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Desafíos de la gestión en una coyuntura apremiante
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Por | Fotografía: Gentileza diario El Cronista
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Las urgencias y el peso de la deuda condicionan al gobierno de Alberto Fernández. Pese a los pronósticos agoreros, es imperativo que la gente perciba en su bolsillo el cambio de orientación económica.
Publicada el en Reflexiones

La deuda se nos presenta casi como ese monstruo grande y que pisa fuerte, como diría el gran León Gieco refiriéndose a la guerra en su inolvidable canción. Ingobernable. Y el gobierno que intenta negociar. Que pago, que difiero, que “reperfilo”. Que te investigo. Hay voluntad de pagar, parecen decir las acciones del gobierno, pero no cualquier cosa y a cualquier precio. Pago allá, difiero acullá (el bono dual, recientemente), y así.

Axel Kicillof encaró el intento de canje de bonos AF 20 proponiendo su diferimiento a mayo. Poca adhesión, canje trunco, deuda pagada al cien por ciento. En tiempo y forma. Cacareo, ladrido que cayó en el vacío. Los postergados fueron los docentes, que iban a recibir una recomposición salarial en febrero (clausula gatillo) y se pospuso a marzo. Pocas veces se vuelve más evidente la relación entre el pago de la deuda y la postergación de un acuerdo paritario y en una secuencia temporal tan inmediata de causa-efecto.

No alcanza para todo, o para nada, habida cuenta de la complicadísima herencia de deudas que dejara la administración anterior. Poca reacción del sindicalismo docente provincial, el diálogo se mantiene. Hay que tomar nota de que una medida de fuerza del gremio tiene su mayor impacto en el inicio de clases. Un paro docente sin haberse iniciado el ciclo lectivo caería en el vacío, y se expondría también al rechazo que generaría en la sociedad que los docentes hubieran prolongado tácitamente por la ejecución de una medida de fuerza la licencia ordinaria de vacaciones. Se verá cómo evoluciona la situación tanto de la paritaria nacional docente como el devenir de las organizaciones sindicales, que siempre deberían actuar como defensoras de los trabajadores que representan. Sin ser totalmente ombliguistas ni acuerdistas, el delicado equilibrio.

Martín Guzmán enfrenta a las cámaras y dice que el gobierno no será rehén de los mercados. Con un reducido poder de maniobra, apunta a reafirmar que la soberanía la tiene el Estado. Que el Estado es, en definitiva, quien resuelve pagar o proponer diferimientos y quitas. Nada es gratis, pero la soberanía no se negocia. “La culpa también es tuya”, torea al FMI respecto a la responsabilidad del organismo en los desembolsos y en la fuga de capitales que tuviera lugar. La negociación incluiría una propuesta de diferimiento en los pagos con período de gracia. Existamos, luego paguemos. Mientras tanto, austeridad y que las cuentas fiscales cierren grabando a sectores de mayores ingresos de la economía.

Guzmán puede a veces declarar o pensar como Joseph Stiglitz, pero una cosa es dictar la materia Economía en prestigiosas universidades y otra zarandear con la gestión de un Estado. El desafío de conjugar la heterodoxia innovadora con las arcas exhaustas del Estado aparece quijotesco. La CGT también se queja en declaraciones de un gobierno que les estaría dando la espalda. Las sumas fijas no son recomposiciones salariales. Te doy lo que queda en el fondo del tarro (si queda algo). Puja y distribución de ingresos y de los costos de la crisis. Los precios aumentan, la economía hogareña se resiente. Precios Cuidados, sale el gabinete a recorres supermercados, una botella al mar. El índice inflacionario de 2,3 % de enero brinda un alivio. Tranquilizar la economía, lo que se propone el ministro.

Días difíciles. Ya dijo el economista Emmanuel Álvarez Agis que si sale todo bien, el 2020 será un año de mierda. Pero la sentencia no exculpa al gobierno de comenzar a vislumbrar alguna forma de mejorarle la vida a los argentinos. Van solo dos meses. Se insinúan en sus políticas la focalización en la ayuda a los más débiles y sectores vulnerables. Pero los sectores medios (por caso, los docentes bonaerenses) también reclaman atención y el Frente de Todos pudo alzarse con la victoria con el apoyo de esos grupos sociales que ojalá no sufran una pronta desilusión.

En dos meses poco puede cambiarse, y la inercia de la crisis y los efectos de las malas políticas anteriores no pueden negarse. Dos meses, pero no nos quedemos con que el 2020 será un año de mierda. Si el macrismo hablaba de segundos semestres y brotes verdes que nunca llegaron, no se puede posponer la mejora para el 2021. La situación urge. Hay paciencia y expectativas. Pero es ahora.

Sebastián Giménez
- Escritor -