La votación los dejó en una situación incómoda y sin margen de maniobra. La renuncia fue la única alternativa que quedó para los tres directivos de Talleres que, en un pronunciamiento a mano alzada, se opusieron a la moción de otorgarles la condición de “socios honorarios” del club de barrio Jardín al jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez y al gobernador Carlos Bernardo Chasseing, entre otros altos mandos militares de la Córdoba de la última dictadura.
De aquel episodio no hay más constancia que la memoria de algunos protagonistas y de otros dirigentes y empleados de la entidad albiazul de la década del ‘70. Las actas de las sesiones, en las que se asentaron tanto las dimisiones de los “rebeldes” de la comisión como las distinciones para los genocidas, no pudieron ser rescatadas del olvido a pesar de algunas gestiones que se llevaron adelante en el despacho de Saúl Silvestre, el último juez que administró la quiebra de la institución (2004-2014) y en la Dirección General de Inspección de Sociedades Jurídicas de la Provincia. Nadie parece saber de ellas.
Diferentes testimonios coinciden en señalar como autor e intérprete de la propuesta de distinguir a los miembros del último gobierno de facto en el año previo a la disputa del Mundial ’78 a un joven directivo albiazul de aquellos tiempos: Aldo Benito Roggio.
El Chateau y “la guerra”
Mientras Talleres revolucionaba al fútbol argentino y se mezclaba en las grandes discusiones, Roggio iba ganando posiciones en la empresa que su abuelo Benito había fundado en 1908 y que empezaba a tener cada vez más participación en la obra pública provincial y nacional. De hecho, en aquel momento la firma llevaba adelante -por concesión directa- dos de los más costosos emprendimientos del gobierno vinculados a la organización de la X Copa del Mundo de la Fifa: el levantamiento del Estadio Córdoba en el predio Chateau Carreras y la construcción del edificio de Argentina Televisora Color (ATC) en la porteña esquina de Figueroa Alcorta y Tagle.
El Ente Autárquico Mundial ’78, organismo creado por decreto para la administración y el financiamiento del más importante campeonato de fútbol de selecciones, nunca difundió un balance de su gestión. Se estima que la Copa del Mundo le costó al país una suma cercana a los 517 millones de dólares. Carlos Alberto Lacoste, el marino que lo presidió, murió en 2004 en Estados Unidos, sin dar cuenta de sus excesos en el EAM. Tampoco de los delitos de lesa humanidad en los que estuvo involucrado en la Escuela de Mecánica de la Armada, uno de los puntos neurálgicos de la represión estatal.
En su libro “Los dueños de la Argentina II” (Editorial Sudamericana, 1996), el periodista Luis Majul asegura que en los siete años del último gobierno de facto, Roggio obtuvo ganancias por 1.000 millones de dólares como contratista del Estado. De aquellos tiempos de bonanza económica, el primer eslabón de una cadena que se prolonga indefinidamente en el tiempo y que ya contabiliza más de cuatro décadas, el empresario cordobés dio testimonio en el escrito de Majul: “Yo parto de que acá hubo una guerra y en la guerra pasan cosas. En ese momento yo estuve de acuerdo con la guerra contra la subversión. Ha sido un parto doloroso pero necesario para el país”.
Relaciones peligrosas
Menéndez y Chasseing compartieron el palco de autoridades de La Boutique, el estadio de Talleres, cuando el equipo cordobés perdió la final del Campeonato Nacional frente a Independiente de Avellaneda, el 25 de enero de 1978. El intercambio de favores con el mandamás de la “T”, Amadeo Nucetelli, había comenzado apenas tres meses después del golpe militar que derrocó a Isabel Perón, el 23 de junio de 1976, con una entrega de plaquetas al directivo en el campo de deportes de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada. Aquella vez, los futbolistas albiazules jugaron un partido amistoso contra un combinado de oficiales, suboficiales y soldados y compartieron un asado con “el Chacal” y otros represores, como José Antonio Vaquero y Juan Bautista Sasiaiñ.
El vínculo se hizo más estrecho en 1980, cuando el brigadier Adolfo Sigwald, quien había reemplazado a Chasseing como máxima autoridad provincial, hizo intervenir la Liga Cordobesa de Fútbol luego de forzar a sus dirigentes a validar el traspaso de Talleres al elenco estable de los torneos de la AFA en virtud de “la 1.309”, resolución que los clubes querían hacer valer para el equipo que cada año resultara campeón del certamen local. Aquella normativa fue firmada por Julio Humberto Grondona, quien meses atrás había dejado la presidencia de Independiente para iniciar –impulsado por Lacoste- un largo reinado de casi 35 años como “dueño de la pelota” en el país. Amado Roldán, un socio de Talleres que fue designado interventor de la Liga, fue el garante de que aquel beneficio llegara directamente al club albiazul, que así se incorporó al viejo torneo Metropolitano. Sigwald también recibiría de Talleres su carné de socio de honor.
“El gobierno militar impuso la ida de Talleres de la Liga, no tengo dudas de ello”, sostiene Emeterio Farías, actual mandamás del fútbol cordobés y asambleísta en representación del club Escuela Presidente Roca en aquellos tiempos difíciles.
El poder detrás del poder
A medida que iba consolidando a su empresa como parte de “la patria contratista”, Roggio fue bajando su perfil en el club de sus amores. Renunció a la condición de dirigente pero nunca dejó de influir en las sucesivas conducciones, a tal punto de haber llegado a manejarlo desde las sombras. “Aunque no lo veamos, siempre está”, suelen decir los viejos socios de Talleres en alusión al empresario. Una especie de “Rey Sol”.
Acompañado por un selecto grupo de socios que le responde incondicionalmente, bajo la presuntuosa denominación de “Notables”, el empresario más influyente de Córdoba ha sido parte de todo lo bueno, lo malo y lo feo que le pasó a la centenaria institución de barrio Jardín en algo así como la mitad de su historia. Incluyendo la quiebra.
Seis meses después que Talleres cayera bajo el régimen de la Ley 25.284 de Salvataje de Entidades Deportivas, Roggio rompió el silencio y después de muchos años habló públicamente de Talleres. “Debimos haber controlado más de cerca la gestión”, fue la reflexión que le hizo a este periodista en una entrevista que fue publicada por el diario “La Voz del Interior” en su edición del 10 de junio de 2005.
Como autocrítica, la frase resultó más inverosímil que tardía. Durante la presidencia de Carlos Dossetti (1998-2004), Talleres también contó con el “religioso” aporte (30 mil dólares mensuales) de su célebre mecenas, quien exigía como única contraprestación los correspondientes recibos de sus donaciones, para poder desgravar parte de sus impuestos anuales. Roggio también estuvo representado en la comisión directiva de la “T”: el banquero Hugo Bertinetti, un histórico aliado suyo, apuntaló la gestión previa al quebranto desde una de las vicepresidencias. Y como si fuera poco, hizo incluir a su hijastro, Rodolfo Roggio Picot, en un cargo menor de la conducción albiazul.
En 2003, cuando la tabla de los promedios empezó a mostrar una amenaza concreta para la “T”, el empresario hizo aportes extraordinarios para solventar el regreso del defensor Julián Maidana, por entonces en el Livinsgton de Escocia, y la contratación de José Omar Pastoriza, entrenador de mucha experiencia y contactos que logró mantener al equipo en la máxima categoría al superar una reválida ante San Martín de Mendoza. Un años más tarde, ya sin “el Pato” como DT, llegaría el descenso tan temido.
En contra del gerenciamiento
Más de aquella entrevista a Roggio, hablando de Talleres a mediados de 2005.
–¿Cómo analiza la situación institucional de Talleres?
–Lamentablemente, Talleres llegó a una situación no querida, que nos preocupa enormemente. Eso es lo que motivó, no a socios “notables”, pero sí a socios que hace mucho que queremos a Talleres, a juntarnos y ver si le podíamos encontrarle alguna solución al problema. Es difícil, porque no sabemos realmente cuánto debe el club. Estamos detrás de una solución integral. Mientras tanto, seguimos colaborando en la medida de las posibilidades del grupo, pero siempre con la finalidad de que haya una solución definitiva, de fondo, que no sea tirar la pelota para adelante.
–¿Cuál sería esa solución integral que ustedes pregonan?
–Mire, no me gustaría entrar en precisiones que no tengo, porque, en realidad, aún no le encontramos la solución al problema. Lo que sí tenemos en claro es que no queremos un parche. Queremos que se sepa cuánto debe Talleres, para tener una idea concreta de lo que hay que afrontar y para saber si vamos a poder participar en la administración del club. No tenemos ningún interés comercial, al contrario, pero realmente no sabemos si vamos a poder participar fuera de la ayuda que estamos brindando actualmente. Y no lo sabremos hasta que tengamos una perspectiva clara y sepamos que hay una solución integral y total para Talleres.
–Desde su punto de vista, ¿el gerenciamiento es un parche?
–Mire, yo no quiero referirme despectivamente al gerenciamiento... Lo que no sabemos es si el gerenciamiento será una solución para Talleres, por el tema de la deuda. Entrar para vivir con esa cosa indeterminada es lo que nos resulta muy difícil hacer. Vamos a poner la mejor buena voluntad, pero tampoco aseguramos que vamos a entrar. Tenemos la idea de ayudar. Si podemos hacerlo desde afuera, como lo hicimos hasta ahora, o desde adentro, ya lo vamos a ver.
–Entre aquellos 51 millones que exigían los acreedores a estos 9,5 millones de pasivo depurado, ¿cuál es la deuda real?
–Y... la verdad es que no lo sabemos. Ése es el gran problema.
–Si el club sigue en manos del fideicomiso, ¿los “notables” van a seguir aportando dinero?
–Nosotros asumimos un compromiso hasta el próximo 30 de junio... En realidad, creíamos que para esa época ya iba a estar definido el tema de la futura administración del club. Vamos a ver... Es un tema que tendremos que reevaluar, ya que a todos nos está costando esfuerzo y dinero.
–Ya se reunieron varias veces con Julio Grondona, ¿qué recepción han tenido de parte del presidente de la AFA?
–Con Grondona tenemos alguna relación de hace muchos años, de cuando éramos dirigentes de Talleres. En realidad, estamos viejos para ser dirigentes de Talleres, debe venir otra generación... Yo diría que tenemos, relativamente, una buena relación con el presidente de la AFA. Él tiene buena predisposición y sabe muy bien que Talleres tiene un poder de convocatoria que el fútbol argentino no puede desperdiciar.
La conveniencia del Ingeniero
Roggio y sus laderos, entre los que se destacaba el empresario inmobiliario Miguel Srur, solventaron los primeros pasos del equipo en la Primera B Nacional. Para ello, contrataron a la dupla técnica Daniel Willington-José Trignani, la misma que había logrado el ascenso en 1993, y garantizaron el armado de un plantel competitivo. Mientras tanto, en Tribunales, un joven abogado de sus empresas, que levantaba suspiros entre las secretarias cada vez que se acercaba a barandilla, seguía de cerca las novedades del voluminoso expediente que por entonces manejaba el juez Carlos Tale. Rodrigo Escribano, de él se trata, llegaría a ser la máxima autoridad de Talleres una vez que pasó a la historia la etapa del gerenciamiento de Ateliers S.A., primero con el abogado y operador “K” santacruceño Carlos Alberto Granero y luego con el enigmático cordobés-mejicano Carlos Ahumada Kurtz.
Escribano es hijo de Florencio, un histórico contador de los Roggio, y durante su gestión logró hacer buenos vínculos en la AFA y también con la barrabrava albiazul. Encabezaba una de las listas de candidatos en Talleres durante en el proceso de normalización institucional hasta que en una jugada maestra, que muchos le atribuyeron a su mentor, terminó como compañero de fórmula del ex preparador físico Andrés Fassi, el favorito en aquellos comicios de 2014. En la actualidad aparece más relegado en la lista de autoridades: es el vicepresidente 2º. Su lugar fue ocupado por Guillermo José Carena, un abogado con mucha influencia en la historia reciente de la “T” y que además es tío de Fassi.
Escribano siguió de cerca todo el proceso previo al gerenciamiento de 2006, más allá de que “los Notables” desistieron desde un primer momento de comprar el pliego de bases y condiciones elaborado por el fideicomiso para la concesión del manejo de las actividades deportivas de Talleres, que en principio iba a extenderse por ocho años. Mientras Tale preparaba el terreno para el desembarco de Granero, Roggio, los Escribano y otros socios albiazules se jugaron la última ficha que les quedaba y presentaron ante la prensa un singular proyecto por el que proponían fundar un nuevo club, manteniendo los colores y los símbolos que identificaban a la “T”. La iniciativa sorprendió a propios y extraños. Algunos socios de agrupaciones independientes, que sin éxito habían clamado ayuda a “los Notables” cuando los embargos amenazaban la existencia misma de la entidad, recordaron en ese momento las palabras de uno de sus interlocutores de turno: “Al ingeniero le conviene un Talleres quebrado”.
Polirrubro y en problemas
Entre aquellos lejanos ’70 y este presente, Roggio ha recorrido un largo camino como hombre de negocios. Además de la construcción, su firma tiene negocios en muchos otros rubros: basura, juego, peajes, informática, agua potable, subterráneos y ferrocarriles, y opera en otros países, como Panamá y Paraguay. Influyente vecino de Villa Allende (impulsó la candidatura del actual intendente Eduardo “Gato” Romero) y también socio vitalicio del exclusivo Córdoba Golf Club, su nombre ha estado vinculado en los últimos tiempos a varias causas judiciales resonantes.
Días atrás desfiló por Comodoro Py, donde negoció con el fiscal Carlos Stornelli y el juez Carlos Bonadío su condición de “arrepentido” en el marco del #CuadernoGate. Se lo señala por el pago de coimas por la concesión de la empresa Metrovías, y al respecto se le atribuye esta declaración: "No tuvimos oportunidad de negarnos a esta exigencia".
Roggio también está procesado por el juez federal Sebastián Casanello –se le prohibió la salida del país y se le trabó embargo- en el marco de la causa vinculada con el escándalo por los sobreprecios a la empresa brasileña Odebrecht en la Argentina.
Un par de años atrás, fue el “representante cordobés” en los Panamá Papers, con participación en cuatro firmas: Benito Roggio Panamá S.A., Larida International Corp., Brindsid Corp. y Medine Corp,
Hoy Talleres no parece estar entre las prioridades de Aldo Roggio, más allá del reciente llamado que el titular albiazul, Andrés Fassi, hizo a varios ex dirigentes, mencionándolo especialmente como hombre al que “es importantísimo escuchar”. En esa ocasión -la presentación del DT Juan Pablo Vojvoda, en mayo pasado-, Fassi puso en la misma bolsa a Roggio y a los socios Ernesto Salum, Hugo Bertinetti, Egidio Heyd y Carlos Dossetti: “Tenemos un grandísimo respeto y agradecimiento para aquellos dirigentes que en su momento le dieron espacio económico, tiempo y dedicación al club”.
De todos modos, Roggio siempre está. En las últimas elecciones, su hijastro Rodolfo –otrora ladero de Dossetti- retornó a la conducción de Talleres como uno de los 14 vocales de la comisión directiva que tienen mandato vigente hasta 2021. El heredero también es mencionado como uno de los potenciales aportantes en el proyecto “Mundo Talleres”, la construcción del nuevo predio que Fassi anunció con bombos y platillos y que, según se sospecha, esconde la segunda intención de hacer un gran negocio inmobiliario con el actual campo de deportes del club, que se llama “Amadeo Nuccetelli”. ¿El beneficiario de esta movida? Todos los caminos conducen a Roma.