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Fútbol femenino
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La pelea de técnicas y jugadoras por lograr la igualdad de género en el fútbol de Río Cuarto. El testimonio de Mariana Ferreti -DT y referente del fútbol femenino- y de Valentina Príncipe, convocada a la Selección Argentina Sub 20.
Publicada el en Crónicas

Son las tres en punto, plena siesta en barrio Alberdi. El viento sopla y levanta el pasto recién cortado por el canchero. También levanta polvareda en la cancha del club Renato Cesarini. Parece que no hay nadie más en el lugar, solo el canchero con su tractor y un perro echado a la sombra que proyecta el vestuario del equipo local. Pero a medida que se avanza por los vestuarios comienza a escucharse algún que otro murmullo. Y risas. Son apenas nueve mujeres preparadas para saltar al terreno de juego. Detrás de ellas, Mariana Ferretti, entrenadora del equipo, lleva un carrito con pelotas y conos. Están listas para iniciar otro día de entrenamiento. No son profesionales, están dando sus primeros pasos. Son la nueva camada que intenta hacer resurgir el futbol femenino en el club. Se están adaptando a la rutina de entrenamientos y procuran encontrar una identidad de juego. Ferretti, que dirige el equipo mayor de Renato Cesarini y el de la categoría sub 16, tiene mucha experiencia: fue campeona con las chicas de la Universidad de Río Cuarto y subcampeona con las de Estudiantes. Ella misma jugó en Boca Juniors y la Selección Argentina.

- ¿Por qué tan pocas jugadoras se presentan al entrenamiento?

- Porque éste es el primer turno de la rutina. Por lo general dividimos los días de entrenamiento en doble turno. Tenemos que ajustarnos a los horarios, que sean flexibles para las chicas, ya que muchas trabajan, estudian o están cuidando a sus hijos. En el segundo turno viene el resto del plantel a entrenar, alrededor de las seis de la tarde.

-¿Y las que no pueden venir un día?

-Tratamos de ponernos de acuerdo y recuperar ese día perdido citándolas al día siguiente. Deben completar con pasadas, en el gimnasio, trabajo con pelotas, etcétera.  La verdad que no tienen el mismo tiempo que los hombres, ellos sólo entrenan y cuando llegan a su casa ya tienen todo servido. Pero esto pasa por tener un cerebro pequeño, porque en vez de ayudarnos uno con otros, entrenar juntos en un mismo horario y grupo, te dicen que no. Y comienzan a juzgar que una mujer entrene entre un grupo de hombres.

Comienza el entrenamiento. Mariana y Yamila juntan al grupo para dar una charla previa. Mariana organiza los conos, coloca a sus jugadoras, cada una con una pelota y Yamila hace de arquera, ya que van a practicar tiros. Mariana grita, acompaña el proceso de la jugada, corrige constantemente. Si ve que algo anda mal, para el ejercicio y explica lo que quiere conseguir.

Mariana sufrió muchas críticas, desde los seis años, por jugar con una pelota. En la actualidad esas mismas críticas las padecen algunas de sus jugadoras, como Yanina Martínez. “Hace cuatro años que estoy en el club y mi familia hasta el día de hoy no me viene a ver a la cancha. No apoyan el fútbol femenino, no lo asumen como algo normal “.

“Yani” se retira del entrenamiento rápido porque tiene que ir a trabajar.

Mariana se toma un momento de descanso y vuelve sobre la última frase de “Yani”. “Cuesta cambiar los pensamientos de las personas -advierte-. Yo soy de Chucul y de chiquita siempre jugaba a la pelota, pero las personas me miraban raro y me decían que era una loca por jugar al futbol. Pero cuando crecí y fui a jugar a Boca, la gente luego me felicitaba. No hay que parar de hacer lo que a uno le gusta, más allá de lo que opine el resto”.

Toma agua, se pone una pechera y se suma al entrenamiento. Juega a la par de sus dirigidas, corre, presiona, patea. Grita: “¡Vamos, hacelo real, dale!”. Pero cuando percibe el ambiente tenso, no duda en descomprimir con algún chiste. Distender y generar un buen clima de trabajo es la consigna.

El sistema de entrenamiento es bastante ortodoxo. Los martes trabajan en el gimnasio y luego se ocupan de funciones técnicas (pases, conducción, apoyo, centros, definición o remates, cabeceo) y tácticas (requerimiento en cada puesto), pero con mayor énfasis en lo técnico. Los jueves hacen trabajos de potencia, luego trabajos tácticos y culminan con pasadas. Los viernes practican fútbol.

Mariana reúne a las chicas en una ronda, se pone en cuclillas -al estilo Marcelo Bielsa- y les habla a sus dirigidas. Da por terminado el ensayo de tiros y da la orden de que comiencen con las pasadas. Mientras sus jugadoras corren, retoma la conversación. Dice que en el club todavía no logró el respeto y el espacio al que aspira y se queja porque el trato no es igualitario: “Se da en el uso del vestuario. Cuando coinciden en el mismo día los partidos de las mujeres y los hombres, si nosotras estamos usando el vestidor y llegan ellos nos sacan. Y entonces no nos queda otra que ir a cambiarnos en el vestuario de los nenes, que es incómodo”.

Se acerca Yamila. La preparadora física se suma a lo expresado por la DT: “Otras de las experiencias la tuve yo, cuando trabajaba en Estudiantes. Con los nenes intentamos hacer un mixto entre varones y mujeres, pero uno de los padres reaccionó mal, diciéndole a su hijo a gritos que saliera de ahí porque estaba jugando con nenas al futbol”.

El cuerpo técnico no duda en apuntar a los medios de comunicación por la visión patriarcal de sus coberturas deportivas. “En el año 2009 yo jugué un Final Four provincial de básquet femenino en Córdoba. Le pedimos a Canal 12 de Córdoba si nos podía apoyar cubriendo y filmando la final. Ese mismo canal nos preguntó antes del partido con qué vestimenta íbamos a jugar. Le respondimos que íbamos a salir con la ropa de los clubes. Nos dijeron que si jugábamos con calza corta no nos cobraban la edición ni la nota. Pero si lo hacíamos con la ropa habitual, nos cobraban la edición”, cuenta Yamila. Mariana y Yamila se toman la cabeza y se muerden los labios de la bronca.

A la Selección

Termina el entrenamiento del primer turno. Mariana tiene una reunión con unos de los coordinadores del club. Al salir no oculta su fastidio. Abre la puerta de su auto, tira su mochila en el asiento de atrás y se sube murmurando: “Para él son partiditos, sólo partiditos. Uno hace mucho esfuerzo durante la semana con las chicas y así nos reconocen. Valorando los partiditos con poca importancia”.

Rumiando bronca se va a merendar y reponer energías para volver en un rato a dirigir el segundo turno de la práctica. Pero el trabajo y el entusiasmo de Mariana tienen su recompensa. Cuando vuelve de su merienda, se entera de que el Seleccionado Argentino de fútbol femenino sub-20 dio a conocer la lista de convocadas para el Sudamericano 2020. Lee y relee el nombre de Valentina Príncipe, jugadora de la sub-16 del club. El plantel es una fiesta: “Valen” no puede contener su alegría.

Valentina Príncipe es defensora. Entre sus cualidades se destaca su temperamento: aguerrida y firme en la marca, tiene buen manejo de los tiempos para ir al piso y recuperar la pelota, aunque a veces parezca un poco rústica. Cuando el equipo se adelanta, ella se queda atrás armando y alentando a sus compañeras. Maneja el balón parado con potencia en el disparo. Pide cada tiro libre que el árbitro cobra a favor de su equipo.  

- ¿Cómo te sentís por haber sido convocada?

-Feliz, porque se dio el resultado de tanto esfuerzo. Estuve entrenando mucho tiempo con la Selección de Río Cuarto y acá en el club. Esta es una nueva posibilidad, porque ya me había probado con la selección, pero fue después de una lesión y no me fue bien. Estaba sin ánimo, pero levanté cabeza y seguí entrenando. Y ahora me llega esta convocatoria.

- ¿Quiénes son tus referentes en el juego?

- De acá de Río Cuarto tengo muchas referentes, a las que veía de chiquita y ahora juegan conmigo en la Selección de Río Cuarto: Leticia Galíndez, María Boloqui, la “Rulo”. Te da gusto estar a su lado. Yo no venía jugando los primeros partidos en la Selección de Río Cuarto, pero mirarlas desde afuera y entrenar con ellas me enseñó mucho.

- ¿Qué opinas del fútbol femenino?

-Está creciendo mucho respecto a años anteriores, con la implementación de más equipos en la Liga y la profesionalización de AFA. Se ha generado mucha expectativa. Ojalá se sigan sumando equipos para que las más chicas sigan creciendo y puedan debutar en primera. La verdad estoy satisfecha.

-¿A qué edad comenzaste a jugar?

-Desde los seis años, cuando comencé a ir a la cancha con mi abuelo. Luego probé en una escuela de fútbol con varones. Era la única nena entre todos los varones. Recién a los trece jugué en primera con mujeres.

-¿Te gustaría que los deportes se practiquen de manera mixta?

-Sí, en mi colegio se está comenzando a implementar eso. Tenemos educación física las chicas con los varones, y está bueno porque aprendes de los otros.

-¿Qué opinas de Renato Cesarini como club?

-Es un club muy lindo y le ha dado mucha importancia al fútbol femenino. Ha puesto en igualdad de condiciones a hombres y mujeres. Y el cuerpo técnico enseña mucho, nunca te suelta la mano. Antes de que Mariana llegara al club, yo deseaba tener a una DT como ella. Espero seguir mucho tiempo más a su lado.

- ¿Qué consejo le darías a las chicas de tu edad que quieren jugar, pero no se animan?

-La cuestión es sacarse muchos miedos. Hay que entrenar bastante, se dejan muchas cosas de lado, pero todo esfuerzo da sus frutos. Hay que saber esperar, tarde o temprano los momentos felices llegan. Además, tener mucha humildad, porque cuenta más cómo sos como persona que cómo te destacás futbolísticamente.

Hay clima de algarabía en el vestuario. Se ríen, se abrazan, festejan. Se funden en un grupo que parece diluir las individualidades. Hay, definitivamente, un espíritu de equipo, de colectivo, de igualdad. “Siempre digo qué hay que hacer para que te vean, desde los actos y los hechos generar el contagio para que la gente le dé bola al fútbol femenino. Y cerrarles la boca a los que no creyeron. Hay que dejar de caratular a las personas, no importa género, raza, físico. Uno sabe lo que da. Se trabaja para la igualdad y el respeto”, concluye Mariana, orgullosa de sus jugadoras y de los frutos que comienza a cosechar después de tanto trabajo colectivo.

Matias Bertoli
- Estudiante -