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#Literatura
Una tumba ya pronto serás
Foto: Federico Jeanmaire y Alejandro Fara durante la presentación en la Feria del Libro Juan Filloy.
Federico Jeanmaire recorre cementerios y la huella de sus antepasados para reflexionar sobre el paso del tiempo, la vejez y ese hábito tan arraigado de diferenciar a la gente por su origen o su condición social
Publicada el en Libros

Un hombre camina entre tumbas ilustres y anónimas, de aquí y de allá. Sin dogmas ni prejuicios, la mirada de Federico Jeanmaire se posa en las huellas divisorias entre los muertos, la distribución de los cuerpos, la asignación de una cuota de posteridad. Con oído fino escucha lo que los restos tienen para decir y lo que la vida, o el resto de la vida todavía tiene para dar: el paseo con un hijo, la charla con una madre cansada de todo que anhela reunirse con los moradores del panteón familiar y, al minuto siguiente, se embala en la compra de un audífono nuevo o una aspiradora. Todo eso sucede mientras Diego, la tortuga de la familia, aprovecha cualquier descuido del escritor para morderle los talones.

Prolífico y versátil, Jeanmaire alcanzó su momento de mayor reconocimiento en 2009 cuando obtuvo el premio Clarín con “Más liviano que el aire”, la atrapante novela en la que una mujer de 93 años consigue encerrar en el baño de su casa a un pibe que intentó asaltarla y, como escarmiento, le narra durante tres días y en forma detallada la truculenta vida de su madre. “Lo que resta de la vida” es algo bien diferente. Un ensayo personal, íntimo en el que Jeanmaire va recorriendo con paso sereno y atmósfera reflexiva tres cementerios: uno en Berlín, otro en su Baradero natal y el de Chacarita. La ciudad de la muerte como disparador para pensar en la finitud, en la vejez, en el paso del tiempo y, también en ese capricho que es una marca a fuego en nuestra especie: la costumbre de separar, clasificar y, digámoslo de una vez, segregar a las personas sea por su condición social o por su origen.

Si la muerte nos iguala, los cementerios parecen empeñarse en restituir las diferencias. La opulencia de los panteones nos recuerda que sus moradores son seres de prosapia que en vida tuvieron un buen pasar, a diferencia de las tumbas grises y anónimas de los seres más terrenales. El propio autor confiesa que al final de su recorrido lo espera también un panteón. No fue su idea sino de su bisabuelo paterno. “Cuando nací, ya tenía dispuesto el lugar en donde descansarían mis restos. No lo sabía. Por supuesto que no lo sabía. Me enteré del asunto mucho tiempo después. Medio siglo antes de mi nacimiento, en mil novecientos siete, Emilio, mi bisabuelo paterno, le compró a un tal Fraga la enorme bóveda familiar que está ubicada a la izquierda de la entrada al cementerio de mi pueblo (…). Ahí está esperándome, la sólida y primordial ocurrencia de mi bisabuelo”, dice Jeanmaire en el inicio del libro.

Una puerta hacia la nada

En uno de los cementerios reseñados en “Lo que resta de la vida” los muertos de origen británico se encuentran separados de los de origen alemán por un paredón. Sucede en la zona de Chacarita. Con los años, alguien decidió que había que salvar esa muralla que dividía los restos de unos y otros, y con ese fin colocaron una puerta. Pero lo tragicómico es que para poder abrir ese pasadizo hay que tener dos llaves, una de cada sector del cementerio. Según los cuidadores hasta ahora no se ha dado la coincidencia de que los responsables finalmente consigan abrir esa puerta.

Cuando leyó este libro, Cristina Mucci, la conductora del clásico programa cultural “Los siete locos”, le dijo al autor que “Lo que resta de la vida” le parecía un libro bello y triste. Al igual que Jeanmaire, que en aquella entrevista compuso un gesto de sorpresa como toda respuesta, no creo que se trate de un libro oscuro o triste, pese a que las locaciones de la historia parecen predisponerla hacia esos tonos.

Buceando entre sus antepasados, Jeanmaire da con una pariente que en su tiempo era considerada una bruja con poderes sobrenaturales. A ella le dedica los tramos más animados de la narración. En la presentación que hiciera en la última feria del libro de Río Cuarto, el escritor volvió a rescatarla del pasado. Confesó que hasta el día de hoy cuando la invoca suelen suceder equívocos o circunstancias impensadas que lo llevan a creer que aquella lejana tía bruja aún encuentra el modo de manifestarse entre los vivos.

Publicada por Híbrida Editora, “Lo que resta de la vida” calza a medida con el nombre de la editorial independiente. A medio camino entre al autoficción y el ensayo autobiográfico, el libro parece evadir los encasillamientos que marcan los géneros. Si hay que ponerle un rótulo, que sea éste: buena literatura y punto.

Lo que resta de la vida, de Federico Jeanmaire

127 páginas. Híbrida Editora.

Buenos Aires. 2024

Alejandro Fara
- Periodista -