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#ParoEnLasUniversidadesNacionales
“Estamos pagando décadas de no animarnos a dar ciertas discusiones”
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: Leticia Medina encabeza la lucha de los docentes universitarios en Córdoba.
Leticia Medina es la nueva secretaria general de ADIUC, gremio de los docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba. En diálogo con El Sur, traza un duro diagnóstico de la situación de la UNC y las perspectivas a futuro de la comunidad universitaria.
Publicada el en Entrevistas

La Lista Naranja está al frente de la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad de Córdoba (ADIUC) desde el año 2011. Desde entonces Leticia Medina, docente de la Facultad de Ciencias Sociales, ocupó distintos cargos en el gremio. Hoy es la flamante secretaria general, avalada por el 75 por ciento de los votos en la última elección de renovación de autoridades. Cuando su espacio político accedió a la conducción del gremio había ochocientos afiliados. Hoy son dos mil quinientos. “Esto refleja un trabajo de mucho tiempo, sistemático y en todas las unidades académicas de forma pareja. La novedad es una fuerte inserción en lugares que no tenían ninguna representación, como Arquitectura, Odontología, Ciencias Químicas, que han crecido mucho. Representamos la heterogeneidad en diversos aspectos: en el ejercicio de la docencia, de perfiles profesionales, docentes, científicos. Por eso venimos aumentando la tasa de participación electoral y consolidando un camino, no una conducción específicamente”, sintetiza Medina.

Medina plantea que por encima de las diferencias todos en ADIUC tienen en común que son trabajadores y trabajadoras y que el único espacio que pone eso en primer lugar es el sindicato. “De parte de la Universidad hay poca predisposición a poner la cuestión del trabajo docente en la agenda de prioridades, pareciera ser un tema solo del sindicato. La Universidad es una máquina de producir diferencias, sobre todo las que son como la nuestra, que tienen una estructura de poder asentada en las facultades y decanatos. Entonces tener un espacio de encuentro del colectivo docente por encima de esas divisiones institucionales es algo que los y las docentes ponen en valor y es algo que solo el sindicato está pudiendo hacer”, insiste.

- ¿Cómo es la situación de la Universidad a un año y medio de gestión del Gobierno de Javier Milei?

-La situación es crítica. Milito desde el año ‘95 cuando entré como estudiante a la Universidad, y nunca vi un daño tan profundo y acelerado, un ataque tan directo de parte del Gobierno nacional. El año pasado hubo un 27% de ajuste sobre el total del presupuesto universitario y éste año hay un segundo ajuste del 25% por sobre el anterior, con un impacto salarial cercano al 50% respecto a la pérdida del poder adquisitivo en relación a noviembre del 2023. La pregunta es: ¿hasta dónde quieren llegar? El mensaje parece ser: si no les gusta búsquense  otro trabajo. Es un desmantelamiento en su carácter nacional y federal. Hay efectos irreversibles: docentes que piden reducción de dedicaciones para hacer otros trabajos; otros que se van; jóvenes que no eligen la carrera docente, lo que afecta el recambio generacional; desfinanciamiento de proyectos de transferencia y extensión, políticas que son súper necesarias con sectores sociales y productivos; proyectos de investigación abortados porque no hay previsibilidad para la inversión en ciencia y técnica. Están afectadas las políticas de inclusión. Hay que decirlo porque parece que la Universidad sigue funcionando como si nada, y sigue funcionando a costa de todas estas políticas que han hecho que nuestra Universidad sea lo que es.

  

- ¿Hasta cuándo se puede sostener esta situación?

- El hilo se empieza a cortar por lo más delgado: docentes que dejan la carrera. En los ´90 recuerdo que muchos docentes de dedicación simple decían “estoy acá por la obra social”. Ahora ni eso porque la obra social se sostiene con el salario docente y entonces decae la calidad y se piden coseguros más altos. A un docente joven que tiene un posdoctorado en áreas estratégicas como las ciencias químicas o las biotecnologías y cobra por un cargo simple de 160 mil pesos con el descuento de Daspu, no le conviene. A lo que se suman las formas de contratación más precarias: contratos con designaciones interinas que no cubren las vacaciones o contratos de dos meses para que haya adscriptos en las mesas de exámenes.

- ¿El rectorado de la UNC acompaña la lucha del gremio?

- Esa fue mi demanda principal en la primera reunión que tuvimos desde que ganamos la elección. Creemos que hay un nuevo momento en el sentir de la docencia universitaria, no hay expectativas en el Gobierno nacional. El año pasado hicimos las dos marchas más grandes de las que se tenga memoria, pero lo conseguido ha sido muy magro.  Hoy estamos peor que la primera marcha nacional del 23 de abril del año pasado. Somos conscientes que la Universidad no puede resolver todos los problemas, pero sí la desprotección del trabajo. Y tiene un rol que cumplir que no viene cumpliendo con claridad, que es defender la Universidad del Gobierno Nacional y reclamar de manera más contundente. Se los dije y lo vamos a salir a decir. No sólo en relación al rectorado, sino en relación a los decanos, al gobernador, al intendente. Salvo contados momentos de efervescencia pública, cuando sucedieron las acusaciones por las auditorías o cuando se convocó a las movilizaciones, el resto del tiempo parece que la Universidad fuera un tema del gremio. Como si para el gobernador la Universidad no fuera un actor económico y político fundamental de la provincia. La sensación es que se escudan atrás del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), como si los rectores no tuvieran una palabra propia, cada uno desde el territorio que representa.

- ¿Considerás que ellos aceptan las políticas de Milei?

- No les pedimos que salgan a posicionarse en contra del Gobierno nacional, pero sí mucho más claramente en relación a los temas que les competen. Al gobernador le pediría un posicionamiento más claro respecto a los intereses de Córdoba y a las autoridades universitarias en lo que tiene que ver con los intereses de la Universidad Nacional de Córdoba. En general, las autoridades universitarias de todos los niveles están en la lógica del siga y siga. Hay mucha falta de información en los medios por este silencio. Hay que instalar la discusión porque estamos peor que el año pasado. Es una tendencia de la política en general especular según cómo le está yendo en las encuestas al Gobierno nacional o viendo si logran conseguir algo sectorialmente. Falta iniciativa e imaginación política. Milei generó un camino y un deseo que se ancló en malestares. Hay mucho deseo por representar y encauzar.   

- ¿Cómo se transforma la Universidad en aspectos en que está siendo cuestionada, como es la desconexión con el nuevo mundo del trabajo?

- La Universidad sigue siendo enormemente valorada como un espacio de oportunidades para la vida de miles de jóvenes, además de su rol estratégico en los horizontes productivos. Hay que ajustar ese ideal entre lo que la Universidad dice que ofrece y lo que logra hacer en la vida de cada persona. Te cambia porque te da un título con el que podés salir a hacerte valer en el mercado de trabajo. Hay un desajuste en lo que hoy ofrece como titulaciones y lo que está demandando el mercado de trabajo. Y no se trata solo de acomodarse al mercado, sino de intervenir en él, en los sistemas productivos que se benefician de los trabajadores formados en la Universidad pública. Para eso hace falta un proyecto, pensar el rol de la universidad en el sistema productivo cordobés, qué tipos de profesionales va a formar para una Córdoba federal, en sectores estratégicos. El caso del agro está claro; en el inmobiliario no financista es necesario un desarrollo urbano equilibrado; el sector del software, que es potente, puede serlo mucho más; las industrias, las energías. La Universidad tiene que tener diálogo con los actores económicos y con el Estado, tanto provincial como los Estados municipales. Hay que ponerse al día con cuestiones que han transformado las formas de trabajo, ese es un desafío fundamental.

- ¿Cómo ves la movilización estudiantil en defensa de la universidad pública?

- Están en un momento bisagra, de reconstrucción y creación de sus propias dinámicas y formas organizativas. Pero por sobre todo, de sus propios deseos, objetivos y el para qué de la organización. Es una transición, porque hay mucho de las organizaciones previas, en muchos casos subordinadas a las lógicas políticas del claustro docente, muy vinculadas a las corrientes políticas protagonizadas por los docentes. También hay otras juventudes, que tienen mucha presencia en la universidad, simpatizantes de Milei, algunas más de derechas o sin tanta carga ideológica, pero afines a otras maneras de pensar la política. Todo esto ha movido bastante el escenario y está generando otro movimiento en el claustro estudiantil, que creo es muy saludable. Están viviendo cosas que no son comparables a las de ninguna otra generación. Lo vemos como docentes, cada vez que tenemos una asamblea para definir una protesta nos preguntamos “¿y esto cómo se lo planteamos a nuestros estudiantes?”. Es una dificultad que no existía antes, hay un quiebre generacional que nos obliga a pensar el diálogo intergeneracional incluso en el aula.

- ¿No es contradictorio que estudiantes de ultraderecha quieran organizarse para ocupar espacios políticos en la UNC si piensan que el Estado no debe existir?

- Hay muchas críticas de estos grupos o individuos porque cada vez que hacemos una acción o posteamos sobre la universidad aparecen. Muchas de las críticas son escuchables y hay que entender por qué tienen arraigo y se repiten. Hay algo del sentido común que se ha logrado instalar y que tiene que ver con tu pregunta: a partir de qué concepción del Estado y de la universidad es posible bancar un gobierno que amenaza la universidad. Hay que entrar en los matices y en la complejidad de esos pensamientos. Tiene lógica la idea de que la universidad se ha convertido en un espacio que resguarda los intereses de una casta científica, profesional, de docentes que tienen privilegios que no tienen otros trabajadores. Uno va a ciertos lugares de nuestra universidad y esas representaciones simbólicas anteriores a la Reforma Universitaria de 1918 están intactas. Es el modo en que se siguen gestionando las relaciones y ejerciendo el poder dentro de la universidad. Y tiene mucho de casta, hay que decirlo. No en los docentes, pero sí en las formas de estructuración del poder.

- ¿Esto se refleja también en el ámbito docente?

- En la forma de organización del trabajo algunos docentes tienen privilegios enormes y ejercen un poder desmesurado sobre otros docentes. Hay científicos que reportan a las instituciones de ciencia que los financian, pero no necesariamente a otro actor social. Hace mucho tiempo que esos otros actores no tienen la posibilidad de discutir a quién le sirve la ciencia en Argentina. Cosas que nosotros nos veníamos diciendo a nosotros mismos desde hace décadas: qué ciencia, para qué país. Pero la única discusión que admitían era más presupuesto o menos presupuesto. Estamos pagando muchas décadas de no animarnos a dar esas discusiones, décadas de una autonomía mal entendida, que se volvió casta. Y tomo esa palabra porque creo que es el corazón de ese sentido común instalado para poder entender las acusaciones y la falta de acompañamiento en lo que reclamamos.

 - ¿La política se volvió impotente para generar cambios para lo común?

- La universidad sigue siendo un espacio de lo común, donde un montón de jóvenes van a poder transitar y experimentar lo común. Los docentes, como funcionarios del Estado, deberíamos tener como tarea fundamental construir lo común. Pero estamos en un modelo que atenta contra esa idea: ceder algo de lo individual en función de lo colectivo. Eso es lo que está en discusión y es de una profundidad brutal. Estamos convencidos que el rol de la educación es clave ahí.

- Sería importante que los ciudadanos pudieran palpar la relación de la universidad con la sociedad…

- ¡Totalmente! El sistema universitario y el sistema científico tienen ese desafío por delante. Hubo experiencias, pero no alcanza. Hay mucha escenografía, pero faltan buenas ideas. También falta más compromiso de otros actores institucionales para poner esto en agenda: el gobernador, el intendente, las cámaras empresarias, los colegios profesionales. Hay una institucionalidad enorme fuera de la universidad que podría demandar una vinculación muy productiva.

- ¿Cómo sigue la lucha por la universidad pública?

-Tiene dos planos articulados. Uno nacional, que es la lucha salarial y el presupuesto universitario, políticas que reconozcan la importancia de la universidad y el sistema científico.  Y otro plano interno, de organización, concientización y articulación con los estudiantes, docentes, autoridades, y demás. Habrá momentos de conflicto, porque demandamos que se atiendan problemas que son históricos en la universidad, pero también la solución de situaciones de empeoramiento como resultado de las políticas de ajuste. La precariedad de ciertos cargos docentes es inadmisible y entendemos que la universidad tiene herramientas y recursos para resolverla. La instalación de estos temas y de nuestra paritaria local deben ser activadas y exigidas, lo que redundará en un acompañamiento al reclamo nacional. Si conseguimos la fuerza necesaria el Gobierno nacional va a tener que ceder a nuestras demandas.

Carolina Saiz
- Periodista y docente -