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#Caso Dalmasso: la acusación contra el viudo
Todos los caminos conducen a Macarrón
Por | Fotografía: Gentileza Tomás Fragueiro/La Voz del Interior
Foto: Marcelo Macarrón a las puertas de un juicio oral con jurados populares.
En su resolución de 180 páginas, el fiscal Luis Pizarro construye una cadena de indicios que apuntan al viudo como autor intelectual del crimen de Nora Dalmasso. Además, pide investigar por falso testimonio a la ex novia de Daniel Lacase, cuestiona al propio vocero y acusa de encubrimiento a la plana mayor de la Policía provincial de aquel momento. El rol de los hijos de Macarrón y el testimonio clave de su ex amante, que abandonó la ciudad aterrorizada.
Publicada el en Crónicas

Al fiscal Luis Pizarro le alcanzó con reordenar las piezas del expediente para llegar a la misma conclusión que su antecesor: el presunto homicida de Nora Dalmasso no es otro que su marido, Marcelo Macarrón. Solo que, a diferencia de su colega Daniel Miralles, no lo considera el autor material del crimen, sino el instigador. Concretamente, en el pedido de elevación a juicio que elevó la semana pasada a la Cámara del Crimen de Río Cuarto, solicitó que el viudo sea sentado en el banquillo de los acusados como “supuesto autor del delito de Homicidio Calificado por el vínculo, por alevosía, y por precio o promesa remuneratoria”.

De la lectura de su resolución de 180 carillas se desprende que el fiscal no necesitó mucho más que ordenar las piezas del rompecabezas y ampliar un par de testimoniales para apuntalar la evidencia que atraviesa transversalmente todos los cuerpos del expediente: el encubrimiento de la Policía de Córdoba -con sus jefes a la cabeza-, el direccionamiento de la investigación hacia las hipótesis más increíbles -desde el fallido amante Rafael Magnasco hasta el inverosímil violador Gastón Zárate- y el controvertido rol cumplido por el vocero del viudo, Daniel Lacase. A su novia de entonces, Silvia Magallanes, el fiscal directamente pide investigarla por falso testimonio.

Pizarro no tiene dudas: cada paso dado por Marcelo Macarrón antes, durante y después del crimen de su esposa lo compromete y tuvo la intención de desviar la investigación. Le atribuye haber sembrado el rumor del falso romance de Nora con el abogado Rafael Magnasco, haber facilitado el ingreso del/los sicario/s a su propia vivienda y haber garantizado que su esposa estaría sola e indefensa para que pudieran asesinarla sin mayores dificultades.

A través un simple cruce de llamados telefónicos, advierte que la última vez que Macarrón habló con Nora -18,47 del viernes 24-, ella le comentó que saldría a cenar con sus amigas. Y que apenas veinte minutos después, un hombre llamó al bar Alvear para cancelar la reserva. Como las célebres “congresistas” ya estaban en camino, insistieron ante el dueño del pub y consiguieron una mesa para compartir la que sería su última cena. “Se puede establecer y corroborar que ninguna de las amigas de Nora, ni tampoco la víctima, habrían dado aviso alguno de cancelación, por lo que se puede concluir que dicho aspecto podría ser un paso más dentro de la organización previa que requirió el entramado criminal”, advierte el fiscal en su minuciosa reconstrucción de las últimas horas de la víctima. 

Con mis hijos sí

Pizarro es contundente cuando, en base a las constancias de la causa, traza el perfil psicológico del imputado. Lo define como un tipo frío, calculador, frívolo, ambicioso, dominador y tacaño. Resalta que Alicia Cid, la propia ex amante de Macarrón -que pidió carpeta psiquiátrica, renunció a su puesto en Tribunales y abandonó la ciudad aterrorizada luego del crimen de Nora Dalmasso-, lo definió como un “nuevo rico”, que hacía ostentación de riqueza y alardeaba de su buena situación económica, que en el fondo era un tremendo tacaño. “Era tan pijotero que seguramente hasta su esposa desconocía el dinero que tenía”, aseguró en su segunda declaración testimonial, que brindó en la capital provincial para no volver a la ciudad que vio nacer su larga relación sentimental con el imputado por el crimen de Nora Dalmasso.

Para graficar el pijoterismo del viudo, el fiscal cita en su resolución una anécdota narrada por el “francés” Miguel Rohrer, amigo (sic) de la familia: “Marcelo era muy avaro (…), nunca pudo conocerle la billetera. Cuando estaban enterrando a Nora, Marcelo le pidió… que le prestaran la mucama para que limpiara la habitación en la que habían matado a Nora ya que ese era el dormitorio de Valentina y su hija estaba por llegar… Que además la cama en la que mataron a su mujer, en este caso, la cama de Valentina, Marcelo se la vendió en cuotas a Verónica Valentín antes de su llegada. Agrega que a la cama se la iban descontando mensualmente de su salario”. Verónica Valentín era una de las empleadas domésticas de la familia Macarrón.

Pizarro analiza en forma minuciosa la actuación de Macarrón en torno al crimen de su esposa y lo responsabiliza de haber plantado el rumor de su falso amorío con Rafael Magnasco. Incluso sospecha que Macarrón sabía del verdadero romance de Nora con Guillermo Albarracín y sugiere que la mecánica del crimen pudo inspirarse en la lectura de un mensaje de texto enviado por Nora a su amante, donde le refería que lo esperaba en bata. La misma bata que yacía al pie de su cama, sin el cinto de toalla con que fue estrangulada la madrugada del 25 de noviembre de 2006. 

El fiscal rescata del olvido la autopsia psicológica realizada en los albores de la investigación -tal vez el examen más riguroso de esa etapa del expediente- y destaca que en aquel informe se definía el perfil del posible victimario, al que ubicaba en el entorno íntimo de la víctima, por cuanto tenía conocimiento de su vulnerabilidad. Pero además pone bajo la lupa las numerosas declaraciones testimoniales de Macarrón en la causa que, a su criterio, tuvieron “la intencionalidad clara de direccionar la investigación”. Incluye en este repaso por el historial de la causa la famosa conferencia de prensa brindada por Macarrón en el hotel Opera a pocos días del crimen y las entrevistas concedidas por el viudo -que eran rigurosamente pautadas por su vocero- a distintos medios de comunicación.

Alpunta que Macarrón mintió ante los medios al definir a su esposa como una “empresaria espectacular” (sic) -las constancias de la causa prueban que cobraba media jornada de un modesto salario de empleada rasa- y que expuso a sus hijos -por entonces menores de edad- como parte de su coartada de presentarse como víctimas y entre todos “perdonar” a Nora por sus supuestas infidelidades, que dieron por ciertas. “Nosotros con mis hijos nos quedamos con el mejor de los recuerdos de ella y realmente si se ha equivocado en sus últimos tramos de su vida la perdonamos totalmente” (sic), dijo Macarrón ante las cámaras y micrófonos de todo el país, con su hijo Facundo sentado a su lado.

“Surge con claridad la intención del entrevistado de posicionarse como víctima, cuando claro está a ojos de todo el mundo que la víctima por un hecho de sangre que todavía estaba por esclarecerse era su propia esposa y madre de sus hijos”, advierte el fiscal apelando al sentido común.

Ante la pregunta de un periodista sobre si Nora había actuado mal, el viudo responde: “Es imposible preguntarle a una persona muerta si se ha equivocado o no. Yo estaba ajeno a todo esto, nuestro matrimonio era normal, con discusiones como cualquier matrimonio, pero en ningún momento estaba separado, en ningún momento hice seguir a mi mujer, era un matrimonio normal. Lo pueden reflejar mis hijos que a veces estaban con nosotros, ¿no?”.

Para el fiscal, Macarrón pretendió “respaldar sus dichos en terceras personas, en este caso en sus propios hijos, método que utiliza a lo largo de toda la investigación”.

“Esta actitud de duda, sorpresa y luego risa dista mucho del dolor, impotencia y/u otro estado espiritual que hubiera podido lógicamente revelar quien ha perdido, máxime en las circunstancias del caso, a un ser querido”, apunta Pizarro en su resolución.

La receta que el traumatólogo dio a los argentinos para superar el difícil trance que vivía fue, para el fiscal, congruente con su coartada: “Que cada uno vuelva a su actividad normal, o sea mis hijos vuelvan a estudiar, yo vuelva a mi trabajo y bueno yo le he dicho a ellos que cuando tengan que llorar, lloren mucho, y que tengan el mejor recuerdo de su madre porque ellos piensan igual, que han tenido la mejor madre del mundo y la mejor educación del mundo”.

Estudiar y llorar no es lo mismo que pedir justicia. En los casi trece años que pasaron desde el día del crimen, ningún integrante de la familia Macarrón pidió justicia. Tampoco los familiares de Nora, que ni siquiera designaron abogado querellante en la causa tras la renuncia del inefable Diego Estévez.

En cambio, el viudo y sus hijos demandaron por daño moral al director de esta revista y otros dos periodistas de la ciudad (Vanesa Lerner y Alejandra Elstein) y lograron dos fallos favorables de la corporación judicial de Río Cuarto, que ordenó indemnizarlos con sumas exorbitantes y pagarles abultadas cifras de dinero a sus abogados. El Tribunal Superior de Justicia revirtió parcialmente este despropósito excluyendo al viudo -dos veces imputado por el crimen de su esposa- de la insólita reparación ordenada por los magistrados riocuartenses, pero mantuvo la indemnización a sus hijos, que -ahora se sabe-, según el fiscal Pizarro habrían formaron parte de la coartada del viudo para eludir su presunta responsabilidad en el crimen.  

¿Eran las demandas a periodistas también parte de la coartada del viudo, como lo fue la sistemática descalificación de la víctima o el intento de cerrar la causa inculpando a un perejil? El fiscal no lo analiza, pero es evidente que responden a la misma lógica de la acusación. Solo que en ese caso Pizarro tendría que haber puesto bajo la lupa al propio Poder Judicial. Y, se sabe, entre bueyes no hay cornadas, como lo prueba la curiosa reivindicación que hace en su escrito del fiscal Javier Di Santo, primer instructor de la causa: “Quienes antecedieron en la instrucción, en especial quien tuvo la causa desde el momento del hallazgo, asumió su tarea con compromiso y responsabilidad, produciendo -bajo las difíciles circunstancias referidas- un caudal probatorio de considerable extensión”.

Huelga recordar que el “compromiso y responsabilidad” de Di Santo no le alcanzaron para imputar al viudo, pero sí a un falso amante, un falso violador y al hijo de la víctima, que esa noche dormía a 220 kilómetros de la escena del crimen. Y que -al igual que Pizarro- desestimó la prueba genética que inculpa a Macarrón y durmió la causa por años, hasta que una denuncia del Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Río Cuarto lo obligó a desprenderse del expediente. Fue su alejamiento de la causa lo que permitió que los dos fiscales que lo sucedieron acusaran al viudo como presunto autor del crimen. ¿Encima hay que agradecerle?

Mentiroso “espontáneo”

Según Pizarro, cada vez que Macarrón se presentaba a declarar “en forma espontánea” en tribunales era para desviar la investigación y así “lograr desvincularse de la muerte de Nora Dalmasso”.  En su primera declaración (27/11/06) dijo que discutió con Nora frente a la pedicura para que Nora no le diera un franco compensatorio a la empleada doméstica el sábado que él estaría en Punta del Este; al otro día, fue convocado a retirar las pertenencias de Nora, entre ellas el reloj Rolex de la víctima; en julio de ese año -cuando su hijo ha había sido imputado- volvió a tribunales con el reloj aduciendo que cuando lo llevó a arreglar se dio cuenta que estaba golpeado, procurando reforzar así la hipótesis del ataque sexual a Nora, que su ejército de forenses porteños (Torres, Raffo, etc.) había instalado en una conferencia de prensa realizada en el hotel Howard Johnson.

En enero de 2007 Macarrón se presentó espontáneamente a la Fiscalía porque “recordó” que el domingo del crimen se había comunicado con su hijo para decirle que llamara a su madre porque él no podía establecer contacto con ella. Es curioso: él estaba en Punta del Este y su hijo en Córdoba. Si Nora no tenía señal en el celular porque probablemente se había ido al campo, tampoco podría responder sus llamados. En esa declaración, el viudo “recordó”-siempre en forma espontánea- que dos meses antes del asesinato de su esposa había ampliado su seguro de retiro, por lo que se aprestaba a cobrar los 30.000 dólares que le correspondían por su seguro de vida. “Treinta mil dólares en aquella época alcanzaban perfectamente para adquirir un departamento o una casa pequeña”, apunta el fiscal para graficar el valor del seguro de la víctima.

Antes de terminar su declaración, también en forma “espontánea”, Macarrón “recordó” que antes de viajar a Uruguay tuvo relaciones sexuales con su esposa. Y precisó que fueron por vía vaginal, anal y sin preservativo. “A Nora no le quedó ninguna marca en el cuerpo”, aclaró el traumatólogo ante la sorpresa de sus interlocutores. Curiosamente, al igual que sus ilustres predecesores, tampoco Pizarro cuestiona la veracidad de este dato, pero lo ubica como parte de la estrategia defensiva de Macarrón. “Esta circunstancia que Macarrón introduce en su declaración es que de ordinario no acontece en un matrimonio, salvo que existiera violencia de género o estuviéramos ante un matrimonio de costumbres sádicas, lo que indicaría lesiones de larga data en el cuerpo de Nora, circunstancia que no presentaba al momento de su muerte; evidenciando con dicha aclaración que tenía pleno conocimiento de las marcas que Nora presentaba en el cuerpo al momento del hallazgo del mismo”, razona Pizarro.

Macarrón el memorioso “recordó” también su amorío con Alicia Cid, pero lo minimizó al afirmar que fue breve y esporádico, lo que fue desmentido por la propia Cid el año pasado. En su última declaración, realizada en Córdoba, la amante del viudo admitió que su relación con el traumatólogo tenía muchos años y contó que, deprimida y estresada, renunció a su trabajo y abandonó la ciudad de un día para el otro -al punto que estuvo un tiempo viviendo con unas monjas en San Luis-por temor a terminar como Nora Dalmasso.

Días después, en otra declaración espontánea, Macarrón se refirió al pote de vaselina hallado en la mesita de luz de la habitación donde fue asesinada su esposa y dijo que Nora consumía vaselina sólida porque sufría de constipación. “Llaman poderosamente la atención los dichos del declarante más aún teniendo en cuenta su profesión de médico, toda vez que la vaselina en estado sólida no es indicada para usar vía oral”, advierte el fiscal.

En febrero, citado esta vez por el fiscal, pero sin ser consultado al respecto, el viudo introdujo nuevamente a la pedicura como testigo para expresar que fue Nora la que decidió quedarse sola ese fin de semana, pese a que él le había sugerido que se fuera al campo para que los albañiles pudieran hacer el hidrolaqueado en la escalera del hogar, que estaba en reformas. “Entendemos, a esta altura de los acontecimientos, que era clara la intención de demostrar que él no había influido en la decisión de Nora de quedar totalmente sola ese fin de semana, circunstancia que lo alejaba de todo tipo de intervención en su muerte”, insiste el fiscal.

Macarrón declaro que el forense Subirach, tras la autopsia realizada al cuerpo de su esposa, le sugirió que la misma había tenido “sexo consensuado con acceso anal y vaginal y mucha vaselina, en conclusión, una fiesta total”, desdiciéndose a renglón seguido al admitir que el propio Subirach y su colega Mazuchelli se inclinaban más bien por la teoría de la violación. El fiscal no tiene dudas:cada vez que declaraba, Macarrón intentaba orientar la investigación hacia la hipótesis del crimen pasional. “Adviértase que ahora la vaselina -sólida- encontrada en el lugar del hecho ya no tenía la finalidad fisiológica aludida primeramente por Macarrón, sino que se trataba de un lubricante para una “fiesta total”, advierte el fiscal.

A fines de febrero, en una nueva declaración en Tribunales, Macarrón mencionó por primera vez al pintor Gastón Zárate, que a la postre sería imputado como supuesto autor de la violación de Nora Dalmasso. Lo vinculó a la desaparición de un celular de su hija Valentina. En junio, se presentó en la Fiscalía para manifestar su preocupación por la circulación de fotos de la escena del crimen y aprovechó para cuestionar el procedimiento de toma de material (semen) de Rafael Magnasco, el presunto amante de su esposa. “Como se puede apreciar, la espontaneidad del comparendo era también parte de la prístina finalidad de distraer la investigación”, advierte Pizarro. Un mes después, volvió a declarar para contar que su esposa se encerraba a dormir la siesta con llave por desconfianza a los albañiles y volvió a mencionar a Zárate, sugiriendo que podría ser el violador de su esposa.

Pizarro recuerda que cuando fue citado a declarar bajo la nueva imputación, que lo sindica como autor intelectual del crimen de su esposa, Macarrón se limitó a negar la acusación y se abstuvo de declarar.

Al parecer, la verborragia procesal del viudo terminó.

¿Hasta el juicio oral?

Hernán Vaca Narvaja
- Periodista y escritor -