Sin dudas entre las disputas que el Gobierno de Néstor Kirchner tuvo con sectores económicos concentrados, la mantenida con Shell fue una de las de mayor repercusión. Valiéndose de su poderío, capacidad de inserción mediática y acompañamiento del coro de políticos por entonces opositores, hoy oficialistas, la multinacional presidida por Aranguren le dio vuelo a la confrontación, planteando desde su óptica/intereses la injustificada agresión que recibía por parte del Gobierno.
Se creaba sentido para que la sociedad cayera en cuenta del "injusto ataque de un gobierno que desdeñaba el diálogo y nos llevaba a una permanente y agotadora confrontación sin sentido". Se construyó la idea de "lo injusto". Al medio quedaba la sociedad que era tironeada hacia la confusión.
El tiempo transcurrió, y más temprano que tarde las circunstancias quisieron que el otrora mandamás de Shell se convirtiera en funcionario público, encabezando nada menos que la Secretaría de Energía de la Nación.
Es decir, quien se consideraba atacado por el Gobierno anterior, ahora "es" el Gobierno. Esta circunstancia nos permite poner en evidencia que para Aranguren y quienes estuvieron de su lado, hoy compañeros de gabinete o defensores del gobierno, no era la supuesta falta de diálogo el motivo de su preocupación. Lo transcendente para ellos no era escuchar a la sociedad. En todo caso era la excusa para confundirla.
Tanto es su desinterés dialoguista que incluso lo evitaron cuando era obligatorio generarlo a través de las audiencias públicas exigidas por ley con motivo del tarifazo.
Menos aún les molestaba la confrontación si observamos el nivel de conflictividad a la que están conduciendo a la sociedad, llegando al extremo de la represión violenta.
En definitiva, Aranguren-Shell y Aranguren-Gobierno es la misma persona que defiende los mismos intereses. Eso no ha cambiado. Lo que cambió es que la sociedad se ha quedado sin Gobierno que la defienda, producto de que Aranguren (y Shell) son el Gobierno.
La sociedad ya no tiene quién pelee por ella. Está claro que se evita la molestia de tener que "soportar" a un "gobierno peleador".
Pero también debe tener claro que no le queda otra alternativa que asumir esa pelea directamente a través del asambleísmo, redes sociales, concentraciones públicas, recursos judiciales y movilizaciones, asumiendo el riesgo de ser reprimidos violentamente.
Visto en perspectiva, el tiempo transcurrido nos permite poner en blanco sobre negro quién fue quién en la disputa que en su momento el gobierno encabezado por Néstor Kirchner mantuvo con Shell-Aranguren, y lo más importante aún, qué intereses defendía cada uno.
Hoy en toda su dimensión podemos ver a un Aranguren desenfrenado. El Aranguren que por ser el Gobierno, hace lo que en su momento quiso pero el Gobierno de entonces se lo impidió.