Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
#FútbolYPolítica
“Menotti fue el entrenador más politizado que tuvimos en la Selección”
Foto: Ezequiel Fernández Mores y una esperada biografía del primer técnico campeón del mundo.
El periodista Ezequiel Fernández Moores refleja en su nuevo libro el pensamiento, el legado y los contrastes del DT campeón del Mundial ’78.
Publicada el en Libros

¿Entrenador de izquierda y campeón con Videla? La discordancia interpeló a Ezequiel Fernández Moores y lo impulsó a abordar la relación entre el primer director técnico de fútbol campeón mundial con Argentina y la última dictadura militar. “Menotti, refundador de la Selección”, se tituló la nota que el periodista escribió para el DiarioAR.com en mayo de 2024, y que fue el germen de un libro que acaba de publicarse casi un año después, cuando se está cumpliendo el primer aniversario del fallecimiento del DT.

“En aquella nota traté de indagar sobre qué habrá pasado por la cabeza de un tipo de izquierda que dice ‘voy a ser campeón del mundo’, porque estaba convencido de que podía lograrlo, y de pronto se da cuenta de que eso podía sucederle con Videla en el poder. Me planteaba si Menotti, que fue el entrenador más politizado que tuvimos en la Selección, habrá sentido esa contradicción. Tras la publicación de aquel artículo, Editorial Sudamericana me dijo ‘che, nos interesa ese interrogante como libro’, y a partir de ahí se concretó el proyecto”, relata Fernández Moores.

- ¿El libro “Menotti, el primero” hace un recorte más político y social del personaje?

- Absolutamente. En la gran mayoría de sus apariciones públicas, Menotti hablaba de política muy alegremente, muy libremente, y omitir ese aspecto era como omitir a Menotti mismo. De todos modos, el texto es futbolero. Tiene mucho de fútbol, que es un tema que lo va cruzando todo el tiempo.

- ¿Te pasa con la figura de Menotti esa sensación de contradicción permanente?

- El Flaco generó contradicción porque él mismo te invitaba a eso. En una de las casi noventa entrevistas que hice para el libro (el preparador físico) Fernando Signorini me dijo que a Menotti le gustaba más la polémica que tener razón, y eso te lo define mucho al personaje. Alguna vez le dijeron “¿cómo vas a dirigir a tal club, si ese club tiene un presidente muy facho?” y él respondió algo así como “si espero que Fidel Castro compre un equipo, no voy a dirigir nunca más en mi vida”. En mi caso me llamó la atención que políticamente convivió mucho mejor con el peronismo de derecha que con el peronismo de izquierda. El libro parte de mi admiración a su trabajo y también al personaje, pero esto no quita abordar todos sus contrastes. Nunca me interesó sacralizar a Menotti, aunque hay que tener en claro que en el libro no hablo de un asesino serial, sino de un técnico de fútbol. Y en este caso creo que las contradicciones humanizan mucho al personaje.

- ¿Cuál fue la conclusión a la que llegaste respecto a tu planteo inicial?

- Que era un prejuicio mío. Que Menotti amaba el fútbol, que quería salir campeón del mundo y que tenía la convicción de que podía hacerlo. Él decía que ese título podía significar la salvación para un fútbol argentino, al que veía cada vez más parecido al modelo europeo, con un juego muy físico que privilegiaba la disputa de la pelota a la tenencia y que renegaba de lo que él creía que era nuestra formación. No olvidemos que él se formó con el sello de Rosario, donde el juego era más técnico y más prolijo, y al que se tiraba al piso poco más que lo insultaban. Y respecto al contexto político, hoy resulta difícil pensarlo en estos términos, pero en el ’76 los golpes de Estado eran casi moneda cotidiana y no era tan extrañó que te tocara hacer tu laburo en un espacio gobernado por un milico.

- ¿Se puede decir que Menotti fue el hombre justo para aquel momento de la historia del fútbol argentino?

- Hablar con el diario del lunes siempre es más fácil, pero yo creo que sí, porque en el ’74 venía muy desprestigiada la Selección y de pronto llegó un tipo que, además de una idea futbolística y una planificación de trabajo, tenía personalidad. Menotti se les plantó a los dirigentes y les dijo “acepto un contrato de cuatro años, pero quiero dirigir un Mundial; y además me van a tener que dar a los jugadores y exijo que haya sanciones para los clubes que no los cedan”. Obviamente, cada paso que daba lo exponía a un conflicto o una renuncia, ya que Menotti enfrentó una industria corporativa liderada por Boca y River, que le decía “quién te creés que sos”. El título del libro, “el primero”, no sólo alude al DT del equipo que gana la Primera Estrella, sino que tiene que ver con esa figura del refundador.

- El protagonismo del interior fue uno de los pilares de la era Menotti.

- Sí, completamente de acuerdo. Esa mirada hacia adentro del país, lo que desde el centralismo del poder se conoce como interior, marcó la impronta de su gestión. En aquel gran Talleres de los ’70, Menotti encuentra la justificación más clara de por qué no sólo había que mirar a los jugadores de Buenos Aires, pero antes de que todo el país se fijara en Córdoba, él ya sabía que en Jujuy, en uno de los extremos de nuestro territorio, estaba Daniel Valencia, un pibe de 18 años que podía llegar a ser el 10 del Mundial. Intuyo que aquello también tiene que ver con la mirada de un tipo con una cabeza abierta, que entiende que la Argentina no termina en la General Paz. Esa formación política enriquecida hizo que él viera mucho más allá y lo más valioso es que lo hizo desde el no poder. El Flaco ya sabía lo que era lidiar contra Boca y River porque venía de ser campeón con Huracán y tenía claro lo que eran El Gráfico, el “Gordo” Muñoz y Clarín. No es casual que cuando asume en la Selección hace una especie de alianza estratégica con ellos. Ahí no jugaron la derecha y la izquierda, sino que Menotti buscó que los medios más poderosos estuvieran alineados a su gestión. Fue una decisión estratégica, ya que él tuvo un momento de incertidumbre muy grande antes del ’78, e inclusive en el momento del golpe, y esas tres patas fueron muy importantes para su continuidad.

- ¿Hay evidencias respecto a que el ciclo de Menotti haya corrido serio riesgo de continuidad? La previa al amistoso con Polonia en Chorzow, el 24 de marzo de 1976, debe haber sido un cimbronazo para ese ciclo.

- La primera presión surge de quienes lo designaron, no de la dictadura. De los funcionarios del fútbol del gobierno peronista que lo pusieron en el cargo, y que en muchos casos estaban siendo echados a punta de pistola. “Te tenés que ir, no podés seguir con estos tipos”, le dijeron. Lo que pasa es que ahí Menotti se encuentra con Alfredo Cantilo y esto es algo que no se reconoce muy unánimemente: el nuevo presidente de la AFA fue el sostén principal para que él pudiera seguir en su cargo. Si Cantilo hubiera sido un “obediencia debida” no sé si Menotti hubiera dirigido en el Mundial. Cantilo muchas veces chocó con (Carlos) Lacoste, que era el hombre fuerte de los militares en el fútbol, para decirle “no” y para defender a Menotti en algún momento complicado. La serie del ’77 en La Bombonera (amistosos con Hungría, Polonia, Alemania, Inglaterra, Escocia, Francia y Yugoslavia) fue un momento muy bravo para Menotti, y ahí Cantilo también funcionó como un pararrayos. De todos modos, durante la dictadura tampoco era una posición unánime la de echar al técnico comunista. Entre los militares había “halcones” y “palomas”, más allá de que después todos seguían una línea común, y se daban discusiones internas no sólo respecto a los lineamientos de la política y de cómo manejaban el terror del Estado en ese momento. Qué hacer con Menotti también era parte de esas controversias.

- En el historial de la actual directiva de la AFA conviven un cierto ninguneo al título del ’78 y el rescate de la figura de Menotti, ¿coincidís?

- No sé si hay ninguneo. Vi un debate fuerte con la Selección del ‘78 cuando volvió la democracia y se puso en discusión todo lo que había pasado en la dictadura. Ahí se lo criticó mucho a Menotti, y se lo llamó “el técnico del proceso”. Más adelante, cuando se consolidó la democracia, hubo una vuelta de tuerca y el análisis fue que aquel título no estuvo mal, más allá de que a la Selección le tocó ese tiempo de mierda en lo político, el peor que le podía haber tocado. Creo que ahí se empezó a discutir mejor lo que fue ese Mundial. Cuando (Claudio) Tapia lo llama al Flaco para ofrecerle el cargo de Director General de Selecciones Nacionales, la AFA encaraba una nueva etapa con un presidente joven y un entrenador inexperto como (Lionel) Scaloni, y esa validación como palabra autorizada fue un gran reconocimiento hacia la figura de Menotti.

- Hiciste alusión a Menotti como el DT más politizado que tuvo la Selección Argentina. ¿Eso responde a un contexto de época o el fútbol después entró en otra variante y se refugió en su micromundo?

- Yo creo que hay ciclos para estas cosas. Cuando era Maradona el técnico, o incluso en la etapa de Sabella, la Selección recibía a las Abuelas de Plaza de Mayo, por ejemplo. Con Bielsa, el equipo salía con banderas bancando a Aerolíneas Argentinas o apoyando a los docentes. Me parece que cuando la cabeza, llámese dirigente, técnico o capitán, no le pone distancia o no le tiene miedo a una situación, va marcando la línea a los demás. Messi no habla de política, y Scaloni tampoco, y eso es una bajada de línea importante para el resto. En la elección de Estados Unidos de 2020 hubo un activismo político impresionante en el ámbito del deporte y no sucedió lo mismo en 2024, y estamos hablando casi de los mismos actores. Posiblemente tiene que ver con los momentos. Cuando la discusión viene tan polarizada, el político está más curtido y hasta se alimenta de esa polarización; en cambio, el ídolo deportivo, cuando se mete en ese terreno, sufre un desgaste y por lo general se termina corriendo. Después están los que hacen como Michael Jordan, que alguna vez dijo “no me meto en política porque los republicanos también compran zapatillas Nike”.

- Cuando se cumplieron 30 años del Mundial ’78, Menotti marcó la cancha negándose a participar en un partido organizado por entidades de derechos humanos. “No tengo que reconciliarme con nadie”, afirmó aquella vez. ¿Lo hizo para separar las aguas entre fútbol y dictadura?

- Exactamente. “¿Reconciliarme con qué o con quién, si yo nunca traicioné a nadie?”. Ese fue siempre su pensamiento y lo recontra entiendo, pero creo que esa actitud cerró la oportunidad de un debate más rico de cómo el deporte, que es objeto permanente de manipulación política, como toda pasión popular, convivió con la dictadura en tiempos del horror.

- Y que tiene que ver con algo que escribiste y dijiste más de una vez. Aquello de “quien dice que el deporte y la política no tienen nada que ver, o no sabe nada de deporte o no sabe nada de política’.

-Así es. Menotti tenía una cabeza interesante y esa cerrazón que tuvo respecto al Mundial ’78 nos dejó sin la posibilidad de un diálogo mucho más enriquecedor sobre ese tema. Lo hubiese aceptado, aunque no lo compartiera, de otro técnico al que nunca le hubiésemos conocido posición u opinión política, pero jamás de un tipo con la formación de Menotti.

- ¿Menotti-Bilardo fue “la grieta” que dividió al fútbol argentino?

- Siempre me llamó la atención que ambos nacieron el mismo año, jugaron en el mismo período y fueron contemporáneos también como entrenadores, y sin embargo hablaran de un fútbol tan distinto. Fue una polémica que duró mucho tiempo y que terminó cansando, porque los dos estaban muy subidos a sus personajes y actuaban como si esas corrientes no hubiesen existido antes. Al final, aquello de los Wawancó o Serrat ya era medio ridículo, casi caricaturesco, pero se trató de un debate que, más allá del encasillamiento al que nosotros también contribuimos, formó a mucha gente futbolera y la llevó a pensar y discutir más respecto a cómo jugamos.

- ¿Cuál creés que es el legado de Menotti?

- El amor por el fútbol y por la Selección. Más allá de la discusión por los estilos, El Flaco fue un gran difusor de nuestro deporte más popular.

Las SAD y el corrimiento del Estado

“El debate de las sociedades anónimas me parece inevitable, porque Argentina tiene un fútbol de elite y en ese nivel se mueven mucho los capitales privados”, señala Ezequiel Fernández Moores respecto a la discusión sobre el modelo de gestión de los clubes. “El fenómeno de cómo funcionan las entidades deportivas en nuestra sociedad es muy argentino y es lógica la trinchera de resistencia que se ha formado en torno al asunto, algo que en otros lugares parecería insólito. Yo creo en las asociaciones civiles, pero entiendo el planteo desde el lugar de clubes más chicos, que buscan la forma de equiparar la competencia con los poderosos”, añadió.

Al analizar el rol del Estado en el deporte argentino, el periodista señaló: “Hay un corrimiento que parece inevitable en los tiempos políticos que nos tocan vivir. Si el Estado se corrió de la salud y de la educación, ¿cómo no se va a correr del deporte? Es curioso, porque por un lado se corre y por otro no. Actúa en modo enérgico alentando al deporte como negocio y se desentiende de lo que significa el deporte como herramienta de salud y de educación, y del trabajo silencioso de formar a los futuros campeones”.

Hugo Caric
- Periodista -