Y un buen día -el miércoles 7 de octubre de 2015- el camerunés Issa Hayatou alcanzó el objetivo de suceder al suizo Joseph Blatter en la presidencia de la Fifa. No hubo festejos, ni algo que más o menos se le haya parecido. Apenas un escueto comunicado. Y una mueca de incomodidad. Para el moreno dirigente africano, el arribo al máximo trono del fútbol mundial no fue ni por asomo como lo había soñado 13 años atrás, cuando enarbolando las banderas de “transparencia” y “democracia” pretendió obstaculizar la primera reelección del diminuto licenciado en economía y administración de empresas nacido en el Cantón del Valais, y terminó sucumbiendo por un categórico 139 a 56 en la votación previa al Mundial que se disputó en simultáneo en Corea del Sur y Japón.
Ya lejos de aquel combativo directivo que en 2002 declamaba “luchar por una nueva Fifa” y que ofrecía su candidatura como “una esperanza” para el mundo futbolero, Hayatou, de 69 años, fue ungido como nuevo dueño de la pelota casi por una alineación planetaria: la suspensión del otrora intocable “Sepp” y su condición de vicepresidente más veterano de la institución que regentea los destinos del balompié internacional.
Una investigación que lleva adelante la Justicia de Suiza por supuestos hechos de corrupción, de la que se hizo eco la Comisión de Ética de la Fifa, se llevó puesto a quien transitaba su quinto período como mandamás de una de las multinacionales más rentables del planeta, con una cosecha estimada de seis mil millones de dólares en el último lustro. Además de Blatter, quedaron fuera de juego, al menos hasta mediados de enero, otros tres hombres de peso en la entidad: el ex secretario general Jerome Valcke (ya había sido destituido por estar implicado en la venta ilegal de entradas para el Mundial de Brasil 2014), el ex vicepresidente Chung Mong-Joon (inhabilitado por seis años y multado con 104 mil dólares por irregularidades en las designaciones de los campeonatos de Rusia 2018 y Qatar 2022) y quien venía ejerciendo como segundo de Blatter en la Fifa, el titular de la Unión Europea de Fútbol (Uefa) Michael Platini.
Los dos últimos estaban anotados en la carrera por la sucesión del poder y la suspensión los encontró en plena búsqueda de los avales necesarios para validar aquella pretensión en común.
La revisión del estatuto de la Fifa (artículo 32, inciso 6) hizo el resto: "Si el presidente cesa definitivamente o está impedido para ejercer sus funciones oficiales, el vicepresidente con más años de servicio le representará hasta el congreso siguiente”. Conclusión: Hayatou, que ya cumplió sus “bodas de plata” en la Casa de Zurich, deberá sostener -en principio por 90 días- el timón de un barco que de un tiempo a esta parte parece transitar a la deriva y con su credibilidad encaminada hacia el naufragio.
“En circunstancias extraordinarias, he asumido la presidencia de la Fifa. Ocuparé esta función únicamente a título interino. El Congreso elegirá a un nuevo presidente el 26 de febrero de 2016, y yo no seré candidato en esta elección", declaró (y aclaró) Hayatou a través de un comunicado.
Las destituciones de Blatter y Platini profundizaron la crisis que estalló el 27 de mayo pasado, cuando siete directivos de la Fifa fueron detenidos por probables hechos de corrupción en el marco de una investigación que lleva adelante la justicia de Estados Unidos, en colaboración con la de Suiza, y que compromete a 14 personas, entre ellos los empresarios argentinos Alejandro Burzaco (Torneos y Competencias), Hugo Jinkis y Mariano Jinkis (FutPlay), sospechosos de haber pagado la friolera de 150 millones de dólares en coimas a la hora de negociar derechos de TV. Por entonces, renombrados popes futbolísticos de distintas latitudes –el uruguayo Eugenio Figueredo, el costarricense Eduardo Li, el brasileño José María Marín, el nicaragüense Julio Rocha, los caimaneses Costas Takkas y Jeffrey Webb y el venezolano Rafael Esquivel-, tuvieron que abandonar el lujoso hotel Bar au Lec, con vista a los alpes suizos, donde se preparaba el Congreso en el que Blatter sería nuevamente reelegido al ganarle la votación al príncipe y ex tenista jordano Ali Bin Al-Hussein, quien depuso su candidatura antes del ballotage.
Un discurso exultante (aquel de la repetida frase “¡let’s go Fifa!”) completó la escena de la nueva consagración, pero un par de días más tarde Blatter anunciaría en conferencia de prensa que su último mandato apenas se extendería por ocho meses. “Aunque fui reelegido, no tenía el apoyo de todo el mundo del fútbol”, argumentó aquella vez. Las balas le picaban demasiado cerca.
“Seguiremos colaborando sin reservas con las autoridades y realizando la investigación interna sin importar adónde lleve su curso”, añadió Hayatou en su primera manifestación pública como noveno “gerente general” de la matriz del fútbol mundial. No son pocos los que interpretaron esta contundente declaración de principios como una forma elegante de abrir el paraguas.
Monje negro
Hasta hace algunos días, Hayatou tenía a su cargo la estratégica Comisión de Finanzas que durante años había estado en manos de Julio Humberto Grondona, el fallecido ferretero bonaerense que, a pesar de haberlo secundado durante 16 años, se jactaba públicamente de tener a Blatter como su “mano derecha” en la Fifa. Del ex capo máximo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) –un personaje con demasiada influencia en el período que investiga la Justicia-, el camerunés también heredó la habilidad para capear tormentas, seducir voluntades y perpetuarse en el poder. Acumula 27 años consecutivos como mandamás de la Confederación Africana de Fútbol (CAF) y antes de que el destino le marcara la sucesión temporaria de Blatter ya se había asegurado la continuidad como patrón del fútbol del “continente negro” al modificar la cláusula estatutaria que le impedía sostenerse en el trono una vez que traspusiera la barrera de las siete décadas.
En cualquier orden de la vida, ocupar el peldaño más alto no siempre es sinónimo de ser el mejor, pero indefectiblemente representa un nivel máximo de exposición. En ese sentido, flaco favor le hizo el Comité de Ética de la Fifa al bueno de Hayatou, quien de un buen tiempo a esta parte yacía acurrucado al calorcito del poder y con un conveniente bajo perfil. Desempolvado su legajo, fueron apareciendo algunos datos de color: “miembro de una familia ‘real’ de Garoua, al norte de Camerún”; “hermano de Saddou Hayatou, primer ministro de su país entre 1991 y 1993”; “ferviente admirador de Pelé y del guardameta inglés Gordon Banks”; “presidente del Comité Organizador del Mundial de Sudáfrica 2010”; “miembro del Comité Olímpico Internacional (COI)”.
También salieron a la luz algunos puntos oscuros. En 2010, la BBC lo denunció por haber recibido pagos de International Sport Leisure (ISL), la empresa que compró los derechos televisivos de los mundiales en 1997 y que los explotó comercialmente hasta su escandalosa quiebra en 2001. Hayatou negó las acusaciones de soborno y sostuvo que el dinero que percibió (alrededor de 20 mil dólares) fue a parar a la Confederación Africana de Fútbol (CAF) para hacer frente a los gastos realizados con motivo del 40º aniversario de esa entidad.
Un año más tarde, el periódico “Sunday Times” reveló que el camerunés había recibido una coima de 1,8 millones de dólares junto a otro miembro del Comité Ejecutivo de la Fifa, el marfileño Jacques Anouma. El dinero llegaba, supuestamente, de los organizadores del Mundial de Qatar 2022, quienes buscaban inclinar la balanza a su favor en la votación que designó la sede de la 21ª edición de la Copa de la Fifa. En este caso, el dirigente admitió un pago de los qataríes a la CAF “para exponer su proyecto” durante el congreso de esa institución que se llevó a cabo en Luanda, en enero de 2010.
En diciembre de 2011, el COI lo amonestó por entender que había recibido un “pago desleal” de parte de ISL, el socio comercial de la Fifa caído en desgracia, a través de una triangulación en el paraíso fiscal de Liechtenstein.
Hayatou también es señalado como un activo promotor del “Proyecto Goal”, un ostentoso programa de desarrollo que le permite a la Fifa justificar con obras de infraestructura el giro de millonarias partidas del dinero hacia países sin tradición futbolística. Devenido en incondicional de Blatter, se encargó de alinear a las 54 federaciones miembros de la CAF tras la candidatura del suizo en los comicios de mayo pasado. “África no es un territorio hostil para Blatter, sino su casa”, enfatizó.
Sus vínculos con el mundo del deporte se remontan a un lejano pasado de atleta y basquetbolista, un dato menor para la Fifa, al menos desde 1974, cuando el fútbol explotó como gran negocio de la mano de dos tipos “de otro palo”, sin demasiado potrero, como el ex nadador y waterpolista Jean-Marie Faustin Goedefroid de Havelange (más conocido como “Joao”; el mismo que renegoció con el dictador Jorge Videla la puesta en escena del Mundial ’78 en Argentina) y su fiel discípulo Blatter, alguna vez hockista sobre hielo. Esa falta de pertenencia constituye un dato prácticamente irrelevante para la lógica que mueve a la industria legal más rentable del planeta. Al fin y al cabo, Platini, estrella del seleccionado galo de fútbol en los mundiales Argentina ’78, España ’82 y México ’86, no resultó como dirigente precisamente “un señorito francés”.
En el banquillo… de los acusados
Blatter y Platini no parecen resignados a quedar fuera de juego. De hecho, ambos ya metieron el contragolpe y apelaron la medida que les prohíbe durante tres meses “participar en cualquier actividad relacionada con el fútbol, tanto a nivel nacional como internacional”. El suspendido presidente fue más allá y, a través de un escrito de sus abogados, le reclamó al Comité de Ética de la Fifa “una oportunidad de ser escuchado” para dar su versión de lo que él mismo califica como “un malentendido” de ese organismo respecto a las acciones que lleva adelante la Justicia helvética en su contra. “Blatter confía en tener la oportunidad de presentar evidencias para demostrar que no incurrió en ningún mal comportamiento, criminal ni de otro tipo”, señala el descargo de los letrados. “Él está tranquilo, no existe motivo para dimitir. Lo han puesto en el banquillo, no ha pasado nada más. Al mejor jugador le pasa que alguna vez lo sientan en el banquillo”, puntualizó Klaus Stöhker, asesor y vocero del veterano dirigente.
Por estas horas, Blatter tiene vedado el acceso a su despacho y bloqueado su correo electrónico en la Fifa. Ya no es el todopoderoso directivo al que el mundo del fútbol adulaba entregándole carnés de socio honorario, condecoraciones, doctorados honoris causa y hasta poniéndole su nombre a obras fastuosas, como sucedió con el centro de alto rendimiento del Pachuca de México, el club donde son amos y señores el ex vendedor ambulante de hamburguesas Jesús Martínez (algo así como la materialización del milagro azteca) y el preparador físico Andrés Fassi, también presidente de Talleres de Córdoba.
En el caso de Platini, la propia Uefa estrechó filas en torno a su figura. La entidad que agrupa a los 54 países afiliados del Viejo Continente sostuvo públicamente que “no ve la necesidad de aplicar, en este momento, el artículo 29 (5) de los estatutos, conforme al cual el vicepresidente de más alto rango debe pasar a asumir los poderes y deberes del presidente en su ausencia”.
“Hay un intento por dañar mi reputación”, aseguró el ex astro francés, que en la línea de sucesión tiene detrás a otro directivo “flojito de papeles”: el titular de la Federación Española de Fútbol Luis Ángel Villar, investigado por los tejes y manejes que precedieron a las designaciones de las próximas dos sedes mundialistas. Al español le encomendaron "seguir las tareas" de Platini, pero sin otorgarle la condición de mandatario provisorio.
¿Cuál es el pecado que cometieron Blatter y Platini? El Comité de Ética abrió una investigación sobre ellos después de que la Fiscalía General de Suiza imputase al primero como “sospechoso” de los cargos de “gestión desleal” y “abuso de confianza”, por un pago de 2,3 millones de dólares que la Fifa le hizo al presidente de la Uefa. Ese dinero estaba destinado ("supuestamente", según especificaron desde la Justicia helvética) al pago de trabajos de asesoría realizados por el dirigente francés entre 1999 y 2002, aunque recién se concretó en 2011.
Cuarenta y ocho horas antes de que se hiciera pública la suspensión temporaria de ambos dirigentes, las empresas multinacionales McDonald’s y Coca-Cola exigieron la renuncia de Blatter, quien también estaría siendo investigado por un oneroso contrato firmado una década atrás con las autoridades de la Confederación Norte, Centro y Caribe (ex Concacaf). La presión mediática ejercida por dos de los más influyentes patrocinantes que tiene la Fifa completó este combo gigante.
Un par de años atrás, Blatter ya había recibido un tirón de orejas del alemán Hans Joachim Eckert, el titular del Comité de Ética, en el marco de la investigación del caso ISL: “No hay indicios de que el señor Blatter haya recibido comisiones… Ha de cuestionarse, no obstante, si conocía o debía haber conocido en el transcurso antes de la quiebra de ISL que esta empresa realizó pagos (sobornos) a otros funcionarios de la Fifa”, destaca la declaración, que fue emitida el 29 de abril de 2013. Cabe recordar que aquella investigación sacó de la cancha a tres “pesos pesados” de la Fifa: el brasileño Havelange, presidente honorario de la institución y hombre del que Grondona alguna vez dijo haber aprendido “todo” sobre los manejos del fútbol; Ricardo Teixeira, titular de la Confederación Brasileña de Fútbol; y el paraguayo Nicolás Leoz, mandamás de la Conmebol.
Se estima que en los próximos días, el Comité de Ética citará a los implicados para que brinden sus respectivos testimonios, y no se descarta que, de encontrarse más evidencias o de surgir nuevas contradicciones, la suspensión se extienda por 45 días más. En la sede de la Fifa también siguen de cerca las novedades que puedan producirse en la causa por “lavado de dinero, fraude y asociación ilícita” que lleva adelante la Justicia de Estados Unidos y que, según la procuradora general de ese país, Loretta Lynch, involucra a “dos generaciones de funcionarios del futbol”.
El desconcierto y la incertidumbre son tan grandes que el Comité Ejecutivo de la Fifa citó a sus miembros para una “reunión extraordinaria” en la que se evaluarán los pasos a seguir. Será el próximo 20 de octubre, seis días antes del vencimiento del plazo para que los aspirantes a la presidencia presenten los cinco avales de rigor y también sus “certificados de buena conducta”, y a la vez acreditan una antigüedad de cinco años en cargos decisorios. “Por el momento no hay información sobre un posible retraso en las elecciones, pero quizá este punto podría incluirse en el orden del día”, reveló el directivo belga Michel D’Hooghe, tristemente célebre en estas pampas por haber sido quien, en su carácter de presidente de la comisión de medicina deportiva de la Fifa, anunció el doping positivo de Diego Maradona en el Mundial ’94.
Las últimas novedades que llegaron desde Suiza dejaron mal parada a la cúpula del fútbol sudamericano, encolumnada decididamente detrás de las aspiraciones de Platini. "Es el hombre correcto para el cambio que se necesita", declaró semanas atrás el paraguayo Luis Ángel Napout, número “1” de la Conmebol. La dirigencia de la AFA, más ocupada en resolver sus propios “desaguisados” y sumida en una feroz lucha interna por el sillón de “Don Julio”, también le había dado su guiño a la candidatura del ex jugador de Nancy, Saint-Ettiene y Juventus en los ‘70/’80. De hecho, Luis Segura, actual mandatario afista y candidato para las elecciones en las que tratará de revalidar su poder en una compulsa con el animador televisivo Marcelo Tinelli, tenía agendado para las próximas semanas un encuentro con el mandamás del fútbol europeo.
¿Hacia dónde se encaminarán todas esas voluntades si finalmente le sacan la tarjeta roja a la candidatura de Platini? Es una pregunta que ni ellos hoy pueden responder. Por el momento, las alternativas que asoman no son demasiadas: habrá que ver si el príncipe Ali Bin al-Hussein se le anima otra vez a las urnas, o si algún otro “valiente” –¿el ex futbolista brasileño Zico?, ¿el portugués Luis Figo?, ¿el triniteño David Nakhid?, ¿el nigeriano Segun Odegbami?, ¿el holandés Michael van Praag?, ¿el liberiano Musa Bility?, ¿el sudafricano Tokyo Sexwale?- concreta sus expresiones de deseos.
Con Blatter y Platini en el banquillo -de los acusados, hay que aclararlo- ahora la pelota la tiene Hayatou. Al menos hasta nuevo aviso. Como están las cosas, ni siquiera él puede aventurar si llegará ileso al término de su interinato. Está claro que no es lo que soñó alguna vez. Más bien se le parece a una pesadilla.