Elsa Chanaguir es abogada y docente, pero hace tiempo que está jubilada. En el día de su cumpleaños 88 y en un contexto político negacionista, se dio el gusto de presentar su opera prima, “Los de afuera”, un libro inspirado en la experiencia de su sobrina Marta durante los oscuros años de la última dictadura cívico militar. En la presentación, realizada en Rubén Libros, pleno microcentro de La Docta, contó que el libro se nutre fundamentalmente de las cartas que su sobrina le envió desde la cárcel de Devoto, donde estuvo presa tres años y medio. La presentación estuvo envuelta en una atmosfera casi sagrada que combinó el tono de voz bajo y delicado de Elsa con el respetuoso silencio de un auditorio colmado que, amén de compenetrarse con la historia del libro, se quedó después a soplar las velitas.
Nacida en Cruz del Eje, Elsa creció entre talleres ferroviarios y panfletos socialistas. “En mi casa circulaban diarios anarquistas. Yo vivía en Cruz del Eje donde había un taller ferroviario, allí se realizaban todos los arreglos de los trenes. Era uno de los pocos lugares donde los primeros sindicatos eran anarquistas, entonces había cierto clima de trabajar con los obreros. En las marchas y los primeros de mayo, desde niña, veía a los trabajadores con sus pañuelos rojos. Mi padre era un inmigrante más, trabajaba en el comercio y se vinculaba con todos los demás trabajadores. Cuando empecé a estudiar abogacía me vinculé con los grupos más interesados en lo laboral, con los obreros.” Cuando se recibió de abogada incursionó en el derecho laboral, pero la convulsionada realidad política del país también la llevó a defender presos políticos.
- ¿Qué significa para vos hacer pública la historia de tu sobrina?
- Sentía la obligación de hacerlo por mi hermana, por mi sobrina y por todo lo que yo sabía que pasó. Además porque es poco lo que se sabe sobre el trato recibido por los presos políticos y sus familias. No hablemos de otras cosas que fueron terribles. La gente puede creer que porque estaban presos y se los podía visitar a lo mejor estaban bien. ¡No! Y también sentí la necesidad de escribir, porque en el Gobierno de Mauricio Macri empiezan a querer cambiar lo que se logró con los juicios y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Me interesaba mostrar no sólo que hubo gente que desapareció, que es terrible, sino también gente que estuvo adentro y cómo la trataron, cómo estuvieron.
- ¿Cómo era tu vida cuando se produce su detención?
- Un poco antes del golpe militar los policías entraban a las casas, a nosotros nos tocó después que me echaron de mi trabajo en la Facultad de Abogacía de Córdoba. Se presentaron policías armados en mi casa buscando una persona, me acuerdo que el nombre que buscaban era el mismo de mi hijo de tres años en ese momento. Nos salvamos esa vez, revisaron toda la casa y no encontraron nada. Llamaron a vecinos y todos se portaron muy bien con nosotros. En esa situación tuvimos que pensar en irnos a otro lado. Y lo hicimos dentro del mismo país. Yo tenía una hermana mayor que nos ofreció ir a Balcarce, en Buenos Aires, a trabajar. No hay que olvidarse que en esa época cada región estaba manejada por un general o militar y no había una transmisión precisa de información. Allí pude trabajar como docente secundaria y mi marido como arquitecto.
- ¿Cómo fue el momento en que la detienen a ella?
- A los cinco días del golpe unos tipos armados van a la casa de mi hermana y se llevan a su hija. No teníamos información de dónde estaba detenida. Presentamos un recurso de hábeas corpus, pero la policía solo nos dijo que no contaban con una persona con ese nombre. Los jueces federales tampoco se preocupaban, reproducían lo que les decía la policía y se quedaban en eso, eran cómplices de la policía, con alguna excepción. Nosotros nos estábamos por ir a vivir a Balcarce. Y ahí nos enteramos que la habían llevado a la Penitenciaría, la cárcel de barrio San Martín que estaba en manos de Luciano Benjamín Menéndez. Todos los presos políticos estaban en celdas individuales, cerradas, no podían salir, ni verse entre ellos, tampoco a sus familiares. Estaban solos, en la oscuridad. Y hubo muchos asesinatos y cosas horribles ahí. La mayoría de esos presos estaban a disposición del Poder Ejecutivo, porque no le podían adjudicar ningún delito. Tenían un régimen especial para los presos políticos, lo peor era que nunca sabías qué les podía pasar al día siguiente, si los trasladaban de pabellón, de cárcel o recibían algún castigo físico. Era muy difícil esa incertidumbre: te podían liberar o matar.
- ¿Tu sobrina tenía alguna participación política?
- Ninguna. Como la mayoría de los universitarios, era progresista y punto. No estaba afiliada a ningún partido. Podía estar más cercana del peronismo, nada más. En las carreras de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC todos eran muy progresistas. Por suerte no terminó en un centro clandestino. Todo era muy arbitrario tanto con los presos políticos como con los familiares. Y el momento de la visita.
- ¿Cómo fue el traslado posterior?
- En Córdoba la mantuvieron ocho meses en la Penitenciaría. Después la llevan a Devoto, en Buenos Aires, recién ahí la blanquearon. En el caso del pabellón de mi sobrina, las visitas que recibía era sin contacto físico, o sea a través de un vidrio. Había un salón largo, donde quedaban separados los presos de los familiares por medio de un vidrio. Había un taburete fijo para sentarse con una mesada, en la cual estaba pegado un micrófono. Para hablar te tenías que inclinar con la cabeza, no habían teléfonos. En ese pabellón mi sobrina estuvo tres años y medio. Había otros pabellones con visitas con contacto físico, pero no había ninguna razón por la cual ibas a parar a uno o a otro. Este hecho me parece muy importante y lo trabajo mucho en el libro, a partir de las visitas que yo hacía para verla. También describo como era el maltrato con respecto a las personas que iban a verlos: los padres o los niños que iban a ver a una mamá. Veías cosas que te hacían llorar. A diferencia de Córdoba, allá pudieron escribir cartas, aunque solo a las mismas personas que podían ir a visitarlos, parientes directos.
- La historia está contada a partir de las cartas que recibiste de tu sobrina…
- Para mí mostrar las cartas que ella me mandaba era importante para que se conociera como se construía la amistad entre las presas. Cuando les permitían estar juntas se leían entre ellas las cartas que recibían, tenía un efecto muy importante, a veces más importante que el que tenía la visita con un vidrio de por medio. Las relaciones de amistad que se establecieron en la cárcel siguen existiendo, porque al día de hoy se siguen viendo. Además contar sobre estas personas, algunas liberadas como fue el caso de mi sobrina, que debió irse a otro país y quedar en manos allá de una persona responsable. Todo este tipo de cosas se conoce poco, los sufrimientos fueron mayúsculos.
- Relatas el aislamiento aún en el momento de la visita…
- Las visitas vidriadas eran terribles, siempre me acuerdo de un nene que tendría diez años y lo encontré en la cola que hacíamos para entrar, junto a su padre, que resultó ser el esposo de una amiga. A ella la habían llevado dos meses después que a mi sobrina, y me puse en un taburete al lado para poder verla, aunque no pudiera hablarle. Las chicas cada vez que tenían una visita trataban de arreglarse un poco para que los familiares no se preocuparan tanto. Entonces observo que cuando el papá se sienta con el nene y enfrente se sienta su mamá, el niño se da vuelta y me dice: ¡viste que linda esta mi mamá! Todos los familiares sufrieron esto. Por eso el libro se lo dedico a mi sobrina y a mi hermana, porque sé lo que significó para ella tener a su hija presa.
- ¿Cuál es tu próximo proyecto?
- Me han dado muchas ganas de seguir escribiendo sobre estas cosas. Lo que tiene que ver con todo lo que nos pasa en este momento. Escribir para no olvidar lo que nos pasó, porque ahora nos va a pasar peor. En el prólogo lo que digo es lo que nos pasó con Macri y lo que nos sigue pasando ahora. Por suerte tenemos las Madres que siguen peleando, la gente más hermosa que podemos imaginar. En este libro puse muchas cosas por escrito.