Frente a un público cercano, cuatro jóvenes son hijos, amigos y hermanos. Pero en el camarín, mientras uno se delinea los ojos de color negro y otro se enfunda en un pantalón de cuero prestado, son estrellas de rock.
Cuando las luces se encienden, atrás quedan las disputas. Cuando la primera nota suena, se esfuman esos egos golpeados al cambiar un estribillo sin acuerdos. Y cuando el aplauso del público se escucha, ya no existen individualidades, el sentimiento se armoniza en un “somos Los Flacos de Koch”.
Faltan 20 minutos para la una de la mañana. Meuri Pereyra, el guitarrista de Rabia Anekekea -la banda que toca después-, se asoma entre latas y cuadros que decoran un pequeño camarín bajo el escenario de Elvis Rock & Bar. “¿En 15´ están para salir?”, pregunta mientras prende un cigarrillo. Con cara de desconcierto, agitando sus manos con efusividad para que el esmalte negro de sus uñas seque, Franco Fabbra – el bajista de Los Flacos de Koch, el más joven del grupo - responde: “Si, creo que sí”.
Franco toma algunas de sus pertenencias: una hoja de cuaderno escolar donde se ve escrito a mano lo que parece ser la lista de temas que van a tocar, y una botella de agua descartable un poco abollada. Con todo listo, se encamina hacia las escaleras del camarín.
Gianni Rivarola, mientras tanto, intenta un delineado esfumado que le marque las ojeras. La gorra con estampa de una oveja, una remera de nylon deportiva y un maquillaje negro que contrasta con su piel pálida completa el look del baterista de Los Flacos de Koch. Gianni agarra sus baquetas, posa para la cámara y sigue a Franco.
Con una remera blanca de red, cadenas que cuelgan de su pantalón prestado de cuero y unos lentes de sol, Ian Perdiguera se acomoda los rulos frente al espejo sucio que se apoya entre ceniceros, colillas y latas de cervezas recién vaciadas. Ian es la voz principal de la banda, el que suele pararse al medio con su guitarra para que la luz lo enfoque. Detrás de esa figura de rockanrolero con pelos largos hay un corazón que escribe canciones de amor. Su musa inspiradora lo contempla sentada desde el sillón del lado. “Suerte mi amor”, le dice Cande mientras le da un beso. Él lo recibe con cariño, le toca la cara y se va apurado.
Como en cualquier grupo, “siempre hay uno más colgado que los demás”. Tomás Risso es la segunda voz de Los Flacos de Koch, se autoapoda “el viejo del piano” y es el encargado de quedarse dormido cada vez que la banda decide juntarse. Esta vez llega temprano (Ian se aseguró de pasarlo a buscar para llegar a horario). Mientras sus compañeros salen del camarín, él todavía intenta decidir si los lentes de sol con marco blanco quedan mejor porque “combinan con su pantalón”, o los lentes sin marco con vidrios rosados porque “le dan más onda al look”. Con un grito de Franco aprobando la segunda opción, ignora otras opiniones y se mira al espejo por última vez.
El pequeño escenario de Elvis los espera. La batería de Gianni al fondo, el bajo rojo de Franco a la izquierda. Tomás se ubica a la derecha con su guitarra azul con blanco y el teclado. Al medio, preparado para las fotos, se para Ian con su guitarra roja y un micrófono de pie que le queda a medida. Las luces se encienden progresivamente y a medida que el telón se corre, los aplausos de la gente resuenan con más intensidad. Suenan las primeras notas de “Blues de la Vergonya”, y antes de empezar a cantar, Tomás los presenta: “Buenas noches, nosotros somos Los Flacos de Koch”.
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Mientras larga el vapor con olor a chocolate que inhala de su aparatito bordó, Ian cuenta cómo se conformó la banda. No siempre fueron cuatro integrantes. “En principio éramos nosotros dos - señala a Tomás - y Agustín Quiñones”. Ian Perdiguera y Tomás Risso se conocen desde chicos, ambos son de Coronel Moldes, y los tres, junto con Agustín, comenzaron una banda en la escuela municipal. “Pero por cuestiones de la vida y de tiempos, tomamos caminos separados”, dice Ian.
-Tomás: Agus se vino a estudiar, él es un par de años más grande que nosotros, y ahí nos desencontramos. Estábamos en el pueblo, y cuando nos vinimos a estudiar para acá en el conservatorio (Conservatorio Superior de Música “Julian Aguirre”) como que se volvieron a dar las juntadas con Agustín.
-Ian: Y nada, como que en cada juntada nos tomábamos una birra o unos mates y empezábamos con la guitarra, volvió a ser como antes, digamos. Nos empezamos a juntar todas las noches y de ahí empezaron a surgir ideas y bueno, le dimos para adelante de nuevo.
Ian y Tomás cuentan el inicio de “Los Flacos de Koch”. A su lado, Gianni y Franco escuchan atentamente. Gianni arranca el pastito del suelo y con la mirada medio perdida en la biblioteca que está a unos pocos metros, comenta: “Nosotros empezamos a estudiar todos juntos, en el Conservatorio, el año pasado”.Ian lo interrumpe y agrega: “Si, los conocimos y fue escucharlos tocar una vez y ya sabíamos. No sé, lo notamos al toque, pensamos en que nos podíamos nutrir entre todos”.
Tomás se apura a aclarar: “Igual con Agus no pasó nada, simplemente problemas por el tiempo, los horarios, esas cosas más que nada, él es un poco más grande y como que él ya andaba en otra. Incluso cuando tocamos en el Leonardo Fabio, él fue a vernos”.
En una charla un poco desordenada cuentan que nunca buscaron un género muy específico, que tratan de moverse dentro del rock, pero en general tocan lo que venga.
-Ian: Cuando los vimos tocar a ellos nos dimos cuenta que tenían un buen potencial como para meter cosas que a nosotros no se nos ocurrirían. Y nada, apenas los vimos, dijimos: “Ojalá que digan que sí”.
-Gianni: Igual sabemos que hay cosas que no podemos hacer al momento de tocar con los flacos. Hay cosas que no podemos tocar. Metal, jazz metal, son cosas que no van con nosotros, son una onda de rock, pero bastante alejado de lo que queremos hacer.
-Franco: Hay un filtro natural que pasa por la identidad de cada uno y la banda tiene nuestra identidad. Obvio que va fluyendo sola y nosotros sabemos adaptarlo para que esos límites no se rompan.
En el escenario son cuatro jóvenes con un estilo muy marcado, sin embargo, dicen que antes de subir no tienen un plan de vestimenta ni buscan armonizarse estéticamente como banda. Mientras se ríen y cuentan anécdotas, analizan la vestimenta de su penúltimo show, el 5 de abril en el Leonardo Favio. Franco usó una camiseta de básquet, con un pantalón ancho y un chaleco de vestir; Gianni el pelo peinado hacia atrás, bigote prolijo y una chomba negra; Ian, como de costumbre, con sus rulos sueltos y las cadenas colgando de su pantalón. Y Tomás, pelado… fue la primera vez que se presentó sin pelo en un show con Los Flacos de Koch.
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La famosa “Galería del Cine” de Río Cuarto está despoblada. En la puerta un grupo de chicas vestidas con polleras, pantalones cortos y cancanes de red comentan el frío que hace y lo vacía que se ve la ciudad a pesar de ser viernes.
Al subir las escaleras, un hombre grande y malhumorado pregunta nombres y recibe entradas. La sala 2 del Centro Cultural Leonardo Favio está a medio llenar por un público variado, de niños pequeños, adolescentes y adultos, que se saludan entre sí. Pasadas las 21,15 las luces bajan hasta generar una oscuridad tenue, que hace que todos se relajen en sus asientos.
Un altoparlante deja escuchar la voz de un locutor que presenta la función mientras cuatro jóvenes acomodan sus instrumentos: “Los Flacos de Koch son una banda local formada hace seis meses que combina indie, hard rock, blues y metal progresivo. Hoy nos presentan un repertorio de covers y parte de su disco debut, que está en proceso de grabación y cuenta con 11 canciones de autoría propia. En la batería está Gianni Rivarola, Franco Fabbra en el bajo y los coros, Tomás Risso se encarga del teclado y la voz, e Ian Perdiguera la guitarra y la voz principal.”
Un segundo después, el silencio de la sala se interrumpe con un “Well, shake up, baby” de Los Beatles. Pero no son los Beatles; es la voz de Tomás Risso, la señal para que los otros tres jóvenes parados en el escenario con sus instrumentos den inicio al show de Los Flacos de Koch.
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-¿Cómo llegaron a escribir un disco de 11 canciones en menos de 6 meses?
-Tomás: Y en realidad no están compuestas sólo en estos 6 meses, hay algunas melodías que las traíamos de antes, de alguna banda de la que hemos participado, o cosas que surgen fuera de la banda. Y después terminamos hablando entre todos y de a poco las vamos amoldando.
-Ian: Si, también en muchas de las juntadas de un inicio con Agustín, se nos había hecho costumbre juntarnos casi todas las noches. Y es como que empezamos con la guitarra, y empezaron a surgir ideas, entonces dijimos, “ojo, si vemos qué onda”. Y nada, fue empezar todas las noches a juntarnos y empezar a ver temas, y ya nos entusiasmamos. Este me gusta, este no, de esto podemos meterle, de esto no. Y ya ahí prácticamente el disco entero.
-En el show en el Leonardo Favio dijeron: “ojalá el disco salga este año”. ¿Por qué no ha salido todavía? ¿Por cuestiones de tiempo, de plata..?
-Ian: Porque se está grabando. Y todo el proceso de grabación es casero, con nuestros equipos. Capaz si tenés un poco más de plata o recursos lo mandas a una productora y te lo hacen. Y podes sacar el disco en un mes, porque las canciones ya están, pero requiere de más fondos.
-Gianni: Igualmente nosotros tenemos la suerte de poder grabarlo caseramente. Hay músicos que tienen menos recursos incluso y no pueden... Y aparte saber hacerlo, más allá de lo material, la computadora o los micrófonos.
-Ian: Si, acá mi amigo Tomás - dice mientras lo mira - tiene una capacidad tremenda en todo eso. Tanto el audio, lo visual, todo eso lo maneja él y a veces le ponemos mucha carga.
-Franco: Si, pobre. Le decimos que queremos que tal cosa tenga un arreglo y se mata buscando, y a veces no lo encuentra, y así. Vuelve a mandar las cosas y volvemos a decir “en tal parte fijate que…”
-¿Tomás, qué opinás de esta responsabilidad que tenés en el grupo?
-Tomás: Y es difícil, es difícil. Pero bueno, yo laburo más detrás de la escena, pero es un laburo que me gusta. Y más allá de que no haya plata, o que haya que recortar costos, es más que lo hago porque me gusta, me llama la atención. Para mí no hay nada mejor que tener el control completo de tu obra como artista. Porque más allá de que un productor o alguien que se dedique de lleno a eso, y que si bien vos sabés que vas a tener un producto de altísima calidad, incluso mejor que grabando con un micrófono en la salita de Franco, que te lo haga otro, ajeno a la banda, es un poco ceder el control. Y por lo menos al principio, para mantener esa pureza nuestra, está bueno poder tener el tiempo y las herramientas, más allá de que sean pocas o no, para poder hacerlo así, 100% nuestro.
-Gianni: Y aparte es como él dice, sí a nosotros no nos gusta algo lo cambiamos y punto, y se cambia.
-¿Se ponen de acuerdo rápido para esos cambios? ¿O les cuesta ceder?
-Franco: No, creo que no, por lo menos.
-Gianni: Y, todavía no nos hemos agarrado, o sea, somos cuatro personas completamente diferentes. Entonces siempre un roce puede llegar a haber, en una idea de una canción, en la de tratar de hacer algo y que a uno no le termine gustando, entonces es como que roces siempre hay, porque somos personas, somos humanos. Pero siempre tratamos de buscar las formas en que los cuatro estemos los más conformes y la mejor posible con lo que estamos haciendo.
-Ian: Por lo menos, en los ensayos siempre hay buena química. Son algo que disfrutamos mucho, al igual que los shows, porque hasta en los ensayos mismos jodemos.
-Franco: Si, estamos todo el día hinchando las bolas, nos paramos arriba de la batería de Gianni.
-Gianni: Y, por suerte, la batería no es mía-, se ríe.
***
A las cinco de la tarde pasadas, el martes previo a tocar en Elvis, Los Flacos de Koch ensayan en una habitación al fondo de una casa en Banda Norte. Ian, transpirado, empina una botella de vidrio azul y toma agua. Gianni abre un poco la ventana, mientras se acomoda el pelo y se pone una gorra roja. Franco, sentado en el piso, marca el ritmo del siguiente tema, y los apura diciendo que hay que seguir con el ensayo.
-Tomás: Si, metamoslé, que si terminamos temprano podemos grabar los coros de “salir a fumar”.
-Franco: Igual tenemos dos horas, y aparte empezamos diez minutos tarde.
-Gianni: Mientras no nos cobren de más, está todo bien.
-Ian: Igual yo entro a trabajar ahora a las siete, así que no me puedo quedar mucho más de las seis.
Con cara de cansancio, pero entusiasmados, retoman sus puestos y hacen retumbar cuatro paredes blancas que intentan retener el sonido de una banda de rock, con un par de paneles acústicos de goma espuma.
La preocupación por pagar algunos pesos de más, hace que Los Flacos apuren el ensayo. Terminan la pasada completa del show en Elvis, del primero de mayo. Graban los coros y hasta adelantan algunos fragmentos de los solos de la segunda canción grabada del disco. Faltan 15 minutos para entregar la sala. Franco, aburrido, mira por dónde empezar a desarmar los instrumentos, agarra su bajo y comienza a tocar El Bombón Asesino. Ian, inmediatamente lo sigue con la guitarra, y comienza a tararear. Tomás, agrega algunas notas en el teclado, mientras los mira expectante. Gianni, que se estaba estirando en su silla, se ríe, levanta los hombros y los sigue con la batería.
Suena una alarma. Son las seis en punto. Los Flacos agarran sus cosas, y empiezan a hacer números, “yo no tengo justo”, “¿me prestas 500?”. Juntan $10.000 en cambio y le entregan la plata a un hombre de barba, que abre la puerta para salir.
En la vereda, Franco tose. Ian lo reta, le dice que se cuide, que en unos días es el show. Mientras, Gianni, le reprocha a Tomás lo mismo: “Deja esa mierda vos”, le dice apuntando al aparatito bordó que tiene Tomás en la mano. “Fijate vos lo que fumás”, le responde Tomás. Todos se miran y comienzan a reir.
Se miran de manera cómplice, y comentan: ¿Le decimos el nombre en serio, o no?
“La curva de Koch es una figura matemática que se construye a partir de una línea dividida en tres partes iguales. Estas forman un triángulo equilátero que se repite en cada nueva línea, generando una figura compleja. Por eso somos Los Flacos de Koch, porque primero nacimos siendo tres, y a medida que vamos creciendo como banda, vamos completándonos, siendo más amplios. Y bueno, lo de flacos es porque somos todos flacos, no sé”, había contado Tomás en la primera entrevista. Pero ahora se sincera: “En la serie Tres Acordes, hay un capítulo que se llama tuqui tuqui tuqui. Bueno, ahí explican a partir de la teoría matemática ésta de Koch, que si uno aplica esto al armado de faso, básicamente tendrías faso infinito. O sea, si siempre guardás una tuca de los fasos, después juntas tres tucas y tenés un faso nuevo, y de ese faso nuevo guardás la tuca y así…”, explica mientras sus compañeros se ríen.
Franco aprovecha las risas y remata con su receta infalible: para que un show se consagre además como una buena noche, el menú tiene que ser panchos, calentar las cuerdas vocales con unas birras y relajar después de tocar con un faso.