La escena inicial de El niño resentido funciona como alegoría de la vida de César González, el autor del libro publicado el año pasado por Penguin Random House. La madre del protagonista, una veinteañera que vive en la villa Carlos Gardel del Conurbano, está fraccionando cocaína junto a una amiga. Su hijo de apenas cuatro años aprovecha el ajetreo de transas y consumidores que entran y salen de la casilla modesta para colarse por la puerta entreabierta y acabar en el fondo de un pozo negro.
Por fortuna para el chico, una vecina de la villa lo ve todo y sale despavorida a socorrerlo. En esos breves segundos el pequeño ya desapareció bajo la superficie oscura y hedionda, y su rescatista hunde la cabeza en la mierda y con una mano alcanza a agarrar de los pelos al niño. Así, con esa maniobra desesperada, consigue sacarlo a flote.
Nacido a fines de los 80, César González no oculta su pasado de pibe chorro. En El niño resentido expone paso a paso y con total naturalidad las circunstancias que lo llevaron a integrar una de las bandas más célebres de ese rincón de Buenos Aires hasta que cae preso en un lapso que va de los dieciséis a los veintiún años.
A la abuela materna, una ferviente religiosa que lo ponía de cabeza a leer la Biblia, le debe su facilidad para la lectura; y lo otro, la destreza narrativa, la perfeccionó en el encierro, donde leyó todo lo que caía en sus manos. Así, de prepo y sin método ni guía, González fue forjando un estilo literario poético y potente que le permitió irrumpir en el escenario artístico local una vez que recuperó la libertad.
Además de este libro que devorarán con fruición los amantes del realismo crudo, González publicó los libros de poesía La venganza del cordero atado, Crónica de una libertad condicional, Retórica al suspiro de queja, y Rectángulo y flecha. También incursionó en el cine con ocho largometrajes.
Como imaginarán, gran parte de la materia prima de su obra artística proviene de esa infancia y adolescencia marginales. No es fácil encasillar a El niño resentido, pero si decimos que es una autobiografía no estaremos mintiendo. ¿Es prudente hablar de una autobiografía en un autor de 35 años? Tal vez no en la mayoría de los escritores, sin embargo, en el caso de González es tanto el vértigo que le imprimió a esos primeros años, son tantas las peripecias, las muertes de amigos, de familiares, de enemigos que resulta un logro haber podido condensar todo ese bagaje de experiencias en poco más de ciento ochenta páginas.
Escrita bajo la forma de entradas breves, como un diario íntimo, el texto va enlazando vivencias descarnadas de manera cronológica y da lugar a una constelación de personajes cincelados por las privaciones, la desesperación y la temeridad de quien es capaz de arriesgar la vida deteniendo vehículos en la avenida que bordea la villa con un “paracoches”, tal como los pibes chorros llaman a los trozos de fierros que esconden bajo las remeras y simulan ser fierros de verdad.
Si César González emergió literalmente de la mierda, no lo hizo para censurar el pasado ni para presentarse en los paneles televisivos como el prototipo de la superación o la rehabilitación del delito. En El niño resentido nos mete de cabeza en su mundo, nos pasea por los callejones donde no entraría un foráneo, nos embarca en un raid delictivo una siesta cualquiera y nos deja con las pulsaciones a mil revoluciones. Para desgracia de las cabezas bienpensantes, no hay moraleja ni mensaje tranquilizador. Para fortuna de la buena literatura, esta pluma que irrumpe cruda y arrolladora se limita a decir lo que te cuento es lo que viví en el lado oscuro de la avenida. Esa avenida que separa a los conductores de los Audi y los BMW, de los que sólo tienen un paracoches oculto bajo la remera.
El niño resentido.
César González,
Penguin Random House
Buenos Aires, 2023
189 páginas