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#FútbolYCompromiso
Mauro Amato, el "bicho raro" que pinchó la burbuja
Foto: Mauro Amato, el compromiso social más allá del fútbol.
En sus años de futbolista apoyó la causa de Madres de Plaza de Mayo en la Tucumán del genocida Bussi y abrazó diferentes causas sociales. Un año y medio atrás, colgó el buzo de DT para trabajar con jóvenes judicializados.
Publicada el en Entrevistas

Las vueltas de la pelota hicieron que Mauro Gabriel Amato e Instituto coincidieran un cuarto de siglo atrás. “En Atlético Tucumán no estábamos bien. Tres meses y medio de sueldos atrás, cobrar en bonos provinciales, manguear a los familiares y todas las peripecias negativas del jugador de aquella época”, refiere sobre la escala previa a su desembarco en Alta Córdoba. “Finalmente nos rescindieron contrato a los seis jugadores que teníamos los sueldos más altos, que éramos los forasteros”, rememora.

Nacido en La Plata y formado en el semillero de Estudiantes, donde fue compañero de Martín Palermo, el delantero terminó siendo uno de los valores destacados de ‘La Gloria’ de Gerardo Martino, uno de esos equipos que desafía la creencia de que en la memoria colectiva sólo hay lugar para los campeones. “Fue mi mejor año como futbolista”, asegura Amato sobre la temporada 2000/2001 del Campeonato de Primera B Nacional.

“En Instituto pude sentirme pleno y disfrutar de jugar a la pelota, lo que representa una sensación hermosa. La gente iba a las prácticas de los jueves y llenaba la platea del estadio, y en la cancha nosotros también sentíamos fluir el buen juego y la buena onda. Esa construcción se dio por el liderazgo del ‘Tata’, que armó aquel gran equipo desde lo humano, generando un clima de mucha armonía. Cada uno de nosotros daba el cien por ciento de lo que tenía, y ahí estaba la magia. Por eso fue un equipo ganador”, afirma.

Cuando llegó al Albirrojo, el legajo de Amato acreditaba experiencias en Estudiantes, Huracán de Corrientes y Atlético Tucumán, donde todavía se lo idolatra por el gol sobre la hora que hizo en un clásico ante San Martín: 3-2 en La Ciudadela, el 19 de setiembre de 1999. Dos semanas más tarde, otro festejo suyo, esta vez en el triunfo 3-1 ante Godoy Cruz de Mendoza, causaría un impacto mucho más fuerte en la provincia que gobernaba el genocida Antonio Domingo Bussi: “Aguanten las Madres” fue la consigna que, rodeada por cuatro pañuelos blancos, se leyó en la remera que el atacante exhibió en el momento de la celebración.

“En aquel momento yo estaba leyendo ‘Nunca Más’, un libro que me abrió la cabeza y también el corazón, y que me hizo tomar conciencia de lo que es la empatía, eso de ponerse en el lugar del otro y de sentir su sufrimiento, a partir del conocimiento de todas las barbaridades y atrocidades que se cometieron durante la dictadura. Quise sacar eso de mi corazón y expresarlo, y ahí se me ocurrió hacer la remera. Sabía que aquello iba a hacer ruido, que iba a causar un impacto”, cuenta el exfutbolista.

“La foto del festejo no salió publicada en el diario local, un dirigente del club me dijo que tuviera cuidado con las cosas que mostraba y también hubo una distancia con mis viejos, y todo eso me fortaleció y me impulsó a expresarme. Empecé a consumir literatura referida a la dictadura, y al partido siguiente salí a la cancha con una remera que decía ‘No se olviden de Cabezas’. Aquello fue el despertar de mi conciencia social”, apunta.

Causas abiertas

Córdoba fue el lugar donde Amato se sintió “pleno como futbolista”, y también donde más y mejor pudo expresarse afuera de la cancha. “Empecé a ‘salir a campo’, a explorar diferentes realidades y a percibir las necesidades que había. Ahí es cuando uno se da cuenta del poder que un futbolista tiene para llevar adelante causas sociales”, reflexiona.

“Conocí a una familia que tenía preso a su hijo, que era hincha de Instituto y me tenía como ídolo, y fui a visitarlo a la cárcel de San Martín; a partir de ahí organicé una colecta y me donaron pintura, pelotas y materiales didácticos, para que trasformaran un depósito en aula y los internos pudieran estudiar. Me contacté con la organización Hijos; me hice amigo de Sacha, un nene al que una motoniveladora le había cortado una piernita y que era hincha de Boca, y que lo llevé a que conociera a Palermo; y junté fondos para los sobrevivientes de la tragedia de Lapa”, rememora.

“De repente, me involucré en otras cuestiones que estaban afuera del fútbol. Rompí la burbuja y sentí más la realidad de la vida”, asegura.

“Esas acciones no trascendían, porque las hacía con el corazón y las guardaba para mí. Por ahí eran mis compañeros quienes se enteraban y hablaban de ‘las cosas que hace Mauro’ o decían ‘a ver con qué sale éste ahora’, pero siempre con mucho respeto, y alentando. Nunca tuve problemas con mis colegas, aunque yo sentía que era un bicho raro. Es una etiqueta de la que nunca renegué, porque no me disgustaba ir a contramano del resto. Estar pendiente del fútbol todo el tiempo no me convencía mucho, y cuando salí de la burbuja me gustó más el afuera que el adentro”, subraya.

Después de su paso por Instituto, Amato vistió las camisetas de San Martín de San Juan, Banfield, Aucas de Ecuador, Sarmiento de Junín, Estudiantes de Caseros, La Plata Fútbol Club, Defensores de Cambaceres y Rivadavia de Lincoln, donde se retiró en 2009. “Seguí queriendo intentar jugar, pero nunca podía lograr continuidad y entonces iba ‘picoteando’ de un lado para otro. Tenía alguna propuesta y allá me iba. Me acostumbré a esa vida de nómade del fútbol, a veces agarrando lo que había. Hasta ahí llegué”, sostiene.

“Diego Bobatto (ex presidente de Instituto) me cortó las piernas cuando pidió una locura por mi pase y no me dejó ir al Atlas de México. Creo que ahí se me pasó el tren, no sólo desde lo deportivo y económico, sino también desde lo que iba a ser esa experiencia humana”, reflexiona.

De lo que vino después de su etapa como futbolista, el exdelantero cuenta que hacer el curso de director técnico no fue una decisión inmediata y que incursionó en otros ámbitos antes de la experiencia que realizó dirigiendo durante un tiempo en las inferiores de Estudiantes. “Apenas dejé de jugar empecé a explorar en lo artístico y me involucré en toda esa movida. Aprendí tallado en madera, cerámica y vitrofusión; y ahora estoy yendo a clases de soldadura y herrería artística con un loco alucinante que conocí en La Plata. Mi idea es armar un taller, explorar la creatividad combinando hierro, vidrio y cerámica, y los fines de semana mostrar mis productos en ferias, para interactuar con la gente desde otro lugar”, refiere.

“Si me invitás a jugar un partido, voy corriendo; pero la verdad es que no soy un apasionado del fútbol. No lo consumo porque considero que ya se convirtió en un negocio y que la prioridad de los clubes es fabricar jugadores para hacer dinero, relegando la parte humana. Esa realidad es la que me fue alejando de la enseñanza del fútbol, porque yo no pertenezco a esos lugares. No digo que esté mal, pero para mí la historia va por otro lado, por la formación de la persona a través del deporte”, enfatiza.

Fútbol y Valores

“Por suerte, hoy estoy donde quiero estar con el fútbol”, afirma Amato. Se refiere a la tarea que desde 2023 lleva adelante en el Instituto de Menores Francisco Legarra de La Plata, donde coordina el taller ‘Fútbol y Valores’. “Allí me dan una beca y voy dos veces por semana. Trabajamos con un grupo de 30 chicos, que tienen entre 16 y 20 años, y es una experiencia hermosa, ya que apuntamos al deporte como un vehículo de transformación”, comenta.

“Cuando empecé con la primera práctica, uno de los pibes me dijo ‘acá el juego es libre, no hay mano y la pelota no sale nunca’, y la verdad es que se cagaban a patadas y todos querían gambetear a cinco o seis rivales. Tomé toda esa información y en la clase siguiente marqué la cancha con una cinta y puse reglas, incentivando la importancia del juego colectivo y premiando, por ejemplo, al equipo que hacía el mejor gol. Ahí logramos darle sentido al juego y afloró el valor humano de lo que representa dar un pase a un compañero o ir todos a recuperar la pelota cuando alguno la pierde. Son cosas que tienen que ver con la esencia y la pureza del juego. Es un fútbol bajado a tierra, que genera la conciencia de jugar en equipo”, puntualiza.

“Pienso que no es la solución, no comparto en absoluto esa historia”, sostiene, a partir de su experiencia con menores judicializados, respecto al debate sobre la baja de la edad de la imputabilidad. “Los planteos de la derecha me resultan muy inhumanos, con mucha violencia, generación de odio, negacionismo… Y aunque no me interesa meterme en la política, trato de involucrarme y de poner mi granito de arena desde otro lugar. Me encanta escuchar a los pibes, meterme en la historia y en la dinámica de cada uno de ellos, y tratar de entender sus enojos, broncas, tristezas y alegrías, desde una comunicación positiva. Creo que la transformación está en el mano a mano, y ahí es donde me gusta intervenir”, destaca.

-¿Por qué el mundo del fútbol parece tan distante con el compromiso social?

-Porque cuando vivís en esa burbuja no te queda tiempo para pensar en otra cosa, ya que el mismo fútbol te atropella. ¿Quién se va a poner hoy a organizar una colecta o a manguear libros? Hoy no veo futbolistas que se involucren con alguna lucha concreta, y eso pasa porque todo el tiempo están pensando en quedarse en un club, en irse a un club más lindo o en que los vea algún representante. Juegan todo el tiempo para los demás y se olvidan de ellos, y es muy loco eso. Tiene que ver con los mandatos del capitalismo salvaje: el individualismo, el ‘no te metás’, el ‘sálvese quien pueda’. Ya no existe el ‘fulbito’ puro, la cosa ahora es por guita.

-Todo esto remite a aquella definición de “esclavos millonarios” que escribió Eduardo Galeano en su libro ‘El fútbol a sol y sombra”.

-Exacto. Porque el negocio mundial convierte al fútbol en una vorágine y lleva todo al límite, empezando por la parte física y mental del jugador. Hoy es todo guita, guita y más guita, una locura absoluta, y por eso decidí salir de esa dinámica absurda, no andar poniendo el cuerpo y la mente en un club de lunes a lunes, y desintoxicarme un poco de esa realidad.

-Realidad alentada desde el gobierno nacional, que se mete a la cancha con el Fútbol SA y se desentiende del apoyo al deporte social y de base.

-Está claro que ahí lo humano no está presente. Y cuando falta lo humano y quedan afuera el cariño y el amor, sos un número más y listo, ya está.

-¿Qué opinás sobre el desembarco del magnate Foster Gillette en Estudiantes de La Plata?

-No estoy empapado del tema, así que si digo algo estaría hablando con desconocimiento, pero desde ya que no estoy de acuerdo en absoluto con esos negociados. No me parece que sea algo necesario. Si vas a dedicarte a comprar jugadores, ¿cuál es la función que cumple en una institución la formación de juveniles? Hoy tenés chicos de 13 años que reciben un sueldo de sus representantes, o sea que ya están trabajando de futbolistas, lo que significa una presión bárbara para ellos y sus familias. A esos pibes los meten en la burbuja desde edades tempranas, y eso va a tentando contra la pureza del deporte. Por esas cuestiones decidí alejarme del club.

-Y otra vez pinchaste la burbuja...

-Yo reaccioné a los 50 años y decidí hacer un cambio, para poder salir con mi pareja, comer un asadito con mi hijo o disfrutar de mis viejos los fines de semana, y que no sea todo fútbol, fútbol y fútbol. Hay que seguir resistiendo y seguir haciendo, pero en este momento elijo hacerlo desde otro lugar. La vida me está dando esa chance, y estoy viviendo la vida.

Hugo Caric
- Periodista -