Fair play (que en español sería juego limpio) es un término deportivo que se utiliza para denominar el comportamiento leal, sincero y correcto. El hecho de que la checa Andrea Sedlácková haya elegido este título para su última obra es muy acertado porque quiere expresar cómo el social comunismo de la Europa oriental se inmiscuyó en todos los ámbitos de la vida de las personas. Además está muy ligado al mensaje, por llamarlo de algún modo, de la película.
En Juego limpio Anna, una joven que ama correr y que por ello decidió no seguir adelante con sus estudios, se enfrenta con una propuesta peligrosa: incorporar a sus adiestramientos la ingesta de anabólicos. El ofrecimiento le llegó por boca de su instructor (o sea, por parte del Estado, ya que Anna integraba un programa de entrenamiento gubernamental). Checoslovaquia quería continuar el enfrentamiento propio de la Guerra fría y ganarlo a toda costa en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 (aunque tuviese que apelar a lo tramposo). En este punto es inevitable no pensar en el Vigilar y Castigar de Michel Foucault, que denunciaba el control excesivo del Estado sobre la cotidianeidad de sus habitantes.
Juego limpio tiene varios sitios de contacto en diferentes direcciones con otras películas. Si se la piensa como una cinta deportiva que exhibe el uso de sustancias se la asocia con Foxcatcher (2014) de Bennett Miller (que está basada en una historia real al igual que los films que se preparan sobre Lance Armstrong). Si se la relaciona con producciones revisionistas sobre el socialismo de la Europa del este surgirán nombres como la alemana Good Bye, Lenin! (2003) de Wolfgang Becker o la rumana 12:08 al este de Bucarest (2006) de Corneliu Porumboiu.
Juego limpio es una película clásica, en más de un sentido, pero con un ritmo muy llevadero (se mete de lleno en la trama casi sin preámbulos) y agradable.
El entorno de Anna (interpretada de forma excelente por Judit Bárdos) se conforma en primer lugar por una situación familiar peculiar. Vive con su madre, Irena, una ex deportista que por haber participado en 1968 en la denominada Primavera de Praga fue condenada a asear edificios públicos; por otro lado, su padre es un exiliado con el que no tiene mucho contacto (son significativas dos secuencias: en la que Anna habla con él por teléfono y lo que sucede con el equipo deportivo rosa).
En segundo lugar, a poco de iniciar la toma de Stromba (anabólico que se estaba poniendo a prueba) Anna conoce a Tomás, con quien comienza una relación amorosa que le hará replantearse varias situaciones.
En tercer lugar, están sus allegados en el atletismo, su entrenador Bohdan y Marina, su compañera de prácticas (muchas veces arduas, como las ejercitadas en la nieve).
La historia se termina de complejizar cuando la mamá de Anna decide transcribirle a un ex novio textos considerados subversivos.
Anna se va encontrando presa de las voluntades de otros que pasan por encima de sus propias decisiones (ya sea por parte del contexto estatal opresivo o de sus allegados). Por otra parte, la emigración se convierte para la joven en una opción posible (la realizadora checa vivió en carne propia esta experiencia, lo que le da a la película un agregado especial).
Anna sufre un quiebre cuando, más allá de las alteraciones que su cuerpo comienza a sufrir por el uso del Stromba, se entera de las consecuencias de tomarlo: puede provocar la muerte o producir infertilidad.
Hay una escena impactante (que además se repite), la que muestra a Anna corriendo sobre una cinta con una especie de respirador. Aunque esa era la forma que tenían los referentes del gobierno checo de vigilar su rendimiento físico, es casi imposible no enlazar esa imagen con la de El clan en donde Alex se colocaba un respirador de buzo. La claustrofobia de los personajes es evidente.
La película, que es una verdadera reflexión sobre los efectos de la mentira y la culpa, pierde puntos cuando demoniza demasiado al régimen comunista y se aleja de la protagonista y sus dolores (físicos y sentimentales). Por suerte, su contrapeso optimista salva el error y se convierte en una gran vuelta de tuerca.
Juego limpio. Fair play
República Checa. 2014. 100’. Director: Andrea Sedlácková
Intérpretes: Judit Bárdos, Roman Luknár, Anna Geislerová, Ondrej Malý