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#SistemaPenitenciario
Cómo destruir un sistema penitenciario de un siglo en sólo 16 años
Foto: La cárcel de Bouwer quedó chica para el crecimiento exponencial de presos y presas en la provincia.
Crónica del desvarío judicial-político-penitenciario que convirtió a Córdoba en la mayor vergüenza del país a nivel penitenciario. Detalles, cifras oficiales, políticas y responsables.
Publicada el en Crónicas

Los invito por un momento a trasladarnos a 2008. Lindas épocas para el sistema carcelario de Córdoba. Hacía poco más de un año que José Manuel de la Sota había cortado cintas en el complejo de Cruz del Eje, verdadera "cárcel modelo", como se la presentaba en aquel entonces. Una prisión fábrica, donde ahora sí se podría trabajar en laborterapia y resocialización. Cruz del Eje, sin dudas, sería la solución.

Mientras tanto, todavía funcionaba la legendaria Penitenciaría de San Martín, aquélla del Chango Rodríguez, aquélla del Cura Brochero, aquélla de los presos políticos y la solidaridad de los comunes. Tiempos en los que Córdoba se daba el lujo de tener un establecimiento penitenciario más que ahora.

Años felices (?) en los que la Provincia informaba una capacidad total de alojamiento carcelario para 4.626 personas, una buena cifra, pese a que andaba algo "pasadita" con la población penal, ya que alojaba 5.375 personas bajo prisión. Datos oficiales.

Lindas épocas aquéllas en las que sólo el 51% de los detenidos estaban esperando sentencia, mientras el otro 49% ya purgaba condenas firmes.

Desde aquel entonces Córdoba no inauguró ni una sola nueva cárcel. Hubo, claro, sí, lindas maquetas, ambiciosos proyectos anunciados en pautadas conferencias de prensa. Pero no pasó de eso. Y al mismo tiempo se clausuró una, la vieja Penitenciaría, aquella legendaria UP1. Y la cárcel de Encausados, hoy reconvertida en una iluminada maqueta viviente.

Aclaraciones válidas. Bueno, sí, en realidad se inauguraron tres pabellones nuevos en Bouwer (para 80 presos cada uno) y recientemente un módulo-tinglado para 400 detenidos (bajo condiciones ilegales de habitabilidad ya desde su concepción). Con lo cual, siendo generosos, se habría ampliado la capacidad en unos 700 lugares, con toda la furia, al tiempo que se redujeron 838 con el cierre de San Martín. Pecando un poco de ingenuos, vamos a decir que aperturas menos cierre nos estaría dando cero. Supongamos.

¿Por qué elegimos 2008 como base de comparación? Simple, porque fue el año en el que asumió al frente del SPC el hoy detenido Juan María Bouvier, impulsado y sostenido por el tándem De la Sota, Schiaretti, Luis Angulo (dos veces ministro de Justicia, hoy vocal del Tribunal Superior de Justicia). Vamos a considerarlo algo así como el "inventario de ingreso".

Inventario de salida

Si hubo inventario de ingreso, también deberá haber de salida. ¿Con qué nos encontramos hoy, a 16 años de aquel inicio de gestión? Paciencia, ya veremos más adelante.

Para llegar a eso, vamos antes a recorrer las cifras de los últimos tres años: 2022, 2023 y 2024. Cifras oficiales. No públicas, pero sí oficiales.

A mediados de 2022, postpandemia, las cárceles cordobesas ya albergaban a 11.537 personas. En esa cifra ya era holgadamente más del doble que aquellos 5.375 de 2008, sin que se construyeran nuevas cárceles. Y además ya en 2022 se visualizaba claramente las consecuencias del desastre de gestión penitenciaria/judicial: la cantidad de presos sin condena llegaba a 7.211, es decir 62,5% del total (que antes era el 51%). Eran los frutos de esta absurda explosión demográfica en las cárceles, alimentada casi exclusivamente por presos sin condena.

Un año más tarde, en junio de 2023, la cifra se ponía aún más feíta: 12.608 presos en toda la provincia, de los cuales sólo 4.779 tenían condena. 62%; se mantenía el absurdo.

Y en junio de este año, 2024, una nueva bestialidad: 14.479 presos, sólo 5.476 con condena firme. Y otra vez el vergonzoso 62% que no parece muy interesado en moverse.

Comparando punta con punta, mientras en 2008 teníamos 5.375 privados de la liberad, en 2024 nos damos cuenta que la cifra casi se triplicó: 14.479. Como referencia demográfica, la población de Córdoba creció menos de 20% en el mismo lapso. Algún número no estaría cerrando.

¿Política de seguridad? A ver, por una vez seamos mínimamente sinceros: ¿Alguien en esta sala podría afirmar que esta febril prisionización de Córdoba se tradujo en mayor seguridad para los ciudadanos? Creo que estaremos todos de acuerdo en responder que no. Eso lo decimos para los que piden un "shock de encarcelamiento" como solución a la inseguridad (hay un proto-político cordobés muy seguidor de Bullrich que no se cansa de pedir esa estupidez).

Los responsables

¿Estamos afirmando entonces que este desastre carcelario se produjo por causa de la cuestionable (vamos a ser clementes) gestión de Bouvier? Bueno, ni sí ni no. Parece más que claro que la responsabilidad principal pasa por la Justicia y por la política.

En Córdoba los fiscales están cebados, mandan a lo loco gente a prisión, cuidan su poltrona mejor que a sus partes íntimas (perdón por la vulgaridad) y tienen pánico a que algún periodista furioso los señale por "haber liberado a un preso".

Por el lado de la política es aún peor. Está claro que poner pose de "duros" o "justicieros" garpa, y nadie se animará ni siquiera a esbozar una opinión en contrario. Los votos les pertenecen y por lo visto los fracasos también. Aunque nadie se los reclame.

¿Y Bouvier? Bueno, un lumpen que nunca en su triste carrera se animó a decirle que no a un ministro de Justicia, a un jefe de fiscales, y ni si quiera a un pinche de tribunales. El "siga-siga" de Bouvier, recibiendo y recibiendo con una irresponsable sonrisa a cada vez más detenidos, terminó sepultando las cárceles a su cargo bajo la vergüenza de la inhumanidad (y al menos por lo visto hasta ahora parece que también le hizo crecer las uñas). 

Desde acá ya se pueden adivinar los comentarios: "¿Y qué quieren, que los manden al Sheraton?"; "Y bueno, si no quieren estar incómodos, no hubieran delinquido", y todas cosas así. Aburren por básicos, pero tal vez convenga responderlos.

Por un lado, si estamos diciendo que sólo 38% tiene condena firme, estamos hablando de que una proporción muy importante de esos encarcelados son inocentes. I-NO-CEN-TES. ¿Entendemos lo que eso significa, no? Entre otras cosas, "inocentes" significa que usted lector, o quizás su padre, su hijo, un amigo o un compañero bien podrían terminar ahí por una combinación del destino.

Pero por otro lado, para los que sí son culpables o los que recibirán condena firme, estamos hablando de que para intentar "resocializarlos" los estamos mandando a la jungla. Como alguna vez dijo un célebre penalista argentino: "Mandar a un tipo a una cárcel para que aprenda a vivir en libertad es como enseñar a jugar al fútbol adentro de un ascensor". Y tiene razón.

No viene acá la perorata de los derechos humanos (que está muy bien y a la que adscribimos). Lo que está en discusión es si esos 14.479 hombres y mujeres que están en prisión van a salir mejores o peores de ahí dentro cuando (culpables o inocentes) recuperen su libertad.

Tendemos a pensar que mejores no habrán de salir. Y que ahí dentro, mientras duermen amontonados, mientras no tienen nada para hacer, mientras no hay ni por asomo vacantes en las escuelas, mientras no pueden laburar ni aprender oficios. Mientras tienen un psicólogo cada 200 internos, un juez de ejecución cada 700, medio médico cada 500... y la lista de absurdos podría seguir… tendemos a pensar, ya dijimos, y con bastantes fundamentos, que estas cárceles más que corregir, están provocando más delincuencia.

El efecto resocializador de dormir en el piso

“Hola. Soy un preso de Bouwer. Te pido que no pongas mi nombre porque no me quiero perjudicar. Pero estoy en el MX2. Pabellón F. Te voy a contar la cantidad de presos que duermen en el piso. Anoche fuimos 43 personas en el piso. Hemos llegado a ser 69. El pabellón es para 60 y somos 110. Duermen adonde entren. Debajo de la mesa, arriba de las heladeras, 3 ó 4 en cada colchón, se turnan para dormir”.

La crudeza del relato hizo que prefiriéramos no editar casi ni una coma. Eso es lo que se está viviendo hoy en las cárceles que pretenden “recuperar” a quienes delinquieron o están sospechados de haberlo hecho. Desde esta columna nos permitimos cierto escepticismo sobre el método de resocialización que está siendo aplicado por la Justicia de Córdoba, que probablemente ni si quiera esté enterada de estas minucias.

Adolfo Ruiz
- Periodista -