La Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) fue creada por Domingo Faustino Sarmiento en 1870. La entidad nació para encargarse de promover y proteger a las bibliotecas populares mediante la Ley 419/1870; más acá en el tiempo, en la década del ´80, la Ley 23.251 reglamentó su funcionamiento e incluso creó un Fondo Especial para Bibliotecas Populares. En Argentina hay más de dos mil bibliotecas populares nucleadas por la Conabip. Se estima que en Córdoba son 150, número que la convierte en la provincia que ocupa el tercer lugar a nivel nacional.
En el marco de la avanzada del Gobierno libertario contra distintos sectores de la sociedad, a partir del decreto 345/25 -que entre otras cosas ya apuntó contra la autarquía y la federalización del Instituto Nacional de Teatro-, ahora también va por la modificación de la estructura de la Conabip: pierde autonomía y pasa a estar bajo el ala de la Secretaría de Cultura de la Nación. Es decir que será el Gobierno quien centralice y controle su quehacer.
La escritora Graciela Bialet dirigió durante diez años -desde 1996 y hasta 2006- la Biblioteca Provincial de Maestros y fue la encargada de crear y coordinar -entre 1993 y 2007- el programa de promoción de la lectura “Volver a leer”, destinado a las escuelas de todos los niveles del Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. En diálogo con revista El Sur, advierte que las medidas de la administración Milei están en sintonía con las que adopta con todo lo que tenga algún sesgo de popular: “En los últimos quince años casi se duplicó la cantidad de bibliotecas populares en nuestro país; y ahora viene este Gobierno a sacarles el subsidio. Si bien ellos dicen que van a mantener el presupuesto otorgado por ley, le quitan la autarquía porque los fondos van a pasar a manos de la Secretaría de Cultura y no hay garantías de que ese dinero llegue a las bibliotecas. Sus políticas son claras: no quieren destinar recursos a instituciones populares que abren las puertas a la cultura”, dice Bialet.
La escritora explica que incluso Conabip no giraba dinero per se sino que atendía y cubría las necesidades administrativas de cada biblioteca en particular: “El gran trabajo de la Conabip fue que empezó a abrir las puertas de muchas bibliotecas que estaban cerradas e hizo un censo para ver qué cosas había. Es decir, hizo un seguimiento biblioteca por biblioteca para ver cuáles eran las necesidades de cada una dependiendo de la zona en la que se encontraba; porque no es lo mismo una biblioteca de Humahuaca que una en Inriville. Pero qué se puede esperar de un gobierno que está cerrando el Garrahan, ¿no?”, insiste.
Hoy las bibliotecas populares -sobre todo en los barrios periféricos o en los pueblos pequeños- son mucho más que una fuente de consulta: son espacios donde aparecen los escritores locales, regionales, del barrio, donde los chicos hacen sus investigaciones y las tareas de la escuela, pero también donde las mujeres aprenden a coser, a tejer; todo con un libro al lado y con que lo que eso significa. “Se convierte en un lugarcito para que ese niño, para que esa mujer se rodeen de literatura, pero que además forma comunidad. Educar al pueblo en la lectura no solo es un derecho sino que es una necesidad básica porque hasta la digitalización requiere de experticias lectoras para poder analizar lo que lo que se lee. En una biblioteca popular está el mundo”, insiste Bialet.
Además de perder la autarquía, la Conabip también pierde su estructura, conformada por presidentes, secretarios y vocales (encargados de representar a las distintas agrupaciones de bibliotecarios y bibliotecas de las provincias) y pasa a tener asesores ad honorem. Así, ya no habrá tampoco quien delinee programas para las bibliotecas. Y ni hablar de la federalización.
En este sentido, Ana María Servidio, que está al frente de la Biblioteca Popular Nicolás Avellaneda de Cosquín desde 1997, advierte que la avanzada es general: “Todo lo que tiene que ver con el pueblo ha sido cortado de raíz; sino, no tendríamos a los pobres jubilados marchando todos los miércoles para que les den un aumento aceptable. Todo ha perdido calidad: la vida, la cultura, se están perdiendo muchas cosas. Y la gente se tiene que dar cuenta que por más que nos hablen de los números del superávit, en los bolsillos de la gente el superávit no se siente”.
“Nosotros vamos a luchar para salvar las bibliotecas y esperamos que los otros colectivos culturales se nos unan. Porque es lo mismo que pasa con las universidades, que las están desfinanciando, hay una voluntad de que la gente no se instruya, porque un pueblo que no tiene cultura y conocimiento es mucho más fácil de manejar y de engañar. Por eso vamos a hacer todo lo posible para que no puedan sancionar ese decreto”, advierte.
Si el decreto queda firme, las bibliotecas populares quedarán completamente a merced de lo que la Secretaría de Cultura decida y quiera otorgarles. “Esto significa romper toda la estructura de la Conabip y perder la representación federal. Nuestra biblioteca tiene 102 años y un acervo de más de 60.000 ejemplares de libros; hemos pasado épocas complicadas y hasta una pandemia. Pero esto es otra pandemia para nosotros.
No vamos a tener la libertad que tenemos, inclusive tememos que haya también un direccionamiento doctrinario con respecto a lo que hacemos en la biblioteca”, se lamenta.
Servidio dice que están pensando en pedir una medida cautelar contra el decreto por considerarlo inconstitucional. Hoy la biblioteca de Cosquín se sostiene gracias a sus 500 socios, a quienes les cobran una cuota mínima, magros subsidios (provincial y municipal) y actividades para recaudar dinero: “Hasta hemos llegado a vender ropa usada para poder seguir adelante. Verdaderamente es muy difícil sostenerla, luchamos a brazo partido para no cerrar”, cuenta Servidio.
La biblioteca de esa ciudad alberga todo el patrimonio cultural, ya que no tiene un Archivo Histórico. “Mucha gente que quiere investigar la historia de Cosquín viene a la biblioteca, aquí tenemos hasta diarios del siglo pasado y libros del 1800”, dice Servidio.
Entre las actividades que desarrollan, todos los martes se reúnen entre 30 y 40 personas en un club de lectura. “Los que dicen que el libro en papel ya no se usa, no es así. Hay mucha gente que la única oportunidad que tiene de acercarse a un libro es a través de la biblioteca; no todas las personas pueden comprar un libro que cuesta 30.000 o 40.000 pesos”, cuenta Servidio.
Además en el espacio se dan cursos y talleres. “Cuando yo entré a la biblioteca, en el año 97, no teníamos ni una computadora y la Conabip nos dio la primera. Hoy damos cursos de computación, tenemos wifi y la gente puede venir a navegar gratuitamente. Hace muchos años que tenemos todos estos elementos y los hemos mantenido para darle a la gente la posibilidad de usar las redes. Pero también hay gente que viene a pasar un rato o a encontrarse en la biblioteca” insiste Servidio.
Bella Vista
La Biblioteca Buena Vista es un espacio que trabaja con la comunidad de ese barrio cordobés desde 1990 y que a lo largo de su trayectoria ha visto reducida la cantidad de actividades, fundamentalmente por razones presupuestarias. “Hoy, además de la biblioteca, donde se pueden realizar consultas, tareas, hay visitas guiadas, préstamos de libros y promoción de lectura, hacemos talleres de batucada, huerta, costura, tejido (a mano y a máquina), ajedrez y guitarra. Además tenemos la Salita Mundo Mágico, donde brindamos talleres de lectura y escritura para infancias y un Espacio de Orientación al vecino, a cargo de un abogado que orienta a la comunidad sobre distintas consultas de orden jurídico”, cuenta Ana Cabanillas.
Para llevar adelante los talleres, articulan con otros espacios y organizaciones del barrio, como La Quadra, con quienes realizan el proyecto de huerta y ajedrez; y con Red Puente, una organización que aborda los consumos problemáticos. “También formamos parte desde hace muchos años de la Red Encuentro Abrojal constituida por numerosas instituciones, organizaciones y escuelas de la zona”, agrega.
Reciben aportes de la Conabip para gastos corrientes como luz, gas, internet, seguro, emergencias médicas y para el programa Libro%, que les permite viajar a la Feria del Libro de Buenos Aires y adquirir libros a mitad de precio para ampliar la oferta a los socios. Suman aportes privados y donantes. “Hace años que no recibimos el subsidio de la provincia; lo recibimos durante muchos años, pero eso cambió. Nosotros tenemos un presupuesto significativo fundamentalmente para garantizar la apertura de los distintos talleres y actividades. Los subsidios de la Conabip resultan, no obstante, importantes para la adquisición de nuevos títulos o para reponer otros de mucha rotación, como los que leen los más niños. También ayuda a que no sea tan pesado el gasto de pago de servicios, aunque en la actualidad el subsidio resulta muy escaso frente a esas erogaciones. Certificar un balance o pagar pólizas de seguro suman montos que en nuestro caso requieren un gran esfuerzo para poder afrontarlos, sobre todo teniendo en cuenta que todas nuestras actividades son gratuitas”, explica Cabanillas.
En lo que va del año recibieron el aporte de la Conabip para viajar a la Feria del libro, pero del subsidio para gastos corrientes no han tenido novedades: “El año pasado lo pagaron en diciembre, es decir totalmente desfasado si lo que pretendía era cubrir los gastos de 2024. Por eso las bibliotecas populares del país nos estamos movilizando e intentando visibilizar este retroceso del Estado en lo que respecta a la cultura”, concluye.