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El último partido del "Negro" Atilio López
La vida por una pasión
Foto: Atilio López junto a Agustín Tosco durante un acto del gremialismo cordobés.
Atilio López fue uno de los principales íconos del Cordobazo. Integró una “generación dorada” de la dirigencia sindical, según la valoración del historiador Esteban Dómina. Amante del fútbol y cultor del atletismo, el ex secretario general de la CGT y ex vicegobernador cordobés fue testigo privilegiado de “el boom Talleres” en el Campeonato Nacional de 1974, un día antes de su asesinato. Su hija Patricia recuerda la última charla con “el Negro” antes del fatídico viaje a Buenos Aires.
Publicada el en Crónicas

No fue un día cualquiera, un capítulo más en la larga y sinuosa historia cordobesa. Más bien todo lo contrario: para bien y para mal, aquel domingo 15 de septiembre de 1974 quedaría grabado a fuego, para siempre, en la memoria colectiva de los habitantes de la Docta. Fue aquella tarde cuando el reducto de Racing Club de Avellaneda, a 800 kilómetros de distancia de nuestra capital provincial, se convirtió en testigo privilegiado de un fenómeno de convocatoria que la prensa deportiva nacional identificaría desde entonces como “El boom Talleres”. Alrededor de 20 mil personas, todos simpatizantes del equipo de sensación del interior del país y llegados en autos, trenes, colectivos, aviones y hasta algún vuelo chárter rentado para la ocasión, coparon una de las tribunas populares del mítico Cilindro, el estadio más peronista del fútbol argentino, para acompañar a los dirigidos por Ángel Labruna en su presentación como visitante frente a River Plate.

El conjunto de barrio Jardín llegaba a ese partido con una foja de servicios impecable: en sus ocho compromisos anteriores, había vencido a Gimnasia y Esgrima La Plata (1-0), Jorge Newbery de Junín (1-0), Colón de Santa Fe (1-0), Newells Old Boys de Rosario (3-2), Huracán de Mendoza (2-0) y Altos Hornos Zapla de Jujuy (2-1), y había igualado con Argentinos Juniors (0-0). La “T” era puntero invicto del Grupo B en el “Campeonato Nacional Presidente de la Nación Teniente General Juan Domingo Perón”, cuyo puntapié inicial tuvo lugar el 21 de julio, casi tres semanas después de la muerte del creador del Partido Justicialista, “Primer Deportista de la Patria” y tres veces mandatario nacional. El país atravesaba uno de sus inviernos más complicados. Y el clima político no mostraba indicios de mejorar.

Con un masivo respaldo en las gradas, Talleres ratificó sus pergaminos en “el verde césped”, como le gustaba decir al “Feo” Labruna en referencia al campo de juego, y le complicó las cosas al elenco que tenía a Norberto Alonso, “Jota Jota” López y Ernesto Mastrángelo como sus principales figuras, y a Enrique Omar Sívori en el rol de entrenador. A pesar de ello, River aprovechó muy bien un contragolpe y se puso en ventaja con un remate de su goleador, Carlos “el Puma” Morete, en la etapa inicial. Los ingresos de Luis “Hacha” Ludueña y Daniel Willington, en el segundo tiempo, resultaron determinantes para que los cordobeses pudieran plasmar su mejor juego en el arco contrario y llegaran a la igualdad con un tanto del zaguero central Héctor “el Gringo” Ártico, quien poco tiempo después llegaría al “Millonario” de la mano del propio Labruna y le quitaría el puesto al mismísimo Daniel Passarella.  “Empate con River y dueño de la punta”, consignó al día siguiente el emblemático semanario deportivo “El Gráfico”, que en su tapa desplegó la postal del festejo de los futbolistas albiazules.

Entre los miles de hinchas cordobeses que presenciaron aquella celebrada igualdad (1-1), uno de ellos, respondiendo a la requisitoria de un periodista que lo identificó en las tribunas al término del partido, destacó la muy buena actuación del equipo “tallarín”, aunque se lamentó por un remate de “el Lobo” Ángel Pereyra que se había estrellado en uno de los palos del arco defendido por José “Perico” Pérez. Era Hipólito Atilio López, ex secretario general de las delegaciones cordobesas de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) y de la Confederación General del Trabajo (CGT), y ex vicegobernador de la Provincia de Córdoba. La pasión por la “T” lo había llevado hasta allí.

“Un flash de la historia”

Dirigente sindical forjado en los años de la resistencia peronista, “el Atilio” (así, a secas; más modesto y menos radical), o simplemente “el Negro”, fue uno de los imprescindibles que lideraron las luchas obreras en la compleja década del ’60 en el siglo pasado. “Fue un líder con una gran llegada a los trabajadores”, según la referencia del abogado Lucio Garzón Maceda, su compañero de militancia en aquellos tiempos.

También simpatizante del Club Atlético Lavalle (“se iba a la cancha los días de los partidos pero se quedaba con los amigos en el bar y cuando se iba la gente él preguntaba el resultado”, recuerdan sus allegados) y amante del atletismo –entrenaba sus habilidades en carreras de 100 y 200 metros en el ex gimnasio provincial, y hay diplomas y medallas que sus familiares atesoran como testimonio de algunas gestas en las pistas-, su militancia y compromiso pronto le hicieron ganar respeto y ascendencia entre sus compañeros de la UTA, que primero le confiaron la tarea de delegado y después lo ungieron secretario general.

Junto a Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Elpidio Torres (Smata) fue pilar fundamental de un idealista y combativo sindicalismo cordobés cuya máxima expresión fue el Cordobazo, la emblemática rebelión obrera-estudiantil del 29 y 30 de mayo de 1969 que puso en jaque la dictadura de Juan Carlos Onganía y terminó con la proscripción al peronismo. En 1971, López asumió la conducción provincial de la Confederación General del Trabajo (CGT), luego de liderar un complicado proceso de unificación. “La causa de los trabajadores es de todos los trabajadores”, afirmaba siempre “el Negro” en respuesta a los embates de los sectores peronistas más ortodoxos, que tenían a los dirigentes metalúrgicos José Ignacio Rucci y Lorenzo Miguel como abanderados y que buscaban imponer un sindicalismo alineado absolutamente a la estructura partidaria.

“Atilio fue tanto o más importante que Tosco. En realidad, y para hacer estricta justicia, yo los pondría a ambos en un mismo plano, también junto con Elpidio”, afirma el historiador, escritor y político Esteban Dómina. “Fue parte de una camada de dirigentes gremiales que nunca más se volvió a dar, una especie de generación dorada del sindicalismo, yo diría un flash de la historia. Aquellos eran tipos de un linaje diferente, un lujo. Tenían una visión muy amplia y un gran compromiso, y realmente iban al frente. De hecho, casi todos cayeron más de una vez ‘en cana’ y sufrieron persecuciones y atentados. Se trataba de otra dirigencia, en la que hasta los más ‘fachos’ eran honestos”, añade el también concejal de Unión por Córdoba (UPC) en la capital cordobesa.

“En los días del Cordobazo, el papel de Atilio fue determinante, ya que si no paraba la UTA no había huelga, y hoy sigue siendo así. El gran mérito de aquellos dirigentes fue inventar el famoso paro activo, que garantizaba que los trabajadores no se quedaran en sus casas, que tuvieran el transporte para poder ir a trabajar y luego salir a las calles a manifestarse. En ese sentido, Elpidio también fue una pieza clave, porque movilizaba a todos los operarios del cordón industrial. Yo era estudiante en aquellos tiempos y recuerdo que era impresionante ver a esa nube de gente marchando hacia el centro de la ciudad”, refiere Dómina. Y concluye: “Al ‘Negro’ López lo recuerdo como un tipo excelente, sencillo, bien de barrio, austero. Un hombre muy llano, de pueblo. En tiempos de una dirigencia sindical con amplitud de criterio, compromiso, lucha y honestidad, él fue la referencia de todo eso”.            

“El mejor de todos nosotros”

¿Qué hacía Atilio López en Buenos Aires aquel 15 de septiembre de 1974? Las hipótesis que se barajan oscilan entre la búsqueda de nuevos consensos para tratar de recuperar influencia en la CGT cordobesa y la chance de algún trabajo que le pudiera asegurar el sustento familiar. “En realidad fueron varias cuestiones que se juntaron”, explica Patricia, la hija de “el Atilio”. “Mi papá viajó a Buenos Aires porque estaba sin trabajo y porque tenía que entregar unos papeles en la UTA nacional; por eso lo acompañó Juan José Varas, que era su abogado. También se fue para ver el partido de Talleres, obviamente, porque no se lo quería perder por nada en el mundo. Se habían ido unos días antes y tenían previsto volver el lunes a la mañana”, puntualiza. 

La puesta en escena de aquel River-Talleres se produjo siete meses después de la destitución de López como vicegobernador cordobés, hecho provocado por el llamado “Navarrazo”, la sublevación del 27 de febrero que lideró el jefe de policía Antonio Domingo Navarro, y que terminó con los mandatarios presos y la posterior decisión del presidente Perón de intervenir la provincia.

Un año y medio antes, el 15 de abril de 1973, los comicios provinciales habían consagrado a la fórmula del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación), en la que López acompañó al riocuartense Ricardo Obregón Cano, tras una reñida puja con el radical Víctor Martínez que obligó a un ballotagge. “Entiendo que el pueblo ha llegado al poder”, fue la primera reflexión de “el Atilio” apenas se conoció el definitivo veredicto de las urnas. La asunción del binomio Obregón Cano-López, el 25 de mayo de 1973, coincidió con el inicio de “la primavera camporista”, los 49 días que pasaron entre el juramento presidencial de Héctor José Cámpora, “el Tío”, y el inicio de la transición hacia la tercera y última presidencia de Perón. Por entonces, Talleres transitaba por su peor momento deportivo e institucional en el ámbito de la Liga Cordobesa de Fútbol, y ni el más optimista de sus fanáticos podía predecir aquello del “boom”, la explosión de convocatoria y de resultados que llegaría de la mano del empresario Amadeo Nuccetelli, quien tomó las riendas de la institución el 2 de enero de 1974.

La propia Patricia cuenta el desenlace de la historia: “Aquella tarde, en la cancha de Racing, mi papá se encontró con un montón de amigos, y entre todos armaron programa para la tarde del lunes, así que él decidió cambiar el vuelo de regreso. Varas se fue a la mañana, como tenía previsto, y cuando el avión empezó a carretear subieron unas personas con credenciales de Presidencia de la Nación y se lo llevaron. Eso está en la declaración que hicieron las azafatas… Después lo fueron a buscar a Atilio, que estaba en un hotel de Once, y le dijeron que tenían orden de llevarlo a la Casa de Gobierno. Él se puso la mejor ropa que tenía y le dijo al conserje que avisara a la familia que se iba a la Casa Rosada, y ahí fue que los llevaron hasta la localidad de Capilla del Señor, donde los mataron a los dos”. Al respecto, precisa Esteban Dómina: “Para ese entonces, la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina, que era un grupo parapolicial ligado a la derecha peronista, ya había cometido otros asesinatos, como los del ex diputado nacional bonaerense Rodolfo Ortega Peña y el Padre (Carlos) Mugica”    

  

La noticia del asesinato de Atilio López se conoció en las últimas horas del lunes 16 de agosto de 1974. Al día siguiente, fue primera plana de todos los diarios cordobeses. Ese mismo día, en una extraña paradoja, la revista “Goles” le dedicó su portada al “boom Talleres” en Buenos Aires, con un título muy emblemático: “Fue un Cordobazo”.

De aquellos días de adolescente, Patricia recuerda que su padre “estaba muy entusiasmado con mi cumpleaños de 15, para el que faltaban dos meses; hasta me había comprado el vestido para la fiesta”. Y rescata su último diálogo con Atilio, a minutos de aquel fatídico viaje sin regreso: “Me acuerdo que un vecino me presumía y yo no quería saber nada de salir con alguien, entonces mi papá, que se enteró del asunto por mi hermano, lo llamó al chico y lo hizo pasar una vergüenza bárbara delante de mí. Yo entré a casa llorando y me encerré en el baño, totalmente enojada. Él me decía ‘vení, hablemos’ y yo le decía que no, y después me dijo que lo acompañara al aeropuerto, y tampoco quise ir. ¡Lo que son las cosas! ¿Qué iba a saber yo que mi papá no iba a volver nunca más?”.

A las pocas horas, otra multitud de cordobeses, esta vez sin distinción de colores ni banderías, le rendiría tributo con una caravana interminable al “Negro” Atilio López, una de las figuras emblemáticas de la Córdoba luchadora y combativa de aquellos tiempos. El ex gobernador Obregón Cano fue uno de los encargados de brindarle la despedida: “…Pagó así su temeraria lucha contra la dictadura de 1955; pagó su obstinada resistencia a las autocracias instaladas a partir de 1966; pagó su liderazgo ganado no en la sospechosa negociación de los despachos provinciales sino en la dura fragua de la lucha en la calle; pagó su virtuosa honradez que lo mantuvo alejado de la degradación y el apetito materialista que envilecen a muchos de sus detractores. Por todo eso te mataron, Atilio. Eligieron bien. Eligieron al mejor de todos nosotros, a la figura arquetípica de la Córdoba de la Resistencia”.

“Muchas veces se dijo que Atilio López dio su vida por una pasión, y es cierto. Pero yo digo que más allá de su debilidad por el fútbol y por Talleres, la gran pasión de papá fue la defensa de los trabajadores, y fue por ellos que ofrendó su vida”, reflexiona Patricia.

Hugo Caric
- Periodista -