Perseguir al rival, pegarle en los talones, sacarlo de la cancha y jactarse de haberlo dejado lo más lastimado posible. La jugada, celebrada hasta la morbosidad por su barra brava, ya le sale de memoria al equipo del gobierno nacional, ese rejuntado donde abundan los extremos por derecha, y también los cuatro de copas.
Esta vez fue Javier Milei, el jugador al que la conducción táctica le dio la cinta de capitán, pero pudo haber sido cualquier otro. El insufrible exégeta Adorni, el inoxidable ‘superministro’ Sturzenegger, el polifuncional Daniel Scioli, ‘el Messi de las finanzas’ Caputo o la diputada cosplayer Lilia Lemoine, cuyas impredecibles gambetas terminen siempre en gol en contra.
El Presidente habló de “manejos turbios”, cuando le preguntaron sobre la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en una de esas entrevistas televisivas donde abundan los centros a la olla. “Estoy dispuesto a llegar hasta el hueso, si es necesario”, añadió, con su habitual gesto desencajado, en referencia a su partido aparte con la conducción del fútbol nacional.
En su desquiciado raid por las redes sociales, el otrora arquero de Chacarita y todavía socio de Boca -cuya delantera predilecta es Milton, Murray, Robert, Lucas y Conan-, dobló la apuesta con un par de pelotazos a Claudio ‘Chiqui’ Tapia, el directivo que ocupa el preciado Sillón de ‘Don Julio’.
El ex yerno de Hugo Moyano no tiene la cintura de Grondona -quien convivió con cuatro dictadores y nueve presidentes entre 1979 y 2014-, pero se la rebusca bastante bien. Aún lejos de los 35 años de reinado del extinto ‘Ferretero de Sarandí’, el mandato del otrora pope de Barracas Central ya atravesó las administraciones de Mauricio Macri y Alberto Fernández, los dos anteriores inquilinos de la Casa Rosada, y surfea la ola en la de Milei.
Marcando la cancha
Desde sus tiempos fundacionales, que se remontan a 1891, el fútbol argentino mantuvo una relación fronteriza con los poderes de turno.
Por el principal cargo de sus sucesivas organizaciones desfilaron, a lo largo de la historia, un terrateniente de apellido tristemente ilustre (Florencio Martínez de Hoz, 1906); el fundador del influyente diario ‘Crítica’ (Natalio Botana, 1926-1927); el yerno del presidente Agustín P. Justo (Eduardo Sánchez Terrero, 1937-1939); un diplomático conservador que hizo jugar una Copa con su propio nombre (Adrián César Escobar, 1939-1941), o el hijo de otro mandatario nacional (Ramón Castillo (h), 1941-1943).
También, un ministro de Guerra (el militar Eduardo Ávalos, 1945-1946); un amigo íntimo de la familia de la primera dama Eva Duarte (Oscar Nicolini, 1947-1949); el hermano de un vicepresidente (Francisco Perette, 1965); el escribano personal de Juan Domingo Perón (Fernando Mitjans, 1974) y un médico designado por José López Rega, el exministro de Acción Social e ideólogo de la Triple A (David Bracutto, 1974-1976).
“La AFA descubrió lo que era ser intervenida el 10 de octubre de 1955, cuando una comisión formada por un decreto presidencial de Eduardo Lonardi se hizo cargo del manejo de la entidad”, reseña ‘Deporte Nacional’ (Emecé, 2010), rigurosa investigación de los periodistas Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico. Aquel primer pelotazo en contra se produjo tres semanas después del derrocamiento de Juan Domingo Perón, y el inicio de la autoproclamada Revolución Libertadora.
“El golpe de estado del 16 de setiembre de 1955 cambió al país y también cambiaría al fútbol argentino. Las intervenciones de organismos públicos de todo tipo, con el intento de disciplinamiento de los trabajadores y la persecución de todo lo que siquiera oliera a peronismo, no dejaron exento al fútbol, que representaba uno de los símbolos más claros de lo popular”, refiere el comunicador y sociólogo deportivo Sergio Levinsky en su libro ‘AFA: el fútbol pasa, los negocios quedan’ (Autoría, 2016).
En el deporte, la desperonización se materializó a través de la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas N° 49, creada por decreto con el fin de perseguir a quienes hubieran tenido vínculo o simpatía con el gobierno anterior. Víctimas de la ‘Comisión 49’ fueron, entre otros, el atleta Osvaldo Suárez, la tenista Mary Terán de Weiss, el remero Eduardo Guerrero (ganador del oro olímpico en los Juegos de Helsinki 1952), el boxeador José María Gatica, el esgrimista Fulvio Galimi y el seleccionado de básquetbol campeón del mundo en 1950, que tenía en sus filas al riojano Pedro Bustos, gloria de la Asociación Deportiva Atenas.
Un miembro de la oligarquía porteña, Arturo Adolfo Bullrich Cantilo, presidió la Comisión Interventora de la AFA, cuya primera medida fue expresar “la adhesión a los principios enunciados por el nuevo gobierno de la Nación, y el deseo de que el mayor de los éxitos corone su gestión”.
‘Arturito’, de otra galaxia
Bulrrich Cantilo era de los que creía que la pelota picaba porque tenía un conejo adentro. Un empresario vinculado con la Sociedad Rural, la Asociación Argentina de Criadores de Shorthorn, la Corporación de Rematadores y Corredores Inmobiliarios y la Bolsa de Comercio, cuya condición de ‘gorila’ le permitió entrar a la cancha al menos por un rato.
Aunque su legajo incluía un paso como titular de la Liga Ferro-Bancaria de Foot Ball, competencia que reunía a empleados ferroviarios y bancarios, lo suyo era el turf. De hecho, ‘Arturito’, como lo llamaba su entorno, llegó a presidir la Comisión de Carreras del exclusivo Jockey Club. Desde hace tres décadas, en el Hipódromo de Palermo se disputa cada año el ‘Clásico Arturo Bullrich’, una carrera de potrancas en honor al primer interventor afista. La yegua ‘Mery Laurent’, con la monta del jockey cordobés Juan Cruz Villagra, se adjudicó la edición del pasado 30 de marzo.
La gestión de Bullrich Cantilo se extendió hasta el 27 de marzo de 1956, cuando fue electo presidente Raúl Colombo, un ex rector del Colegio Nacional Mariano Moreno. “Me han designado en una elección libre, practicada en un organismo libre, que pertenece a un pueblo que también es libre”, se apuró a proclamar. Su identificación con el Club Atlético Almagro y la UCR, en ese orden, le valieron el respaldo del presidente Arturo Frondizzi, exjugador del club de José Ingenieros, una vez reestablecida la democracia en 1958.
Tras el golpe de estado que volteó a su correligionario en 1962, Colombo permaneció al frente de la AFA durante tres años más. De su gestión se recuerdan la creación de los descensos y una curiosa explicación de porqué Argentina perdió la sede del Mundial ’70 ante México, en una votación que se realizó en Tokio en 1964: “Se explotaron en contra nuestra las luchas de Córdoba durante la visita del presidente francés Charles De Gaulle”.
La ‘normalidad’ continuó con el entrerriano Perette, cuyo mandato duró 18 meses, entre febrero de 1965 y agosto de 1966. Otro quiebre institucional, bajo el eufemismo Revolución Argentina, iniciaría una larga sucesión de intervenciones, hasta 1974. En esos ocho años, la AFA estuvo precedida por Valentín Suárez, Armando Ramos Ruiz, Aldo Porri, Oscar Ferrari, Juan Martín Oneto Gaona, Raúl D’Onofrio, Horacio Bruzone, Baldomero Gigán y Fernando Mitjans, a la postre nombrado como director.
El primo y ‘El Padrino’
La última dictadura militar de Argentina pudo haber sumado otro nombre y darle a la AFA la cifra equivalente a un equipo completo de interventores. La inminente disputa de la XI Copa de la FIFA hizo que los militares cuidaran algunas formas, aunque mantuvieran sus modos. El vicealmirante Carlos Alberto Lacoste fue amo y señor del fútbol argentino antes, durante y después del Mundial ’78, y como tal se aseguró que todos los delegados de los clubes votaran en los comicios del 31 de marzo (una semana después del golpe) el nombre que él había ‘sugerido’. Así llegó al máximo cargo del fútbol argentino otro Cantilo, Alfredo, primo de aquel ‘Arturito’ del ’55.
Socio del Jockey Club, simpatizante de Vélez e hincha del Opus Dei, Cantilo desembarcó con un antecedente futbolero un poco más sólido del que había exhibido su pariente: la presidencia del Colegio de Árbitros en la gestión de Juan Martín Oneto Gaona (1969-1971), un abogado graduado en Oxford que años después heredaría el emporio tabacalero Nobleza-Piccardo.
Cantilo fue empoderado para completar el mandato de David Bracutto, quien estaba inspeccionando el Estadio Córdoba junto a una delegación de la FIFA cuando algunos de sus colegas le avisaron desde Buenos Aires que tenía que renunciar a su cargo o ‘atenerse a las consecuencias’.
El 16 de abril de 1979 lo sucedió Julio Grondona, caudillo radical y ex presidente de los clubes Arsenal e Independiente. La decisión de mantener el ‘orden democrático’ en el fútbol fue para no tensar la relación con la FIFA, donde Lacoste -quien gastó US$ 520 millones en el Mundial ’78, sin rendirle cuentas a nadie- ya se había asegurado un nuevo ‘conchabo’, como vicepresidente del brasileño Joao Havelange.
La presidencia vitalicia de Grondona, el hombre al que entre bambalinas llamaban ‘El Padrino’ culminó el 30 de julio de 2014. Le sucedió Luis Segura, el dirigente que días atrás había sido filmado por una cámara oculta revendiendo entradas en pleno Mundial de Brasil, y después llegó el turno del bochornoso 38-38 en la elección en la que 75 asambleístas debían elegir entre el ‘siga, siga’ del comedido expendedor de tickets o el ‘pum, para arriba’ de Marcelo Tinelli. El escándalo que generó aquella asamblea del 3 de diciembre de 2015, una semana antes de que Mauricio Macri asumiera la presidencia de la Nación anunciando la llegada de ‘la revolución de la alegría’, daría pie a nueva intromisión de la política en el fútbol.
Pérez no anda, Tapia camina
“Los ojos del mundo siempre estuvieron posados en el fútbol argentino. Y hoy, además, se luce bajo el título de CAMPEÓN DEL MUNDO. Sin embargo, nuestra liga también pasó por momentos difíciles. La celeste y blanca también tuvo que sortear grandes obstáculos para llegar nuevamente a la gloria. Luego del fallecimiento de Julio Humberto Grondona, la AFA sufrió una intervención y debió atravesar el peor momento de su historia”.
El párrafo citado es parte de un texto publicado en el sitio oficial de la AFA, y alude sin medias tintas al Comité de Regularización que se instauró en la ‘Casa Madre’ del fútbol argentino durante el gobierno macrista. El cuerpo colegiado -cuya gestión duró entre el 21 de julio de 2016 y el 29 de marzo de 2017, estuvo encabezado por el cordobés Armando Pérez, acaudalado empresario vinculado a los medios de comunicación, los espectáculos, los cosméticos y el Club Atlético Belgrano, donde entre 2005 y 2021 manejó los hilos como gerenciador, presidente y director ejecutivo.
La imagen positiva de Pérez, que el PRO había mandado a medir con el objetivo de intentar lanzarlo a la arena política en territorio cordobés, terminó inclinando la balanza a su favor, aunque dejó varios despechados. De todos modos, Macri, la FIFA y la Conmebol completaron el cuarteto de gobernantes con gente de su confianza: Javier Medín, abogado ligado al líder ‘amarillo’ desde sus tiempos de mandamás azul y oro; Carolina Cristinziano, esposa de Gonzalo Belloso, por entonces directivo de la matriz del fútbol sudamericano y actual presidente de Rosario Central, a quien hoy acompaña como vicepresidenta 1°; y Pablo Toviggino, quien en aquel momento se desempañaba como titular del Consejo Federal, cargo que mantiene actualmente en la AFA, donde también es tesorero.
“De la AFA me fui desilusionado, insatisfecho por no poder haber podido hacer un cambio en el fútbol argentino”, declararía Pérez tiempo después. “Sinceramente creí que podría lograrlo, sobre todo con la ayuda de la parte política. Pensé que íbamos a contar con una asistencia del gobierno, pero la verdad es que no la tuvimos”, se sinceró el hombre al que la gran mayoría de sus pares acusaron de “cortarse solo” a la hora de las grandes decisiones.
Con el aval de los clubes del ascenso, el padrinazgo de Hugo Moyano (Independiente), y el respaldo de Daniel Angelici (Boca), Tapia logró los votos para suceder al cuarteto regularizador. Siete años después, ya sin suegro poderoso ni operador político pero envalentonado por los logros de Messi y compañía y su reciente reelección hasta 2029, el ex delantero de Barracas Central dobla la apuesta: “Lo mejor está por venir”. Mientras tanto, trata de gambetear al ‘1’ que cambió los guantes por la motosierra.