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#CasoDagatti
Alicio y la lección de Icaro
Foto: Alicio Dagatti y una caída (no tan) inesperada.
Como el personaje de la mitología griega, el presidente de Estudiantes alzó vuelo hacia el poder sin pensar en las consecuencias de una caída.
Publicada el en Reflexiones

“No es la droga, es la carne”.  En el entorno de Alicio Dagatti no tienen dudas de que su espectacular detención fue “una cama” para interrumpir el vuelo que no dejaba de cobrar altura entre quienes se disputan el poder en la vida económica, política y social. Que parecen distintas pero se eslabonan para el bien y para el mal. Dagatti, que ya tenía el poder económico, fue por los otros dos. Y se le empezaron a derretir las alas.

La familia Dagatti llegó desde General Deheza a Río Cuarto y con una modesta carnicería empezó a construir un poder empresarial que sumó con los años otras bocas de expendio de carne, frigoríficos, campos, medios de comunicación y desarrollos inmobiliarios.

Dagatti y tres de sus hijos varones se transformaron en “los reyes de la carne” de la región y su ascenso generó recelo entre sus relegados competidores. Alicio cedió a sus hijos el gerenciamiento de las empresas cárnicas para concentrarse en su pasión por Estudiantes de Río Cuarto. Mal no le fue: lo  llevó a la segunda categoría del fútbol nacional, estuvo a un penal de llegar al fútbol de primera y mejoró  significativamente su infraestructura. Esa proyección lo instaló  en las fotografías del poder político, tanto local, provincial como nacional. Y en ese ascenso le empezaron a contar las costillas. No la de las medias reses que vendía,  sino las propias.

Señales

Primero desembarcó un grupo empresario que asoció a inversores de su propia localidad de origen y de Coronel Moldes e instalaron una venta de carne embasada al vacío a precios muy bajos para la media de los mostradores locales. “Papi” Dagatti -como lo llaman los carniceros minoristas a quienes les faena-, encontró nuevos e impensados competidores. La viralización de imágenes con supuestas presencias de anélidos en su carne fresca fue otra señal.

Para entonces Dagatti ya era proveedor de carne del Servicio Penitenciario  y se sentaba a la mesa como uno de los tres hombres fuertes del negocio en la provincia. En un acuerdo de conveniencia y/o cartelización se acordó distribuir carne a los miles de ciudadanos privados de su libertad. Pero siempre un negocio entre tres es menos rentable que uno entre dos y tal vez en esa ecuación haya que buscar el origen de “las desgracias” que se fueron sumando.

La caída en prisión del “zar de las cárceles”, el penitenciario José María Bouvier, dueño y señor del SPC durante quince años, fue un parteaguas para ese queso al que muchos desean hincar el diente. Un año después de su caída, el propio Dagatti está detenido en el mismo pabellón de Bouwer que aloja quien le asignaba generosas cuotas como proveedor de carne.

Dagatti era parte de la mesa chica del ladero de Chiqui Tapia en la AFA, pero cuando el dirigente de Barracas Central fue reelecto por mayoría abrumadora, quedó afuera de la lista. Fue otra señal. Alguien le había bajado el pulgar. Y así como el fútbol es un trampolín para la política, su indisimulada ambición de ser intendente de Río Cuarto generó resquemor entre los políticos profesionales.

Hace un año, una poca significativa cantidad de drogas, alcohol y celulares cargada en una parada de 20 minutos en las afueras de Río Cuarto en un camión contratado por el Frigorífico Livorno para llevar carne a Bouwer  fue la última señal.

Pero Dagatti no la vio.

La caída

En la leyenda griega,  el Minotauro era un monstruo con cuerpo de toro y cabeza de hombre. Teseo logro matarlo con la ayuda de Dédalo y su hijo Ícaro. El Rey Midas, padre de la criatura, los encerró en un laberinto como castigo. Para huir Dédalo fabricó alas y las pegó con cera en sus hombros y los de su hijo para iniciar el vuelo hacia la libertad. El padre advirtió al joven que no volara demasiado alto. Pero, fascinado por el maravilloso vuelo, Ícaro desobedeció y se elevó hacia el cielo. Sintió que era el dueño del mundo y quiso ir cada vez más alto. Como se acercó demasiado al sol, el calor derritió la cera que sostenía sus alas.

En estas semanas tras las rejas Dagatti experimenta, como Ícaro, haber volado demasiado alto y haberse acercado al poder real. Comprobó que puede lidiar como iguales con empresarios y dirigentes deportivos, pero que incomodar al poder político -o a quienes lo manejan-)  tiene otro precio. Ya lo había dicho un fiscal provincial que renunció a su cargo: “Si algún día me meten preso, prefiero caer en el pabellón de los narcos y no de los políticos. Los primeros tienen  más códigos”.

Así son las cosas.

Guillermo Geremía
- Periodista -