Es jueves, el sol ya se esconde, y la luz de la luna empieza a iluminar las calles de Río Cuarto. En distintos barrios, grupos de jóvenes comienzan a prepararse para disfrutar de la que quizás sea su primera experiencia bolichera. Entre la búsqueda de diversión, la iniciativa del “Plan +16” (Ordenanza Municipal 100/24, que habilita a que chicos y chicas de 16 y 17 años puedan ingresar a los locales nocturnos con la autorización de sus padres) y la curiosidad, estos jóvenes cruzan las puertas que los adultos les han cerrado para protegerlos de los peligros que representa “la noche”. Sin embargo, la presencia de menores abre un debate urgente sobre control, seguridad y salud.
No es grande, se ingresa por una puerta de cuatro hojas, escoltada por agentes de seguridad, tanto hombres como mujeres. Entre paredes de ladrillo visto y algunas pintadas de color negro está la pista de baile, rodeada por tres barras que exhiben una amplia variedad de bebidas a través de grandes pantallas que resaltan la estética de diferentes botellas alcohólicas que ofrece Factory XL.
Al interior del local se reúne a todo el personal para organizar la noche que les espera. El equipo de seguridad escucha atentamente las indicaciones de Hugo, el jefe de seguridad. Saben que la situación es más complicada cuando hay menores implicados.
“Adolescentes con adultos, creo que es una mezcla muy peligrosa”; “Que desastre que son, después a llorar al campito, alcohol, droga de todo un poco, pero claro a quién le importa, solo les importa la recaudación”; “ah no podían entrar menores??, recién me entero”, son algunos de los comentarios de la publicación de Eldoce.TV ante esta política pública que hoy es la Ordenanza Municipal N° 100/24.
El reloj del celular marca las 12,30 de la noche, ya la fila es larga. La calle está cortada por vehículos de la Guardia Urbana y la Policía local. De taxis y autos particulares bajan grupos adolescentes que, al ritmo de la música que se escucha en el interior del boliche, empiezan a moverse y formar dos curvas en la vereda. La atmósfera es clara, la fiesta está por comenzar. Del lado derecho están los mayores de edad, adultos que salen para despejarse y pasar un buen rato. Del lado izquierdo, chicos mayores de 16 años intentan cruzar la línea invisible que separa la adolescencia de la noche adulta. Con la autorización de un mayor en su celular y las ansias de bailar, esperan entre conversaciones cruzadas, el humo de cigarrillos y el frío de la noche para ser parte de ese mundo que los boliches les prometen.
Con rostros serios y mirada fija, los agentes de seguridad revisan identificaciones, preguntan nombre, apellido y verifican que los datos correspondan con el DNI. El menor espera inquieto a que su nombre en la pantalla del celular del seguridad aparezca en verde y autorizado.
Según la Ordenanza, el adolescente está autorizado por sus padres o tutores legales, pero ellos no saben qué hermanos, tíos, primos o cualquier persona mayor de 18 años es quién permite que el adolescente ingrese a las instalaciones. Juani, tiene el pelo medio castaño y una estatura de no más de metro sesenta. Con un vaso en la mano, dentro del boliche, dice: “Yo no soy de acá, soy de San Luis, mi hermana de 22 años me autorizó para salir, ella también salió pero a otro boliche”.
Hugo, el jefe de seguridad, en octubre de este año cumple 30 años de trabajo y experiencia en Factory XL. Conoce cada movimiento, cada “avivada” de los jóvenes: “Antiguamente entraban los chicos de 16 años, hasta hace aproximadamente unos 15 años atrás. Cambió la ordenanza y tenían que tener 18 años. Había chicos que “truchaban” el documento con el hermano, que a lo mejor era dos años mayor que él y son iguales, no te das cuenta”, admite.
Hugo también es padre también y al preguntarle qué piensa sobre esta medida más allá de su rol, confiesa: “Me acostumbré al +18, me gusta más. Porque cambia: los chicos -refiriéndose a los menores- son distintos, implican mucha responsabilidad. Si vos tenés un chico alcoholizado o descompuesto no lo podes largar, tenés que contactar con el padre, que lo venga a buscar… se hace un poquito más engorroso el trabajo”.
Adentro la música retumba desde los parlantes, y el cuadrille blanco y negro de la pista de baile es poco visible ante la cantidad de borcegos, zapatillas y tacones que coordinan con el ritmo de la música. El aire es pesado, entre el humo y el calor que emanan los cuerpos moviéndose de un lado al otro, los vasos de bebida desprenden transpiración en forma de gotitas que van cayendo al suelo o en las prendas de algunos, e incluso a los cabellos largos de las adolescentes que los exhiben como un accesorio más de su outfit nocturno. Las luces parpadean de forma frenética, creando un ambiente hipnótico. Las barras están llenas, y la circulación de los adolescentes ya no es tan visible.
A unos metros de la pista de baile, en unos silloncitos apartados, hay dos hombres de alrededor de 30 años. Están sentados y se ríen mientras conversan y beben de sus vasos. Se levantan de sus asientos y parados comienzan a bailar, miran cual ojo de águila en búsqueda de alguien en la pista. Es difícil seguir la dirección de sus miradas cuando todas las edades están mezcladas bailando al compás de la música.
En los baños de mujeres está Silvia, vestida de negro, al igual que el resto del personal. No aparenta más de 45 años. Está ubicada detrás de la puerta, de brazos cruzados. Hace tiempo trabaja en el boliche, y controla que todo esté bien en su área. Dice que la presencia de menores de edad vuelve más delicada su tarea. Observa cómo las jóvenes se ríen a carcajadas, se tambalean y se dirigen a los baños. “A veces son los más grandes los que generan más disturbios, acá los chicos están contenidos”, admite mientras pasan por su lado decenas de adolescentes que intentan controlar los movimientos de sus cuerpos.
Hugo aclara que el personal de las barras debe pedir los documentos de identidad para corroborar la edad de los clientes. Algo que no es visible esta noche. Esperando en la barra, una joven de no más de 17 años se reclina y observa cómo preparan su trago. Aunque la ordenanza obliga a que los boliches coloquen puestos de hidratación gratuitos para que los menores y todo aquel que lo desee, pueda consumir, se vuelve inevitable esquivar jóvenes bebiendo y visiblemente alcoholizados.
En un hueco que separa la entrada del salón está la enfermería. Un espacio chico con paredes sin revocar, en el que sólo hay una camilla, un balde, un agujero en la pared para ventilar y un pequeño botiquín. En noches como estas, en comparación a los sábados, la enfermera afirma que su labor es mucho menor: “Son chicos que están bajo un estado de ebriedad, que no necesitan una atención urgente, el chico cuando no se siente bien, acude en el momento porque sabe que la enfermería está acá. Pero me toca renegar un poco más con la gente de los sábados, la gente es más variada, son mucho más grandes y no acuden rápido”. ¿Cómo se procede ante un caso de ebriedad en un menor? “Cuando tenemos un caso así, lo que hacemos es contenerlo y comunicarnos con los padres o el adulto responsable para que lo busque”, dice. Antes de terminar la explicación es interrumpida por dos hombres de seguridad que acompañan a un joven que necesita ser atendido.
El debate no termina
La presencia de menores en boliches no es un debate nuevo. En 2011 era un hecho y estaba habilitada la opción de que los chicos de 16 y 17 años pudieran participar de estos eventos. Sin embargo, tras una serie de conflictos que involucraron a menores de edad, se produjo un quiebre en la regulación de la noche y desde entonces los boliches sólo permitían el acceso a mayores de 18 años. Hasta hace unos meses.
La exclusión de los jóvenes mayores de 16 años y las fiestas organizadas para celebrar el fin del colegio secundario se volvió una problemática no sólo para los padres, sino también para la Municipalidad. Ignacio Biga, concejal del bloque Hacemos Unidos por Río Cuarto, recuerda que “en los Últimos Primer Día de clases se producían cuestiones complicadas como pérdidas de paradero de gente. La pandemia agudizó el problema por la proliferación de fiestas clandestinas, y teníamos un programa para jóvenes, pero eran eventos esporádicos”. Agrega que se había incrementado la concurrencia de jóvenes a fiestas clandestinas, y a pueblos cercanos. Ante estas problemáticas, las familias expresaron su preocupación de que en Río Cuarto no había un lugar seguro para la juventud.
A partir de diciembre de 2024 la Municipalidad unió estas dos problemáticas y decidió probar si era viable implementar el Plan +16, propuesto por la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y un grupo de familiares de jóvenes. Luego de la actualización del Código de Espectáculos Públicos -aprobado por unanimidad- se realizó una prueba piloto con el festejo del Último Día de Quinto (UDQ), del que participaron más de 1.300 estudiantes. Fueron cuatro los locales habilitados para este evento, en los cuales se contó con personal de seguridad, adicionales de la policía, enfermeros y puntos de hidratación. Algo notablemente distinto a galpones o quintas lejos de las luces de la ciudad, sin permisos y sin controles.
La Ordenanza 100/24 establece la implementación de un nuevo sistema que habilita el ingreso de los menores a través de la plataforma Ciudadano Digital (CIDI). El mismo requiere que los padres o tutores legales tengan “Nivel 2” en la aplicación. Esto autoriza a que los empresarios de la noche puedan acceder a los datos de contacto de los padres, y que estos últimos reciban una notificación sobre la ubicación de su hijo. “La importancia del CIDI es que nosotros sabemos que quien firma esta declaración está legalmente habilitado por el Gobierno de la Provincia de Córdoba y sabemos que, efectivamente, es esa casa”, explica Biga, quien está conforme con la implementación del plan. El concejal asegura que hay alrededor de 12.000 jóvenes habilitados para ingresar a los boliches de la ciudad. Pese a que la ordenanza ya está vigente, Biga considera que la falta de difusión por parte del Gobierno municipal hace que muchos chicos todavía no puedan adherirse al Plan +16.
¿Qué sucede con el consumo de bebidas alcohólicas en el caso de los menores? El concejal dice que el programa debe defenderse desde la realidad y que los jóvenes ingieren este tipo de bebidas. De allí que la Municipalidad decida que si efectivamente lo hacen al menos lo hagan en un lugar habilitado, donde las condiciones de seguridad estén garantizadas. “Nosotros tenemos que traer acompañado del proyecto programas de prevención, tanto del buen trato como también con los consumos problemáticos. Es decir, atacar desde ahí, porque hoy cualquiera tiene acceso a comprar alcohol, podés conseguirlo desde el celular a través de cualquier aplicación de venta online. Entonces, plantear una base de realidad, es decir: los jóvenes consumen alcohol, por lo cual nosotros tenemos que trabajar para brindarles las mejores condiciones para seguridad”, explica Biga.
El pedido de la UES
Durante el transcurso del año 2024 estudiantes de los últimos años del secundario fueron los principales impulsores de la “noche segura” para los jóvenes mayores de 16 años. Tras arduos meses de debate y de lucha lograron llegar a su cometido. Uno de los protagonistas fue Lautaro Doblas, quien con 17 años militó la causa como pocos. “Desde la UES, nosotros realizamos una encuesta para ver qué problemáticas teníamos como estudiantes, tanto en secundarios públicos como privados, y salió este tema. A partir de eso me surge la idea de hacer una encuesta, que fue publicada por nuestras redes sociales y a través de los medios”, cuenta Doblas. La encuesta llegó a 2.100 estudiantes de los últimos años del secundario y a partir de esa iniciativa, la UES logró instalar la problemática en la opinión pública y recibió el apoyo de todos los partidos políticos.
Antonella Nalli, concejal del bloque Primero Río IV, dice que desde un principio estuvieron de acuerdo con habilitar un espacio para los jóvenes y a pesar de ser opositora reconoce que la ordenanza se ha cumplido bastante bien. “Seguramente faltan un montón de cosas y se va a ir perfeccionando esta herramienta a lo largo del tiempo, pero creo que hemos podido resolver en gran parte una demanda de los adolescentes y de los jóvenes que querían salir y estar en un lugar, también haciéndolos responsables a ellos”, apunta Nalli.
La concejala sostiene que los jóvenes son sujetos de derechos, pero también de obligaciones. Y que si tienen edad para votar en las elecciones, también tienen las herramientas suficientes para ser responsables en sus salidas nocturnas. Al igual que Biga, lamenta que desde la Municipalidad el programa no tenga la difusión suficiente.
En los últimos meses, a pesar de la vigencia del Plan +16, se han registrado hechos de irresponsabilidad en los boliches. Desde el área de Control y Habilitaciones de Espectáculos Públicos subrayan la presencia de menores de edad sin autorización de sus padres en estos lugares. Según el director general de esta área, Matias Palacios, hay comunicación constante y fluida con los responsables de los espacios nocturnos para lograr que se vuelvan espacios seguros y que ambas partes sean responsables. Para Palacios, “la implementación del sistema +16 es un avance importante para la ciudad, nos permite ofrecer un marco seguro y controlado para evitar que los menores participen del ámbito clandestino”.
Cuando se detectan irregularidades se aplican medidas preventivas como clausuras o actas de infracción, pero las sanciones económicas las aplican desde la Fiscalía o el Juzgado de Faltas, quienes evalúan y actúan en consecuencia. “Si los organizadores y empresarios realizan un control estricto de la documentación y se ajustan a las disposiciones vigentes, es posible desarrollar la actividad nocturna de manera segura, legal y ordenada”, asegura el director general del área de Control de Espectáculos Públicos.
Para Nalli, la presencia de menores sin autorización se debe principalmente a dos factores: la familia y los empresarios de la noche. “Va a llevar tiempo fortalecer a las familias para que se empiecen a incluir dentro del sistema y que se hagan responsables de lo que sus hijos están haciendo en la noche. Y, por otro lado, tiene que ver con una cuestión más comercial, los empresarios de la noche ven un negocio a partir del ingreso de los jóvenes, ellos hacen su negocio, pero a ver, tienen una obligación y tienen una responsabilidad. Ellos lo saben”. La concejala cree que la última actualización de las unidades de multa las vuelve verdaderamente punitivas: “Yo creo que van a tener que tomar otros recaudos”, confía.
¿Entran todos y todas?
¿Qué tan inclusiva es esta política pública de la que habla el ex presidente de la UES, Lautaro Doblas? “La verdad es que ha sido una buena política pública y creo que esas son las formas de hacer política, la manera de hacer política de calidad es incluyendo todos los sectores, incluyendo obviamente al sector este que está siendo problematizado”, dice Doblas.
La diversidad de barrios y de sectores en la ciudad requiere que el Plan +16 sea apto e inclusivo. Nalli cuenta que muchos chicos de ciertos sectores, como los que viven en la periferia de la ciudad, quedan excluidos del plan: “Hay muchos chicos de esos sectores que no pueden cruzarse al centro porque los detienen por portación de cara o porque no tienen los recursos para llegar. Quedan excluidos ya sea, porqué quizás tienen un núcleo familiar un poco más desarticulado, pero eso no le quita la responsabilidad al Gobierno de estar presente en esos sectores. Debemos transitar una ciudad inclusiva, no podemos seguir pensando en un sector de la sociedad que sí puede llegar al centro o ir al boliche de la ruta. Sabemos que estos pibes no llegan ahí, se necesita un Estado presente que garantice espacios a donde ellos puedan estar incluidos”, advierte la concejala.
Mientras se promueve la inclusión juvenil en los espacios nocturnos, en la práctica muchos adolescentes mayores de 16 años quedan afuera de los beneficios. El Plan +16 también evidencia que la desigualdad en el acceso a los boliches en los jóvenes va más allá de la edad.