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#Malvinas
El héroe que defendió la patria y se fue a dormir
Foto: José María González (abajo, segundo de derecha a izquierda) posa con su compañía en las islas Malvinas.
José María González, veterano riocuartense de la guerra de Malvinas, relata su experiencia en las islas, donde el frío, el hambre y la falta de apoyo dejaron una huella permanente en su memoria.
Publicada el en Entrevistas

Es jueves por la mañana, del sol no hay rastros y el invierno se puede notar en las camperas abrigadas, gorros y bufandas de lana de los riocuartenses. En la Agrupación de Veteranos de Guerra de Malvinas “Virgen del Rosario” la calefacción está encendida. Los minutos pasan y con el abrigo el calor se empieza a sentir. “Que frío hace afuera”, es el comentario que más se escucha. “¿Frío? Frío hacía en Malvinas”, comenta, entre risas, José María González, ex combatiente y veterano de la Guerra de Malvinas.

Cuadros, diplomas, retratos, las pinturas, fotografías y medallas destacan el comedor de la Agrupación. Una mesa en el centro es testigo de todos los recuerdos de Malvinas que surgen en las noches de asado de cada viernes por parte 12 veteranos riocuartenses. Cada noche, un relato nuevo.

En 1982, la inseguridad no era un problema para la familia González. A las cuatro de la mañana, la puerta sin llave, un joven entró a su casa y se acostó en su cama a dormir. No volvía de un boliche, ni estaba borracho. Volvía de defender a la Patria en Malvinas. El nombre de ese joven es José María González, ex veterano de guerra que hoy recuerda con la misma naturalidad aquél extraño regreso al hogar:

- A la mañana me desperté con los gritos de mi madre diciéndole a mi padre que alguien se había metido a mi cama. No sabían que era yo - relata entre risas - Entra a mi pieza, me destapa y cuando ve que soy yo, se larga a llorar, pobrecita. Ese fue un momento inolvidable- agrega con una sonrisa y los ojos llorosos.

Un pibe de 18 años que se va a defender la patria arriesgando su vida merece un recibimiento con  honores. Pero los soldados argentinos volvieron de Malvinas en silencio y salieron como  pudieron de los cuarteles. El soldado José María, por ejemplo, volvió a su casa haciendo dedo en la ruta:

- Cuando nos dan la baja, a un grupo nos llevan hasta Bahía Blanca, llegamos a la mañana, cerca del mediodía. Nos largaron ahí, solos. Teníamos que esperar un tren que a la noche iba para Buenos Aires, y de ahí nos llevaba a Villa María. Pero con cuatro compañeros nos vinimos a dedo desde Bahía Blanca. Diferentes personas nos llevaron un trecho, otro trecho, hasta que llegamos acá.

- ¿Cree que los argentinos les hemos dado un reconocimiento adecuado?

- Sí, de parte de la gente sí. Siempre el reconocimiento que nos dieron fue y es muy adecuado. Somos invitados a actos en colegios y a dar charlas. La gente siempre fue muy buena. Tratamos de inculcar Malvinas todo el año, no en alguna fecha únicamente. Esta tarea nos la facilitó el Museo.

Una encuesta reciente de la consultora Zuban Córdoba  detectó que más del 90% de los argentinos considera que se debe seguir reclamando la soberanía argentina en las Islas Malvinas.

Este reconocimiento popular suele contrastar con la actitud de algunos gobiernos. José María recuerda como una herida abierta el destrato de la dictadura de Leopoldo Fortunato Galtieri, el General que los llevó a la guerra. Antes de llegar a las Islas, el Estado se hizo invisible ante los jóvenes soldados: un dos de febrero José María fue trasladado a Córdoba Capital pensando que allí haría el servicio militar, pero lo subieron a un avión en el aeropuerto “Pajas Blancas” y aterrizó en Comodoro Rivadavia.

Allí, por primera vez, sintió el frío intenso: reemplazó las mangas cortas por mantas y ponchos y luego de dos meses de instrucción, en pleno vuelo, escucharon el comunicado que les cambiaría la vida: “Vamos a defender la patria, vamos a Malvinas a recuperarlas”.

- La incertidumbre era tremenda, no sabíamos qué iba a pasar, ¿qué iba a suceder cuando bajáramos del avión? Al ser la segunda tanda de soldados, sabíamos más o menos la situación. Las islas habían sido recuperadas, pero el miedo y la duda siempre estuvieron presentes, -recuerda José María.

Si los propios soldados no conocían su destino ni su situación, mucho menos sus familias, distantes a muchos kilómetros. La familia González se enteró por las cartas de su hijo. “Mamá, estoy en Malvinas. Vine para defender nuestra patria”, fue uno de los mensajes de José María en una de las tantas cartas que salieron de la isla. Su familia no sabía qué hacer. El hecho de estar bajo bandera, en pleno servicio militar obligatorio, justificaba su convocatoria al escenario bélico.  

- A mí no me llegó ni una carta de mi familia cuando estaba en la isla. Cuando llegamos al regimiento, después de la guerra, pude recuperarlas. Era raro que llegaran, pero sí salían y las entregaban a las familias, eso era lo bueno.

La incertidumbre de la familia se atemperó con la publicación de noticias de la guerra en revistas y diarios. “Estamos ganando, “Vimos rendirse a los ingleses”, fueron algunos de los titulares en tapa. La frase de Galtieri: “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”, resuena todavía en la mente de José María como la primera vez que la escuchó en la radio.

- ¿Cómo era la verdadera situación en Malvinas?

- Muy distinta. Nada que ver con lo que los medios informaban. Los ingleses nos estaban aplastando a nosotros, no podíamos creer las mentiras que decían - comenta, mientras niega con la cabeza.

La verdadera historia es la que vivieron los soldados. El día que José María pisó tierra en Malvinas lo hicieron formar junto a otros soldados en la parte norte del aeropuerto, donde se instaló su regimiento y donde permaneció hasta el final de la guerra. En los 10 kilómetros de camino hacia el pueblo  comenzó a sufrir el frío de Malvinas, que se intensificó las dos noches que durmió en trincheras, refugiándose en el calor de sus compañeros. El primero de mayo, día del trabajador,  vivió el primer ataque de los ingleses. Debía procurar que no le cayera una bomba encima.

- Los ingleses aprovecharon el feriado y cerca de las cuatro de la mañana empezaron con el primer ataque de aviación. Arrancaron con los bombardeos, querían romper la pista. Volaba todo, bombardearon todo, ahí fue cuando me agarró el gran chucho-, admite con una sonrisa triste.

Pasaban los días y los ataques aéreos no cesaban y aumentaban las muertes entre los soldados argentinos. Hasta que lograron derribar algunos aviones ingleses y cesaron los bombardeos continuos. Superar ese primer ataque hizo más fuerte a José María.

- ¿Cómo se organizaban para hacer guardia?

- Las hacíamos en los pozos zorros, todos los días estábamos allí. Esos pozos te tapan todo el cuerpo hasta el cuello. En mi caso nosotros éramos dos, cada dos horas íbamos cambiando; uno descansaba y el otro hacía guardia. Así fue hasta el final de la guerra. No dormía casi nadie, cuando había bombardeo teníamos que estar atentos y disparar para otro lado.

- ¿Y qué pasó con ese compañero de guardia?

- Fue la relación más fuerte de amistad que tuve. Después de la guerra perdí todo tipo de contacto con él, no sabía si vivía o se había muerto. Pero se dio la casualidad de que lo vine a encontrar después de 39 años. Él vive en Embalse, yo no sabía nada de él, ni él de mí. Un día vino a Río Cuarto y nos encontramos. Es una amistad que me queda para siempre, al compañero más cercano de la guerra lo voy a recordar toda la vida. Lo único bueno que podría destacar del combate es que nos llevó a hacer una hermandad a nivel nacional-, dice y se emociona hasta las lágrimas.

La ausencia del Estado se sintió en los meses de combate. El frío a lo mejor se puede soportar con la panza llena, pero la comida escaseaba. La compañía de José María estaba integrada por 700 soldados: 12 llevaron a cabo una picardía que quedó para la anécdota:

- Fue tremendo - relata entre risas - Aprovechamos que el sargento y el subteniente no salían afuera ni de casualidad. Excavamos y sacamos los cajones de comida enterrados. Pero un día, dejaron floja la tierra, pasó el sargento, pisó justo ahí y se enterró la pata. Se armó la catástrofe. Empezaron a sacar todo. Nos formaron a los doce y nos dijeron: “¿Quién fue?”. Nadie nunca dijo nada.

Epígrafe 6: José maría con un arma de fuego.

- ¿Lo que los llevó a robar comida fue una picardía o tenían hambre?

- Comíamos una vez por día y cuando se podía. Una comida caliente muy de vez en cuando. Encima los ingleses sabían nuestros horarios de almuerzo y cena y atacaban en ese horario.

- ¿Cómo se enteraban de sus horarios?

- Nunca lo supimos, pero sabían todo: horarios, fechas patrias. Un día nos reventaron un camión, justo le cayó una bomba encima. Nosotros quedamos con la marmita en mano esperando la comida - relata, entre risas, mientras hace el ademán de sostener un plato.

¿Cómo se puede combatir en una guerra sin comida y sin armas? José María es uno de tres soldados que llegaron a Malvinas sin fusil ni campera. Después de un accidente que sufrió otro soldado le entregaron su primer fusil. El equipamiento era escaso, el entrenamiento inadecuado. Había fusiles de la segunda guerra mundial que si disparaban mucho se trababan.

- Tuvimos dos meses de instrucción. Nos decían “acá el soldado tiene que prepararse para defender la patria, para la guerra”, pero las instrucciones de un año nos las dieron en dos meses, no sabíamos por qué era tan rápido todo. Ellos sabían que ya se venía la guerra - comenta mientras niega con la cabeza - Estos éramos nosotros cuando juramos la bandera: el del medio, arrodillado, soy yo-, señala la foto en la pantalla de su celular mientras sonríe orgulloso.

Detrás de cada fotografía que muestra hay una historia estremecedora.

- Esta foto fue cuando volvimos, la primera comida. Yo soy el de la izquierda. Al lado mío está Díaz. Mirá la mugre que teníamos – comenta, riendo - Nos habíamos bañado una sola vez con agua salada y con un pedazo de jabón que nos dieron a cada uno. Olvídate, los pelos nos quedaron re duros -, concluye con una sonrisa.

La psicología dice que toda persona que vive un hecho traumático tiene un porcentaje de estrés postraumático. Para el gobierno de entonces la guerra de Malvinas no se consideró un evento desgarrador y nunca proporcionaron apoyo psicológico a los veteranos. El Estado se esfumó.

Desde la restauración democrática de 1983 se dictaron algunas leyes que intentaron revertir esa indiferencia del Estado y llevar algo de contención y reconocimiento a los veteranos. Pero muy pocas veces hubo voluntad de cumplirlas:

- Yo hace 7 años estoy en juicio con el Ejército, mira lo que tuve que hacer. Años después de la guerra, el Ministerio de Salud de la Nación me diagnosticó un 20% de estrés postraumático -, cuenta José María.

La reinserción a la vida social fue muy dura. José María recuerda su regreso con una anécdota que no olvidará jamás: 

- Estaba en casa y mi madre me mandó a comprar al almacén. Me dice “tráeme un culito de yerba y un culito de azúcar”. Le pido ahí a Doña Rosa el recado. Cuando voy a salir pasa un avión, automáticamente pegue la media vuelta y me tiré abajo del mostrador. “Tírese, tírese” le decía a Doña Rosa. La Doña se largó a llorar. Nos había quedado ese miedo, y Doña Rosa me dice: “ya pasó, ya pasó”. Y yo le decía “no, no, tenga cuidado”. Me había quedado esa cosa por un par de años. Estuve más de cinco años sin salir de casa. Después empezamos a juntarnos y a tratar de lograr algunas cuestiones acerca del hecho de que el Gobierno nos abandonó.

Antes, durante y después de la guerra, la dictadura nunca ayudó a los soldados. Incluso les prohibió hablar de lo que habían vivido. No fue un impedimento para José María, quién relató y relata hasta el día de hoy sus vivencias en Malvinas.

Madres de Malvinas

La guerra terminó hace 42 años, pero José María sigue luchando para que se cumplan las cuestiones que todavía faltan para los veteranos. Destaca y se indigna cuando nombra a “Las Madres de Malvinas”, que perdieron a sus hijos en la guerra y no reciben ningún tipo de reconocimiento.

- En estos 42 años, ningún gobierno provincial, municipal ni nacional ha sido capaz de darle una rosa y decirle “gracias por ofrendar a su hijo para la defensa de la patria”. Nuestras madres no quieren plata, ya nos quedan pocas en vida, necesitamos ese reconocimiento de nuestras madres y vamos a seguir peleando -, insiste mientras niega con la cabeza.

Pese a todo lo vivido, José María cuestiona que hoy falte equipamiento militar y le gustaría que volviera el servicio militar obligatorio:

- El Ejército no cuenta ni con los recursos necesarios, ni con el equipamiento adecuado que precisa. El Gobierno anterior desmanteló todo, ahora ya no se trata de Fuerzas Armadas, sino “desarmadas”.

- ¿Qué piensa de aquellos jóvenes que están considerando comenzar la carrera militar?

- El Ejército nació con la patria, es parte de nuestra patria. Si a uno le gusta la carrera militar tiene que darle para adelante, pero por convicción, tiene que estar seguro de que va a defender la patria, se puede hacer de muchas maneras, no hace falta tirar tiros. Si tienen vocación de servicio, que lo hagan. A mí me gustaría que vuelva el servicio militar.

En 1982 la premier británica Margaret Thatcher dio la orden de hundir el Buque General Belgrano, con 323 argentinos a bordo. El presidente Javier Milei ha declarado en más de una ocasión su admiración por la “Dama de Hierro”.  

- ¿Qué opina de los dichos del presidente Javier Milei reivindicando a Margaret Thatcher?

- Repudié todos los actos que hizo este muchacho respecto a Thatcher. Un presidente no puede reivindicar a la vieja esa. Es un loco de la guerra y se cagó en 649 argentinos que quedaron en Malvinas, es así de sencillo. Después salió a decir que lo interpretaron mal, pero cuando alguien sale a pedir perdón es porque alguna cagada se mandó.

La lucha de José María no concluyó en Malvinas. Cada día sigue peleando por aquello que ya está escrito. Es testigo de que la guerra no es la solución, que nadie gana, pero cree que a través del trabajo diplomático se debe insistir en que las Malvinas son argentinas, aunque hoy estén bajo el dominio de otra nación. “Solamente por dos locos, el nuestro y Thatcher hicieron morir a más de dos mil personas, por una gustada” -, sentencia mientras niega con la cabeza.

- ¿Tuvo la oportunidad de volver a Malvinas?

- No, me gustaría, pero sale mucha plata. Muchos vuelven o tienen la intención de volver para cerrar un ciclo, pero a mí no me hace falta: ese ciclo ya está cerrado con el hecho de haber vuelto con vida de una guerra.

Milva Cabañez
- Estudiante de Comunicación Social -