviembre de 1989, con el título “Carlitos deportista”, el diario El País de Madrid le dedicó un extenso artículo al que fue quizá el costado más frívolo del entonces presidente de los argentinos. Eran épocas en que el deporte le caía como anillo al dedo a la política del “pan y circo” que se instrumentó durante los últimos ’90, en otra década para el olvido. Por entonces era habitual ver al primer mandatario nacional tirando paredes con Diego Maradona, jugando al basquetbol con “el Gigante” Jorge González, improvisando raquetazos junto a Guillermo Vilas y Gabriela Sabattini, despuntando el vicio con el golfista Roberto De Vicenzo o compartiendo marquesinas con el automovilista Carlos Reutemann o el motonauta Daniel Scioli, a quienes luego sumaría  a la grilla de los que corren la carrera política. Algo así como el sueño del pibe para quien en sus años de estudiante de Abogacía en la capital cordobesa apenas había sido discreto base del quinteto de basquetbol de General Paz Juniors y entusiasta arquero de fútbol en San Lorenzo, el equipo de “Los Turcos”.

Este estrecho vínculo con el deporte quizá haya sido para Menem el único punto de contacto con la figura y el ideario de Perón. Más allá de que el riojano también haya tenido sus propios Juegos Panamericanos y de su debilidad por el basquetbol, que se manifestó en el decidido apoyo a Andino, “el equipo del presidente”, que en la temporada 1995/96 llegó a tener en sus filas a un pibe que prometía: Emanuel Ginóbili, actual figura de San Antonio Spurs en la poderosa NBA estadounidense.

De Raúl Alfonsín (1983-1989) no se conoce mucho más que su simpatía por Independiente de Avellaneda, clave para que el ídolo de esa institución, Ricardo Bochini, consiguiera a último momento su pasaje para México ’86 con el seleccionado argentino. Mientras que Eduardo Duhalde (2002-2003), reconocido hincha y mecenas de Banfield, llegó a participar en forma esporádica de algunos partidos de fútbol a beneficio durante su gestión como gobernador bonaerense, pero no acredita un legajo deportivo con demasiadas fojas: apenas registra un lejano pasado de bañero en una pileta de Lomas de Zamora.

A Néstor Kirchner (2003-2007), por su parte, se le reconoce haber sido un entusiasta pivote del equipo de basquetbol escolar y de la selección de Río Gallegos en su juventud. “Jugaba mal, pero era el personaje del equipo”, supo confesar uno de sus ex compañeros del Colegio Nacional. En Santa Cruz todavía recuerdan al ex presidente ejecutando los tiros libres de espalda al aro y un tackle que, estando en el banco de suplentes, la hizo a un jugador del combinado de Punta Arenas que marchaba con “la naranja” en busca de una segura anotación. Ese sería su mejor aporte.

Sobre su esposa y sucesora, Cristina Fernández, apenas consta en actas un efímero paso como socia del Jockey Club de La Plata en sus épocas de adolescente, aunque sin que se haya dedicado a alguna actividad deportiva específica. Sí es conocida la simpatía que la actual presidenta le profesa a Gimnasia y Esgrima, un legado de su madre, Ofelia Wilhelm, quien llegó a ser candidata a dirigente del club platense y en un tiempo solía reunirse asiduamente con Pedro Troglio, el entrenador del equipo de fútbol, para darle sus opiniones y consejos antes de cada partido.

El año pasado, Cristina dio el puntapié inicial del partido que inauguró el nuevo estadio de Deportivo Morón, y también rechazó la iniciativa de la dirigencia de Crucero del Norte, que iba a bautizar con su nombre el estadio de la localidad misionera de Guarupá. Hacía rato que ya había entrado a la cancha, para darle forma al “Fútbol para Todos”, la sociedad Deportes-Estado en formato televisivo.

Hugo Caric
- Periodista -