Soledad Ferrari es periodista y tanatóloga. A pesar de su juventud, ha recorrido ya un largo camino en el oficio más lindo del mundo: además de trajinar distintas redacciones–fue cronista de revista Gente y fundadora de Para Ti Mamá-, es autora de los libros Máxima, una historia real (Sudamericana, 2009, en coautoría con Gonzalo Álvarez Guerrero); Las Blaquier (Planeta, 2012) y El Negocio de la salud (Aguilar, 2018). Mañana viernes a las 20 estará presentando la edición ampliada de Las Blaquier en el Concejo Deliberante de Río Cuarto, en el marco de la programación de la Feria del Libro Juan Filloy. En diálogo con revista El Sur, Ferrari explica qué incluye la reedición de su libro sobre las mujeres de uno de los empresarios más emblemáticos de la complicidad civil con el terrorismo de Estado: Carlos Pedro Blaquier. “El libro salió en 2012 y ahora se reeditó esta edición ampliada, que además de la actualización de toda la investigación incluye un capítulo nuevo que se llama “Carlos Pedro Blaquier, el explotador”, referido a la participación de Blaquier como financiador de una red de trata de personas.
- ¿El famoso caso de la Escuela Argentina de Yoga?
- Así es. El expediente judicial lo tiene el juez Ariel Lijo (NdR: candidato de Javier Milei a la Corte Suprema de Justicia). La red fue desbaratada hace cuatro años y se vinculó a Blaquier, pero nadie hizo nada. Pese a tratarse del dueño de una de las empresas más importantes de América Latina, nadie profundizó en el tema.
- Para entonces Blaquier ya era el símbolo de la impunidad en Argentina. El moroso brazo de la Justicia nunca lo alcanzó por su participación en la denominada “Noche del apagón”.
- Claro, “La noche del apagón”, de la que hace poco se cumplieron 49 años. Dentro de unos días viajo a Jujuy para presentar la edición ampliada del libro, que también cuenta la historia de secuestro y desaparición de trabajadores del Ingenio Ledesma el 20 de junio de 1976. Blaquier le pasó un listado a Videla de cuatrocientas personas que tenían que hacer desaparecer en Ledesma: cortaron la luz el día del amigo, cuando todos estaban festejando en las calles y en la casas, y entró Gendarmería con los militares y se llevaron a la gente en camionetas que tenían el logo del Ingenio Ledesma. A muchos se los llevaron en aviones, que despegaban del aeropuerto privado que tenía la empresa. Blaquier fue llamado a declarar junto con (Alberto) Lemos, que era el administrador, y los dos fueron sobreseídos en la causa judicial.
- ¿Por qué crees que pese a todas las pruebas reunidas en el expediente Blaquier murió impune?
- Porque la Justicia es lenta, se pusieron muchísimas trabas para que no declarara y cuando finalmente fue citado presentó un certificado de insanía: tenía 93 años y padecía demencia senil. Se dilató todo lo que se pudo para que no tuviera ninguna pena porque si metían preso a un civil como Blaquier podían caer muchísimos otros empresarios que fueron cómplices de la dictadura. Que la Justicia haya podido meter preso a Videla y sus secuaces y no a un empresario te da la pauta del enorme poder económico que tenía y tiene el Ingenio Ledesma.
- Más allá de tocar la historia de Pedro Blaquier, en tu libro te ocupás de las mujeres de la familia. ¿Qué te atrajo de ellas?
- Las Blaquier son muy diversas, yo me focalizo en dos ramas: las Blaquier Nelson, que son las de la Estancia de la Concepción; y las Blaquier Arrieta, que son Nelly Arrieta –la dueña original del Ingenio Ledesma- y su hija Mimí. En esta nueva edición se agregan además las mujeres, siempre considerada como objeto, que luego fueron explotadas sexualmente por Blaquier. Con una de ellas, que era su preferida, Blaquier tuvo una relación de más de diez años y a través suyo invirtió muchísimo dinero en la Escuela Argentina de Yoga. También hablo de Dolores Blaquier, que tuvo una historia de amor muy tormentosa y trágica con Andrea Vianini y estuvo presa por narcomenudeo en Ezeiza. Hay historias muy diferentes y muy atractivas de estas mujeres de la clase alta argentina.
- Para quienes no conocen el árbol genealógico de los Blaquier, ¿te referís a la esposa y la hija de Carlos Pedro Blaquier?
- Sí. La esposa, Nelly Arrieta –a la que Blaquier deja por su secretaria, aunque nunca se divorciaron por una cuestión económica- y María Elena, Mimí, su hija.
- ¿Por qué en el libro las caracterizas como las “rebeldes”?
- La rebeldía viene más por el lado de las Blaquier Nelson. Les gustaba mucho la noche y no les importaba el qué dirán: una le sacó el esposo a la otra y compartían igual el asado de los domingos. Cuando hablo de rebeldía me refiero a los parámetros de la clase alta argentina, a la que pertenecen.
- ¿Ellas son un reflejo de la aristocracia argentina?
- Lo que pasa es que la llamada aristocracia, como el país, está muy venida a menos. Las Blaquier son representantes de la clase alta argentina, sin duda, pero no sé si está bien hablar de aristocracia, porque la aristocracia se relaciona con una formación cultural y ciertos estudios, que las Blaquier no tienen. Ellas sin duda son exponentes de la clase alta argentina, pero me parece que no es correcto hablar de aristocracia.
- ¿A qué atribuís la vigencia de tu libro, que va por la cuarta edición?
- A que los argentinos estamos hartos de la impunidad de los poderosos.
REALEZA Y SALUD
- ¿Cómo llegás a las Blaquier después de haber escrito sobre Máxima Zorreguieta? ¿Hay un nexo entre ambos libros?
- Sí, claro, un libro me llevó al otro. Máxima nació en el seno de una familia de clase alta, pero que no pertenece a la aristocracia. De hecho la mandaron a Europa como un modo de inversión y allí conoció a la amiga que le termina presentando al príncipe, que hoy es rey. El padre de Máxima, que fue funcionario de la dictadura militar, era amigote de Blaquier, que lo puso como presidente del Centro Azucarero y luego escaló hasta ser secretario de Agricultura de Videla.
- Tu último libro, El Negocio de la salud, no tiene nada que ver con los dos anteriores. ¿A qué se debe el cambio?
- A mí me apasiona investigar los temas vinculados a la salud. Yo fundé la revista Para Ti Mamá. Y como todos he vivido cuestiones relacionadas a la salud y las malas praxis. El libro fue un intento de hacer justicia. Es interesante y atemporal, porque nada ha cambiado: los laboratorios siguen produciendo medicamentos carísimos, que no son necesarios, y los médicos los siguen recetando sin saber lo que esos medicamentos producen. Las malas praxis están a la orden del día, pero a diferencia de otros países como Estados Unidos, llevar estos casos a la Justicia implica décadas de litigar en tribunales y cuando por fin ganás el juicio te pagan dos pesos con cincuenta.
- ¿Cómo ves la situación del periodismo hoy?
- La verdad que lo veo muy mal. Hay cada vez menos periodistas y más relacionistas públicos, lobistas y jefes de prensa de políticos y de empresas. Es un momento difícil para hacer periodismo porque además si uno quiere investigar y contar la verdad te cierran las puertas en todos lados. La primera edición de Las Blaquier salió en una revista muy conocida, que incluso publicó en tapa un adelanto del libro. Ahora me dijeron que no iban a publicar nada de la edición ampliada. No es casual: la misma editorial tiene otra revista de negocios que premió a Ledesma como la mejor empresa argentina el año pasado. La pauta publicitaria maneja todo.
- ¿Cómo te llevás con las redes sociales? ¿Crees que la salida para quienes quieren seguir ejerciendo el periodismo es por ahí?
- Hay que hacer la diferencia haciendo un periodismo valiente y honesto. Es una profesión de amor, pasión y vocación, pero hoy poco redituable. Todos tenemos que vivir de algo y los grandes medios hoy están muy complicados para trabajar: hay cada vez menos redactores y ya ni siquiera tienen correctores. Cuando yo empecé a trabajar, en revista Gente, todavía existían las redacciones, los cierres semanales y los viajes. Era un mundo que para mí fue alucinante, pero que hoy no existe más.
- ¿Se puede generar alguna alternativa?
- Quiero ser optimista, a pesar de la situación que estamos viviendo como país. Creo que son ciclos y que la tecnología ayuda mucho, aunque también censura, como lo hacen las grandes plataformas. Hay que estar muy atentos. Quiero pensar que esto va a cambiar. Son tiempos de resistencia.
- ¿Cómo compatibilizas la tanatología con el periodismo?
- Todo lo que un periodista estudia le sirve. Yo estudié tanatología hace tres años a raíz de la muerte de mi hermana, que fue muy violenta, y estaba desconsolada. No encontraba cómo encausar el duelo y así llegue a la tanatología, que es una disciplina científica que aborda el fenómeno de la muerte. Entendí que cuando hablamos de muerte, hablamos de vida. Es una formación humanística que pone el énfasis en la escucha, que a los periodistas tanto nos apasiona.