“No sé qué pasó durante la última dictadura. Sólo me suena a que hubo un gobierno militar, pero no sé lo que significa”, dice Guadalupe, que va a un colegio secundario privado de Río Cuarto. En muchas escuelas de nivel medio los estudiantes apenas escuchan hablar de la última dictadura militar en Argentina. ¿Cómo se transmite la historia cuando falta en las aulas? Espacios como la Casa de la Memoria y diversas organizaciones de Derechos Humanos trabajan para acercar a los jóvenes al pasado reciente del país apelando a la empatía, los testimonios y la educación como herramientas para construir memoria.
En la Casa de la Memoria intentan luchar contra la ignorancia. Ubicada junto al galpón blanco del Andino, allí se organizan talleres educativos que honran a las víctimas del último gobierno de facto presidido por Jorge Rafael Videla. Allí confluyen organismos de Derechos Humanos, organizaciones sociales y políticas, sindicatos, el Estado municipal, agrupaciones estudiantiles y organizaciones intermedias.
La Casa de la Memoria es un lugar emblemático en Río Cuarto. Allí funciona el Archivo Municipal de la Memoria. Hay cajas y cajas con diarios y revistas que cuentan desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976 hasta la última marcha realizada para conmemorar esa fecha. Las paredes están pintadas con murales coloridos que aluden a las víctimas y a las Abuelas de Plaza de Mayo. Es emocionante entrar y ver que en un lugar tan chiquito funciona algo tan importante para la ciudad.
También hay una biblioteca. Se llama Jorge Harriague en honor al militante desaparecido durante la última dictadura. La biblioteca tiene un montón de libros de todos los colores. 1319, para ser precisos. Son libros relacionados principalmente con la política, la historia, la filosofía, la literatura, y los derechos humanos. El proyecto de la biblioteca nació en el año 2004, con la donación de un conjunto de libros recuperados de un calabozo del ex centro clandestino de detención conocido como D-2 Informaciones. Hasta la biblioteca cuenta con una historia que vale la pena escuchar.
Karen Torres, Silvina Pacheco y Clarisa Duarte son trabajadoras de la Casa de la Memoria. Ellas se encargan de recibir alumnos de todos los colegios que quieran acercarse para aprender sobre la Memoria, la Verdad y la Justicia. Torres comenta que casi ninguno de los chicos que van a la Casa conoce lo que pasó en la dictadura. Es ahí cuando su trabajo empieza.
“Como mucho hay escuelas que nos dejan ir dos o tres veces por año y eso es todo. Ese es nuestro margen de acción”, dice Torres. En los colegios si se ve algo de la dictadura es en Literatura, mediante libros como Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, que ni siquiera habla de la última dictadura. Para las trabajadoras de La Casa de la Memoria es muy difícil trabajar el tema porque hay colegios que ni lo tratan.
Semana de la Memoria
Maximiliano Luna fue subsecretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Río Cuarto. En su gestión se impulsó la adhesión a la Ley Provincial de la Semana de la Memoria. A pesar de que la existencia de esta ley provincial y la ordenanza de adhesión, su cumplimiento no es sencillo: como toda ley, depende de los ciudadanos que se pueda materializar. En este caso, de los colegios.
Cuando se aprobó la ordenanza, en el año 2018, la Subsecretaría de DDHH dictó un curso docente optativo para aquellos que quisieran capacitarse para dar clases sobre el tema. “Capaz para algunos no es mucho, pero al menos pudimos hacer eso, que para nosotros era un montón”, admite Luna. Los docentes que fueron a las capacitaciones son los que al día de hoy impulsan a sus alumnos a ir a La Casa de la Memoria. Se armó algo así como una red de personas militantes para recordar lo que pasó en la dictadura en algunos colegios.
Luna trabajó en conjunto con la Casa cuando todavía era subsecretario y su última Semana de la Memoria como funcionario tuvo epicentro en el colegio Normal, donde organizaron un scape room, talleres de radio, música, teatro, género y deportes. Fue un trabajo arduo. También hicieron jornadas de cine. Lo recuerda con orgullo, pero le entristece pensar que si hoy le preguntás a un estudiante del Normal capaz ni se acuerda de esos días, o lo recuerda como una jornada de juegos y nada más.
(Des)memoria
Guadalupe tiene 16 años y no tiene idea de lo que pasó durante el último gobierno de facto en Argentina. “En el colegio creo que sí lo han nombrado, pero nunca lo estudiamos. Creo que tuvimos algún acto, pero no estoy tan segura, nadie le da bola”, dice levantando los hombros, como restándole importancia al tema. Está en quinto año del secundario y en ninguna materia le dieron siquiera un acercamiento a esta parte de la historia.
Hay mucha desinformación sobre el tema. Cuando en la Casa de la Memoria reciben a los chicos de los colegios se encuentran con comentarios y preguntas de todo tipo: desde qué es el “Nunca Más” hasta qué es el negacionismo. En una o dos horas tienen que despejar dudas, educar y concientizar sobre la dictadura y sus consecuencias, todo de manera didáctica. Si lo hicieran de otra forma, ninguno prestaría atención más de cinco minutos, porque… ¿Qué les importa a ellos algo que pasó hace casi 50 años? Primero preguntan a quiénes les gusta la música, a quiénes el deporte y a quiénes el periodismo. Desde esos tres ejes comienzan a contar la historia. La idea es captar la atención y que a los chicos realmente les interese lo que escuchan.
Los discursos que se crean en la sociedad van generando opinión pública y circulan en medios de comunicación y redes sociales, llegan directo a los jóvenes. La cabeza de los adolescentes está sobrecargada de información y desinformación a la vez. Reciben un video del Gobierno, por un lado, la opinión de su familia sobre el tema, por otro, y suman lo que escuchan en su grupo de amigos. Nadie les cuenta la historia, una historia que les diga qué pasó y los deje formar su propia opinión. La difusión de la historia argentina depende de los colegios.
“Los jóvenes ven videítos de Falcon verdes y les parece gracioso, como que los militares debieran volver”, dice Torres. A veces es muy difícil llegar a los chicos cuando vienen con esas ideas en la cabeza, están desinformados y les da gracia lo que circulan en las redes sociales. Guadalupe dice que la historia le resulta más interesante cuando escucha testimonios de víctimas. Le dan más ganas de escuchar lo que le cuentan. La empatía mueve a los adolescentes que quieren escuchar y conocer la historia, por lo menos una pequeña parte de ella.
Empatía
En la Casa de la Memoria, la pared que está frente a la biblioteca Jorge Harriague contiene el “Muro de la Memoria”. Ahí están colgadas las “fichas” de los desaparecidos de la ciudad, que cuenta la historia de cada una de las víctimas. Es imposible que cada persona que entre no se quede hipnotizada leyendo esas pequeñas biografías. Para los alumnos que van a la Casa, es el primer golpe de realidad sobre lo que pasó entre el ´76 y el ´83. Apenas empiezan a leer se escuchan voces que dicen: “¡A esta persona la secuestraron en mi barrio!”; “¡Ella era maestra de mi escuela!”. Empatizan directamente con las víctimas.
“Hemos ido a escuelas en las que los directivos nos dicen “prepárense porque están a full con el discurso de Milei” y cuando les empezamos a hablar de las víctimas, de los presos y de las abuelas, los chicos ni te lo cuestionan”, dice Torres. Es imposible negar una parte de la historia cuando es contada desde el testimonio de las víctimas: esas vivencias son más fuertes que cualquier discurso social o político que circule en las redes o los medios de comunicación.
La polarización política en torno a la dictadura también es un escollo a sortear: “Si vos te ponés en una situación en la que empatizás con las víctimas de la dictadura, entonces sos K”, advierte Torres. Muchos los jóvenes se mantienen al margen del tema para no ser etiquetados de “fachos” o “zurditos”. Les interesa más conocer la parte humana del tema, lo que pasó en la historia, sin que los etiqueten o se genere una discusión.
En una encuesta reciente realizada en redes a adolescentes y jóvenes de entre 13 y 24 años, un 53% contestó que sabía lo que había ocurrido en la última dictadura, pero sólo por arriba. El resto apenas había escuchado nombrar lo ocurrido. Cuando a los que no habían tenido clases en el colegio sobre el tema se les preguntó por dónde se habían informado, respondieron que mediante videos de redes o por la película “Argentina 1985”. Consultados sobre si tenían alguna opinión política formada sobre el tema, muchos contestaron “VLLC” (las iniciales de “Viva la libertad carajo”, el lema preferido del presidente Javier Milei).
Néstor tiene 16 años recién cumplidos y Macarena cumple 14 el mes que viene. Van a colegios distintos y no se conocen, pero tienen algo en común: ninguno sabe lo que sucedió en la última dictadura militar argentina. Néstor fue con su colegio la Casa de la Memoria y recuerda haber escuchado el testimonio de la hija de un desaparecido (Clarisa Duarte), pero no se acuerda casi nada del relato. Su testimonio evidencia lo que dice Torres: dos horas anuales no son suficientes.
Universitarios
Cuando los adolescentes entran a la universidad se encuentran con un entorno completamente distinto al del colegio secundario: el de una sociedad que recuerda a las víctimas de la dictadura militar. Los jóvenes se encuentran con causas sociales y políticas que en el colegio permanecían ocultas. Una de ellas es la conmemoración de lo que pasó en el último gobierno de facto.
Loreley Medrano es alumna de segundo año de Periodismo de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Durante su paso por el colegio en un pueblo de Córdoba llamado Luca no tuvo casi ningún acercamiento a lo que pasó del ´76 al ´83 en Argentina. Este año, junto a sus compañeros de la Asamblea Estudiantil, hicieron carteles para ir a la marcha del 24M. “Cuando vine a Río Cuarto me encontré con que acá hay mucha más historia sobre eso y me atrajo”, dice. Hoy Loreley es militante de la causa de Memoria, Verdad y Justicia porque sus profesores de la UNRC le enseñaron la historia.
Malena Cinquegrani tiene 20 años y fue a un colegio privado en Río Cuarto. La educación que tuvo sobre la última dictadura fue nula. La primera vez que escuchó hablar de lo ocurrido en 1976 fue por una amiga. Vieron juntas la película “La noche de los lápices” y no podía creer lo que estaba viendo. Después se fue informando por redes sociales y hoy considera que tiene un conocimiento base de la historia. Al menos sabe que lo que pasó fue una locura. En marzo de este año, una amiga estudiante de Periodismo en la UNRC la llevó al Archivo Provincial de la Memoria en el Cabildo histórico de Córdoba, donde funcionaba el Centro Clandestino de Detención de la Policía (D2). “Cuando entré al cuarto con todos los documentos de las personas que pasaron por ahí me angustió bastante”, recuerda la estudiante de Ingeniería Industrial. Cuando cuenta lo que vio en el D2 le cambian las expresiones en la cara. Cuando entró a la habitación con las fotos de los desaparecidos vio a una mujer, que gritó con los ojos llenos de lágrimas: “¡acá está!”. Había reconocido a alguien que conocía. Tuvo que abandonar la habitación para ponerse a llorar. “Es muy fuerte ver a familias que siguen buscando a los desaparecidos”, dice Malena, aún conmovida por lo que vivió. Ella, como muchos jóvenes, quiere saber lo que pasó y lamenta que en su colegio no le hayan enseñado esa parte de la historia argentina.
Valentina Urteaga nació en Arias, un pueblo de Córdoba camino a Santa Fe. Es estudiante de Periodismo en la UNRC. Dice que cuando entró a la universidad le dio vergüenza no saber qué se conmemoraba el 24 de marzo. Para un trabajo práctico en una cátedra de segundo año tuvo que ir cubrir la marcha del 24M. Le impactó lo que vio: una movilización tan grande. No sabía que se hacía todos los años. ¿Será que a medida que crecen los adolescentes se interesan más por la historia? Cuestiones como esta comienzan a interpelarlos porque, aunque aún no lo sepan, ellos son los encargados de mantener viva la memoria.
Nietes
NIETES es un organismo de Derechos Humanos nacido en 2019. Está integrado por familiares de desaparecidos, la mayoría de ellos jóvenes que transitan sus primeros pasos en la universidad. De perfil abierto y federal, tiene regionales en varias provincias. En Córdoba trabajan en conjunto con la Mesa Provincial de Derechos Humanos. “Me sumé al organismo porque necesitaba un lugar de militancia”, dice Lara Sahade, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Villa María (sede Córdoba). Se unió a NIETES en 2022. Milita junto a Julia Ruedi y Lautaro Ayup López, entre otros, y su principal preocupación por estos días es el giro discursivo del Gobierno libertario respecto de la dictadura militar. Pero aclaran que no trabajan sólo lo relacionado a la dictadura, sino también temas ambientales y de género.
En Córdoba van a hablar a los colegios y se reúnen con grupos de estudiantes. Coinciden con las trabajadoras de la Casa de la Memoria en que es más fácil llegar a niños y adolescentes mediante la empatía: “Tratamos de contar la experiencia blanda. Yo por ejemplo tengo a mi abuelo desaparecido y cuando cuento eso todos se quedan callados, ahí logré llamarles la atención”, dice Julia, de 24 años. Para ellos es importante dar a conocer la historia de otros estudiantes –sus abuelos- que eran militantes y fueron desaparecidos por eso. NIETES intenta mantener viva la memoria y las puertas del organismo están abiertas para cualquier joven interesado en conocer la historia reciente del país.
Se dice que los jóvenes son el futuro, pero a veces los adultos se olvidan de recordarles su pasado.