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El presidente electo que conmueve al mundo
Trump, como un personaje de Roberto Arlt
Foto: Donald Trump, el presidente que anticipó Roberto Arlt.
En sus Aguafuertes Porteñas, el escritor argentino recomendaba a un candidato sincerarse para llegar al Congreso. Cumpliendo aquella profecía, el discurso xenófobo, discriminador y sexista de Trump lo llevó a la Casa Blanca
Publicada el en Reflexiones

Los hábiles navegantes de Internet, encontraron un capítulo de la serie Los Simpson, emitido a principios de siglo, en el que se dibuja a Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. De un modo menos directo, también se anticipó en la Argentina lo que impacta al mundo en estas horas. En octubre de 1930, Roberto Arlt escribió la Aguafuertes Porteñas, en las que proponía a un candidato a diputado sincerar el discurso de campaña, con la rotunda promesa de que sería un ladrón parlamentario, un corrupto de la mejor calidad, para ganar el apoyo del electorado. Haya o no leído a Arlt, Donald Trump recurrió a la tremenda franqueza para revelar su índole reaccionaria y le sonrió la victoria, que desveló a la muchedumbre de la que formamos parte.

El triunfo de Donald Trump coloca en crisis varios paradigmas. Uno de ellos, la afirmación de que “el pueblo nunca se equivoca”, a la hora de decidir a quién vota para que lo gobierne. La historia contiene ejemplos en contrario, aunque con la justificación del engaño y la demagogia que provocaron la equivocación. No es el caso de Donald Trump, que se expuso como un extremo xenófobo, misógino, sexista, racista, carente de límites éticos para escalar posiciones, intolerante y belicista.

El candidato obtuvo el 47,5 por ciento de los votos emitidos con el claro anuncio de que se propone expulsar a más de 15 millones de inmigrantes indocumentados, construir un muro enorme en la frontera con México, derogar los acuerdos para la conservación del ambiente, imponer las leyes del más fuerte en el intercambio comercial, restablecer el sueño de progreso que incluye el imperial axioma “América para los americanos” y así de seguido. El multimillonario empresario no ocultó sus cartas. Las mostró con cínico-salvaje-peligroso y grosero estilo, con la torpeza del elefante en el bazar de las expectativas populares. En consecuencia los 59,5 millones de respaldos que obtuvo, reflejan otras tantas coincidencias con la índole del victorioso sujeto estrambótico.

Por cierto, la competencia electoral estadounidense tiene reglas de juego que no se pueden llorar una vez que la leche está derramada. De cualquier manera, queda espacio para advertir que concurrió a las urnas la mitad de los empadronados; que Hillary Clinton tuvo más votos (47,7 por ciento, cerca de 59,8 millones de sufragios) que Trump; que los que alzarán el brazo por Trump, en la ronda indirecta, serán 290 y los de Clinton 228. Para la anécdota, se registra que el sufragio Verde (ambientalista) alcanzó el dos por ciento, demócrata en su origen pero de personas disconformes con la postulación de la señora Clinton. Queda en el territorio de la duda, si alguna porción de la ciudadanía mantuvo el prejuicio contra la figura de mujer presidente por primera vez en Estados Unidos,  roto para consagrar un afroamericano, Barack Obama, en 2008.

Precisamente en 2008 estalló la crisis financiera, extendida a la economía real, que contribuye a explicar la construcción de alternativas como la de Donald Trump. En 1981, el republicano Ronald Reagan puso en marcha la fórmula: “El Estado no es la solución, es el problema”. La globalización avanzó como sinónimo de felicidad y el capitalismo financiero era arquitecto del paraíso terrenal para todos. La burbuja comenzó a estallar en 2001 y el proceso de crack culminó cuando terminaba el mandato de George Bush (h). A Obama le tocó bailar con la más fea. La recuperación se produjo, aunque quedó gente en la banquina, en los cuatro puntos cardinales del mapamundi.    En esa plataforma se asienta el renacimiento de corrientes nacionalistas de derecha, como la que motorizó la salida de Inglaterra del Mercado Común Europeo y las que aspiran a ganar elecciones en Francia y Alemania.

El asunto es quien le pone el cascabel al Trump, que asumirá el magno cargo el 20 de enero de 2017. Tanto en el Partido Republicano como en el Partido Demócrata hay halcones y palomas. Trump es republicano. Republicano era Abraham Lincoln, presidente de 1860 a 1865, antiesclavista, asesinado por un fanático. En las cuestiones cruciales, sobre todo de política exterior, el bipartidismo funciona con consensos. Los republicanos son mayoría en ambas Cámaras del Parlamento. Habrá que ver si la hegemonía se traduce en cheques en blanco a Donald Trump.

Decía el candidato a diputado de Roberto Arlt: “Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto y yo lo soy, no lo duden, señores (…) Si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio ipso facto a mi candidatura”. Eso sí, Arlt advertía que con esa oratoria lo mataban o lo elegían presidente de la República. Con la agresividad y las ideas grotescas, a Donald Trump no le va mal. Falta saber si hasta los que lo votaron llegan a la misma conclusión.

La dirigencia argentina podría aprovechar la preocupación derivada del éxito de Donald Trump para reunirse y evaluar la situación, con la creación de un pluralista observatorio del proceso, para prevenir y no correr detrás de los acontecimientos. Por ejemplo: Estados Unidos se ubica en el tercer lugar de compras de producción de nuestro país ¿Qué alternativa tendremos si Trump agudiza el proteccionismo? En fin, que el uruguayo Pepe Mujica sintetizó el cuadro con una palabra: ¡Socorro! Por las dudas, comencemos a nadar hacia la orilla.

Guillermo Alfieri
- Periodista -