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Quién es el nuevo presidente de los argentinos
Príncipe y mendigo
Foto: Mauricio Macri, de la presidencia de Boca Juniors al Sillón de Rivadavia.
Heredero de unos de los grupos económicos que más se enriqueció haciendo negocios con el Estado en los últimos 45 años, Mauricio Macri entró al mundo del fútbol y de la política desoyendo los consejos de su entorno familiar. De su primera experiencia presidencial, en el Club Atlético Boca Juniors, se recuerdan muchos logros deportivos pero también algunos puntos oscuros. También el apodo de “Cartonero Báez” que le puso Diego Armando Maradona, cuando dispuso un fuerte recorte económico a poco de asumir el mando en el club de la Ribera.
Publicada el en Crónicas

Y un día… Mauricio Macri fue presidente por el mandato de las urnas. Fue hace casi dos décadas, el 3 de diciembre de 1995. Aquella tarde, mientras Boca Juniors se despedía de la ilusión de ganar el Torneo Apertura al perder por un inusual 6-4 con Racing Club en la mismísima Bombonera, 4.515 votos de 7.058 posibles (el 63,96 por ciento del padrón en cuestión) ungían al titular de Socma, Sevel y Sideco como el nuevo mandamás del club de la Ribera porteña, considerado el más popular y taquillero de la Argentina.

No fue el debut soñado, ni mucho menos; más allá del holgado triunfo ante la fórmula oficialista Antonio Alegre-Carlos Heller y de la tan extraña como novedosa sensación de llegar a un cargo tan expectante sin la bendición de su padre Franco o por el único mérito de portar el apellido de uno de los contratistas favoritos del Estado, uno de los llamados “Dueños de la Argentina”. Había prometido un auto para cada jugador boquense, a pagar de su propio bolsillo (“yo con mi plata hago lo que quiero”, respondió a quienes le cuestionaron aquella actitud de “Tío Rico”) a cambio de un triunfo ante la Academia.   

Quizá haya sido aquella confesa vocación frustrada de deportista (“si algo quise hacer en la vida fue jugar al fútbol, pero siempre fui un tronco”, admitió alguna vez), no exenta de ese afán de encontrar nuevos y buenos negocios que en su caso constituye un mandato familiar, y tampoco del interés oculto de buscar. más allá de la resistencia de sus familiares, una plataforma que lo depositara en ámbitos más expectantes, lo que llevó al “Ingeniero” a probar suerte en el mundo de la pelota.  

Si bien ya había hecho algunas apariciones adentro de la cancha (en 1988 adquirió en 430 mil dólares el pase del goleador de San Lorenzo Walter Perazzo y lo cedió sin cargo a Boca Juniors; y en 1993 contribuyó con la causa azul y oro pagando el oneroso contrato del director técnico César Luis Menotti), su primer tiro al arco importante fue el intento de comprar al Deportivo Español, en 1993. La jugada era más o menos así: Macri pagaría 15 millones de dólares por el club de la colectividad “gallega”, que a cambio cedería su plaza en la Primera División de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), mudaría su localía a la costa atlántica y pasaría a llamarse Mar del Plata Fútbol Club.

En pleno auge de las privatizaciones, Macri planteaba abiertamente –de hecho lo hizo en la Quinta de Olivos, en compañía del Presidente de la Nación Carlos Saúl Menem- la necesidad de eliminar la tradicional figura de la “institución sin fines de lucro” para reemplazarla por la “sociedad anónima deportiva”.  Pero una asamblea de socios del club “gallego” rechazó el preacuerdo que ya tenía el visto bueno de su titular Francisco Ríos Seoane, quien meses más tarde, ya iniciada la decadencia de su club, desembarcaría en Córdoba proponiéndose como candidato para la presidencia de… ¡Belgrano!, y hablando pestes del entonces mandatario “pirata” Gregorio Raúl Ledesma.

El intento por quedarse con la entidad del Bajo Flores (que años más tarde, ya siendo jefe de gobierno porteño, alquilaría como sede de la Policía Metropolitana), no fue el primer amague de Macri en el ámbito futbolero. El libro “El Pibe”, de la periodista Gabriela Cerruti (Buenos Aires: Planeta, 2010), da cuenta de algunos sondeos que -por consejo del banquero Orlando Salvestrini (quien acompañó su gestión en Boca, primero como tesorero y luego como encargado del básquetbol) y mientras elucubraba negocios con el magnate y hoy precandidato presidencial estadounidense Donald Trump- el empresario realizó a principios de los ’80 para comprar al Cosmos, el club de Nueva York que en la década anterior había hecho furor en un incipiente Soccer, reclutando en sus filas a futbolistas de la talla del brasileño Pelé, el alemán Franz Beckenbauer, el holandés Johan Neeeskens y el italiano Giorgio Chinaglia.

Quince años más tarde, Macri volvió a comprobar que en la lógica del fútbol no necesariamente “billetera mata galán”: se acercó al presidente de Boca Juniors, Antonio Alegre, para “ofrecerle” el segundo lugar en su lista de candidatos para la conducción xeneize, pero el veterano dirigente lo cortó en seco. Al “Ingeniero” no le quedó otra que someterse a la voluntad de las urnas y encomendarse a los asesores de The Walt Disney Company Argentina, que le dibujaron una campaña en la que el principal eslogan era “cambiar las cosas” (¿le suena?) para devolver al club azul y oro “al lugar que su historia merece”.

Un ajuste con glamour

Embarcado en su nueva aventura, Macri advertiría más temprano que tarde que no le resultaría sencillo llevar a buen puerto al club por el que declamaba una casi impostada “pasión”, más allá de las turbias aguas por las que le había tocado navegar (léase Licio Gelli, López Rega, Martínez de Hoz, Cacciatore, Suárez Mason, Cavallo, Trump, Menem, Duhalde, Manzano, Yabrán, Grosso, De la Sota, Kammerath, Barrionuevo, De Narváez… y siguen las firmas) como “delfín” de uno de los más influyentes empresarios polirrubro del país.

La falta de logros deportivos y un vestuario lleno de “pesos pesados” (por caso, Maradona, Caniggia, Márcico, Navarro Montoya, Giunta, Gamboa, Fabbri, “Manteca” Martínez y hasta “el Colorado” Mac Allister, hoy diputado nacional por La Pampa por el PRO y desde el próximo 10 de diciembre secretario de Deportes de la Nación) le planteaban nuevos e impredecibles desafíos.

Con “el Diego” la relación de Macri empezó tirante, a partir de su decisión de contratar a Carlos Bilardo para el cargo de entrenador (“Si viene él Narigón’ yo me voy de Boca”, gritaba a los cuatro vientos el capitán del seleccionado argentino campeón en México ’86, antes de que hubiera “humo blanco”), y se resquebrajó definitivamente cuando el tempranero ajuste le llegó al plantel: “Pensé que venía Berlusconi y me encontré con el Cartonero Báez”.

La famosa frase del “10”, que distanció la figura de Macri de la del entonces presidente del Milan y primer ministro italiano, y la emparentó con la del “ciruja” que fue testigo del asesinato de la modelo uruguaya Alicia Muñiz a manos del ex campeón mundial de boxeo Carlos Monzón, ocurrido en el verano de 1988, se hizo célebre luego del anuncio de un paquete de medidas que, además de un recorte del 25 por ciento en los sueldos de los futbolistas, incluía una fuerte reducción de gastos en todas las disciplinas deportivas del club y un importante incremento de la cuota que pagaban los asociados.

Mientras tiraba el achique adentro y afuera del campo de juego, el flamante presidente comenzó la prometida remodelación que elevó a 57.503 lugares la capacidad del estadio, y que llevó a cabo con una de las empresas de su grupo familiar como contratista. La inauguración de las obras no estuvieron exentas del típico glamour macrista: el propio “Ingeniero”, oficiando de martillero, condujo el remate de las plateas VIP (construidas en desmedro de miles de ubicaciones “populares”) y de los lujosos palcos, que quedaron en poder de Maradona y de otros nombres célebres, como Editorial Atlántida, Sideco, Rosamonte, Omega Seguros, Telefónica y Banco Río. “Clarín”, “Torneos y Competencias” y “La Nacion” tampoco quisieron perderse la “ganga”: entre los tres medios de comunicación pagaron 582 mil dólares por mantener durante una década aquellas ubicaciones de privilegio. La movida le reportó al macrismo futbolero una ganancia de 20 millones de pesos, en la época del “uno a uno”.

El rumbo de los nuevos tiempos también quedó expuesto en la creación de un Fondo de Inversiones que prometía importantes ganancias a mediano y largo plazo, y que tuvo como objetivo recaudar 20 millones de dólares para potenciar el plantel profesional con nuevos jugadores y luego ganar dinero con sus transferencias al exterior. A través de esta operatoria, que se extendió entre 1997 y 2003, tuvo la participación de casi 900 inversores (entre ellos, el escribano Gustavo Arribas, flamante titular de la Agencia Federal de Inteligencia y en su momento apuntado como uno de los "testaferros de confianza" de la máxima autoridad del club xeneize) y fue avalada personalmente por Macri, llegaron a vestir la camiseta xeneize jugadores como Martín Palermo, Guillermo Barros Schelotto, Walter Samuel, Nolberto Solano y Antonio Barijho. Los cordobeses Diego Garay y Javier Villarreal, integrantes del equipo de Talleres que ganó el campeonato de Primera B Nacional en 1997/98, engrosaron la lista de las inversiones del Fondo. Mientras tanto, la “apuesta a las divisiones inferiores”, con el promocionado desembarco del reconocido formador de jugadores Jorge Bernardo Griffa, se consumaba de una forma más expeditiva: la compra del Club Barrio Parque, una auténtica fábrica de figuras que en aquellos años tenía como máximas promesas a los juveniles César La Paglia y Juan Román Riquelme.

La comercialización del marketing y de los partidos amistosos, y un importante contrato con la firma de indumentaria “Nike” también reportaron buenos dividendos a la nueva conducción boquense. Así y todo, los números no cerraron cuando llegó la hora de presentar el primer balance, correspondiente al ejercicio 1996-1997, que triplicó el pasivo heredado (alcanzó los 50 millones de pesos) y terminó siendo rechazado  por la asamblea, en un hecho inédito para la historia xeneize. Entre las irregularidades detectadas por los socios figuraban 5 millones de en el rubro “gastos varios” y 3,5 millones de pagos de comisiones a intermediarios y otras erogaciones al menos llamativas, como el desembolso de 1,3 millones a la firma coreana “Kiskowin Sport” por los derechos de imagen del defensor Fernando Cáceres.

Adentro de la cancha las cuentas tampoco cerraban: las sucesivas gestiones de Bilardo (42 partidos) y de Héctor “Bambino” Veira (55 encuentros) al frente del equipo no habían logrado quebrar una sequía de títulos que por entonces, mediados del ’98, ya sumaba seis años. Para colmo, Maradona seguía tirando munición gruesa cada vez que tenía oportunidad: “Quiero que Macri se vaya lo antes posible de la presidencia de Boca. Estoy seguro de que él no quiere que le quite imagen y le saque una tapa de Gente o Caras”. El combo de adversidades llevó a Mauricio Macri a redactar de puño  letra el texto de su renuncia a la máxima investidura boquense, pero finalmente la sangre no llegó al río por la intervención directa de su padre Franco, del titular de la AFA Julio Humberto Grondona y del mismísimo presidente Menem.

Si bien tenía las espaldas cubiertas en varios frentes, algo había que cambiar para encarar la segunda parte de su mandato y entonces pensó en la figura de Daniel Passarella para dar el golpe de timón. La negativa del “Káiser”, un hombre identificado ampliamente con River Plate, le allanó el camino -casi de carambola- a Carlos Bianchi, el DT del Vélez multicampeón.

Enemigos íntimos

Bajo el mando del otrora “Virrey de Liniers”, Boca conquistó dos de los tres títulos que se disputaron antes de que Macri refrendara en las urnas xeneizes su “chapa” de presidencial: el Apertura ’98 y el Clausura ’99. Esas dos vueltas olímpicas fueron el espaldarazo para la continuidad, sellada con una goleada electoral (ganó con el 86 por ciento de los votos) en la revancha contra el binomio Alegre-Heller.

Con el inicio del nuevo siglo llegarían más logros (el Apertura, la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental del 2000) y la decisión de rebautizar el estadio con el nombre de “Alberto José Armando”, en homenaje al ex presidente que le regaló su primer carné de socio boquense y que hizo negocios con su padre en aquel oscuro y fallido emprendimiento que resultó la Ciudad Deportiva.

Al año siguiente se consumó el doblete a nivel continental, y se abrieron nuevas grietas. Hacía rato que Maradona ya no estaba, pero en el firmamento boquense quedaban otros dos estrellas que eclipsaban la figura presidencial: Riquelme y el mismísimo Bianchi.

Con el nuevo ídolo de “la Doce”, el heredero de la camiseta número "10", las desavenencias llegaron por la reticencia a transferirlo y la negativa de aumentarle sus ganancias. En medio de aquellos tiras y aflojas surgió la dedicatoria del famoso festejo con las manos en las orejas, que Riquelme vinculó en on a la simpatía de su hija por la figura del Topo Gigio.

Con el entrenador la cuestión se pondría más áspera:

-“Disculpas, qué tal… Creo que Bianchi es lo mejor para Boca, pero si vos Carlos querés tirar la toalla y pensás que no vale la pena volver a remar para el futuro, es tu decisión… Vos tener que dar una respuesta, para que no haya malos entendidos”, irrumpió Macri en la conferencia de prensa que el entrenador brindaba luego de un triunfo 6-1 ante Lanús.

–“Dije que no voy hablar de esto. Anuncié que no iba a renovar mi contrato, no a renunciar. No tengo por qué dar las causas. No hagamos circo como esos programas que pasan a las cuatro de la tarde. A los 52 años no estoy para eso”, respondió el DT.

–“Pero lo mejor es que lo aclares. Si es un problema personal o con los dirigentes. Si hay algo que Boca pueda hacer para que te quedes, lo haremos. Pero tenés que contestarnos”, retrucó el dirigente.

–“Ya dije lo que tenía que decir. Chau, buenas noches...”, concluyó Bianchi.

“Acá nadie hizo más fuerza que yo para que este señor fuera el técnico de Boca y ahora abandona el barco en el peor momento. Me duele que haga esto, porque lo sacamos del ostracismo hace tres años y medio y ahora nos abandona. Si él no quiere más escalar el Aconcagua y llevar a la cima a Boca, bueno... Así es el fútbol. Hoy sos Gardel y mañana canillita", se descargó Macri luego del desplante, haciendo una obvia y nada oportuna alusión al pasado de Bianchi como repartidor de diarios y revistas.

Después de un 2002 olvidable en lo deportivo (con el fallido retorno del “Maestro” Tabarez a la conducción del equipo) y que también incluyó un revés judicial (fue procesado por administración fraudulenta, en una causa por supuestas irregularidades en la compra del sistema de sonido de La Bombonera) y una denuncia de connivencia con barrabravas (“… Eduardo Mastandrea, abogado y ex comisario de la Bonaerense, acusó en febrero de 2002 a Mauricio Macri de entregar talonarios de entradas para financiar y mantener a la barra brava de Boca”, consigna el periodista Gustavo Grabia en su libro “La Doce”), el hombre fuerte de la Ribera decidió hacer las paces con Bianchi y ofrecerle una segunda oportunidad a partir de 2013.

Con dos elecciones en la mira, la primera que encaraba como candidato a jefe de gobierno porteño y la tercera que lo tenía como aspirante a la presidencia de Boca, el ahora fundador del partido “Compromiso para el Cambio” necesitaba más que nunca reverdecer aquellos laureles que había sabido conseguir en el fútbol. Y la sociedad Macri-Bianchi volvió a dar utilidades con otros tres campeonatos: Apertura, Libertadores e Intercontinental.

En la columna del debe quedó la derrota con Aníbal Ibarra en el balotaje de la Ciudad de Buenos Aires. El premio consuelo fue la ratificación como amo y señor de Boca sin más trámite que el visto bueno de los asambleístas. Una reforma estatutaria que, además de extender a cuatro años el mandato de la comisión directiva, estableció como condición para ser presidenciable tener propiedades o avales por el equivalente al 30 por ciento del patrimonio del club, le había despejado el camino de opositores.

Pero el matrimonio por conveniencia entre el presidente y el director técnico, que encima ya sobrellevaba un divorcio sobre el lomo, no duraría mucho más. Frustrada la posibilidad de ganar otra Copa Libertadores, en julio de 2004, Bianchi volvió a pegar el portazo: “Me voy de Boca porque creo que es la decisión más acertada para el bien del club. Agradezco a toda la parcialidad por el apoyo incondicional que aún sigo recibiendo y el afecto que me brinda”. Macri tomó debida nota de lo que dijo y de lo que no dijo "el Virrey”, tragó saliba, barajó y dio de nuevo, convencido de que él era el verdadero y único artífice de aquella época de vueltas olímpicas por doquier. La casi inmediata obtención de la Copa Sudamericana 2004, con Jorge “Chino” Benítez en el banco de suplentes, y las cinco conquistas posteriores que llegaron de la mano de Alfio “Coco” Basile (Apertura, Sudamericana y Recopa en 2005; Clausura y Recopa en 2006) alimentaron, casi hasta el empacho, ese afán de “colgarse todas las medallas”. Por entonces, Macri ya oficiaba en simultáneo, aunque con escasa asistencia a las sesiones del Congreso, como diputado nacional de Propuesta Repúblicana (Pro), un nuevo espacio político que surgió de una alianza con el economista Ricardo López Murphy.

La partida de Basile al seleccionado nacional, y su reemplazo por el verborrágico y "caracúlico" Ricardo La Volpe, le traería agunos dolores de cabeza: en Córdoba todavía se recuerda el día en que Macri desembarcó en el Estadio Kempes con un llamativo look de camisa, pantalón de vestir y unas zapatillas que, según confesó más adelante, se había puesto convencido de que al final del partido tendría que pisar el césped del mundialista del Chateau para dar la vuelta olímpica, En 2007 llegó el último golpe de efecto: la vuelta de Riquelme, otro de sus enemigos íntimos (lista a la que pueden agregarse, entre otros, “el Patrón” Bermúdez y “el Chelo” Delgado) en una costosa y cuestionada operación -que incluyó la recompra al Villarreal del lateral Rodolfo Arruabarrena, actual DT xeneize, por el doble de lo que el club español había desembolsado no mucho tiempo atrás- al menos tendría su contraprestación en términos deportivos, con la obtención de una nueva Copa Libertadores. El Mundial de Clubes de Japón, en el que Boca perdió la final ante el Milan, coincidió con su asunción como alcalde porteño, luego de una elección en la que volvió a confrontar, aunque esta vez fuera del ámbito deportivo, con el banquero Carlos Heller, en este caso compañero de Daniel Filmus en la fórmula del Frente para la Victoria.

A pesar de estar vencido su tercer mandato, Macri tendría seis meses de gracia en la presidencia de Boca: fue en el primer semestre de 2008 y por una cuestionada disposición de la Justicia, ya que había sido impugnada la elección del directivo Pedro Pompilio por anomalías en la presentación de los avales.

En 2010, cuando Macri fue procesado por el caso de las escuchas ilegales a familiares de víctimas de la Amia, salió a luz que Ciro James, uno de los policías federales involucrados en esas maniobras, había revistado como seguridad en filas boquenses. 

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Lo que viene, lo que viene…

Abril de 2010:

-¿Qué opina del “Fútbol para Todos”?

-Es obvio que estoy en contra. Con los altos niveles de pobreza que hay en este país, poner tanta plata como hace este gobierno en el fútbol es totalmente innecesario. Pero bueno... Grondona es Grondona y siempre hace lo que a él le parece. El es “il capo di capi”.

Noviembre de 2015:

-¿Qué pasará con el “Fútbol para Todos”?

-El programa va a seguir, pero se deberá financiar fundamentalmente del aporte privado, de la publicidad que se comercialice en él. Vamos a trabajar para que sea transparente, despojado de irregularidades y con un control para que ellos ocurra. El fútbol y su manejo deben profesionalizarse para estar a la altura de lo que ocurre en otros lugares del mundo.

Algo más de cinco años separan a aquel aspirante al Sillón de Rivadavia que durante una gira por Santa Fe visitaba el coqueto estadio de Atlético de Rafaela y a este electo Presidente de la Nación que le saca punta al lápiz en su búnker de Puerto Madero.

Está claro que en política también es aplicable aquello de “todo pasa”. Pero hoy Julio Humberto Grondona ya no está, ni para ayudarlo ni para contradecirlo, y desde los dos sectores que se disputan el mando de la AFA sólo le llegan buenos augurios y también algunos guiños con pretensiones cómplices, ahora que la pelota la tiene él. En esta historia están en juego mucho más que los 1.440 millones de pesos anuales (si no hay “retoques” acordados de antemano) de financiamiento estatal.

"Esta institución se pone a disposición del Ingeniero Macri y de todos sus funcionarios para armonizar todas las acciones que contribuyan a optimizar el futuro del Fútbol Argentino", manifestó a través de un comunicado Luis Segura, mandamás interino del fútbol argentino y pretendiente al trono de “Don Julio” en los comicios del próximo 3 de diciembre.  "Le mandamos un beso a Macri y a su familia. ¡Qué sea con muchísimo éxito! Lo necesitamos todos los argentinos”, exclamó Marcelo Tinelli, vicepresidente 1º de San Lorenzo de Almagro y también candidato a dueño de la pelota, desde su programa de televisión.

¿Por quién se inclinará Macri? Todo indica que se mantendrá prescindente, al menos en las formalidades. Más allá de las buenas migas que tiene con Tinelli, a quien supo apuntalar económicamente en aquella fallida experiencia como dueño del Badajoz, un modesto club del ascenso español, entre 1998 y 2000. Es que del otro lado del mostrador hay otro par de buenos amigos: el empresario del juego Daniel Angelici, actual presidente de Boca; y el sindicalista Hugo Moyano, vigente mandamás de Independiente.

Angelici se jugará su continuidad al frente del club de la Ribera el venidero 6 de diciembre, en unas elecciones que se presagian como disputadas y en las que tendrá tres adversarios: Jorge Amor Ameal, Víctor Santa María y José Beraldi, todos con legajos que registran participación en las sucesivas gestiones macristas en la institución. El retorno de Carlos Tevez y los dos títulos recientes, en el campeonato “largo” de Primera División y en la Copa Argentina, parecen darle al candidato oficialista el impulso necesario para encarar un segundo mandato. Pero si las urnas no le sonríen, tendrá premio consuelo: María Eugenia Vidal, futura gobernadora bonaerense y alguna vez empleada boquense de la mano de Macri, le hará un lugarcito en el Instituto Provincial de Lotería y Casinos. “Con Macri somos amigos, pero el presidente de Boca soy yo”, aclaraba una y otra vez Angelici apenas consumado su primer triunfo electoral, en diciembre de 2011, luego de haber hecho campaña con avioncitos y azafatas, promoviendo el regreso al máximo nivel internacional después de varios años de ostracismo y cabotaje. Hoy el hombre ya tiene vuelo propio en la vida política de Boca, y su padrino político está en otra cosa. A Macri, casi 13 millones de votos (el 51,4 por ciento de los sufragios emitidos) le abrieron la puerta del despacho presidencial de la Casa Rosada. La pregunta del millón, o de los 43 millones de argentinos, es si en su segunda experiencia como presidente será capaz de trascender a los interéses de “la mitad más uno”.

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-¿Qué es lo primero que lee en el diario a la mañana?

-La formación de Boca. Desde chico, lo primero que leo en el diario a la mañana es la información deportiva. La Bolsa me aburre y a la política la sigo poco.

(“El Pibe: negocios, intrigas y secretos de Mauricio Macri”;

Gabriela Cerruti–Planeta, 2010; pag. 178).

Hugo Caric
- Periodista -