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Al monte con Los Olimareños
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Eldio Balderramo relata en exclusiva para El Sur su experiencia con el dúo uruguayo Los Olimareños en los años del terrorismo de Estado.
El médico y militante Elio Balderramo (foto) relata el vínculo que cultivó con el dúo Los Olimareños y cuenta sus guitarreadas dentro de los quebrachales de los llanos riojanos durante 1976, mientras las patotas de la dictadura genocida arrasaban el cuerpo social y sembraban de terror las calles argentinas.
Publicada el en Crónicas

La historia del médico Elio Balderramo es un mojón de muestra del compromiso de ciertos sanitaristas de los ’70, dispuestos a hundir sus manos en el barro de las necesidades de las poblaciones abandonadas del calor protector del Estado. El paso por Córdoba de este sanjuanino, que vino a estudiar medicina a la UNC, terminaría siendo definitivo luego de superar la persecución de la dictadura por sus simpatías políticas con el peronismo revolucionario.

Recién recibido ingresó como médico cirujano en el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), que puso en marcha el Presidente Héctor Cámpora y que la dictadura desechó apenas perpetrado el golpe de Estado. La vida de aquellos jóvenes también fue empapada por una cultura de época, donde el dúo Los Olimareños cumplió un rol central en el cancionero de los aromas revolucionarios en la Córdoba rebelde pos Cordobazo, como describió el escritor Andrés Rivera. A la postre, Balderramo trabajaría 31 años en el centro médico de la UEPC, donde fue uno de sus cofundadores en los albores de la democracia recuperada.

A partir de la relación que tenía su hermano, también médico, conoció a Los Olimareños José ‘Pepe’ Guerra y Braulio López en el circuito de peñas que inundaban nuestra capital provincial, a ritmo de guitarra y copetines, y enfiestaban las noches cordobesas, sin imaginar aún que la oscuridad del genocidio de estado trastocaría definitivamente sus vidas, las de los jóvenes y la de aquellos músicos que terminaron exiliados, previo secuestro clandestino y posterior blanqueo de Braulio como preso político. “Yo los conocía desde Córdoba. Mi hermano Luis que también es medico los trajo algunas veces a casa”, recuerda Elio.

Hoy que el negacionismo oficial y el ataque a toda la reconstrucción en base a memoria, verdad y justicia enlutan la democracia recuperada, Elio Balderramo ofrece con generosidad sus recuerdos y sonríe con boca ancha cuando busca en su memoria las noches de Chepes, en los llanos riojanos, cuando Pepe Guerra llegó a su casita de médico rural, guitarra en mano, para aliviar con su música los dolores de aquellos tiempos.

Chepes

“En 1974 el gobierno de entonces pide médicos que trabajen full time en el Estado. Muchos profesionales de La Rioja, San Juan y Córdoba nos sumamos. La prueba piloto se realizó en San Luis, La Rioja, Chaco y Formosa. A mí me tocó trabajar varios años en Chepes, en el sur riojano”, cuenta Elio y describe el proyecto como “espectacular”. “Se trabajaba bien, con sueldos muy dignos, los hospitales comenzaron a ser equipados”, señala.

Instalado en los llanos riojanos con su esposa Analía -con quien sigue cultivando amor y pareja décadas después- llevó la medicina a parajes aledaños donde las poblaciones nunca habían tenido atención de su salud.

La Rioja era otra de las provincias donde la tensión social a partir de las políticas progresivas en materia de derechos básicos se chocaba con la persecución política entre los sectores conservadores y reaccionarios y un polo de social encabezado por el obispo cordobés Enrique Angelelli, que sería ultimado por encargo del régimen militar en agosto del ’76. Elio pudo conocer a Angelelli en una de las recorridas territoriales que hacía el prelado. También conoció a Gabriel Longueville, presbítero francés que murió a manos de la patota represiva, secuestrado en Chamical, torturado y fusilado junto a otro sacerdote natural de San Carlos Minas, el padre Carlos de Dios Murias, y el laico Wenceslao Pedernera, luego beatificados durante el mandato del Papa Francisco.

El dolor de una guitarra

Una noche del ’76, cuando el clima social se cortaba con un papel, el matrimonio Balderramo estaba acostado y escuchó un auto que estacionaba en la puerta de su casa. “Sentimos las puertas que se abrían, fueron cuatro, no me olvido más. Con un miedo que nos atravesó todo el cuerpo pensamos que nos venían a buscar… Pero de repente escuchamos la melodía de una guitarra y una hermosa voz que, despacito, cantaba ‘del horizonte a la palma/se oye un canto de cigarra/y el dolor de una guitarra/que me florece en el alma’”, entona Elio. “El cagazo fue superlativo”, se ríe. Era Muchachita Olimareña, en la voz de Pepe Guerra, el 50% libre del dúo porque Braulio López había sido secuestrado en abril del ’76. López estaría seis meses secuestrado en Campo de La Ribera, para luego ser ‘blanqueado’ y destinado como preso político a la Cárcel de San Martín.

“Cuando termina de cantar Pepe, veo a mi hermano Luis y dos amigos más que habían decidido visitarnos de sorpresa. Se quedaron unos días en casa, lo pasamos muy lindo. A Braulio lo habían detenido en el marco del Plan Cóndor. Y Pepe estaba dando vueltas porque no sabía dónde andar”, apunta Elio.

Pepe Guerra era, igual que Braulio López, fue un artista muy comprometido con su tiempo, con la política, con la música popular y la canción latinoamericana, suma el médico desde su memoria.

El disparador de la conversación que El Sur mantuvo con Balderramo es una foto tomada en medio de un quebrachal riojano donde puede advertirse un grupo de hombres tocando sus guitarras. “No lo anduvimos mostrando a Pepe en Chepes. Había policías de civil y servicios por todos lados. Era muy difícil confiar. A las 12 de la noche se cortaba la luz y prendíamos un fuego para seguir conversando”. Y recuerda: “la foto del campo es camino a El Tala, un paraje cercano, donde hay unos quebrachales impenetrables. Quedamos a comer un asadito entre medio de los quebrachos y yo invité a dos cantores riojanos muy buenos de la zona, los hermanos Elpidio y Tata Rivero. Pepe quedó solazado después de escucharlos. En general, esos días anduvimos en los campos, comiendo asado y tocando la guitarra con los criollos amigos de allá”.

Fueron cuatro días de remanso guitarrero con uno de los músicos más populares de la época. En febrero, antes del secuestro de Braulio, Los Olimareños habían realizado un recital multitudinario en la Fiesta de la Chaya. “La gente los amaba”, dice Elio.

Posteriormente Pepe Guerra vuelve a Uruguay para arreglar trámites familiares e inmediatamente huye a México. “Las canciones estaban prohibidas, la censura y la persecución feroces”.

Mendoza, secuestro y exilio interno

Tiempo después de la visita del olimareño, Elio Balderramo decidió dejar La Rioja. “Un médico veterano me dijo que me fuera de ahí, que el clima estaba muy espeso”, cita nuestro entrevistado.

Por contactos y recomendaciones, Elio elige mudarse la ciudad mendocina de San Rafael, donde estaba desarrollándose una experiencia sanitaria muy rica en el Hospital Teodoro Schestakow. “Al principio nos fue muy bien, gente muy buena que necesitaba profesionales y te recibía con los brazos abiertos”, dice.

El escape de las garras represivas duró solo un tiempo. En 1979 fue secuestrado en el mismo hospital. Según relató en la causa que lo involucró como víctima, Balderramo declaró que “durante su turno de guardia en el hospital, se dirigió a la central telefónica más cercana, oportunidad en la que fue secuestrado por miembros de ‘fuerzas de seguridad’, quienes -tras golpearlo, maniatarlo y encapucharlo- lo introdujeron en un vehículo, dando así inicio a su período bajo cautiverio”.

Según está inscripto en el expediente judicial Elio narró “el violento trato que le dieron (alegó que fue indagado respecto de su vida, quehaceres y “nombre de guerra”; que lo desnudaron; que recibió violentos golpes; que fue encapuchado, que sumergieron su cabeza en un tanque de agua; que lo ataron a una mesa para propinarle descargas eléctricas y que -en ciertos períodos- lo mantuvieron encadenado). Explicó que luego de varios meses, lo trasladaron a un campo arado donde lo liberaron próximo a la ciudad de Santa Rosa, La Pampa”.

Fueron seis meses de suplicio y tormentos hasta que en su liberación, librado a su suerte en medio de un campo arado, logró llegar a una ruta, para luego alcanzar una estación de servicio. Gracias a la ayuda de distintos vehículos a los que les hizo ‘dedo’, logró llegar a Córdoba donde estaba su familia y su mujer, embarazada y a punto de dar a luz. La sorpresa fue enorme, nadie lo esperaba, lo daban por muerto.

Finalmente, terminaría viviendo con su familia en el norte de Santa Fe, a orillas de Paraná, para poder retornar a Córdoba cuando estaba a punto de recuperarse la democracia.

Los Olima

Elio está jubilado, su casa de Villa Allende, donde construyó cuando volvió de Santa Fe, está ubicada en una calle frondosa de eucaliptus, su jardín tiene una variedad de cactus que da gusto.

Parados en la puerta, ya a punto de partir, Elio recuerda la tormentosa vida de los comprometidos en lo político y lo social de los ’70, y no puede evitar tararear las canciones que acompañaron su juventud. 

Los olimareños cantaron juntos durante 30 años. “Hicieron una carrera en la historia de la cultura. Tuvieron letristas extraordinarios como Víctor Lima, Rubén Lena, El Sabalero, Viglietti, Zitarrosa. La expresión de su tierra uruguaya”. Pepe Guerra falleció en Montevideo en junio del año pasado. Braulio López, a sus 82 años, aún sigue cantando. 

En 2015, Braulio declaró por videoconferencia en el Megajuicio La Perla, realizado en tribunales federales de Córdoba, donde relató el itinerario de su detención en el ex centro clandestino de Campo de la Ribera. Dijo que lo interrogaron sobre por qué cantaba “letras subversivas”. Seis meses permaneció allí hasta que fue trasladado al pabellón 10 de la UP1 junto a otros presos políticos.

Los interrogatorios fueron de dos tipos. “Por un lado, había represores que le preguntaban sobre dónde estaban las letras subversivas. Y eran canciones públicas. Eso demostraban el poco nivel de instrucción que tenían”, contó en su momento el fiscal federal Facundo Trotta.

-Estuve seis meses desaparecido y seis meses legal. Lo único que hacía era cantar –contó el músico.

Braulio cerró su declaración con un pensamiento. “En esos momentos límites, o sos un hijo de puta o te aparece la bondad. Te salta quién sos. Con el tiempo me encontré con compañeros detenidos y la dimensión de la solidaridad siguió intacta”, publicó el extinto portal informativo Infojus.

A fines del ’76 fue conducido a la Policía Federal de Buenos Aires, donde le dijeron que “sería expulsado por su relación con la subversión”. Cuando lo dejaron libre, se exilió en España.

Nos vamos de Villa Allende. Elio nos despide desde su casa, se lo puede ver a través del espejo retrovisor, quizás completando para sí mismo la canción con que su amigo Pepe Guerra lo despertó una noche de Chepes:

Prenda querida/asómate a la ventana/para que cuentes mañana/cómo fue mi despedida.

Las espigas van jugando/con el perfil de mi sombra. /Trochan por el mismo rumbo/caballo y luna redonda.

Yo no te cambio, /muchachita sabanera, /ni por la luz de la luna/ ni por todas las estrellas.

Guillermo Posada
- Periodista -