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La diputada del Parlasur que lloraba frente a los pollos al spiedo
Yo soy Milagro Sala
Foto: Milagro Sala, presa política del régimen de Macri.
Demonizada por los medios hegemónicos y perseguida por el gobernador jujeño Gerardo Morales, la fundadora de la agrupación Tupac Amaru es la primera presa política del gobierno del presidente Mauricio Macri.
Publicada el en Crónicas

-Cuando yo era adolescente vivía en la calle y mientras las otras chicas miraban en las vidrieras los vestidos de novia, yo miraba los pollos al spiedo y lloraba de hambre.

Me dijo Milagro Sala aquel diciembre de 2002 en Mar del Plata, donde se celebraba un multitudinario congreso de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), al que la agrupación Tupac Amaru había llevado a un millar de jóvenes militantes que conocieron por primera vez el mar y batieron los parches con un entusiasmo único. Tabaré de Pompeya, encargado de la cobertura de prensa, me había dado una sola indicación: “Que te cuente su vida”. Aquella inolvidable frase fue parte de esa entrevista en que Milagro narró cómo la política la sacó de la marginalidad, la droga y la cárcel. 

Años después, también integrando el equipo de prensa de la CTA, participé en la Constituyente Social en Jujuy. Era octubre de 2008, el año del paro patronal agrario publicitado como “conflicto del campo”, y corría el rumor de que podía asistir Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria, referente de la Mesa de Enlace agropecuaria, y antiguo aliado de la CTA en el Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO). “Si llega a aparecer ese tipo por acá, la Flaca lo corre a patadas en el culo”, comentó entonces un militante jujeño.

De modo que Buzzi no fue a Jujuy, porque era así: la Flaca no andaba con vueltas. Al llegar a la sede de la Tupac en San Salvador de Jujuy, vimos con asombro cómo retaba y amagaba pegarle un chirlo a un pibe por haber pisado la pintura fresca con la que él mismo y otros militantes tupaqueros estaban blanqueando la entrada al edificio. Adentro, además de las oficinas de la organización, había consultorios médicos y odontológicos, peluquería, cancha de fútbol 5, pileta climatizada, un espacio para rendir tributo a la Pacha Mama y hasta un tomógrafo.

También conocimos el barrio Alto Comedero. “Bienvenidos al cantri”, reza un cartel en el ingreso de ese impresionante conjunto urbano de 1.800 casas construidas desde los cimientos hasta los tanques de agua con la cara del Che Guevara por esos changos que Milagro conduce como un disciplinado ejército popular que daría la vida por ella. Ahí también hay un enorme natatorio, un parque jurásico, canchas de fútbol, básquet y rugby y una réplica del templo inca de Tiwanaku.

“Fueron las noticias de las piletas de natación lo que me trajo a Jujuy. Aún así yo hubiera esperado algo rectangular y standart, y no un parque acuático como el de Alto Comedero, con sus figuras de pingüinos gigantes y morsas. Ver la alegría de un niño zambulléndose como bomba en el agua fue suficiente para valorar el concepto entero”, escribió Justin McGuirk, periodista de la revista Domus y el diario The Guardian de Inglaterra. Para el cronista, “el ‘country’ tupaquero es un dedo gigante sostenido ante los políticos y los constructores privados. Pero quizás más importante aún, lo que representa este barrio es una zona de excepción. Con la vivienda social centralizada en el ámbito político de turno, es muy raro encontrar una forma de construcción que no está arrasada por el mercado que depende de los servicios privados, elevando el valor de las propiedades y especulando. El logro más notorio de la Tupac Amaru es haber forjado un espacio de territorio independiente del tablero del juego capitalista”.

Por eso Milagro Sala ha sido y es demonizada y perseguida. Por eso, apenas asumido el gobierno macrista, el gobernador Gerardo Morales le cortó a la Tupac Amaru los planes sociales y el diálogo. Por eso, a sus instancias, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich mandó a “controlar” el acampe de protesta de la Red de Organizaciones Sociales de Jujuy a 150 gendarmes, 43 de ellos muertos en la tragedia de la ruta 34.

Por esos días, algunos medios de la prensa hegemónica –la misma que en los ´90 alentaba la criminalización de las protestas sociales que derivaban en cortes de ruta– se esmeraron en atribuir una responsabilidad indirecta a Milagro Sala en esa tragedia. Pero no es nuevo que los medios la demonicen, incluso desde mucho antes de que milite en el kirchnerismo. En un ejemplo reciente, el diario Clarín intentó vincularla a una banda de falsificadores de dólares desactivada en Córdoba, porque uno de los acusados era delegado de la Tupac Amaru, aunque las pruebas en su contra son por lo menos discutibles.

Ahora Clarín y compañía tienen su noticia soñada: “La dirigente de la organización ultrakirchnerista Tupac Amaru, Milagro Sala, fue detenida hoy en su casa del barrio Cuyaya de la capital jujeña, tras un allanamiento a la vivienda”. El Gobierno provincial la denunció por encabezar el acampe por el pago de planes sociales y entrega de bolsones alimentarios. El juez Raúl Gutiérrez ordenó arrestarla bajo el cargo de “instigación a cometer delitos y tumultos en concurso real”.

Ahora la chica que miraba los ajenos pollos al spiedo ha regresado a la cárcel y ha vuelto a experimentar el hambre, esta vez en forma voluntaria, en protesta contra el abandono del Estado a su gente y la criminalización de la protesta social. Afuera, sus compañeros y compañeras sostienen el acampe y reclaman por su libertad.

Ahora el ministro Alfonso Prat Gay quizás hasta se atreva a utilizar como ejemplo de “grasa militante” a esta flaca hecha de pura fibra muscular de guerrera incaica.

Desde las últimas elecciones, Milagro Sala es diputada representante de Argentina en el Parlasur. En la última cumbre del Mercosur el presidente Mauricio Macri reclamó por la “pronta liberación de los presos políticos” en Venezuela, y la canciller venezolana Delcy Rodríguez lo puso en ridículo al detallarle de qué actos de violencia y sabotaje están acusados Leopoldo López y compañía. “Si vamos a hablar de derechos humanos de forma pacífica, como pidió Macri, tenemos que hacerlo sin doble moral. No podemos defender a los violentos causantes de acciones terroristas y criminalizar las protestas sociales”, dijo entonces la ministra chavista, sin saber que su declaración sería profética.

¿De qué hablará Macri en la próxima cumbre, ahora que una diputada del Parlasur es una presa política de su gobierno? ¿Se animará a reconocer que –como escribió Miguel Magnasco– “Milagro Sala es todo lo que el poder odia: mujer, negra, peronista, humilde, luchadora, malhablada, compañera” y por eso fueron por ella? ¿Admitirá, como twitteó Juan Bernaldo de Quirós, que “lo que no le perdonan a Milagro Sala es que muchos dejaran de ser la mano de obra esclava que tenían para sus cosechas”?

Mientras tanto, los cultores de solidaridades sin costos, ¿se animarán a ponerse en la incómoda piel de esta luchadora para afirmar: “Yo soy Milagro Sala”?

Allá ellos.

Yo soy Milagro Sala.  

Alexis Oliva
- Periodista -