Como si se empeñaran en hacerle sentir el peso muerto de la corporación judicial, los camaristas Emilio Andruet, Carlos González Castellanos y Pablo Bianchi demoraron dos horas el comienzo de la audiencia in voce en la que Rosa Sabena daría sus argumentos para oponerse al sobreseimiento del jefe de Investigaciones de la Policía de Córdoba en Río Cuarto, Gustavo Oyarzabal. Sabena había sido citada por el tribunal a las diez, pero recién al mediodía los magistrados se dignaron ingresar a la pequeña sala del primer piso del Palacio de Justicia, que estaba desbordada por la presencia de estudiantes de Comunicación y Derecho.
Con una sencilla camisa blanca a lunares negros, pantalón negro y el temple forjado a golpes de indiferencia y complicidad, en el año en que se cumplirá una década de la desaparición de su hijo, Rosa Sabena les dio una nueva lección de civismo a los impertérritos magistrados, que además de llegar dos horas tarde fueron incapaces de suministrarle un monocañón y un micrófono para facilitar su exposición. No hizo falta: con un moderno proyector del tamaño de un teléfono celular y su notebook personal, Sabena hizo una meticulosa exposición de las pruebas por las que Oyarzabal debería ser enviado a juicio oral y público.
La madre de Nicolás Sabena mostró un conocimiento exhaustivo del expediente y expuso los hechos que a su juicio demuestran el encubrimiento de Oyarzábal a la familia Vargas Parra. Apoyándose en un power point que certificaba cada uno de sus dichos, enumeró las comunicaciones establecidas entre el celular de Oyarzábal y los de la familia Vargas.
Sabena acusó a Oyarzábal de haber desviado la investigación hacia Santa Fe porque el celular que utilizaba Lucía Vargas tenía característica de la ciudad de Rosario. Este detalle, explicó, le sirvió a Oyarzábal –que participó de la causa como experto en telecomunicaciones- para pedir a la Policía de Santa Fe que buscara al supuesto titular de la línea que, tiempo después, la propia Lucía admitió como propia.
En su momento, para justificar esa llamada y otra realizada al mismo número desde el teléfono fijo de la Policía de Río Cuarto, Oyarzábal dijo que había sido para saber a quién pertenecía esa línea. Pero su argumento fue destrozado por Sabena cuando explicó el protocolo utilizado para averiguar números telefónicos.
Para graficar el vínculo que existía entre Oyarzábal y los Vargas Parra, Sabena leyó fragmentos de la desgrabación de una conversación telefónica entre ambos. Las frases “Hola morocha, ¿cómo andas?” y “Gringa, tenés que reunirte con el fiscal porque quiere saber sobre el teléfono que tiene número de Rosario” retumbaron como un insulto en la atestada sala de audiencias. “Es evidente que había un trato familiar y condescendiente entre ambos”, remarcó.
Sabena recordó que fue después de ese llamado que apareció la “pista Rosario”, cuando Lucía Vargas se presentó “espontáneamente” a declarar que ese celular le pertenecía a un tal Polak, al que describió como un ex presidiario que tenía trato con Nicolás. Pero la Policía de Santa Fe nunca encontró al tal Polak y la pista rosarina se desmoronó como un castillo de naipes. “La figura de Polak jamás existió. Fue un invento de Lucía Vargas y Oyarzábal”, sentenció.
El chip de Nicolás
Sabena recordó que hubo otro llamado realizado por Lucía Vargas a Oyarzábal el 18 de noviembre a las 18,56. Duró 40 segundos y fue realizado desde el teléfono de Adelina Flores, esposa de Vargas Parra y madre de Lucía. “¿Cómo es posible que una familia vinculada al mundo del hampa y la droga tuviera el celular privado de un alto funcionario policial?”, se preguntó. “Porque no lo llamaron al celular oficial, ni al de la Policía, lo llamaron a su celular personal”, insistió.
Rosa recordó que Oyarzábal participó de la búsqueda de su hijo por sus conocimientos técnicos en materia de telecomunicaciones y mostró el dibujo que el propio Oyarzábal le hizo en una oportunidad para explicarle cómo funcionaban las antenas de telefonía y de qué manera se puede establecer el lugar y la hora en que se activan los celulares.
Recordó que su hijo desapareció el 14 de septiembre de 2008. Pero al día siguiente, su celular se activó y acusó “un impacto de SIM”. “Esto quiere decir que los Vargas le sacaron el chip al celular, porque la antena ubicó el aparato en Río Cuarto, dentro del predio de la quinta de los Vargas”, apuntó. “Oyarzábal conocía este dato, porque es técnico en telecomunicaciones. Y lo ocultó”, insistió Rosa y agregó: “Huelgan las palabras: los hechos prueban que existió un grave encubrimiento de Oyarzábal a los Vargas Parra”.
La madre de Nicolás Sabena recordó otro episodio que fue ventilado en el juicio a los Vargas Parra –del que participó el mismo tribunal que la estaba escuchando-y que probaría que los Vargas Parra activaron una tercera vez el celular de su hijo para revisar los mensajes de texto. Esto se habría producido el 22 de septiembre, es decir, una semana después de su desaparición. “Mintió Oyarzábal cuando dijo que después del 14 de septiembre de 2008 nunca más se volvió a encender el teléfono de Nicolás. Se volvió a encender por lo menos en dos oportunidades”, insistió Rosa.
Perros atados
También se refirió a la insólita justificación esgrimida por Oyarzábal –y por el propio fiscal Walter Guzmán, ascendido luego de superar un penoso juicio político en la Legislatura de Córdoba- para explicar por qué llamaban a los Vargas Parra antes de allanar su domicilio. Rosa exhibió las sábanas telefónicas que certifican que Oyarzábal habló desde su celular con los Vargas el 4 de diciembre a las 22,22 durante 34 segundos. Recordó que Oyarzábal declaró que había hecho ese llamado a pedido del fiscal para que guardaran los perros antes del allanamiento. Pero la misma sábana telefónica muestra que Oyarzábal se había comunicado con el fiscal Guzmán a las 11,30. “¿Por qué esperó hasta las 22,22 para hablar con los Vargas?”, se preguntó Rosa.
Además, subrayó la irregularidad procesal que supone avisar a los sospechosos o incluso a los testigos por teléfono: “A los testigos se los cita por escrito, como corresponde, no por teléfono. Yo me he pasado horas en la Policía tratando de averiguar qué pasó con mi hijo, pero siempre fui citada por escrito, nunca por teléfono, y menos desde el celular de un funcionario policial”, razonó Rosa con lógica implacable.
No es un dato menor que toda la prueba telefónica de la causa fuera obtenida por la propia Rosa Sabena y no por el fiscal de la causa. “El primer cruce de llamadas lo requirió el juez federal de Río Cuarto, a pedido mío”, rememoró Rosa. “En 2010 pedí el apartamiento del fiscal Guzmán y de los policías que investigaban el caso. Y recién a partir de entonces logramos encausar la investigación y condenar a los Vargas Parra. Cuando se los detuvo, entramos sin avisar, con un equipo especial de la Policía que llevaba dardos tranquilizantes. Pero no hizo falta usarlos, porque los perros estaban atados”, recordó.
Tras casi dos horas de exposición –durante las cuales las autoridades de la sala no le arrimaron ni una triste botella de agua mineral-, Rosa les pidió a los camaristas que dejen sin efecto el sobreseimiento de Oyarzábal dispuesto por el fiscal Moine y eleven la causa a juicio oral.
Los magistrados tomaron nota, dieron por terminada la audiencia y anunciaron que en los próximos días darán a conocer su veredicto. Se trata de la misma Cámara que condenó a la familia Vargas Parra por secuestro coactivo agravado en 2014. Y la que el año pasado decidió apartar al fiscal Daniel Miralles de la instrucción del caso Dalmasso por considerar que el funcionario adelantó opinión a la prensa.
Acompañada por su esposo y su hijo, Rosa salió pasada las 13,30 de Tribunales. Se la veía cansada pero en paz, con la satisfacción de haber hecho todo lo que estaba a su alcance para que la desaparición de su hijo no quede impune. Jura que no parará hasta encontrar los huesos de Nicolás y darle cristiana sepultura. En ese camino pedregoso y plagado de sinsabores, se recibió de abogada y fue distinguida con el título doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Río Cuarto.