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El gobierno de Alberto y Cristina
VOLVER
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Lucha y esperanza. Una plaza desbordada, sin rejas y con un presidente que maneja su propio auto.
Publicada el en Reflexiones

Volver siendo mejores es la consigna que renueva las esperanzas en la República Argentina. No son  fáciles los retornos. El volver en términos políticos tiene particularidades que trascienden las que cotidianamente utilizamos. La palabra es más potente de lo que imaginamos, concepciones y simbolismos múltiples hacen imprescindible que siempre de una manera u otra sea “correcto” pensar en volver. Esta vuelta sin lugar a dudas va más allá de la noción pulsional del eterno retorno. Pensado desde esta perspectiva el término es historia, memoria, recuerdo, anhelo y pasado deseado. Es música, danzada con matices renovados. Es reintentar, animarse nuevamente. Es girar y tomar impulso. Es aceptar errores y tragar veneno. Es ir nuevamente con fuerza hacia un lugar, hacia un espacio, hacia donde hubo (por sobre todo) en abundancia mucho amor. 

Ojalá lo devastado sea reconstruido lo más rápido posible. Tarea para nada sencilla. En solamente cuatro años la indigencia se duplicó y llego al 8,9 %. El 40,8 %  de la población argentina es pobre, un porcentaje caótico equivalente a 18 millones de personas que se encuentran bajo esa insana e injusta condición. Es un tanto reduccionista pensar que un hombre de manera exclusiva fue el artífice de esta destrucción. Mauricio Macri como sujeto representa un modelo, el neoliberal. El mismo básicamente extiende sus  prioridades para unos pocos en detrimento de las mayorías. Lo más preocupante es su “eficaz” moldeamiento en las subjetividades, naturalizando la meritocracia y el emprendedurismo como sus banderas. Todavía este nefasto orden nos quita el sueño. Poder dimensionarlo no es fácil, ya que es plástico, elástico e invisible. Adquiere la chapa de indestructible y por tal razón cautiva, seduce y pasa a ser una engañosa nube de confort.              

Lawfare es más que un simple neologismo inglés. Es un deplorable método donde una “guerra jurídica” se desata contra una adversaria o adversario político. Esta o este  son llevados al banquillo de los acusados con la idea de meter tras las rejas a quien estuvo o está incomodando el statu quo. Es lamentable que tras 43 años interrumpidos de democracia determinados sectores del poder (sobre todo algunos sectores políticos, jurídicos y mediáticos) conspiren y utilicen este mecanismo para seguir acomodando y sosteniendo sus particulares bienes. Permanece una gran deuda que necesita seriamente ser tratada y modificada. Si tan penoso “accionar” no es corregido, el terreno seguirá siendo fértil para las “hienas”.   

Vde la victoria que enfurece. Estos últimos cuatro años también sirvieron para demostrar el desenfrenado odio que se destila hacia aquellos militantes, activistas, políticos y ciudadanos identificados con el peronismo o la filosofía que tal movimiento posee. Lo despectivo ha circulado y circula en palabras tales como: “cabecitas”, “planeros”, “chorros”, “vagos”, entre otros. Descalificativos que lamentablemente desde el año 1946 (primera presidencia de Perón) a la fecha han ido acrecentándose. Un ejemplo espeluznante se establece en las similitudes que adquiere el feroz maltrato que padeció en su momento Eva Duarte de Perón y la actual vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. La cizaña no ha mermado y preocupa, es algo que claramente debería avergonzarnos. Cristina es una mujer integrante de esa gran corriente social y política (me refiero al movimiento feminista) que de manera contundente y valiente lucha por sus derechos postergados. Ella es parte.

Emoción es el sentimiento que también inundaba Plaza de Mayo el pasado martes 10 de diciembre. Un sentir que hacía al disfrute, al festejo, al cántico, al baile, a los abrazos, a los colores, a las banderas, a la consumación de una fraternidad colectiva que obviamente no necesita de rejas. Esa amorosa composición arrasa y no requiere de “artefactos” disciplinadores. El mismísimo Alberto Fernández, antes de jurar, salió rumbo al Congreso en su auto (manejando él mismo) con las ventanillas bajas, saludando a la multitud. Gesto ejemplar, de no querer más grietas. Gesto de puente, de libertad, de pensar sanamente que es necesario otro lazo social que nos ayude a convivir a pesar de las divergencias. Eso tan necesario también encabeza como objetivo el  flamante presidente.  

Reconocernos en cada una de las grandes acciones, actividades y militancias es un gran avance. La época impone velocidad, rapidez, mucha rapidez. Tal vorágine trae aparejado un registro escaso o casi nulo de las batallas emprendidas. Ha sido conmovedor lo realizado por parte de compañeras y compañeros. Pusieron sus hombros, el cuerpo nuevamente. Estuvieron al lado de quienes más lo necesitan, sosteniendo espacios tales como una copa de leche, merendero, apoyo escolar, murgueando con pibas y pibes, haciendo teatro, escribiendo artículos para colgar en las redes y demás medios alternativos que permitieran exponer ese “vómito” de palabras. Trabajadoras y trabajadores nuevamente en las calles, acompañando y reclamando por las vapuleadas universidades públicas, hospitales y demás. Hay que registrar tales trayectos. Fueron cuatro años que aportaron o deberían aportar aprendizaje. Equidad y apertura constate en ampliación de derechos son parte de nuestros cimientos conceptuales. Por tal razón es necesario visualizar que juntos somos más, la fortaleza y madurez política dependerá del sostenimiento del actual frente heterogéneo que nos representa. Los trazados neoliberales no son una buena alternativa, la historia lo ha demostrado. Politizar pedagógicamente es la tarea, el gran desafío para que de una vez por todas se construya y concrete la consigna: Neoliberalismo Nunca Más.   

Gabriel Righetto
- Lic. en Psicología -