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Mundial Rusia 2018
LAS MIL Y 433 NOCHES
Foto: Primer desafío Mundial para los sucesores de Julio Grondona.
Los desmanejos dirigenciales y un devenir confuso adentro del campo de juego han caracterizado el proceso posterior al subcampeonato de Brasil 2014. ¿Podrá Lionel Messi disimular con su genio el complicado presente del fútbol argentino?
Publicada el en Crónicas

¿Se hará la luz? Por las dudas, más de uno (casi que podríamos precisar la cifra en 44 millones, aunque nunca falte un Borges) le prende velas a Lionel Messi, el único jugador con estampa que ha mostrado el seleccionado argentino en los casi cuatro años que pasaron entre la pesadilla que fue la última presentación mundialista, la final perdida con Alemania en el Maracaná, y el sueño que arranca ante Islandia en el Otkrytie Arena de Moscú.

Mucha agua pasó por debajo del puente desde aquel 13 de julio de 2014. Demasiada. Tanta que hasta el villano invitado de aquella película con final repetido de teutones levantando la Copa del Mundo, Mario Göetze, a Rusia 2018 lo mirará por TV. De los nuestros, los primeros subcampeones de la saga que se completó en las Copa América de Chile y Estados Unidos, apenas quedan ocho “sobrevivientes”. Además de “Leo”, que ya va por su cuarta Copa, serán figuras repetidas Higuaín, Agüero, Rojo, Biglia, Mascherano, Di María y Enzo Pérez; cuatro que llegan al límite de sus chances físicas, uno que gasta sus últimos cartuchos y embolsa sus postreros dólares en China, otro que siempre es presagio de lesión y el último que entró por la ventana sólo porque tiene la chance de suplir a casi todos los demás.

Pero no sólo hubo un gran recambio de jugadores desde aquella vez. Alejandro Sabella pasó a cuarteles de invierno y el elegido para sucederlo como director técnico fue Gerardo Martino. A la vuelta de la esquina terminó el largo reinado de Julio Humberto Grondona, consagrado desde 1979 como presidente vitalicio de la AFA. Entonces al “Tata” le tocó bailar con la más fea: lidiar con la miseria de los dirigentes que querían repartirse el poder heredado por el hombre al que la justicia de Nueva York (la que investiga los escandalosos negociados de la Fifa) rebautizó, post mortem, como Co-conspirador #1.

Todos pasan

Luis Segura, el mismo dirigente que fue filmado en una cochera de Brasil revendiendo entradas para los partidos de la Copa del Mundo, se quedó con el sello. No le sirvió mucho más que para bloquear las apetencias del animador Marcelo Tinelli en aquel bochornoso empate 38-38 en una compulsa con 75 electores y una mano traviesa en las urnas.

Entre la velada intervención del Gobierno Nacional, el celoso contralor de la Justicia y la rigurosa auditoría de la Fifa (algo así como un FMI del fútbol) armaron la siguiente jugada y le prestaron la pelota a un engendro con la presuntuosa denominación de Comité de Regularización. La movida entronizó a Armando Pérez, quien todavía arrastraba algo del aura de buen administrador que supo acunar en Belgrano y de exitoso emprendedor polirrubro, aunque por entonces ya con muchas dificultades para maquillar el proceso que desembocaría en la quiebra de su empresa de cosméticos. La gestión de Pérez duró nueve meses, y allí parió la candidatura de Edgardo Bauza. En el medio, un par de bloopers del entonces depositario del sillón de “Don Julio”. “Me reuní con Russo y el otro no me acuerdo cómo se llama… no me tomé la pastilla, discúlpenme”, cuando “el Patón” era uno de los candidatos; “Nosotros pensamos que el director técnico que nombramos, y lo digo con optimismo, tiene que ser para llegar a Francia”, una vez consumada la elección en el proceso que debía desembocar en el Mundial de… Rusia.

A la hora de declarar, el bueno de Bauza tampoco anduvo con chiquitas: “Me imagino llevándole al Papa la Copa del Mundo”, dijo apenas asumió; “Jugamos 10 puntos, hicimos un partido brillante”, manifestó después de un apretadísimo y olvidable 1-0 a Chile; “Argentina va a jugar el Mundial”, tiró en la despedida ante un auditorio incrédulo, de su pronóstico y de su “paso al costado”. Por suerte, en algo acertó.

Al segundo entrenador de la era post-Grondona lo echaron después de 252 días de gestión, la más corta de los últimos 45 años en el seleccionado albiceleste, pero siguió jugando las eliminatorias con Emiratos Árabes Unidos. No le alcanzó para llegar a Moscú, pero lo llamaron para ir al Mundial con Arabia Saudita, que ya tenía el pasaporte asegurado. Al poco tiempo fue despedido por perder dos partidos amistosos, frente a Portugal y Bulgaria. Hoy se prepara para iniciar un nuevo ciclo como DT de Rosario Central.

“Chiqui”, “Sampa” y ”el Brujo”

Finalmente llegó Jorge Sampaoli, “el mejor técnico del mundo” según las palabras de Claudio Tapia, el hombre que sustituyó a Pérez sin necesidad de “cortar clavos” con otra elección, y que llegó al máximo peldaño dirigencial con un fuerte padrinazgo que bien podría sintetizarse en la siguiente consigna: “Chiqui al gobierno; Angelici y Moyano al poder”. La contratación del nuevo entrenador fue un capítulo aparte: se sucedieron negociaciones secretas y declaraciones ambiguas, hasta que Sampaoli dejó su silla en el Sevilla FC.

Más preocupado en instalar un personaje que en mejorar el rumbo futbolístico del seleccionado, el tatuado hombre de Casilda, de declamado fanatismo por “Los Redonditos de Ricota” e impostada adhesión al ideario futbolístico de Marcelo Bielsa, logró el objetivo tan deseado: llevar a Argentina hasta el país de Vladimir Putin. En el camino sufrió bastante y también desnudó muchas contradicciones que todavía hoy lo acompañan en el campamento de Bronnitsy. El maltrato a un funcionario municipal en su pago chico tiempo atrás y algunas versiones que lo vinculan a un reciente episodio de acoso en el predio de Ezeiza –en Rusia no son pocos los periodistas que, sin entrar en demasiadas precisiones, aseguran que “algo sucedió” y que la AFA por ahora se encargó de esconder todo debajo de la alfombra– lo desnudan como alguien que no ha estado a la altura de la jerarquía y la exposición del cargo que ostenta.

Al fin y al cabo, ya lo dijo el propio “Chiqui” Tapia en los vestuarios del Estadio Atahualpa de Quito, luego del clasificatorio 3-1 contra Ecuador, la noche de los tres goles de “la Pulga”: “Acá está el artífice de la victoria, más que Messi”. El yerno de Hugo Moyano, el capo de Camioneros, le hablaba  a una cámara y señalaba al “Brujo” Manuel, el manosanta de cabecera que llegó de la mano de Juan Sebastián Verón.

En apenas un año de gestión, con 11 partidos disputados, Sampaoli llamó a casi 60 jugadores y probó sin buenos resultados un sinfín de sistemas de juego diferentes. Su prioridad casi excluyente, en todo caso, fue intentar agradar a Messi y su entorno, o al menos no incomodarlo. Casi un cholulo del “10”.

Para el fútbol argentino fue una larga noche, de 1.433 capítulos, la que sucedió al 0-1 contra Alemania en Río de Janeiro. Con más pasión que razón, muchos aseguran que hay luz al final del túnel. Otros, más pragmáticos o devotos, o tal vez más desesperados, prefieren reafirmar su convicción de que los milagros existen. Con semejante antecedentes inmediatos no queda otra que seguir sosteniendo la vela, a la espera de que una chispa de Messi, el “10” que todo lo puede, ilumine a un fútbol argentino muy opaco adentro de la cancha y bastante turbio fuera de ella.

Hugo Caric
- Periodista -