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#GustavoMorello
"El tatuaje funciona como un altar humano"
Foto: Gustavo Morello, estudioso de los comportamientos humanos vinculados a la espiritualidad.
Jesuita y doctor en Ciencias Sociales, Gustavo Morello investiga las prácticas religiosas en las sociedades. Radicado en Estados Unidos desde hace más de diez años, este teólogo cordobés estudió el impacto de la revista “Cristianismo y Revolución” en los años ´60 y el secuestro de seis religiosos durante el terrorismo de Estado en Argentina. Actualmente da clases de sociología en el Boston College y estudia el tatuaje como símbolo de religiosidad.
Publicada el en Entrevistas

Gustavo Morello dedicó su maestría en Ciencias Sociales (UNC) a “Cristianismo y Revolución”, una revista publicada entre 1966 y 1971 que funcionó como una suerte de catalizador intelectual de los católicos que se incorporaron a Montoneros. “Es interesante porque en Estados Unidos vos tenés el derecho constitucional de armarte y nosotros en Argentina no lo tenemos; entonces tenés que justificar que te armás contra el Gobierno de alguna forma. Y ‘Cristianismo y Revolución’ jugó ese papel de legitimación de la lucha armada para ciertos sectores cristianos”, cuenta Morello.

Cuando le llegó el turno de hacer el doctorado, el jesuita abordó la temática Iglesia y dictadura: el catolicismo y el terrorismo de Estado. “Trabajé en el caso de los misioneros de La Salette, una parroquia que creo que sigue existiendo y en donde secuestraron a cinco curas y una monja. Tomé ese caso para mostrar un poco cómo los católicos reaccionan frente al terrorismo de Estado y a partir de allí me fui metiendo con la práctica religiosa de la gente. Aquello terminó convirtiéndose en el libro: “Dónde estaba Dios. Los católicos y el terrorismo de estado en la Argentina de los setenta” (Ediciones B), un libro de divulgación publicado en 2014 en castellano y al año siguiente en inglés”.

Hoy, con la mirada puesta en lo que la gente hace y no tanto en lo que las instituciones dicen y mientras sigue explorando el panorama religioso en Latinoamérica, se aboca al estudio de los tatuajes como religiosidad.

- ¿Cuándo empezaste con el estudio de los tatuajes como símbolo religioso?

- En 2018. Ese año publiqué el primer texto sobre tatuajes en un artículo que se llamó I’ve got you under my skin (Te tengo bajo mi piel), a partir de una investigación en la que le pedíamos a la gente que nos trajera objetos o elementos que los hacían conectar. El artículo apareció en la revista europea Social Compass, una de las líderes en sociología de las religiones. Y ahí aparecieron los tatuajes como religiosidad, pero religión en un sentido amplio, no institucional.

- ¿Qué tatuajes aparecieron?

- Muchísimos nombres o iniciales, dibujos infantiles como el primer dibujo de un hijo y cosas así.

- ¿Ellos le daban un sentido religioso?

- Sí. Los nombres eran nombres o iniciales de personas muertas. Si sos materialista y no crees en nada, se termina todo con la muerte y no hay necesidad de conectar. Pero si conectas es que hay algo, no importa cómo lo quieras llamar. Esa otra cosa diferente a la ordinaria y a la vida cotidiana, desde la sociología la considero religiosa Luego están las imágenes obvias: la cruz, la virgen.

- ¿Sobre qué universo trabajaron la muestra?

- La más grande fue sobre unas 80 personas en tres ciudades -Lima, Córdoba y Montevideo- en cuatro grupos: católicos, cristianos no católicos, no cristianos y no afiliados. Las clases sociales fueron media alta y baja y un grupo etario de entre 18 y 60 años. De esa muestra, 20 estaban tatuados, en general personas de entre 20 y 30 años; mitad varones y mitad mujeres. El orden de los más tatuados era: no afiliados, católicos y por último de otras religiones, que es un poco la tendencia global cuando se mide el tatuaje religioso. La gente no afiliada tiende a tatuarse más que los católicos y los católicos, más que los evangélicos.

- ¿Por qué se tatúa alguien que no profesa una religión? 

- Justamente el tatuaje tiene esa versatilidad. Cuando hablamos de no afiliados, ahí entran por supuesto ateos y agnósticos, pero cada vez entra un grupo más grande de gente que cree en algo, aunque no se identifica con una iglesia. Y para ese grupo que cree en algo pero no se identifica, el tatuaje es perfecto, porque es algo que muestra un grado de espiritualidad.

- Como si llevaras colgada una cruz.

- Es que si vos tenés colgada una cruz, el otro asume que sos de una familia cristiana. El tatuaje es interesante para los no afiliados porque les permite mostrar su interioridad. Es un elemento de comunicación. Incluso los tatuajes íntimos son para que alguien especial los vea. En ese sentido creo que para los no afiliados es una forma de hablar de su vida espiritual pero que no necesariamente está asociada a una confesión. Por supuesto que el tatuaje es fundamentalmente una decisión estética, algo que te gusta y por eso te lo hacés. No digo que todos los tatuajes sean religiosos, pero sí que hay una buena parte de los tatuajes que tienen un significado, que son importantes para las personas y dentro de ese grupo hay una parte que tiene una conexión con algo más allá.

- Hiciste también encuestas en el colegio donde das clases.

- Sí. Con un grupo de alumnos del Boston College hicimos una encuesta en la Universidad preguntando si tenían algún tatuaje y pidiendo que mandaran fotos. 90 chicos mandaron fotos y entre ellos hicimos 30 entrevistas.

- ¿Con qué resultados?

- A la hora de publicar nos dimos cuenta que había muy poco escrito sobre tatuajes de mujeres, porque el tatuaje estaba muy asociado a lo masculino. Así que trabajamos con la parte femenina de la muestra, que eran 45 encuestas y 14 entrevistas. Con eso hicimos un paper que salió publicado como Women, Tattoos, and Religion: an Exploration into Women’s Inner Life (Mujeres, tatuajes y religión: una exploración de la vida interior de las mujeres). Lo interesante fue que las chicas, alumnas y profesoras de aquí, negociaron los tatuajes con sus familias o parejas. Algo que no vimos registrado en las entrevistas con varones.

- ¿También estás investigando tatuadores?

- Sí, porque ellos son quienes medían en esto del tatuaje como símbolo. Contactamos a doscientos tatuadores de distintas partes del mundo. Hay un tatuador en España que hace tatuajes Cofrade, es un artista que viene de las Bellas Artes. Hoy ha mejorado mucho la calidad de los tatuajes. Son tatuajes de doce horas, con mucho detalle, y es interesante porque ese es más o menos el tiempo de la marcha de los cofrades. Las personas van, él pone la música de las marchas de Semana Santa, prende un incienso cuya fragancia depende de la imagen que se va a tatuar la persona, porque cada imagen tiene un olor en particular. Es increíble: vos entrás y es Semana Santa.

- ¿Qué es lo que más se tatúan ahí?

- Bueno, van personas de distintas cofradías y se tatúan las imágenes de la Semana Santa. Cuando estuve ahí, en Málaga, un hombre de unos 40 años se tatuaba la Virgen de la Esperanza de Triana y el Señor de la Paciencia en la pierna. Son imágenes súper barrocas, con puntillas, lágrimas y corona de espinas.

- Además de Málaga, ¿has estado en otros lugares? 

- Sí, Loreto. Pero es otra cosa distinta.

- ¿Por qué?

- En la tradición cristiana, Jesús muere en la cruz el Viernes Santo, cuando resucita la prueba de que era el resucitado es que tenía las marcas de la cruz. En latín las marcas se llamaban estigma, no había palabra para tatuaje. Los primeros cristianos perseguidos y esclavizados por Roma empiezan a ser tatuados por el Imperio, pero al mismo tiempo los cristianos empiezan a decir: yo también tengo los estigmas de Cristo porque si Jesús recibió los estigmas en la Cruz, yo recibo los estigmas del Imperio romano. A mediados del siglo II ya empieza a haber registros de cristianos que se tatuaban para honrar las marcas de Jesús y muchos lo hacían en Semana Santa, en Jerusalén.

- ¿Qué se tatuaban?

- Una cruz en la muñeca, la estrella de Jerusalén. En Belén empiezan a hacer tatuajes con tres coronas y una estrella, por los tres reyes y la estrella de Belén; y hay documentos del 450 que hablan de los cristianos que se tatúan en nombre de Dios. Entre el 900 y el 1100, cuando Las Cruzadas empiezan a ir a Tierra Santa, muchos vuelven tatuados a Europa. Y en Jerusalén esto sigue porque hablé con alguien ahí que dice que su familia está tatuando en Jerusalén desde hace 800 años; él es la generación número 27 de tatuadores. Ahora no puede tatuar por la guerra, entonces está girando por Europa y sus hijos están haciendo tatuajes de peregrinación, que son los que se hacen en no más de media hora.

- ¿Y por qué vas a Loreto?

- Cuando Jerusalén cae bajo el imperio otomano, con los turcos, los príncipes cristianos dicen: no podemos seguir mandando gente que peregrine a Jerusalén, entonces validaron montañas con iglesias en Italia. Y en muchas de estas montañas empezaron con los tatuajes. Pero luego se prohíbe porque los días de fiesta el talabartero del pueblo sacaba el banquito a la calle y te tatuaba con la misma herramienta con la que hacía los zapatos, limpiaba las cosas con saliva y usaba hollín en vez de tinta. Cuando empezaron a tener cierta noción de la higiene dijeron “esto hay que prohibirlo”. La Municipalidad de Loreto en 1861 prohíbe el tatuaje, pero la gente se seguía tatuando. Y esto sigue hasta 1950 aproximadamente. Lo sé porque estuvimos tres días entrevistando a un tatuador que recupera un poco esta tradición del tatuaje de peregrinación.

- Y de ahí te fuiste a México.

- Sí. En México está Santa Muerte. Y lo que dice la mayoría de los autores que trabajan con esto es que una de las cosas particulares del culto es el tatuaje. Santa Muerte tiene muchas cosas muy parecidas al catolicismo, de hecho mucha gente que venera a Santa Muerte es católica.

- Pero el catolicismo se opone a Santa Muerte.

- Sí, porque es un santo vengativo. Yo estuve en las celebraciones y la gente pide venganza. Pero más allá de lo que las instituciones digan, la gente católica va y se hace un tatuaje de Santa Muerte. La mayoría de los devotos son de una población vulnerable, que sufre la injusticia del sistema, que están olvidados por el Estado, son maltratados, no pueden reclamar justicia. Y una cosa interesante es que mientras más grande es el favor, más dolorosa debe ser la parte del cuerpo donde se hace el tatuaje.

- Muy del catolicismo eso.

- Todas las religiones tienen una parte ascética: el ayuno, la abstinencia o el no comer cerdo, entre judíos y musulmanes. El tatuaje es una práctica ascética, también es una práctica de control corporal. Tiene uno o dos años de discernimiento, que es una virtud religiosa, además es penitencial por esto del dolor y es para toda la vida. Y lo otro que tiene el tatuaje y que tienen las religiones es que te ayudan a contar tu historia porque con el tatuaje marcás hitos en tu vida. En los cuerpos de la gente no hay diferencias de religión, la gente se conecta con todo ahí. El tatuaje funciona entonces como un altar.

- Y estás en un proyecto sobre tatuaje y Derechos Humanos.

- Sí, pero está en una etapa muy germinal aún. Lo estamos trabajando con Mariana Tello, que es una antropóloga cordobesa. La conocí en La Perla y hace unos años me contactó porque ella había empezado a trabajar historias de aparecidos en los Centros de Detención, Campo de la Ribera, el cementerio San Vicente. Hay muchas historias populares que hablan de ver aparecer a los desaparecidos. Yo le comenté lo de los tatuajes y ahí empezamos a trabajar.

- ¿Desde dónde están encarando el proyecto?

- Para mí es la conexión con los difuntos. Para Mariana es la forma en que la memoria persiste, sigue apareciendo. Ella está contactando a familiares de desaparecidos que tienen algún tatuaje y ahí aparecen cosas como los nombres de los desaparecidos, imágenes como la estrella del ERP, pañuelos de Abuelas, flores de No me olvides, dibujos que había hecho algún desaparecido. Imágenes que son como un memorial vivo del cuerpo que no está. Esto de que tu cuerpo tenga de alguna manera al cuerpo que no está. Es una cosa muy potente para explorar porque en muchos de los casos estas familias no han recuperado los restos, no saben dónde están, entonces sigue sin haber un lugar, una tumba; y el cuerpo se transforma en ese lugar. Creo que hay una cosa muy fuerte del tatuaje como memorial, que permite manejar los duelos.

Guillermina Delupi
- Periodista -