Crónicas
Entrevistas
Actualidad
El Kiosco virtual
Reflexiones
Cultura
Música
Cine
Libros
Galería Magalú
Galerías multimedia
Quiénes Somos
Revista El Sur
Staff
Ediciones en papel
Suscripcion
Periodismo y libertad de conciencia
Jamás esclavos
Por | Fotografía: Internet
Foto: La democracia es permisiva a ciertas formas de esclavitud moderna.
El obedecedor irrestricto, como un esclavo, es incompatible con el oficio de periodista, protegido por el Estatuto Profesional
Publicada el en Reflexiones

En la Argentina la esclavitud fue abolida por la Asamblea de 1813, en línea con los postulados de la Revolución de Mayo. El sistema imponía la obediencia absoluta al amo y manifestaba la cruda explotación del hombre por el hombre. De cualquier forma, dos siglos después se atribuye a la esclavitud ser causa de la tragedia en un tugurio escondido en el barrio porteño de Flores, en calles en las que Alejandro Dolina ubicó las andanzas del Ángel Gris. Aparte de la estremecedora situación extrema, la sujeción de unas personas a otras personas está extendida y a veces mal entendida por voluntarios obedecedores.

Cuando la humanidad puso en jaque el azote de la esclavitud, a lo largo de décadas las luchas gremiales y el progresismo político permitieron establecer la jornada de labor de ocho horas, el salario equitativo, la protección sanitaria, las vacaciones, el aguinaldo, la jubilación, la capacitación y aspirar a la participación en las ganancias empresarias. En tribunales se creó el fuero laboral y, como nota de color, los empleados de comercio consiguieron la Ley de la Silla, para sentarse en los momentos de ausencia de clientes.

Las emergencias económicas y sociales son caldo de cultivo de situaciones de esclavitud en pleno curso del Siglo XXI. En centros urbanos hay corrientes inmigratorias con necesidades urgentes: permiso de residencia, alimento, jornal y techo que los cobije. Los traficantes miserables les ofrecen clandestinidad, promiscuidad y riesgos, que terminan asesinando a menores de edad, víctimas de crímenes sin castigo, como los esclavos de remotos tiempos.

En las zonas rurales, es un clásico de la inoperancia el insuficiente control oficial que evite el trabajo infantil, el incumplimiento de convenios laborales y la existencia de casos de grosera servidumbre. En tal escenario, se sofoca la rebeldía y la obediencia es factor ineludible para subsistir.

En el total de la geografía, el trabajo en negro es módulo de estadísticas, encallado en estructuras de producción y en las plantas de personal de los estados nacional, provinciales y municipales, con restricción de derechos, tramos de haberes no remunerativos y precaria estabilidad.

Howard Fast escribió la novela  Espartaco y Kirk Douglas protagonizó, en 1960, la versión cinematográfica. Inteligente, forzudo y valiente, Espartaco quiso redimir a sus compañeros de infortunio y formó un numeroso ejército de esclavos que perturbó al poder romano hasta que fue vencido y su líder muerto, en el año 71 antes de Cristo. En la actualidad no hace falta el martirio del admirable Espartaco. Alcanza y sobra con aplicar el peso de la ley a los traficantes de las desgracias ajenas.

El 16 de agosto de 1979 se publicó en el diario Clarín el célebre artículo Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes. María Elena Walsh dice en ese texto: “La autora está muy cansada (…) Está rodeada de compañeritos de impecable delantal y conducta sobresaliente”. La inteligente metáfora se sostiene en que la obediencia tiene estímulo precoz en el seno familiar, continuado en la escuela, donde el niño obediente es elogiado y el desobediente es objetado, fórmula que el autoritarismo pretende que no tenga fin.

En democracia, ni siquiera en las entidades verticalistas el principio de la obediencia debida es irrestricto. Sin embargo, por usos y costumbres, debilidad de carácter, interés material o para no tener problemas, los obedecedores son más que los deseados para nuestro gusto. Vale la pena echar mano a la enciclopedia ilustrada para advertir que, empleado como adjetivo, esclavo es el hombre o mujer que por estar bajo el dominio de otro u otra carece de libertad. En sentido figurado, esclavo es el sometido o sometida rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etcétera, que priva de libertad.

Puede agregarse el axioma de que cada cual debe hacerse cargo de las palabras que pronuncia y tener presente que los letristas de canciones románticas describen las penurias de esclavos y esclavas del amor. La esclavitud puede rozar las obligaciones domésticas, el doble horario de trabajo, los trámites burocráticos, el monotributo y los contratos leoninos. A propósito, acabamos de apreciar un documental basado en que la firma discográfica EMI demandó por 30 millones de dólares al grupo musical 30 Seconds To Mars, que denunció el convenio ilegal que lo vinculaba eternamente a la empresa.

Para no omitir mirarnos el ombligo, en desprolijas discusiones sobre periodismo y periodistas, de tono parecido al diálogo de sordos, se suele dar por sentado que quien trabaja en relación de dependencia es un obedecedor incondicional del medio que le paga el sueldo, con resignación de la libertad de conciencia. Entiendo que el obedecedor irrestricto, como un esclavo, es incompatible con el oficio, protegido por el Estatuto Profesional contenido en la Ley 12.908 y por los límites éticos irrenunciables, que caracterizan al buen periodista.

Guillermo Alfieri
- Periodista -