Muchos valores e ideas del Siglo XX fueron cayendo con el paso del tiempo, el avance de la tecnología y el inexpugnable almanaque. Sin embargo, todavía crecemos -y así se lo repetimos a nuestros hijos- con la idea de que palabras como trabajo, dignidad, empleo y/o progreso económico maridan bien, se complementan de manera virtuosa.
La realidad en esta Argentina del 2024 muestra que ya no es así. Tener trabajo no es garantía de no caer en la pobreza. La frase suena fuerte, pero los números no dejan mentir. Una investigación del docente universitario y Magister en Economía Nicolás Casas puso el foco en los datos de la última Encuesta Permanente de Hogares del INDEC y demostró un escenario crudo: muchos trabajadores cordobeses tienen un empleo pero están por debajo de la línea de pobreza.
En los primeros tres meses del año en la ciudad de Río Cuarto el 45,2% de los trabajadores con una ocupación estaban por debajo del ingreso necesario para no ser pobres y en la ciudad de Córdoba el porcentaje se ubicaba en el 40,4%.
En la conjunción de ambos datos y tomando en cuenta la cantidad de habitantes se determina que en los dos principales conglomerados urbanos de la provincia cuatro de cada diez cordobeses que trabajan son pobres. Con una tasa de desocupación que no llega a los dos dígitos, queda claro que muchos tienen trabajo pero el sueldo no les alcanza para comprar una Canasta Básica Total.
El número impacta por sí mismo, pero sigue por debajo de otras capitales del país. En Salta los trabajadores pobres llegan al 49.3% y en Santiago del Estero al 63%. Estamos mal, pero otros están –todavía- peor.
En caída libre
La relación entre el ex presidente Alberto Fernández y su vice Cristina Fernández de Kirchner pasó por muchos momentos de tensión. Entre lapiceras que no se usaban y funcionarios que no funcionaban, la ex presidenta planteó en algún momento un dato elocuente sobre pobreza y salarios. Fue cuando recibió el diploma de Doctora Honoris Causa en la Universidad Nacional de Chaco, en 2022, en plena disputa con el entonces ministro de Producción Matías Kulfas. “Hay trabajadores en relación de dependencia que son pobres, algo que no había pasado nunca en la Argentina. Esto es producto de la concentración de los ingresos y una política de bajos salarios. La gente no llega a fin de mes”, sentenció la vicepresidenta. Su afirmación perdió interés político porque todos sabemos cómo terminó aquella disputa palaciega en el gobierno frentista, pero su diagnóstico perduró y se profundizó con el gobierno libertario.
Como todo lo relacionado con los indicadores de la economía nacional, el punto de quiebre lo marcó diciembre del 2023 y la feroz devaluación que llevó adelante el Gobierno de Javier Milei.
La línea de pobreza que el INDEC determina en base a la Canasta Básica Alimentaria muestra hoy números elocuentes: en noviembre del año pasado –antes de la llegada de los libertarios a la Casa Rosada- la Canasta Básica Total en el país era de $ 363.670 y en marzo de ese año trepó a $684.753. Hoy ese mismo indicador está por encima de los $ 800.000. En otras palabras, todo aquel trabajador que no tuvo aumentos salariales por encima de los 400.000 pesos en los primeros ocho meses del año perdió poder adquisitivo.
Esa suba nominal, que parece solamente un número frío, cuando se lo lleva a la realidad cotidiana es el golpe que de manera directa hizo caer a miles de trabajadores cordobeses a la pobreza y en el peor de los casos a la indigencia.
Lo que viene
La Universidad Católica Argentina presentó hace unas semanas su observatorio social de la pobreza y determinó que en el primer semestre del año en el Gran Córdoba ese indicador llega al 50,7% y en Río Cuarto al 53,5%.
Los números de la pobreza vienen creciendo de la mano de la inflación. “Durante el primer trimestre del año se observó un aumento en la pobreza debido a que la inflación superó significativamente las variaciones salariales. Este desbalance entre los ingresos y el costo de vida impactó negativamente en el poder adquisitivo de la población, llevando a un incremento en los niveles de pobreza”, explicó el economista Casas.
El autor de la investigación es optimista sobre lo que podría pasar en los próximos meses: “Para el segundo trimestre se espera una disminución en la pobreza en comparación con el trimestre anterior. Esto se debe a que, entre los meses de abril y junio, las variaciones salariales lograron superar el ritmo inflacionario, lo que implica una mejora en el poder adquisitivo y, por ende, una posible reducción en los índices de pobreza”.
¿Mejorará la situación de los trabajadores cordobeses? Todo dependerá de la economía real. El manual económico de los libertarios sostiene que la disminución de la inflación debería provocar una mejora de la economía porque aparecería el crédito bancario y aumentaría el consumo ante una recuperación de los salarios. Eso todavía no pasó y por el momento todos los indicadores marcan una recesión brutal.
La Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) publicó que en julio pasado las pequeñas y medianas industrias del país tuvieron una caída del 17% y que una de cada cinco empresas tiene problemas para pagar los salarios. Es difícil imaginar una recuperación de la economía y de los salarios en ese contexto. Ni los brotes verdes, ni el segundo semestre ni las inversiones extranjeras asoman en el horizonte.
¿Ascenso social?:
En Argentina la pobreza se mide por ingresos, un concepto que en muchas partes del mundo está en discusión porque el deseo de acceder a los bienes también juega un papel preponderante en la construcción del imaginario colectivo. Inclusive qué es la pobreza como concepto está en debate. No hay una sola pobreza, hay muchas.
Martín Maldonado es cordobés, investigador del CONICET y doctor en Ciencia Política especializado en inclusión social. En su perfil de “X” dice de sí mismo: “Me duele la pobreza”. Con los datos en la mano, El Sur le preguntó sobre el nuevo fenómeno de los trabajadores pobres: “La pobreza en el mundo está cambiando rápidamente su naturaleza, su esencia y Argentina no es la excepción a la regla”.
“A la pobreza argentina del siglo XX, caracterizada por falta de ingresos, carencias materiales y deficiente acceso a infraestructura básica, se suman en el siglo XXI nuevas formas de pobrezas de tipo relacional y simbólico que incluyen situaciones como imposibilidad de acceso a un medio ambiente sano, falta de acceso a la tierra y a la vivienda, segregación urbana, exclusión social y violencia sistémica, baja empleabilidad y precarización del empleo, muy baja calidad de la educación y de la cobertura médica, insuficiencias nutricionales, malestar psicofísico, inequidades de género, escaso tiempo libre, muy poco acceso a la cultura y al esparcimiento sano, baja participación política y comunitaria y pobre calidad de las relaciones entre las personas, entre otras, todas dimensiones caracterizadas por un factor común: lo precario”, explica Maldonado.
El politólogo va más allá y puntualiza que estas nuevas formas de pobreza no reemplazan a las anteriores sino que “se superponen a ellas, se acumulan como capas geológicas formando un palimpsesto” en el cual menciona nueve tipos de pobreza: “La taxonomía es arbitraria, pero ninguna de las categorías descriptas resultarán extrañas a quien haya recorrido la Argentina, a saber: pobreza estructural, pobreza por ingresos, pobreza rural, pobreza de los pueblos originarios, pobreza cultural, nuevos pobres, pobres con empleo y dos nuevas formas vinculadas a la exclusión social que son los marginados por motivos étnicos o culturales y las nuevas formas simbólicas que recogen el “estallido de pobreza"”, indica.
El Gobierno nacional puso al sector tecnológico, la mega minería, el campo y el rubro financiero como sus grandes apuestas de generación de empleo y crecimiento económico, pero Maldonado puntualiza en un elemento clave: ¿Cuánto empleo real pueden generar y qué porcentaje de la población tiene las competencias laborales que le van a pedir?
“Los cuatro sectores más pujantes de la economía nacional (megaminería, agro tecnificado, TICs y sector financiero) no necesitan mano de obra, o mejor dicho, toman muy poco personal y este debe ser altamente calificado. Ninguno de estos sectores va a tomar cinco millones de trabajadores de baja calificación y sin embargo producen suficiente para que vivamos todos bien. Para muestra basta un botón: Argentina produce alimentos para 110 millones de personas y sin embargo un 20% de la población vive en situación de indigencia”, puntualiza.
En el fondo lo que está en discusión es el concepto de trabajador y su vínculo con la idea de pobreza: “El trabajo asalariado, de lunes a viernes, de 8 a 16 horas y en el mismo lugar ya no existe. El trabajo como vector de inclusión social y como escalera de ascenso social pierde fuerza”, cierra su análisis el investigador del CONICET.
En tiempos de devaluación, desregulaciones masivas y ausencia del Estado, ser pobre es un problema que se extiende. La pobreza tomas nuevas formas y en todas hay un denominador común: cada vez vivimos peor. “El trabajo dignifica” aparece como una expresión que empieza a quedar vieja.