La vida tiene esos contrastes brutales, injustos, dolorosos. A fines del año pasado, María José Berdullo –más conocida como “La Pepé” en la comunidad educativa- presentó su primer libro en la Biblioteca Mariano Moreno de Río Cuarto. Estaba radiante, feliz, rodeada de sus afectos: su compañero, sus hijas, amigues y decenas de estudiantes –alumnes y ex alumnes- que se dieron cita para escucharla y, sobre todo, acompañarla. La “Pé” estuvo en cada detalle: parada delante de una mesita con fotos de época, objetos y recuerdos de familia, daba la bienvenida a quienes íbamos llegando y nos entregaba un separador pintado a mano por Fer Sereno. Nerviosa, ansiosa, sonriente y feliz, accedió a firmarme el libro antes de que comenzara la presentación porque me tenía que ir temprano.
“Para Hernán y Nerina, dos inmensos seres que educan a otros alípedes valientes. Con todo mi cariño. Pepé”, escribió con caligrafía clara y legible, propia de una profesora de Lengua y Literatura.
Alípede, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa “Que lleva alas en los pies”. Y agrega: “Aludiendo a Mercurio”. Que es el planeta más cercano al sol y el más pequeño del sistema solar. Que es además, en la mitología griega, el mensajero de los Dioses. Alípede no es un término coloquial, de uso cotidiano: es una palabra rara, extraña, infrecuente, que encierra varios significados. ¿Qué quiso decir(nos) Pepé con esa dedicatoria? ¿Que somos seres alados, mensajeros, meros intérpretes, aves de paso? Vaya uno a saber. A la Pepé, como buena profesora de Lengua, le gustaba jugar con las palabras. Adoraba las palabras. Leía, leía, leía y hacía leer a sus alumnos. Y además, ahora lo sabemos, también escribía. No sólo las interminables citas de grandes autores que transcribía en los recreos, tiza en mano, con su prolija caligrafía, en el pizarrón del aula –de las múltiples aulas que transitó derrochando su irrefrenable vocación docente-, sino que también escribía en la intimidad. O mejor, al calor del hogar: mientras cocinaba, preparaba la mochila de sus hijas o corregía trabajos de sus estudiantes, como contó, con la gracia que la caracterizaba, en la presentación de su libro.
Calas de papel es una verdadera joyita, impresa en forma casi artesanal por Ediciones del Puente: tapas blancas, trazos finos, su simpleza irradia luz –como la autora- en el exquisito diseño de Florencia Pecorari, que diferencia las voces del texto con tres tipografías que evocan tiempos vitales diferentes. Es una edición delicada, informal y decontracturada, donde la autora se presenta a sí misma en la solapa como seguramente quería que la recordaran: “Soy María José, Pepé o Pé. (Pe)queña preguntona que intenta aprender o escuchar. Por eso cada palabra es una campana. En medio de esas resonancias, transito la vida con una familia aladamente hermosa y trabajo de la labor más preciosa del mundo: habitar la palabra y el pensamiento –en modo docencia-.” En la contratapa, debajo de un largo y delicado blanco, una cita de Albert Camus: “No importa lo duro que el mundo empuje contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta”. La palabra como resistencia, resiliencia, utopía, fortaleza.
Legado
Es difícil (re)leer el libro de Pepé en estos días porque la inevitable tendencia es buscar algunas claves premonitorias. ¿Qué nos quería decir la Pé con sus sagaces juegos de palabras? ¿Se estaba despidiendo? De ser así, nos engañó a todes: en la presentación de su libro contó que le costó mucho animarse a publicar, pero que una vez que la convencieron y rompió la barrera del pudor (literario), ordenaría sus otros manuscritos para reincidir. Era, entendimos entonces, el primer libro de varios. Nunca imaginamos que sería el último.
“¿Cuándo comienza un cuento?, ¿cuál es la génesis de las historias?, ¿cuándo la semilla se rompe, abriéndose a la vida?, ¿cuándo el aleteo de una abeja poliniza a una flor?... ¿qué será? ¿fruto o semilla? No sé. Yo no sé. Si hay alguien que desconoce inicios y finales, esa soy yo. Podría definirme como de los transcursos, del mientras tanto, del vamos viendo”. Así comienza Calas de papel, opera prima y hermoso legado de Pepé. En él la autora se propone contar su propia historia a través de las voces de su abuela materna María Manassero –María, como la Virgen, que oculta un secreto que irá carcomiendo los cimientos familiares- y de su madre Francisca Santina. Y la de ella misma, la pequeña María José, que desde el recóndito recuerdo de su infancia captura las voces –y el término incluye modismos, gestos y silencios- de esas mujeres que fueron (re)construyendo su(s) historia(s). A lo largo de 56 capítulos, estas tres mujeres –la autora, su madre y su abuela- cuentan historias de tierra adentro: las sacrificadas tareas del campo, los precarios juegos infantiles, las costumbres culinarias, los prejuicios pueblerinos, la vida misma en la zona rural del sur de la provincia de Córdoba.
Cada relato con su tipografía –recurso gráfico que orienta y facilita la lectura-y, sobre todo, con su oralidad. Porque no hablan igual María, Santina y María José. Hay en el trabajado texto de Berdullo una intensa búsqueda de la oralidad de las distintas generaciones de su familia, un rescate genuino de expresiones y modismos que brindan identidad, autenticidad y verosimilitud a esas voces. Voces frescas, espontáneas, que dicen cosas a medias, que cuentan hasta ahí, que se autocensuran, que impiden como pueden que aflore esa historia sórdida que atraviesa la totalidad del relato y explica el devenir familiar: ese pecado de origen que se mantiene oculto para evitar la previsible condena social.
La lucha contra ese inconfesable secreto en la historia de estas tres mujeres se sostiene en el relato como una pulsión incontrolable que aflora entre líneas, dotando al texto de una vitalidad femenina que lo acerca a la mejor versión de un relato genuinamente feminista, entendiendo al feminismo como la lucha contra la herencia patriarcal que determina el contexto vital de estas mujeres –en escala descendente- en su pelea cotidiana por entender, procesar y contar la verdad como acto emancipatorio y liberador.
Leí el libro de la Pepé semanas después de la presentación con la idea de reseñarlo. Pero como ocurre siempre, distintas obligaciones fueron postergando el momento de la escritura. Los primeros días de enero, en las sierras cordobesas, me llamó la atención el intenso brillo de una estrella temprana. ¿Mercurio?
Al día siguiente llegó la infausta noticia de la muerte de esa mujer luminosa que irradiaba tanta alegría. Volví, melancólico, sobre su libro, ahora convertido en su preciado y precioso legado.
Calas de papel, de María José Berdullo
Ediciones del puente, Río Cuarto,
Córdoba, 2024. 129 páginas.