Es uno de los cantautores riojanos más importantes de las últimas décadas. Integra, junto al Pica Juárez, la camada de autores que dejan su marca indeleble en el cancionero popular del folclore argentino, siguiendo la huella de los también riojanos Pimpe González (su padre), Pancho Cabral y el legendario y querido Ramón Navarro, fallecido recientemente.
Actualmente radicado en Unquillo, vive en Córdoba hace más de treinta años. Acaba de lanzar la segunda parte de “El ojo de la tormenta II”, segundo disco del ambicioso proyecto que empezó hace 15 años y que ha dado canciones ya clásicas. Poeta exquisito, luthier de cajas chayeras, investigador de los orígenes de la música popular, dueño de una sensibilidad abrumadora, que transmite sin complejos en sus creaciones, Ramiro González es un artista que, sin ser “popular”, no pasa desapercibido para muchos cantores y cantoras que incorporan sus canciones en su repertorio. Rebelde innato, riojano “hasta el dolor” y cordobés por adopción, reflexiona con El Sur sobre los alcances de su disco más reciente.
- La primera parte de este proyecto llamado “Ojo de la tormenta” salió hace 15 años. Ha pasado mucha agua bajo el puente. ¿Qué se mantiene y qué ha cambiado del proyecto original?
- La idea original era hacer un disco doble que tuviera, de alguna forma, temáticas universales. Llegué a tener un cúmulo de 80 canciones, muy diferentes, sin claridad en cuanto a la temática, pero sí muy diáfanas en cuanto a la estética de la poética. Era como que la estética de la lírica tenía que ser con la vara alta, me imaginaba yo, pero también el desafío era que tuviera un lenguaje coloquial y que hablara de temáticas universales. De ese cúmulo había un par de canciones que tenían que ver con los patios de chaya y había otras más urbanas, por decirlo de alguna manera. Yo me imaginaba una especie de yin-yang entre los telúrico y lo citadino, las dos partes que convivían en mí en ese momento. Y cómo chocaban o contrastaban entre sí. Bajé a 32 canciones y de esas preparé 16 para el primer disco, que son las más chayeras y que más o menos representan un poco mi condición riojana. Y en esta segunda parte, la parte más urbana si se quiere, con temáticas más universales, con una poesía no tan regionalista, hablo con un lenguaje coloquial, pero con muchas imágenes y metáforas.
- ¿Por qué crees que las canciones mantuvieron la vigencia, a pesar de haber pasado quince años entre una parte y la otra?
- Lo que tiene vigencia es la miseria y la virtud. Son atemporales, atraviesan todas las etapas de la humanidad. Cuando yo pensaba en la universalidad no pensaba de la manera que pienso ahora, pero ahora lo puedo entender con más claridad. El hambre, la desigualdad, la injusticia, las cosas que nos duelen, vienen desde antes. La esclavitud, la postergación, era de antes. La explotación laboral, la otra esclavitud suavizada, digamos. Pero siguen siendo cosas que nos alejan de la vida, que nos alejan de nuestros seres queridos, que nos alejan de las cosas que uno disfruta de la vida. El desalojo de los campesinos luchando contra la expansión agrícola viene de tiempos inmemoriales, cuando los reyes les cobraban tributos y si no les pagaban se quedaban con todos los frutos, les mataban la familia y todo lo que pasaba en esa época, por ejemplo. No es algo nuevo, digamos.
- ¿La virtud y la miseria serían los dos grandes temas de este nuevo disco?
- No sé si son los dos grandes temas. Capaz que sí. Se habla del amor, también. “Tempestad”, por ejemplo, habla de que por ahí vemos a la gente y la juzgamos a primera vista y no conocemos lo que pasa en su mente, o la juzgamos por un hecho y no sabemos lo que le pasa en profundidad. Y por ahí nos perdemos la virtud de alguien por mirar algo que no es.
- ¿La Rioja o Córdoba?
- Yo siempre me sentí de los dos lugares. Mis abuelos y parte de mi familia vivían acá y yo aprendí a caminar acá. Mi vieja es nacida en un pueblito que se llama Idiazábal, a 30 kilómetros de Justiniano Posse, cerca de Bell Ville. Mi abuelo fue el primer director de la escuela de esa localidad, que era un pueblito muy chiquito. Mi vieja nació ahí en el periodo en que mi abuelo era director de la escuelita rural. Todas las vacaciones de mi vida las he pasado en Córdoba. Todas las navidades nos veníamos a Córdoba, a la casa de unos tíos que tenían pileta. No recuerdo veranos de mi infancia vacacionando en La Rioja. Mi abuelo era dueño de la empresa El Cóndor, que cubría el trayecto La Rioja-Córdoba. Nosotros teníamos pasaje gratis, así que yo venía a Córdoba cuando quería. A los 16 abandoné la secundaria y me vine a trabajar un año aquí en Córdoba. Después volví a La Rioja y terminé la secundaria. En eso lo conozco al Raly (Barrionuevo) y al Emi Servini, que empezaron a decirme que me venga a Córdoba, que aquí se podía vivir de la música. Y me mandé. Era la época del menemismo, en los noventas. En La Rioja no había mucho que hacer, había mucha desigualdad, mucha llegada de gente de afuera pensando que había trabajo y la plata iba para unos pocos.
- Después de tanto tiempo afuera de La Rioja, ¿sentís que se te valora en tu provincia?
- En La Rioja es tan común ver buenos músicos y buenos artistas que por ahí uno pasa desapercibido estando afuera hace tantos años. Sí noto que cantan mis canciones y eso de alguna forma te da un cierto prestigio y reconocimiento entre los compañeros. No sé si soy un artista popular para el gran público chayero de La Rioja, pero a mis canciones las canta mucha gente. Me siento bastante acompañado también desde las gestiones culturales de la Provincia, a pesar de no tener ninguna filiación política. Yo sé de mucha gente que conoce La Rioja a partir de mis canciones.
- ¿Cómo te trata Córdoba?
- De Córdoba no tengo un vínculo con la gestión. No tengo afiliación política partidaria con nadie, pero me tratan bien, muy bien, respetuosamente. Los medios me dan espacio, me quieren, me admiran. Suena medio raro que lo diga yo, pero lo siento profundamente porque me lo hacen saber, y eso es muy lindo. De hecho, hace poco acabo de ser jurado en un concurso de canciones en Córdoba, en mi canción, y yo riojano metido ahí. Porque me valoran en mi trabajo, entonces me siento halagado por eso. Fui a tocar el Teatro Real y he tenido las puertas abiertas, o en el Centro Cultural Córdoba en otras ocasiones.
- ¿Cómo fue la experiencia de Danza con fundamento?
- Por suerte vivo de la música y nunca me hizo falta tener la ayuda de instituciones como el Fondo nacional de las Artes (FNA) para este tipo de cosas. Me parecía que en este caso las herramientas están buenas para la gente que las necesita. Pero estábamos en pandemia, no teníamos trabajo, los ahorros se habían ido en pagar el alquiler y un montón de cosas. Eché mano de eso, me presenté a una convocatoria y salí seleccionado. Rescaté esa vieja idea y empecé a componer desde cero. No usé ninguna de las canciones que tenía hechas. Compuse una canción por cada provincia del noroeste argentino y se armó un repertorio de seis, que grabé y presenté. La idea era completarlo y armar un disco, así que me senté, toqué algunas de las canciones viejas, compuse otras nuevas y logré reunir un repertorio de diez canciones. El año pasado presentamos el espectáculo en La Rioja, en la Feria de la Danza junto al Cuarteto Magnolia. Ellos editaron un libro a propósito de su aniversario y me invitaron a participar en la edición con partituras y los arreglos del cuarteto. Había una canción mía, una de mi viejo (Pimpe González) y otra de Luis Chaza (Luis Cahazarreta). En una charla espontánea, me preguntan en que andaba y les conté lo de “Danza con fundamento”, les gustó y me propusieron hacer un disco. Lo presentamos en la Feria de la danza en La Rioja y en el Teatro Real de Córdoba en mayo. Una experiencia hermosa. Ahora esperamos que salga el disco, que calculo será en julio o agosto de este año. Y bueno, ahí estamos, tratando de decir cosas que tengan sentido en esta época de crisis.