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#CienciaYSalud
"La bioética debe pensarse desde las víctimas"
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: El filósofo Diego Fonti propone abordar la bioética desde las victimas del sistema de salud.
El doctor en Filosofía Diego Fonti acaba de publicar “Bioética situada, contexto y demandas”, un libro que compila artículos elaborados por él y su equipo de investigación. La publicación busca pensar una bioética situada en contextos de vulneración real. “Es muy irracional pensar en una salud individual, separada de un ecosistema enfermo”, advierte.
Publicada el en Entrevistas

Publicado por editorial Pieco, el nuevo libro del doctor en Filosofía Diego Fonti, que llegó a las librerías cordobesas este mes, es fruto de la producción del equipo de investigación de una unidad asociada al Conicet (en la Universidad Católica de Córdoba) y vincula temas relacionados a los Derechos Humanos y la Bioética. El equipo dirigido por Fonti está integrado por la médica y magíster en bioética Mónica Heinzmann, el licenciado y doctor en filosofía Juan Carlos Stauber y María Laura Sarmiento, arquitecta y doctora en arquitectura.

La compilación recoge la producción de varios años de trabajo. Algunos artículos han sido publicados en revistas académicas como la revista mexicana Andamios; Redbioética -revista de la Unesco- y un libro de la Universidad Javeriana de Colombia. Otros eran inéditos hasta ahora.

- ¿Por qué Bioética Situada?

- Ha habido algunos paradigmas desde los cuales se pensó la bioética. Un primer paradigma naturalista metafísico que pensaba en alguna especie de ideas trascendentes desde las cuales dirimir los conflictos éticos; luego el paradigma positivista, que piensa que los derechos son elecciones arbitrarias que se toman en las Cámaras Legislativas. Y un tercer paradigma, que viene del mundo anglosajón y que ha sido el más influyente: el de regular los conflictos bioéticos a partir de principios como el de autonomía, de no maleficencia y de justicia. Eso está muy bien, pero cada uno tiene sus graves problemas.

- ¿Cuáles?

- El metafísico es que no todo el mundo va a estar de acuerdo. El positivista tiene como problema la pregunta: ¿qué pasaba antes de que alguien votara la ley? Y el de los principios fue muy importante para avanzar sobre el paternalismo o el dominio médico, pero tuvo como problema que se pensaba a sí mismo y al análisis de la salud como un contrato dentro de una institución. En 2005 se dio un gran paso, que fue la declaración universal sobre Bioética y DDHH., que transformó radicalmente esto sin eliminar los principios que te mencioné pero poniendo a los DDHH como marco desde el cual pensar la bioética.

- ¿Y ustedes qué proponen?

- Sin eliminar esto que te digo, nuestra propuesta es contextualizar, situar en el mundo latinoamericano y sobre todo en los contextos de vulneración real. El mundo anglosajón partía del principio de autonomía; y el principio de vulnerabilidad dice que la autonomía sobre tu cuerpo está perfecta, pero vos estás en un contexto de vulnerabilidad previa: no tenés acceso al alimento, a la salud, a la educación, a un medio ambiente saludable; es decir que tu autonomía está extremadamente limitada. Entonces, sin quitar la importancia de la decisión sobre sí, que es uno de los grandes aportes de la edad moderna, hay que reconocer que tu autonomía está situada en un contexto. Y nuestra idea es pensar nuestro contexto.

- ¿Y cuál es nuestro contexto?

- El reconocimiento de que las transformaciones en la salud, en la economía y en la vida social han generado numerosas víctimas. Y la bioética debe pensarse a sí misma a partir de quienes fueron víctimas, por ejemplo, de nuestros sistemas de salud o de quienes quedaron fuera o fueron dañados; también de quienes fueron dañados o son víctimas de nuestros modelos de investigación en salud. Por ejemplo, cuando se está estudiando un fármaco, ¿hasta dónde y cómo son protegidos los sujetos de investigación, es decir, qué sucede con las personas que ingresan a esos protocolos una vez que la industria capitaliza esa información y la transforma en un medicamento?, ¿quién protege a esos sujetos después? Eso significa pensar desde las víctimas. Imagínate estos sistemas de salud en un mundo como el actual donde la salud -igual que el cuerpo- se volvió una mercancía más. Pensar desde las víctimas significa analizar los efectos de este sistema sobre las mayorías populares, por ejemplo. La bioética pensada desde las víctimas es una bioética social y no puramente contractual.

- Imagino que esto debe suceder en muchos otros ámbitos.

- Sí, de hecho una de nuestras posiciones es que es un error limitar la bioética a las relaciones biomédicas. El medioambiente, la educación de las personas y el acceso a la información para poder decidir sobre sí mismos son parte de la salud. Es muy irracional pensar en una salud individual, separada de un ecosistema enfermo. Tarde o temprano pagamos las consecuencias. Por supuesto que hay sectores que están más protegidos que otros, por recursos económicos o lo que fuera. Pero hoy tenemos cada vez más conciencia de algo que vio en el inicio de la bioética el oncólogo Van Rensselaer Potter, uno de los primeros bioeticistas, que escribió un libro muy potente: “Bioética, un puente hacia el futuro”, y llama a la bioética la ciencia de la supervivencia.

- ¿Y qué plantea?

- Él dice que las células oncológicas son células que se niegan a respetar su lugar. Colonizan otras partes del cuerpo y finalmente el todo se muere porque se perdió el equilibrio del todo. La bioética es el equilibrio o el diálogo en función del futuro entre las humanidades y la tecnociencia. Nosotros simplemente le agregamos a esto el aspecto situado, sobre todo desde el pensamiento latinoamericano.

- Una mirada holística.

-Sí, totalmente. Hay quienes le llaman biocéntrica, otros le llaman ecocéntrica, hay una discusión allí, pero me tiene sin cuidado. Lo importante es ver que hay una serie de relaciones ecosistémicas que se requieren mutuamente. Nosotros le ponemos un aspecto político a esta bioética social y es que las relaciones estructurales y económicas no son aspectos derivados, son aspectos estructurales de este análisis. La vieja bioética piensa que el médico paternalista me impone un tratamiento que yo no deseo y por lo tanto quiero hacer valer mi autonomía. Eso está muy bien, pero aquí estamos hablando de aspectos mucho más elementales para la vida del individuo como parte de un sistema holístico. La preocupación que tratamos de poner en escena es la de una vida ya dañada. Por eso lo de las víctimas, entendidas desde la filosofía de Enrique Dussel y la filosofía de la liberación: si hay víctima, hubo victimario. Es decir, no es un proceso natural, no es una lotería.

- Influye el contexto…

- Si bien en bioética se habla de la lotería social -alguien que nace en determinado contexto socioeconómico- y de lotería natural -una persona que nace con una discapacidad-, lo que nosotros decimos, agarrándonos de la palabra víctima, es que muchas de esas realidades sociales, económicas, estructurales, son fruto de decisiones y de beneficios que otros tomaron en función de sus propios intereses. Por eso uno de los ejes de esta propuesta es pensar cómo se verían los intereses de esos que han sido dañados, que han sido víctimas del sistema, tomar ese interés como eje conductor para discutir decisiones sobre un sistema de salud o sobre las provisiones de medicamentos. Cuáles proveemos y cuáles no o cómo financiamos los sistemas sanitarios.

- En este contexto social y político del país es complicado el planteo. ¿Cuál es la injerencia real de la bioética en la actualidad?

- Uno de los artículos que publicamos en este libro tiene por título Ama llunk’u, que es un término andino. Las culturas andinas tenían tres mandatos con los que regulaban todas sus relaciones sociales: ama suwa (no robes), amallulla (no mientas) y amaqhella (no seas holgazán). Pero hay uno, ama llunk’u, que es: no seas servil. Y la bioética muchas veces ha sido usada como pátina para legitimar sistemas económicos y políticos, ha sido servil y cuando no lo ha sido ha tenido que pagar las consecuencias.

- ¿Entonces?

- Te diría que es paradojal, porque por un lado parece menor y sin embargo la bioética puede poner en cuestión protocolos de investigación y hasta cuestionar los intereses en juego en esos protocolos. Quienes hacemos bioética desde esta perspectiva somos bioeticistas públicos, defendemos el bien común desde la perspectiva de quienes han sido dañados por otros. Eso desde lo clínico, y desde la investigación, hay preguntas fundamentales en juego: qué se investiga, en función de qué, con qué expectativas de ganancia, por qué hay enfermedades que sí se investigan y otras que no. Para poner un ejemplo: ¿por qué para la enfermedad del Covid hubo rápidamente una vacuna y para el Chagas todavía no?

- ¿Por qué?

- Porque el Chagas es de pobres y el Covid es más democrático, le puede dar a ricos y a pobres. Esas decisiones que incluyen además la cuestión de los precios y de los costes, implican precios de medicamentos absolutamente irracionales en relación con los costes de su producción. Y sin embargo los sistemas los pagan y hay gente que lucra obscenamente con eso. Nosotros tomamos un término de un teólogo que dice que es un problema plantear la democracia, que hay que defender la laocracia. Demos y Laos en el mundo griego querían decir pueblo. Pero Demos era el pueblo con derechos y Laos era el pueblo raso. En el mundo griego los derechos de la ciudadanía eran restringidos y los ciudadanos, como ellos los entendían, eran el Demos. Nosotros tenemos que pensar en el Laos, en una ciudadanía abierta donde el derecho igualitario corresponde no solo a quienes tienen acceso, sino a todos.

- Menuda tarea en un contexto mundial donde prima el capitalismo salvaje.

- Ciertamente. Es algo que a primera vista parece imposible en el estadío actual del capitalismo, que tiene como característica su enorme capacidad de adaptación: frente a cada crisis se autoinocula de la crisis y sale más fuerte. Y eso en general es a costa de esos que llamábamos las víctimas, que muchas veces somos nosotros mismos. Algo que es importante pensar es que este tipo de publicaciones y trabajos deben servir al menos para poner en escena la discusión, que no quede naturalizado el estado de cosas. Si uno logra poner en escena la discusión, ese es para mí el punto cero.

- ¿Por ejemplo?

- En Córdoba hemos pedido repetitivamente un informe actualizado sobre el registro provincial de tumores, que es un mapa de las zonas donde más se dan los cánceres, tumores y melanomas en la provincia. Desde el año 2013 no se actualiza ese registro. ¿Y eso por qué? Tiendo a pensar que es porque no se quiere que se sepan los datos, porque en el modelo de producción con agroquímicos los efectos en las personas en ámbitos rurales son mucho más negativos y perversos sobre su salud que quienes vivimos en otro tipo de contextos. Para resumir, estamos en un orden de cosas que es dañino para nosotros y para las generaciones venideras. Por eso nos proponemos poner en cuestión el sistema y, con criterios bioéticos, pensar hacia dónde queremos ir con nuestra salud, con nuestras relaciones de producción y ecosistemas. Marcar un norte.  

Guillermina Delupi
- Periodista -