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El Club de la Serpiente
El genio creativo de Stephen King
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El universo literario de uno de los autores más leídos del mundo occidental. Un análisis renovado de El Resplandor, su tercera novela, un clásico publicado hace cuatro décadas.
Publicada el en Libros

Los libros de Stephen King  son de los más populares a nivel mundialy han llegado a las pantallas del cine y a los hogares de muchísimas personas en todas partes del globo terráqueo. El autor se destaca en el manejo del género terror, fantasía, ciencia ficción. Es muy común que varios de los títulos de sus obras vivan en el recuerdo en su formato más apreciado: el cine. Cientos se ha traumado con los payasos después de ver It, o han tenido horribles pesadillas de crueles secuestros realizados por Kathy Bates, y hasta han empezado a respetar y temer a la más tímida de la clase después de las varias remaques de Carrie.

Pero ¿Qué contienen sus libros que generan efectos tan avasallantes, que hipnotizan, que hacen que los directores de cine se interesen como si fueran verdaderas minas de oro?  Para responder estos interrogantes debemos adentrarnos en ellos, descubrir el universo literario que crean y dejarnos transportar al interior de la mente de los personajes, tan reales como las nuestras, cargadas de pasiones, locura, odio y amor encontrados y mezclados en un claroscuro que sólo puede fascinarnos y mantenernos en vilo hasta las últimas palabras.

Con esta misión me entregué a uno de los libros más conocidos con la idea de investigar si era la magia de lo audiovisual, del séptimo arte, lo que hacía que estas obras de terror cautivaran fanáticos o si era la literatura, con sus recursos más inteligentes, la que lo propiciaba.

Redrum

El Resplandor (The Shining), tercer novela de Stephen King, fue publicada en 1977 con un gran éxito editorial que la llevó al cine dela mano de Stanley Kubric.  Es una obra de aproximadamente 600 páginas, dependiendo de la edición, dividida en cinco partes que suman un total de 58 capítulos, cada uno con su título. No sería exactamente una novela para leer al pasar, mientras vamos en el colectivo. Pero el resultado del comienzo de la lectura fue una red de telaraña que me atrapó sin soltarme por un minuto, que me llevó a paisajes de montañas nevadas, donde una pequeña familia se debate entre la racionalidad de lo cotidiano y la locura del mundo de lo espiritual, psicológico, de los recuerdos reales y los implantados, de las percepciones sensibles.

La obra cuenta la vida de una familia compuesta por Jack Torrance, su esposa Wendy y el pequeño Danny. Una familia como cualquier otra, con los problemas típicos de trabajo, convivencia y  la necesidad de alcanzar objetivos más trascendentales que sólo sobrevivir. Las claves son un hombre que se siente frustrado al no haber alcanzado sus metas personales como escritor, atrapado en una rutina ordinaria que es demasiado humilde para lo que él deseaba conseguir, perseguido y acosado psicológicamente por los recuerdos de su padre alcohólico; una mujer que dedica su vida a ser madre y ama de casa y que no encuentra su lugar ni en el mundo social ni en su familia; y un pequeño niño que tiene una percepción sensible fuera de lo común.

Debido a necesidades económicas, la familia debe vivir durante seis meses de invierno en un hotel perdido entre las montañas llamado Overlook. Allí es donde comienza a desatarse el horror ya que el enorme hotel sólo quiere cobrarse sus víctimas y alimentarse del miedo y la locura de sus habitantes.

Cuando pensamos en terror nos imaginamos los típicos sobresaltos tan usados por el cine, la música in crescendo, la tensión de la imagen y el fuerte sonido que sigue a la aparición de esa cara monstruosa, infernal, cargada de maldad o de dolor. El autor juega con estos recuerdos que el espectador de cine tiene acumulados en su consciencia y los explota al máximo en la descripción detallada de las escenas, de los elementos del ambiente y de los movimientos de los personajes. Su habilidad en la descripción de la personalidad de cada personaje hace que confiemos plenamente en su existencia, los presenta como personas comunes, con problemas complejos pero consistentes. No están locos, están atormentados por los recuerdos, por el dolor, por la ira de las frustraciones cotidianas, por cosas sencillas como la falta de dinero o el llanto constante del bebé que no duerme por los cólicos. Son seres humanos debilitados por las injusticias sociales, por los prejuicios, por la maldad de otros, por la falta de empatía, la soberbia, la envidia, los celos, los vicios. Y todo esto los hace vulnerables a la maldad más terrible, el espanto en formas desconocidas y misteriosas ingresa a través de lo más cotidiano.

Si Jack Torrance hubiese sido una persona fuerte, hubiese paleado sus frustraciones en su carrera de escritor con el amor de su familia, con un sentimiento de lucha y tenacidad para continuar peleando por su sueño o encontrar otro objetivo por el cual vivir. En cambio se obsesiona con sus pérdidas, se siente miserable, pobre, humillado por un mundo injusto que no lo comprende y cae en el abismo de la decepción, ya no le importa su familia, ni siquiera sus sueños, está hundido en la negación de su débil y diminuto carácter para enfrentar los problemas. Así son los personajes de El Resplandor, personas comunes que toman malas decisiones y pagan las consecuencias.

Los personajes sufren porque son débiles y su mayor debilidad es el miedo. Pero ante la cobardía de los adultos, preocupados por detalles insignificantes y frívolos, se levanta la figura de los niños, avalados por la sabiduría de la inocencia y con una percepción profunda de lo verdaderamente importante. Así es el personaje de Danny, un niño pequeño que entiende mucho más de lo que puede explicar, que observa más de lo que sus ojos le muestran y que siente las emociones de los demás en su propia piel y eso lo hace de una sensibilidad sobrehumana.

Uno de los temas centrales en la novela es la familia como institución y lo que ocurre en el interior del hogar como un secreto a voces, como un espacio donde podemos estar a salvo pero que también puede ser semillero de nuestras peores pesadillas. Los vínculos entre padres e hijos y los conyugales siempre debilitados por la presencia del miedo y por la herencia de las pequeñas desgracias del pasado que vuelve indefectiblemente para atormentar y amenazar con su aspecto cíclico.

El autor juega con la idea de cordura y locura que se sucede a cada instante en la cabeza de sus personajes y cuando creemos que todo es una alucinación, una mala pasada del estrés o el miedo, aparece la prueba real de lo irreal, la marca física. A partir de ese momento la oscuridad se hace visible y los personajes saben que su destino está en juego, que su vida pende de un fino y delicado hilo y que las acciones que llevaron adelante los dejaron en la boca del lobo, sin darse cuenta de que eran unas simples caperucitas asustadas.

La obra utiliza un recurso literario excelente, realiza una intertextualidad con el cuento “La máscara de la muerte roja”,  de Edgar Allan Poe, uno de los más grandes escritores del género de terror, en donde la muerte visita un baile de máscaras. Allí, todos se amparan en el anonimato y a la vez en el desconocimiento de sí mismos y de los demás. A la hora de sacarse las caretas, la muerte es la única que sabe su propósito y lo lleva a cabo con la gracia propia de la certeza y la inteligencia. Allan Poe no sólo se destacó por generar escenarios de terror sino por la oscura angustia que invadía las páginas de su vida, los tormentos que acosan a las personas, la ignorancia, el odio, la soberbia. Al igual que King llevó al extremo la cordura de sus personajes ante las situaciones más escalofriantes y cotidianas. No es raro entonces que el autor haya elegido esa coincidencia literaria para marcar la desesperación de los protagonistas y su entrega a la oscuridad cuando ya no quedan fuerzas para luchar por algo mejor.

Entonces, sin dudas, el séptimo arte posee la magia más hermosa de nuestra era, lo audiovisual se introduce en cada célula de nuestro cuerpo y nos para en seco, nos acelera, nos hace sudar y hasta cerrar los ojos ante el sobresalto generado por la música y la imagen que va creciendo en tensión. Pero el arte literario expresado por este autor es la verdadera inspiración de este fenómeno. La increíble precisión de su pluma en la descripción de los lugares y personajes, el genio creativo que le permite incursionar en la oscuridad, la angustia y el terror sin caer en los conocidos y casi de fórmulas clichés. La utilización de un narrador omnisciente que observa la mente de los personajes tan de cerca que hasta podemos sentir que somos parte de ellos. Cada palabra nos deja indefensos y temblando ante nuestras propias debilidades y miedos, seguido de un mensaje aleccionador sobre la toma de decisiones que realizamos a cada instante, sobre los vicios y las pasiones más destructivas de los que nos tenemos que cuidar. Cuando llegamos a las últimas líneas no sentimos miedo de monstruos irreales y lejanos que surgieron en la cabeza de algún experto en efectos especiales, sentimos temor y precaución de la mente de los que nos rodean y de la nuestra en particular. Si eso no es una obra maestra del miedo, no sabría decirles qué es el género terror.

        Dale al hombre una máscara y te mostrará su verdadera cara, decía Oscar Wilde.

Los espero en la próxima entrega del Club de la serpiente.

Danisa Andrea Pérez
- Profesora de Lengua y Literatura -