Día tras día muchas personas desaparecen para convertirse en un rostro que se va desgastando en carteles rotos. Sin dejar rastros ni indicios de su desaparición, mantienen en sus seres queridos la ilusión latente de que algún día regresarán. Una ilusión que motoriza investigaciones que muchas veces sólo se activan para mitigar los reclamos de esas familias destruidas. Mientras tanto, una industria crece de manera solapada a la sombra de un país que silencia y calla.
Oleadas de denuncias llegan todos los días a la línea 145, un servicio de atención telefónica gratuita para denunciar casos de trata y explotación de personas, administrada por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX). A lo largo del 2024 se registraron 5.776 denuncias, de las cuales 257 corresponden a la provincia de Córdoba. Se observa un aumento del 197.58% con respecto al 2023, que presentó 1941 denuncias.
“Por la cantidad de gente en situación de vulnerabilidad y marginalidad que existe en las grandes urbes, se genera un caldo de cultivo propicio para que estas redes de trata puedan instalarse y operar”, dice Antonio Lucena, integrante del cuerpo de abogados de la Fundación María de los Ángeles, encabezada por Susana Trimarco (madre de María de los Ángeles “Marita” Verón, secuestrada y desaparecida en San Miguel de Tucumán por una red de Trata de Personas).
En lo que va del 2025, durante abril la Fundación recibió cuarenta denuncias y en los primeros 19 días del mes de mayo sumó otras veinticinco. “No se imaginan la cantidad enorme de denuncias que dicen «sé, tengo información de un lugar, quiero denunciar, pero tengo miedo». El miedo está siempre latente, porque quienes manejan estas redes son personas que están relacionadas con el crimen organizado y con el narcotráfico. Son delincuentes”, advierte Lucena.
Víctimas del Estado
Como si tener acceso a información fuera un lujo reservado a unos pocos y no un derecho constitucional, la información en la provincia de Córdoba resulta escasa e inaccesible. Organismos públicos como el Polo de la Mujer; la Secretaria de Género, Diversidad y Discapacidad de la Municipalidad de Río Cuarto; la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia; e incluso el Juzgado Federal alegan no tener estadísticas ni datos sobre trata de personas, un delito que está en aumento y cuya principal herramienta de prevención es la información.
De acuerdo a la edición 2020 del Reporte Global sobre Trata de Personas de las Naciones Unidas, los delincuentes se han vuelto más hábiles para captar a sus víctimas a través de falsas promesas de trabajo y ofertas engañosas que hacen circular en redes sociales y páginas de internet.
Aunque algunas personas están en situación de mayor vulnerabilidad, cualquiera podría estar en riesgo de ser víctima de trata, sin importar su género, edad, origen, nivel económico o educativo. Es por ello que se vuelve necesario que la población tenga conocimiento de la existencia de este delito y aumentar así las posibilidades de identificarlo y prevenirlo. Pero es difícil cuando los propios organismos del Estado no proveen información ni hacen campañas de prevención.
Eric Lucero es el papá de Guadalupe Lucero, una niña de cinco años desaparecida en San Luis en 2021. Su vínculo con el Estado a raíz de su tragedia ha sido decepcionante: “Somos nosotros mismos como pueblo los que votamos creyendo que las cosas van a cambiar. ¡Mentira! Las cosas no cambian. Lo que ellos hacen es envolvernos con mentiras para después tener la posibilidad de causarnos este daño. Ya sea con la venta de órganos o la trata de personas ellos son los que se llenan los bolsillos. Mientras a nosotros nos destruyen porque nos sacan un hijo, un sobrino, una hermana. Y esto es muy doloroso. Además, son ellos mismos los que te mandan a callar”, advierte.
“Mi hija no vale un trabajo en blanco”
Lucero vio por última vez a su hija Guadalupe la fría tarde del 14 de junio de 2021. Mientras jugaba por las calles del barrio 544 Viviendas de la ciudad de San Luis, a la luz del día y acompañada por sus primas, autores desconocidos la secuestraron. “Se perdió en una zona donde me crie prácticamente. ¿Cómo puede ser que nadie vio nada? Yo entiendo que ese día y a esa hora jugaba la Selección Argentina, yo entiendo que ese día hacía frío, entiendo un montón de cosas. Pero no entiendo cómo nadie vio nada. Siempre hay alguien que ve. ¿Por qué? ¿Por qué justo se dieron las cosas de que nadie vio nada, de que justo había partido de Argentina?”, se pregunta, una y otra vez, Eric Lucero.
Quince días después de la desaparición de su hija, Lucero recibió una llamada que fue un baldazo de agua helada, un golpe de realidad que lo llevó a dudar de los únicos que, se suponía, debían encontrarla. El gobernador de ese momento, Alberto Rodríguez Saá, se comunicó con él para ofrecerle un trabajo en blanco. “No me pareció justo que viniera y me hiciera estas cosas sabiendo que yo tenía a mi hija desaparecida. Mi hija no vale un trabajo en blanco, no vale toda la plata que quiera ofrecerme, ni siquiera la provincia entera. A mí, como papá, me pareció una falta de respeto. Lo vi como un «pero guarda silencio, no hagas ruido»”, dice Eric con un inocultable dolor en su voz.
Lucero denuncia además que la investigación policial y judicial sobre el secuestro de su hija fue deficiente. “La policía no estaba capacitada para llevar adelante la búsqueda. Manejaron mal los tiempos, dejaron pasar muchas horas y minutos que son cruciales”, acusa. Ante la desesperación por encontrar a Guadalupe, la propia familia contaminó la escena. “Nos metimos por un descampado a buscarla, porque nos dijeron que nos metiéramos. Y un día después, nos dijeron que estuvo mal, que pisoteamos todo. Pudimos haber perdido un montón de rastros porque lamentablemente el descampado era una pista. En la desesperación hicimos lo que pudimos”, admite Lucero.
Los años pasan y aunque no exista ninguna señal de que Guadalupe no siga con vida, su papá convive con el dolor cotidiano de no verla crecer. Extraña su rostro, el sonido de su risa, el brillo de sus ojos y el tono de su voz, huellas indelebles que el tiempo no borra. Incluso si alguna vez regresa, la persona que vuelva ya no será la misma que partió sino una sombra habitada por el horror.
“Yo a mi hija la recuerdo todos los días, porque es imposible no pensar en su sonrisa, en sus ojos y en la manera que tenía ella de hablar. Cuando mirás videos y fotos de ella es difícil pensar que no está con nosotros, pensar que van a ser cuatro años de su desaparición y todavía no tenemos ninguna respuesta. No es fácil levantarme todos los días, pero me levanto para seguir peleando por mi hija”, dice Lucero.
Aunque es muy posible que su hija haya sido víctima de trata, Eric Lucero se pregunta cada noche: “¿Mi hija seguirá durmiendo de la misma manera? ¿Le darán las mañas que tenía para que pueda dormir?”.