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#CristinaProscripta
Esa Mujer lo hizo otra vez
Por | Fotografía: Gentileza diario Perfil
Foto: Cristina Fernández de Kirchner saluda a la mutlitud que se congregó frente a su departamento.
Con la mirada de futuro que la distingue de resto, Cristina Fernández de Kirchner lo hizo de nuevo: dejó en evidencia al Partido Judicial y cambió el escenario político, dándole una nueva oportunidad al peronismo. ¿Estará la dirigencia a la altura de su última jugada?
Publicada el en Reflexiones

Cristina lo hizo otra vez.

Al anunciar su candidatura, despertó a los monstruos que permanecían agazapados a la sombra de un régimen perverso y cruel, siempre al acecho: la dirigencia política cómplice que acompaña al peor gobierno de la historia –libertarios, procaces, radicales con peluca, pseudoperonistas y un largo etcétera-, que fracasaron en su intento proscriptivo con el bochornoso proyecto de Ficha Limpia (impulsado, vaya paradoja, por la casta más sucia del país); y la corporación judicial, representada por los tres monigotes –CFK dixit- que concentran en sus sucias manos el destino final de millones de argentinos y argentinas.

Ambos –la corporación política y el Partido Judicial- responden al poder real en Argentina: el cada vez más concentrado poder económico y su brazo mediático, liderado por el grupo Clarín y su inefable capataz Héctor Magnetto.

Como en una mala película de suspenso, la ofensiva comenzó apenas Cristina anunció su candidatura a través de una desembozada presión de las cacatúas mediáticas que deshonran la profesión hace años, pero que pusieron especial esmero la semana en la que se conmemoró el día del periodista.

De forma grotesca, ofensiva, patriarcal y mediocre, los ventrílocuos mediáticos del poder que denigran día a día al oficio más lindo del mundo –como supo llamarlo Gabriel García Márquez-  presionaron a los diputados y senadores nacionales para que aprobaran Ficha Limpia, con el desembozado objetivo de dejar fuera de competencia a Cristina. Pero ante el ajustado fracaso del oficialismo –la iniciativa naufragó por un puñado de votos en el Senado-, la presión mediática se enfocó entonces sobre los cortesanos.

No resistieron una semana el asedio mediático el inefable Ricardo Lorenzetti –que supo agasajar al juez Sergio Moro, responsable de la prisión y proscripción del hoy presidente brasileño Lula Da Silva; y los impresentables Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, que aceptaron entrar a la Corte por la ventana cuando Mauricio Macri los designó por Decreto de Necesidad y Urgencia.

Adelantada

Más temprano que tarde, la suerte de Cristina estaba echada. Ya lo había anunciado el diario Clarín el día después del atentado, con un título tan mafioso como premonitorio: “La bala que no salió, el fallo que si saldrá”. Con su habitual mal gusto y un paupérrimo sentido de la oportunidad, el “periodismo de guerra” redoblaba su descarnada, obsesiva y persistente batalla mediática contra Esa Mujer.

No hubo tregua ni siquiera ante la conmoción popular que produjo el hecho de que Cristina sobreviviera solamente porque, efectivamente, la bala no salió.

Un periodismo más miserable no se consigue.

Javier Milei, títere del poder real, celebró con su acostumbrada frivolidad el fallo de la Corte: “Justicia. Fin”, tuiteó en X, la red de su admirado Elon Musk, recientemente eyectado del gobierno de Estados Unidos. Después reiteró su odio irracional hacia los periodistas.

Su socio indigno Mauricio Macri, saboreó el fallo, celebrando –también en X- el funcionamiento de las instituciones: la misma Justicia que dilata la causa del Correo Argentino, lo sobreseyó por espionaje y permitió que su “cerebro judicial” -¿se acuerdan de Pepín Rodríguez Simón?-  se profugara tres años para regresar y ser sobreseído, condenó sin pruebas a su enconada rival en la arena política.

Cristina no se inmutó. Lectora del futuro como buena estadista, entendió que debía acelerar los tiempos y le tiró un anzuelo a la Corte, que mordió en el acto: fallaron en tiempo récord.

La espontánea reacción popular de su pueblo –que se congregó primero a la sede del PJ y luego se plantó en una conmovedora vigilia frente a su domicilio- obligó a la dirigencia peronista a dejar de lado las mezquindades de la confrontación interna para alinearse en defensa de su líder.

Como lo hizo Perón desde el exilio, Cristina será desde su casa –donde cumplirá la injusta prisión domiciliaria impuesta por el Partido Judicial- la estratega de la vuelta del peronismo al poder.

Porque este modelo –lo dijo y lo repitió hasta el cansancio- tiene fecha de vencimiento. Y el peronismo sigue siendo, a pesar de los errores y las defecciones de muchos de sus dirigentes,  la única fuerza política capaz de tomar la posta y reconstruir el desastre económico y social que dejará el espantoso gobierno de Milei.

Cristina se sacrificó, una vez más, por su pueblo.

Dependerá ahora de la dirigencia política del campo nacional y popular estar a la altura de la historia y ser capaz de armar un frente político –y no sólo electoral- que le ponga freno a la aventura autoritaria de Milei y Macri.

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -