Fue una jornada histórica. Histórica, con mayúscula. Comenzó tensa, plagada de rumores. Se comentaba que un grupo de estudiantes “contra toma” se reuniría a la tarde en la Plaza Olmos para luego ir a la asamblea interclaustros convocada a las 18. Dos horas antes, el gremio docente había mudado su propia asamblea de la sede gremial al campus, en una clara muestra de apoyo a la toma llevada adelante desde el jueves por los estudiantes. Por la mañana, el paupérrimo discurso del presidente Mauricio Macri y su lacónica referencia a la imposibilidad de aumentarle el sueldo a los docentes habían contribuido a caldear los ánimos.
A las 19, cerca de dos mil personas desbordaban el anfiteatro abierto, presidido por la imponente imagen de Santiago Maldonado, inmortalizado desde los días de angustia en que una sociedad movilizada –entre la que estaban los estudiantes- reclamaba su aparición con vida.
El profesor Santiago Polop y la estudiante Micaela Montiel, ambos de Ciencias Humanas, coordinaron con firmeza y tacto la multitudinaria asamblea, apoyados por un grupo de estudiantes de Comunicación Social. En las gradas el apoyo a la toma parecía mayoritario, pese a la nutrida concurrencia de un grupo de estudiantes –en su mayoría de Agronomía, con indisimulado aire de juventud ruralista- que presionaba para comenzar la asamblea y votar. Los primeros cánticos marcaron nítidamente la división de aguas: “asamblea, asamblea”, coreaban los ruralistas; “toma, toma, toma y asamblea”, devolvía la heterogénea multitud en la que confluían los pañuelos verdes con las pecheras de la Asociación Gremial Docente.
Pese a la tensión permanente entre ambos grupos, la asamblea se llevó adelante con normalidad. Hubo discursos que apelaron a vivencias personales, como el de una joven madre que, primera generación de universitarios de su familia a punto de recibirse de Trabajadora Social, dijo que estaba postergando su realización personal para acompañar la lucha colectiva en defensa de la educación pública. Otros hicieron un análisis político del contexto nacional. En su mayoría, quienes estaban a favor de la toma apelaron al lenguaje inclusivo, lo que molestaba a los “contra toma”. “Mica” y Santiago pidieron serenidad y respeto una y otra vez y lograron encausar el debate cuando los ánimos parecían caldearse.
Hablaron decenas de estudiantes, docentes, egresados, dirigentes gremiales y sociales. Cada uno expuso su posición, despertando el enfervorizado aplauso de unos y otros. El rostro cansado de quienes llevaban cuatro días de toma contrastaba con la frescura de los más impacientes. “Queremos estudiar”, reclamaron estos últimos. “Nosotros también”, respondió la mayoría. Todos –se insistió una y otra vez desde la organización- estaban ahí para defender la educación pública.
Ya entrada la noche y cuando el frío calaba los huesos, la desafortunada intervención de un estudiante contrario a la toma que increpó a la multitud porque “se pasaron 60 días buscando a un tipo que se había ahogado”, en clara alusión a Santiago Maldonado, marcó el mayor pico de tensión de la jornada. Hubo abucheos y puteadas, pero la asamblea siguió y todos pudieron exponer sus argumentos.
Pasada la medianoche y tras casi seis horas de exposiciones, se pasó a votación. Para evitar suspicacias, se aclaró que no se votaría a mano alzada. Los estudiantes de Comunicación Social formaron un círculo en torno al anfiteatro y rodearon a los que votarían por la continuidad de la toma. En fila, fueron saliendo del círculo mientras eran registrados por los futuros comunicadores.
Los primeros en votar fueron los encargados de preservar la seguridad del predio. Eran 73 estudiantes cansados que abandonaron por unos minutos sus puestos de guardia para concurrir al anfiteatro a votar. Momentos antes habían tenido que renegar con algunos estudiantes que estaban provocando destrozos. “Los vamos a filmar y escrachar en las redes sociales”, advirtieron desde la comisión de seguridad. Los incidentes no pasaron a mayores.
La mayoría de la gente colmó la explanada cuando se convocó a votar a favor de la toma. El segundo turno fue para los que se oponían. A esa altura el resultado estaba cantado, pero los organizadores convocaron también a quienes habían decidido abstenerse: fueron solo tres.
El escrutinio fue categórico: 995 asambleístas a favor y 218 en contra. Apenas se anunció el resultado oficial, un grito contenido estalló en el anfiteatro: “Qué cagazo, qué cagazo, obreros y estudiantes, como en el Cordobazo” y “Universidad, de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”, resonaron en el campus. En un clima festivo, todos se olvidaron del frío.
Por la tarde, en un escueto comunicado firmado por el rector Roberto Rovere y los decanos de las cinco Facultades, las máximas autoridades de la UNRC consideraron “pertinente el levantamiento” de la toma “a los efectos de habilitar mecanismos que respeten los derechos de toda la Comunidad Universitaria”.
El contraste no podía ser mayor.