Según el calendario, el 12 de octubre el diario El Independiente, de La Rioja, cumplió 56 años de existencia. Según los hechos, el periódico permanece en situación de coma inducido, desde que en junio de 1983 socios de la cooperativa editora fueron excluidos de la entidad, en una vuelta de rosca del anhelo dictatorial de vaciar el contenido liminal del medio gráfico. Consta en actas que los despidos se basaron en la figura del “abandono de trabajo” y en “renuncias” provocadas por la represión desatada el 24 de marzo de 1976.
La pérfida maniobra intentó encubrirse con la omisión del episodio, pero como los delitos de lesa humanidad no prescriben, la memoria activa y la denuncia penal mantiene abierto el caso de El Independiente, a modo de reconocimiento a Alipio Tito Paoletti, protagonista esencial de aquella aventura enjundiosa, con punto de partida el 12 de octubre de 1959, desvirtuada por la ignominia persistente.
Las posibilidades de financiación eran tan escasas como las de conseguir recursos técnicos. De cualquier modo, un grupo de jóvenes corrió el riesgo de involucrarse en un proyecto pronosticado de efímero. La profecía parecía cumplirse cuando las iniciales seis páginas de El Independiente se redujeron a cuatro. Tito Paoletti, que había cumplido 23 años el 9 de octubre de 1959, pronto asumió la dirección, con la convicción y el talento a prueba de adversidades.
Tito fue el emprendedor apasionado dispuesto a honrar al periodismo sin ataduras con ningún tipo de poder. El diario se prestigió porque atendió las demandas sociales y culturales, porque calculó la pérdida del salario real, porque enfrentó a las patotas nazis y cuestionó las políticas que favorecían las estructuras del privilegio. Porque divulgó la pastoral de monseñor Enrique Ángel Angelelli y destapó las cuevas de la usura. Porque se ganó el odio del enviado del gurú José López Rega y del explotador del juego, la prostitución y la droga.
Por iniciativa de Tito Paoletti, la sociedad privada por acciones cedió los bienes muebles e inmuebles para que se formara la cooperativa de trabajo de periodistas, gráficos y personal administrativo, con el principio de un socio un voto, como expresión de la coherencia de quien quiso ser compañero y no patrón. En paralelo a la conformación de Copegraf se levantó el barrio de 42 viviendas, con crédito del Banco Hipotecario Nacional, y se expendieron productos alimenticios a precios mayoristas.
Con el liderazgo de Tito Paoletti el frente interno se mostraba sólido para sobrellevar los ataques externos, antes y después de constituirse Copegraf. El aviador interventor de la provincia, Julio César Krausse, imaginó la destrucción de la maquinaria del diario. El empresario interventor Guillermo Domingo Iribarren pretendió eludir la obligación de publicar en El Independiente los edictos y licitaciones, en procura del ahogo económico. El delegado Octavio Ríos, ocupador del Partido Justicialista, orquestó clausuras por motivos ridículos. Oligarcas urbanos y señores feudales plantearon demandas por calumnias e injurias. Los servicios de inteligencia redactaban material para el periódico de un mafioso. Las amenazas de la Triple A eran cotidianas.
De cada embate, el diario salió fortalecido. Hasta que fue invadido la noche del 23 de marzo de 1976. La represión descabezó al equipo periodístico. A algunos nos metió presos y en otros forzó su alejamiento. Se frustró el propósito de eliminar a Tito Paoletti, que vivió en la clandestinidad hasta que se exilió en España. Copegraf fue intervenida e investigada. Ingresaron espías en la planta de personal, blanco de la metamorfosis para abollar conciencias y sembrar la semilla de la deslealtad.
Pese a todo, la cooperativa subsistió y la dictadura emprendió la huida. Era el momento de recomponer lo devastado en el país. Se retomó la actividad política y gremial. Se anularon cesantías. Quedaron atrás las proscripciones en entidades públicas y privadas. El Independiente fue la excepción: en trámite sumario, el 23 de junio de 1983 se echó de Copegraf a Tito Paoletti por abandono de trabajo y a otros siete socios al dar por válidas renuncias forzadas con apremios ilegales, fechadas en 1976. Dos de los cinco firmantes de la resolución fueron nombrados por la prepotencia militar.
Tito Paoletti murió el 1 de diciembre de 1986. La denuncia que presentó en la Justicia provincial se cubrió de telarañas. Los defraudadores procuraron borrar la infamia. Armaron la historia, salteando la respuesta de por qué el protagonista singular no retornó a su lugar en Copegraf. Urdieron que una placa recordatoria compensaría la acción miserable. El firme rechazo de Lyli Paoletti, viuda de Tito, les hizo meter violín en bolsa.
La paradoja es notable. Una calle de La Rioja lleva el nombre de Alipio Paoletti; en el gremio se respeta su trayectoria; El Independiente de Tito es modelo de periodismo y la cooperativa sueño de periodistas. En el deshilachado periódico de hoy se celebrará el 56 aniversario, malversando el legado, con la expectativa de que no prospere la demanda por delitos de lesa humanidad, que aguarda turno en el juzgado federal de La Rioja, y de hacer negocio con la venta del edificio de calle 9 de Julio 223, módulo del patrimonio cultural-urbano de la Ciudad de los Naranjos.