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#EducaciónPública
Salir del laboratorio
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Marcelo García con sus estudiantes: ciencia al servicio de la comunidad.
El docente e investigador Marcelo García se enfoca en distintos proyectos científicos que incentivan la participación ciudadana en escuelas y comunidades, abarcando áreas como la hidráulica, la hidrología y la hidrometeorología.
Publicada el en Entrevistas

Marcelo García es profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet. Ingeniero civil, salteño de nacimiento -pero carlospacense desde 1982, según aclara-, reparte su tiempo entre comunidades y escuelas rurales. Su foco de interés es la formación de recursos humanos en todos los niveles educativos.

-¿Cómo conjugás todas tus áreas de trabajo?

- Siendo parte de la Universidad Nacional de Córdoba puedo realizar tres actividades: la docencia, la investigación y el trabajo de extensión. Y complemento la parte de investigación con el Conicet. Pero la UNC, al ser una universidad pública, me aporta mucho en el vínculo con la comunidad. Además, a partir del reconocimiento de la ciencia ciudadana pudimos avanzar en más proyectos. 

- ¿Cómo empezó tu inquietud por el vínculo con la comunidad?

- Me acerqué a la comunidad para mejorar el conocimiento. Yo hice mi doctorado en Estados Unidos, en un laboratorio de una de las tres universidades más prestigiosas de Illinois. Y cuando volví a la Argentina, en 2006, empecé a trabajar en un laboratorio.

En el 2014 se dieron unas inundaciones muy grandes en Río Tercero y llamaron a las universidades porque necesitaban ayuda para caracterizar el evento y para tomar medidas.

Entonces salí del laboratorio y me fui a trabajar al campo; eso hizo que empezara a interactuar con la comunidad. Cuando estaba al lado del río me di cuenta de todo el conocimiento que había ahí y que yo no estaba aprovechando por estar dentro de un laboratorio. Desde entonces, nunca más volví a un laboratorio, todos mis trabajos fueron en campo.

- ¿Cómo te marcó aquel primer trabajo de campo?

- En las situaciones de emergencia uno ve lo vulnerable que es la comunidad y la necesidad que tiene de desarrollo científico y tecnológico. Pero muchas veces uno puede hacer estos desarrollos y no tienen tanto impacto en la comunidad. Entonces pensé que había que trabajar sobre esas necesidades y me di cuenta además que la comunidad tenía mucho para aportar. Y empezamos con esto de la co-creación del conocimiento porque, ¿quién sabe más de una laguna o de un río que la persona que hace 70 años vive ahí? Lo que quizás no tenga esa persona es una forma de sistematizar todo lo que sabe, pero lo sabe porque lo ha experimentado. Entonces desde la Universidad le ayudamos a encontrar razones a lo que pasa y juntos co-creamos conocimiento.

- ¿Y cómo llegan a las escuelas?

- Cuando estábamos trabajando con la comunidad nos pedían que nos acercáramos a las escuelas para contar lo que hacíamos. Y cuando entré a una escuela rural no quise salir más de ahí porque me mostró que quizás nuestro sistema educativo debería ser como el de la escuela rural.

- ¿Por qué?

- Porque ahí no existe la separación por grados, están todos en una misma aula. Esa es la modalidad rural: plurigrado. Uno enseña el mismo contenido con distinta profundidad. Y eso me impactó. 

- ¿De qué manera?

- La primera vez que trabajé para una escuela rural empecé a escribir en el pizarrón y había un nene de primer grado que aún no sabía leer ni escribir pero estaba con chicos de sexto. Entonces en la segunda clase llevé emojis para explicar lo mismo pero ajustado a su capacidad de entendimiento. Eso me fue enseñando a ser mejor docente y me di cuenta que nuestras aulas de la Facultad tampoco son homogéneas, hay distintas capacidades, distintos intereses, situaciones personales. En síntesis, cuando me acerqué tanto a las comunidades como a las escuelas fue para mejorar la calidad de la investigación y de la enseñanza.

- ¿Cuáles fueron los primeros proyectos?

- Empezamos en 2012 con proyectos educativos de ciencia ciudadana. En 2014, cuando se dio la inundación, empezamos a crecer. En ese marco, en 2018 iniciamos un proyecto que nos marcó mucho: el Proyecto Matteo, un homenaje a Matteo Ravagli, un estudiante que falleció. Él quería ser astrónomo e iba a una de las escuelas que yo visitaba. Y le pusimos su nombre al proyecto, que además de llamarse así por él, también significa “Monitoreo Automático del Tiempo en Escuela y Organismo”. Empezamos a llevar estaciones meteorológicas a las escuelas y a trabajar con problemáticas relacionadas con el tiempo y el clima. Cuando fuimos avanzando surgieron ideas, dos de ellas son los libros: “Trabajo de campo” y “El guardián”, que además de estar editados en papel se pueden descargar de la página web del Proyecto Matteo.

- ¿De qué se tratan los libros?

- “El guardián” tiene que ver con que el cambio del uso del suelo cambia los flujos de humedad y energía del suelo a la atmósfera y de la atmósfera al suelo. Hay muchas escuelitas rurales en donde tenemos esa problemática porque se ha eliminado el bosque nativo y se ha puesto otro tipo de vegetación, que consume mucha más agua y evapora a la atmósfera; y en esos lugares de la montaña necesitamos que el agua esté en el suelo y no en la atmósfera. Es una analogía también con una investigación que hacemos con la universidad de Illinois porque es el mismo proceso que sufrieron ellos en sus llanuras debido a las dos corrientes migratorias que vinieron de Italia: unas fueron para Estados Unidos y otras para acá.

- ¿Y “Trabajo de campo”?

-“Trabajo de campo” está referido al origen del agua precipitable en Córdoba. La idea que tenemos es que el ciclo del agua es muy vertical y en realidad el agua que precipita en la provincia proviene de regiones muy alejadas y son traídas por distintas corrientes de aire.

En 2018 nos visitaron además los investigadores del Proyecto Relámpago, los cazadores de tormenta que vinieron de Estados Unidos con cuatro camiones cazatornados y con radares. Fue la campaña de mediciones meteorológicas más grande que hizo Estados Unidos fuera de su territorio. Y una de las investigadoras es la que originó el paper que está en “Trabajo de campo”. Además, la autora del libro y la ilustradora son maestras. Nosotros trajimos la idea, el contenido científico y ellas ilustraron y escribieron. Es un producto de toda la comunidad.

- La experiencia para los chicos debe haber sido inolvidable...

- Sí, y se sigue manteniendo el vínculo. El director del proyecto les manda videítos a los chicos en inglés. Imaginate a un chico de una escuela rural, que está tratando de buscarle sentido a todo, trabajando el contenido en inglés, durante casi un mes; y le encuentra sentido a aprender inglés en medio de la sierra porque se está conectando con un investigador de allá. Ahora estamos trabajando con el Proyecto Prevenir, una investigación conjunta entre los gobiernos e instituciones científico-técnicas de Argentina y Japón, que se extenderá hasta 2027.

- ¿En qué consiste?

- Busca prevenir el impacto de crecientes repentinas en la cuenca del Río Suquía. 

- ¿Cómo llegaron a vincularse con Japón?

- Por el proyecto Relámpago. Uno de los mejores legados que dejó ese proyecto fue que nos ayudó a vincularnos con distintos grupos científicos. Nos presentamos a este proyecto con Japón y salimos seleccionados. La idea es que a partir de distintas interacciones se vayan generando nuevos lazos. Hoy la escuela rural Ricardo Rojas, del Durazno, tiene tres proyectos científicos internacionales.

- ¿Con cuántas escuelas están trabajando?

- Con unas cien. Nuestros estudiantes, para tener el título de grado en la Universidad, tienen que cumplir 30 horas de actividad con la comunidad. Y Matteo es un proyecto de compromiso social en el que ellos pueden acreditar esas treinta horas. Pero pasa también que los chicos se encariñan con el proyecto y así va creciendo. José, un estudiante de Jujuy, volvió a su provincia llevando el proyecto a una escuela de allá y el otro día tuvimos una videoconferencia con nueve jardines de infantes de Jujuy. Otro de los estudiantes tiene una pareja que es de Tierra del Fuego y también lo llevó para allá. Y el año pasado hicimos videoconferencias entre Salta y la Antártida.

- ¿Cuántos chicos trabajan en los proyectos?

- De la Facultad son cincuenta, más el grupo coordinador. Con este grupo estamos haciendo ecopluviómetros para entregarle a las escuelas instrumentos de bajo costo. Eso es algo que me hicieron ver los cazadores de tormentas.

- ¿Cómo es eso?

- Los investigadores del Proyecto Relámpago traían camiones de dos millones de dólares cada uno. Ellos me contaban que tenían que llegar a un punto con el camión y quedarse quietos durante una hora para que se estabilice el radar y pueda empezar a funcionar. Y si en esa hora la tormenta giraba, era un problema. Entonces, si había un niño con una botellita midiendo la lluvia, seguramente lograría un mejor registro que ellos. Eso es un poco la ciencia ciudadana.

- ¿Cómo es el feedback del trabajo en las escuelas?

- Acá lo que es clave son los docentes porque nosotros podemos aportar estas ideas y materiales pero si ellos no los incorporan no sirve. El libro que más se ha incorporado, quizás porque tiene más tiempo, es “Trabajo de campo”. Hay una escuelita especial de Cosquín en la que trabajan en mejorar la oralidad de los chicos e hicieron un podcast con los relatos. En la escuelita de El Durazno un día los chicos me preguntaron por qué era tan difícil predecir el tiempo. Les conté que tiene que ver con una característica que tienen los procesos del tiempo, que se llaman caóticos y que eso responde a un principio llamado El efecto mariposa, que se descubrió en el área de la meteorología y está referido a que el pequeño aleteo de una mariposa en un lugar del planeta puede generar un gran evento meteorológico en otro lugar. Los chicos de las escuelas rurales no tienen muchas otras distracciones, entonces están muy ávidos de lo que uno les acerca.

- Me imagino que les surgieron muchas preguntas.

- ¡Un montón! En ese momento yo estaba dando en el posgrado la materia Turbulencias, que habla del efecto mariposa. Abrí esa carpeta de posgrado y me puse a darles a ellos,  niños y niñas de no más de 11 años, el contenido. Y lo entendieron en un 80%. Les hablé del comportamiento complejo de los dobles péndulos y les dije que en la atmósfera ocurría algo así, con combinaciones más complejas. A la clase siguiente un niño me estaba esperando con un doble péndulo que había fabricado. Y la feria de ciencia de la escuela ese año se llamó ‘El aleteo de las mariposas’.

- Es interesante esta idea de no esperar a que los chicos crezcan para que adquieran estos conocimientos.

- Sí, a mí me cambió mucho esto. Me acuerdo cuando desde las Universidades íbamos a las escuelas a despertar vocaciones. Quedaba tan lejos todo. En las escuelas rurales había chicos que no sabían que existe la Universidad. Y los que lo sabían, sabían que tenían que terminar la primaria y luego la secundaria. Toda una vida. Yo me sentía frustrado y me preguntaba qué podía hacer para que ese trabajo tuviera un impacto más inmediato. Y con la ciencia ciudadana ese chico puede volver a su casa hoy con una botellita para medir un dato que puede ser usado en Japón o en Estados Unidos.

Guillermina Delupi
- Periodista -