No hay plata. A fines de 1919, la negativa del Congreso Nacional le impidió a Marcelo Torcuato de Alvear, dandy, sportsman y político (en ese orden) de los albores del Siglo 20, cumplir la promesa que como embajador plenipotenciario del gobierno yrigoyenista en París le había hecho a su amigo Pierre de Coubertin, el barón y pedagogo francés que impulsó los Juegos Olímpicos de la modernidad. Ausente en la competencia de Amberes 1920, Argentina tendría que esperar un poco más para consumar su debut en el máximo evento deportivo internacional.
Aunque el Parlamento volvió a bajarle el pulgar al financiamiento de la aventura olímpica, Alvear -medallista en el Mundial de Tiro de 1903 y devenido miembro del Comité Olímpico Internacional- hizo valer su condición de presidente de la nación cuatro años después: creó el Comité Olímpico Argentino y asignó una partida de 250.000 pesos, con fondos de premios no cobrados de la Lotería Nacional, para solventar la participación de la delegación albiceleste en París 1924. Dos pájaros de un decreto.
En la “Ciudad Luz”, el deporte nacional estuvo representado por 77 atletas (ninguna mujer) que compitieron en 11 disciplinas y obtuvieron el 16° puesto en el medallero entre 44 países, con el oro del equipo de polo, las platas de Luis Brunetto en salto triple y de Alfredo Copello y Héctor Méndez en boxeo, y los bronces de los pugilistas Pedro Quartucchi y Alfredo Porzio. Tirador como Alvear, Carlos Balestrini (36° en pistola 25m) pasó a la historia como el pionero del deporte cordobés en los Juegos.
Quartucchi fue el primer argentino al que le colgaron una presea olímpica. Su carrera boxística, que se prolongó con cinco peleas profesionales luego de aquel tercer puesto en la categoría pluma en París, quedó a mitad de camino entre el niño acróbata de circo y el consagrado actor que filmó con Carlos Gardel, sedujo a Joséphine Baker, encabezó el elenco de “La Familia Falcón” (los Benvenuto de los ’60) y tuvo un affaire con Eva Duarte, antes de que ella conociera a Juan Domingo Perón en el Luna Park.
El General, por entonces teniente primero, fue el gran ausente de la delegación argentina en los iniciáticos Juegos de 1924. Por decisión de Agustín Pedro Justo, el ministro de Guerra, Perón fue excluido del equipo de esgrima, disciplina en la que ostentaba la ‘chapa’ de campeón militar del país.
El hotel del Cenard, el Centro de Alto Rendimiento Deportivo que se creó durante el primer gobierno peronista en el inicio de la década del ‘50, lleva el nombre de Quartucci. “Pedrito” no sería el único olímpico de París 1924 en emigrar del deporte al celuloide. Otra futura celebridad de las pantallas, el nadador estadounidense Johnny Weissmüller, ganó tres medallas de oro en la capital francesa. Sumaría dos más en la competencia de Amsterdam 1928 antes de hacerse mundialmente famoso protagonizando a Tarzán en una docena de películas. “Carrozas de Fuego”, el filme ganador del Oscar en 1981, recrea la historia de Harold Abrahams y Eric Liddell, atletas británicos que compitieron en los Juegos de un siglo atrás.
Gente del deporte
No hay plata. Javier Milei ni siquiera le consultó a los diputados y senadores, a quienes alude como “nido de ratas” mientras aprueban graciosamente sus ajustes y levantan la mano para conferirle facultades extraordinarias. Mucho antes de llegar a la presidencia, en sus virales sketchs televisivos, el libertario ya había anunciado que tiraría el achique adentro de la cancha: “Ministerio de Turismo y Deportes, ¡afuera!”.
Tras mandar al descenso esa área estratégica, Milei le encomendó el manejo de la Subsecretaria de Deportes al experiodista y representante de futbolistas Ricardo Schlieper, quien no se alcanzó a acomodar en su despacho cuando pegó el portazo, incómodo por la designación del converso Daniel Scioli como su inmediato superior.
De la mano del ex motonauta y otrora muchacho peronista desembarcó como nuevo referente de Deportes el “amarillo” ex intendente platense Julio Garro -eyectado esta semana del gobierno por haber exigido a Messi que pida perdón por los festejos xenófobos de la Selección Argentina en la Copa América-, cuya gestión se focalizó en apuntalar la obsesión presidencial por la privatización del fútbol y en desacreditar la infraestructura y el personal del Cenard con el afán de justificar el posible cambio de destino del predio de 11 hectáreas ubicado en el cotizado barrio porteño de Belgrano y los más de cincuenta despidos en la repartición.
“Estamos con el mismo presupuesto del año pasado, pero el dinero que necesitamos para los deportistas olímpicos lo vamos a tener. Estamos tratando de acomodar el tema de las becas”, declaró el funcionario, reconociendo la devaluación del deporte en la previa de París 2024.
“La plata está, pero la estamos redireccionando”, aclaró (oscureciendo) el aristocrático ex jugador y ex entrenador de pádel Diógenes de Urquiza Anchorena, director general del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) y predicador de la meritocracia macrista.
“Me parece perfecto que vendan tortas y rifas, pasa que los malcriamos. Puede ser que un deporte tenga uno o dos atletas de alto rendimiento, pero el resto no lo son. El Enard no puede darle plata a un chico de 14 años. ‘Quiere ir al Mundial’, te dicen. ¿A hacer qué? ¡Si no le gana ni al chileno, ni al brasileño, ni al uruguayo!”, afirmó en una reciente entrevista con el diario La Nación. En negritas, el periódico destacó el siguiente párrafo: “Ahora, De Urquiza eligió salir de su zona de confort en el ámbito privado (trabajó para Le Coq Sportif, nueva indumentaria de Los Pumas y Talleres de Córdoba) y le toca atajar las críticas de muchos actores del deporte argentino”. Todo un prohombre para el oficialismo mediático.
Aunque se autopercibe como “gente de deporte”, De Urquiza Anchorena muestra una total falta de empatía al hablar de algunos de sus “pares” que representarán a Argentina en París 2024. Subido a su podio imaginario, y colgándose vaya a saber qué medalla, este contacto estrecho de Mauricio Macri -con quien acostumbraba compartir raquetazos- dijo: “Tenés a los que van a clasificarse y simplemente participarán, como el remo, que tiene pocas posibilidades. Se tienen que hundir todos los botes para que gane; es la realidad, pero se lo ganó. No le puedo decir: No, no vas”. Gente de bien.
El día después de mañana
Sin la alcurnia de Marcelo T. de Alvear, pero con una carrera deportiva impecable que la convirtió en una de las mejores embajadoras argentinas de todos los tiempos, la ex judoca Paula Pareto (bronce en Beijing 2008 y oro en Río de Janeiro 2016) fue noticia reciente por haber sido postulada como miembro individual independiente del Comité Olímpico Internacional.
Algunas semanas antes, “la Peque”, primera campeona olímpica del deporte nacional, había renunciado a su beca como entrenadora para que ese dinero pueda destinarse al apoyo de más competidores. “Me da mucha tristeza todo esto”, dijo Pareto sobre el fuerte recorte del apoyo económico destinado a los judocas. “Hay mucha preocupación en la Comisión de Atletas porque no se sabe qué va a pasar. Hoy los ojos están puestos en los Juegos Olímpicos, pero después no hay ninguna certeza”, puntualizó.
“Si los recursos no van de la mano de la calidad y la necesidad de nuestros atletas es muy difícil competir con mayores aspiraciones. Los logros del deporte argentino han sido producto de mucho esfuerzo y dedicación de los deportistas, de sus entrenadores y de sus familias, pero también de un Estado que siempre es necesario y al que se le pide que esté presente”, apuntó José Meolans, el nadador cordobés que compitió en los Juegos de Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004 y Beijing 2008.
“Hoy el desfinanciamiento es claro y concreto. Muchas becas se cayeron y en los últimos meses hubo varios atletas que tuvieron que vender rifas para poder viajar, algunos que han dejado de competir y otros que no han podido prepararse como debieran. Ya llegamos diezmados a París”, señaló Rodolfo Paverini, presidente de la Confederación Argentina de Deportes. “Cuando pasen los Juegos Olímpicos, agarrate. Esta gente viene por todo”, añadió el directivo.
Al cierre de esta edición, eran 133 los deportistas argentinos clasificados para los Juegos de la XXXIII Olimpíada. La cifra representa las tres cuartas partes de la cantidad de atletas que representaron a nuestro país en Tokio 2020 (178) y el 54% de la delegación más numerosa de la historia olímpica nacional, los 244 deportistas que compitieron en Londres 1948. Por primera vez Argentina no tendrá representantes olímpicos en boxeo, la disciplina que le otorgó 24 de las 77 preseas cosechadas desde París 1924.
Blindado a las críticas y empecinado en sumar más millas que George Clooney en la comedia dramática “Amor sin escalas”, el presidente Milei ya anunció su presencia a orillas del río Sena cuando se realice la ceremonia inaugural. “Nos encontramos en un pasillo con Macron. Me invitó para ir a París, voy a ir a ver los Juegos Olímpicos”, reveló el mandatario -con el habitual gesto desenfrenado que deja en evidencia su cholulismo- a su regreso de la Cumbre del G-7 que se llevó a cabo en Italia el mes pasado.
En la capital francesa el hombre que dice abiertamente “soy quien destruye el Estado desde adentro” y se autopostula para el Premio Nobel de Economía compartirá escenario con los deportistas a los que sus funcionarios ningunean y a los que él les paga becas de pobreza/indigencia. En Argentina, la motosierra y la licuadora se encendieron mucho antes que la llama del pebetero parisino. Y también enchufaron el freezer.
Con distintos actores y el mismo argumento, a esta película ya la vimos. No aparece Tarzán, aunque trata de justificar y de imponer la ley de la selva.