El vínculo de “el Chema” Forte con Córdoba se remonta a la década del ‘80, cuando la vuelta de la democracia en nuestro país trajo de regreso a muchos afectos que se habían exiliado en España. Desde entonces cruza el océano un par de veces al año visitando amigos e involucrándose en distintos proyectos. En su país dirigió Radio Nacional de España durante siete años -fue el director que más tiempo duró en el cargo-, hasta la asunción de Pedro Sánchez en 2018. En la actualidad continúa trabajando en Radio 5 y desde hace un año y medio ha vuelto a ejercer la corresponsalía de Cadena 3.
- ¿Cómo empezó tu vínculo con Argentina?
- Fue en 1984. Yo tenía 22 años y había llegado a Brasil, de allí me fui a Montevideo y de Colonia a Buenos Aires. Me acuerdo que hacía mucho frío y teniendo en cuenta mi edad y el dinero que llevaba en el bolsillo, parecía un emigrante del siglo XIX.
- ¿Por qué empezaste a venir a Córdoba?
- Había ganado Alfonsín, volvía la democracia y con ella volvieron amigos y muchos afectos. Tenía la invitación de Jorge Neder (NdeR: periodista y político argentino que se convirtió en su familia de adopción en Córdoba) y de Víctor Brizuela. Y Daniel Salzano me había hablado siempre de Córdoba. En realidad hubo un grupo grande de gente que me reafirmó esta idea siendo yo muy joven: estaban Rafael Pascual, Rafael Flores y Soledad García también. A mí de pequeño me llamaban “pibe” porque tenía familia argentina. Todavía tengo compañeros de profesión en España que piensan que soy argentino y que les miento cuando digo que nací en Madrid.
- ¿Dónde conociste a Salzano?
- Acá, en el edificio antiguo de La Voz del Interior. Y luego en Madrid tuvimos una relación muy familiar. Aprendí mucho de él, tuvo siempre la generosidad de explicarme muchas cosas de la profesión. Y cuando publiqué en Córdoba mi primer libro de cuentos, “El gusto por lo impreciso, cuentos al abuelo”, se ofreció a presentarlo sin que yo se lo pidiera. Fue un orgullo para mí.
- ¿Cómo llegaste a Cadena 3?
- Trabajaba en LV2 y empecé a conocer a personas que estaban en Radio Universidad. Jorge Neder era el director de la radio, lo había nombrado Alfonsín. Cuando yo venía de visita iba a la radio con él. En la tele me habían contratado como asistente de otras radios, en ese combo, en el Mundial ‘82, conocí a Víctor Brizuela, que era a su vez amigo de Rafa Pascual, mi jefe en la radio. También estaba Ricardo Moyano, hijo de Daniel Moyano, mi compañero de pupitre. O sea que mi destino era Córdoba. Y cuando Brizuela se va a LV3 me lleva con él. Mario Pereyra y Rony Vargas veían que tenían una programación muy armada, pero les faltaba el segmento de deportes y el número uno era Víctor Brizuela. Luego Mario me dijo que me había escuchado en Deportes, pero que quería que hablara de todo. Eso fue una ventana que se abrió, porque yo estaba muy cansado de los deportes. Empezaba a hacer otras cosas en España y ahí descubrí que lo que más me gusta es la información política: llevo 30 años haciéndola.
- Estuviste mucho tiempo en Cadena 3 pero luego te fuiste, ¿por qué?
- Porque me nombraron director de la radio en España y tenía 400 personas a cargo; tenía que resolver desde los turnos de vacaciones hasta los grandes acontecimientos deportivos o mandar a una persona a cubrir una guerra. Y eso lleva mucho trabajo. Era imposible compatibilizar la dirección de la radio con la corresponsalía. Dejé desde 2013 hasta hace un año y medio, que he vuelto.
- ¿Cómo fue dirigir la mayor radio de España?
- Es un puesto complicado. Para que tengas una idea, el director anterior había durado nueve meses y la anterior directora, un año y dos meses. Yo estuve siete años. Hasta la fecha soy el que más ha durado. Pero acabé muy tocado, no solamente porque Pedro Sánchez decidiera que yo no era su hombre; aunque se publicó que querían que yo fuera el presidente de la corporación, cosa imposible porque en esa época yo ya estaba en diálisis (NdeR: en 2020 el periodista se sometió a un trasplante de riñón) y hubo un periodo en que yo era una persona dependiente de una máquina, con diálisis diarias de seis horas.
- Tenés un pie en los medios argentinos y otro en los europeos. ¿Cómo se vive el oficio en uno y otro continente?
- Al principio con mucho estrés. Porque incluso hay nombres repetidos con funciones diferentes. Barrionuevo era un sindicalista en Argentina y el ministro del interior en España. Y hay muchos más ejemplos. Muchas veces tenía que pensar si estaba hablando para España o para Córdoba. Incluso en el lenguaje: había que explicarles a los españoles qué era un corralito y en Argentina eso no necesitaba explicación. Pero exceptuando esos pequeños inconvenientes han sido muchos años de jugar en los dos equipos y creo que he podido sobrevivir.
- ¿Has vivido algún episodio de censura en alguno de los dos países?
- En Argentina no, en España sí. Hay un control de los medios públicos en España muy grande, gobierne quien gobierne. He estado bajo el gobierno de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez y luego de Leopoldo Calvo Sotelo; del PSOE de Felipe González y del PP de (José María) Aznar; del PSOE de Rodríguez Zapatero y el PP de (Mariano) Rajoy. Y ahora el PSOE de Pedro Sánchez.
- ¿Y en todos ha sido igual?
- No. Este es el peor. También hay una grieta que no se había vivido nunca antes, con una oposición mucho más combativa. Las redes sociales hacen su trabajo también, entonces ahora es difícil encontrar un punto de equilibrio en los medios públicos en España. Aquí siempre he trabajado en medios privados, entonces no sé cómo era Télam, ni radio nacional, ni la televisión pública.
- ¿Tenés redes sociales?
- Ninguna. Habilité el WhatsApp cuando comprobé que era imposible coordinar acontecimientos en unas elecciones sin esa herramienta. No voy a decir que las redes son algo negativo porque no sería verdad. Tienes la posibilidad de comunicar mucha información a muchas personas de manera inmediata. Si usas el WhatsApp o las redes sociales de manera positiva ayudan mucho en nuestro trabajo.
- ¿Y qué hay de los contenidos en las redes sociales?
- No me fío, los considero insuficientes, superficiales. En lugar de facilitar el trabajo del periodista, lo que hacen es facilitar el trabajo del político, del empresario, del sindicalista. Cuando te mandan un audio no hay derecho a la repregunta, las comparecencias públicas son ficticias; y hasta hay constancia de políticos de alto nivel que han hecho conferencias de prensa con micrófonos de los medios sin que hubiese periodistas. El presidente argentino se comunica a través de Twitter, el jefe del Estado español dice en un momento determinado que va a tomarse cinco días de reflexión porque no sabe si va a continuar o no como presidente del gobierno y lo hace en una carta en Twitter. ¿Por qué el presidente de mi gobierno o el jefe de Estado de Argentina se comunican con los ciudadanos a través de una empresa privada de un señor que vive en Estados Unidos y que además se está haciendo millonario con eso? Para eso está el Congreso. El máximo representante de un pueblo debería ir al Congreso para dirigirse a la Nación.
- ¿Hasta dónde es el propio periodismo el que convalida esto?
- Bueno, en gran medida es así. No somos conscientes de que si en tu redacción utilizas la Inteligencia Artificial para trabajar menos haciendo un artículo, la IA te va a terminar sustituyendo. Es incierto, bajo mi modesto punto de vista, que el periodismo ciudadano sea periodismo y que cada celular sea un fotógrafo profesional. Un periodista es una persona que contrasta las informaciones, que las verifica, que hace una investigación. Hay muchas personas que presumen de que solo se informan por Facebook. Yo no lo entiendo. Comparar a un creador de contenidos de Tik tok con la Sinfónica de Córdoba interpretando una sinfonía de Grams es un absurdo. En este último viaje a Córdoba he dicho que me preocupa porque aquí estoy viendo exactamente lo mismo que veo en Madrid y es que la cultura se está arrinconando.
- ¿A qué te referís?
- A que cada vez cuesta más ser poeta, escritor, músico.
- ¿Con qué crees que tiene que ver?
- Con que el entretenimiento se está comiendo a la cultura. Y las redes sociales se están comiendo incluso al entretenimiento. Cada vez se ve menos tele, se va menos al cine, se escucha menos radio. Si ya era difícil la cultura, ahora es más complicado: sobrevive porque tiene resiliencia y el que es poeta va a seguir escribiendo y la que es bailarina va a seguir bailando. Pero es difícil porque el entretenimiento también está empezando a tenerlo complicado a manos de la superficialidad.
- ¿Desde dónde se resiste?
- En mi caso, humildemente, no sumando un usuario más a esas redes. Hay personas que me mandan cosas para ver en Instagram y no las veo. Si me lo quiere contar que me lo cuenten a mí, personalmente.
- ¿No te sentís aislado?
- No.
- Las redes y el avance de la tecnología no dejan de ser una herramienta. ¿No crees que el problema es cómo las usamos?
- Sí, Lo creo.
- Entonces es peor de lo que pensamos.
- A ver, si un médico que está en Madrid es capaz de operar a un paciente que está en Tokio a través de la IA y los robots, es fenomenal. Entonces lo que tenemos que hacer es confiar en que vengan nuevas generaciones, que ahora mismo están absorbidas en un gran número por esas redes sociales que los tienen enganchados. Porque esa necesidad de dopamina es un enganche y hay que decirlo. Hay que darse cuenta que no va por ahí.
- ¿Y vos creés que esto cambiará?
- Quiero pensar que así como estas nuevas tecnologías han entrado de manera masiva, igual que se entra se sale. Confío en que en algún momento se volverá al periodismo de investigación, la literatura, la música.
- ¿Cuál debería ser el rol del Estado en materia cultural?
- Mientras que aquí Milei considera la cultura un gasto, cuando en realidad es una inversión, en España hace mucho tiempo que la izquierda y la derecha descubrieron que la cultura da dinero, y mucho. Este verano, el típico fin de semana de agosto que no hay de qué hablar, tuve que ir al Museo del Prado a ver si conseguía una nota para la radio; hablé con el gerente y me dijo que en agosto habían pasado 800.000 personas que pagaron su entrada por el museo. El movimiento de la cultura en Madrid deja mucho dinero y por eso sigue la inversión en mantener los museos, la actividad cultural, los conciertos. Las actividades son permanentes, todos los días hay algo, como en Buenos Aires o en Córdoba. Muchas de las actividades culturales que hay allá están patrocinadas por el Estado en sus tres formas: el nacional, el gobierno autonómico y el ayuntamiento. El de España no es un turismo de sol y playa, es un turismo cultural que está permitiendo que lleguemos a los 100 millones de turistas anuales, lo que significa el 7 o el 8% del PBI y miles de puestos de trabajo. Milei debería darse cuenta que, por ejemplo, la imagen de las películas argentinas se proyecta al mundo. Si el Estado piensa que está gastando de más en inversiones de ese tipo se equivoca de cabo a rabo. Si pudiera decírselo a Milei se lo diría porque no tiene nada más que mirar un poco alrededor y ver que aquellos países que tienen algo que los diferencia, lo promocionan hasta el infinito. Y aquí hay un patrimonio muy grande.